Estamos ciertamente mucho más adelantados
que Hipócrates, el médico griego;
pero apenas podemos decir que
estemos más adelantados que Platón.
Karl Jaspers, Filosofía.
El psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers (1883-1969) sentó las bases de un enfoque de comprensión de los trastornos mentales que involucra la experiencia subjetiva de quienes los sufren. Jaspers sostuvo que, para tratar de entender la condición humana en su inmensa complejidad, la ciencia, particularmente la psiquiatría, debe incorporar una perspectiva filosófica. La psicología fenomenológica de Jaspers se sustenta en las ideas existencialistas de Sören Kierkegaard (1813-1855) y en la fenomenología de Edmund Husserl (1859-1938). Del gran danés, Jaspers retomó su interés por la experiencia subjetiva, la angustia existencial y la búsqueda de sentido en situaciones límite. La influencia de Husserl es palmaria: Jaspers hace suya la necesidad de “volver a las cosas mismas”, es decir, suspender los supuestos y prejuicios para atender los fenómenos tal como se presentan a la conciencia.
Jaspers se propuso comprender las experiencias subjetivas de los enfermos mentales, sin quedarse en las explicaciones biológicas o teóricas. Planteó elaborar descripciones empáticas —observar y describir los fenómenos psíquicos tal como son vividos por la gente—, distinguir entre explicar y comprender —significado subjetivo de los síntomas—, y valorar la singularidad de cada acontecer mental.
Existen muchos fenómenos de la vida psíquica que ocurren fuera de la media, así que solemos referirnos a ellos como anormales —aunque algunos de ellos son experimentados no pocas ocasiones por la gente normal—, y varios se relacionan con la manera en la que percibimos la realidad. Karl Jaspers clasificó las maneras anómalas de percepción (Psicopatología general, 1913).
The world is not illusion, but reality.
But this reality is appearance, a phenomenon.
Karl Jaspers, Philosophy is for everyman.
El primer grupo se compone de tres tipos de anomalías: de intensidad —se percibe de más o de menos, claro, respecto a lo que se considera normal; por ejemplo, un hombre escucha el tic tac de un reloj insoportablemente fuerte (hiperestesia auditiva) o alguien más no alcanza a oler que los frijoles están quemándose en la estufa (hipoestesia olfativa)—, de calidad —se perciben atributos desatinados de los objetos: una mujer ve el cielo con la consistencia de una gelatina o un hombre escucha la voz de su esposa metálica— y de simultaneidad sensorial —al mismo tiempo se experimentan sensaciones en varios sentidos, pero sin que tengan una relación natural entre sí: por ejemplo, al oír cierta palabra, una persona siente un sabor determinado en la boca—.
El segundo grupo corresponde a las percepciones con características anormales. Jaspers coloca aquí las sensaciones de extrañeza —de pronto, el entorno se percibe como insólito, irreal o ajeno, aunque se lo reconozca intelectualmente (desrealización); es una especie de desconexión emocional con la realidad—, de belleza excesiva —la realidad cotidiana se siente con una intensidad estética o espiritual inusitada; por caso, un gato maúlla a una mujer que va pasando y ella rompe en llanto emocionada—, e incapacidad de captar el alma de las personas —el sujeto ve a los demás como cosas, sin vida interior, como cuerpos vacíos, y no logra captar su humanidad ni establecer conexión con ellos—. Estas alteraciones no se refieren a qué se percibe, sino a cómo se experimenta esa percepción en relación con el mundo y los otros.
En tercer lugar, la escisión perceptiva: el sujeto percibe normalmente los objetos, pero no los vive como reales o no los integra plenamente a su experiencia, los escinde de su conciencia —este fenómeno se asocia con estados de desrealización o despersonalización—.
Completan la clasificación las bien conocidas percepciones engañosas. De entrada, las alucinaciones —percepciones sin objeto, experiencias sensoriales que no surgen de ningún estímulo externo real, pero que, sin embargo, el sujeto las vive con plena convicción de realidad—, y finalmente las ilusiones —la percepción desfigurada de un objeto real—. Por ejemplo, una alucinación representativa: una joven asegura ver y escuchar con nitidez a su madre fallecida hace algunos años, conversando con ella en la habitación. Por lo que toca a las ilusiones, Jaspers distingue tres tipos: de inatención, afectivas y pareidolias. Las primeras las tenemos todos: miras de reojo un abrigo colgado y crees que es una persona, o qué tal la serpiente que reptaba en mi escritorio…Las ilusiones afectivas suceden cuando el estado emocional del individuo —miedo, ira, ansiedad, etcétera— distorsiona su percepción: por ejemplo, no es raro que, en situaciones de depresión profunda, una persona tenga la ilusión de leer expresiones de tristeza o desaprobación en los rostros de quienes lo rodean, aun cuando objetivamente no haya tales signos. Por último, las pareidolias: he traído a cuento ya aquí que Leonardo da Vinci (1452-1519) recomendaba a quienes se iniciaban en la pintura inspirarse y hallar ideas percibiendo figuras en donde no las hay realmente:
… cuando mires una pared con manchas o con una mezcla de piedras, si tienes que idear una escena, puedes descubrir un parecido con diversos paisajes, embellecidos con montañas, ríos, rocas, árboles, llanuras, valles anchos y colinas en una disposición variada (numeral 508 de la “La práctica de la pintura”; The literary works of Leonardo da Vinci).
Por supuesto, era imposible que Jaspers hubiera previsto las experiencias a que se aventuran actualmente quienes practican los juegos de realidad aumentada, en los que el jugador percibe el mundo concreto —por ejemplo, las calles de la ciudad—, a través de un dispositivo que añade estímulos digitales superpuestos. Mientras camina, aparecen personajes, objetos, peligros o misiones que se ven en el contexto urbano por el que anda, pero sólo existentes en el juego, y percibe ambos planos a la vez, integrados en una sola experiencia sensorial. Este tipo de experiencias podrían considerarse como una forma de percepción con características anormales, específicamente de la categoría de sensaciones de extrañeza. Cuando las personas interactúan con objetos o personajes virtuales superpuestos a la realidad física, pueden experimentar la realidad concreta como algo insólito, irreal, aunque intelectualmente sepan de qué se trata. Estas experiencias también podrían relacionarse con la escisión perceptiva, ya que los usuarios perciben normalmente los objetos físicos del entorno, pero no los viven plenamente al estar dividiendo su atención y conciencia entre lo físico y la dimensión virtual. En algunos casos, las pareidolias podrían intervenir cuando los jugadores buscan determinados personajes o elementos virtuales en el mundo real, podrían tener la ilusión de percibirlos donde realmente no están superpuestos, debido a la tendencia natural de la mente a reconocer patrones familiares.
En un mundo cada vez más asaltado por estímulos virtuales y realidades aumentadas, nuestra percepción de la cotidianidad se ha vuelto más compleja. Ya no sólo lidiamos con las anomalías perceptivas descritas por Jaspers, sino que también tenemos que experimentar nuevas formas de fragmentación y disociación de la realidad concreta. Nuestro cerebro se enfrenta al reto de integrar coherentemente los datos del mundo físico con los elementos digitalmente sobreimpuestos. Esto da lugar a una experiencia fenomenológica marcada por sensaciones de extrañeza e incertidumbre, en las que los límites entre lo real y lo virtual se vuelven borrosos. Más que nunca, una comprensión empática y fenomenológica resulta esencial para aprehender la naturaleza de estas complejas vivencias perceptivas. La revolución digital —la conversión en bits de todo lo perceptible— no ha simplificado la realidad: la ha vuelto más ambigua y destartalada, y la llamada realidad aumentada es sólo una porción menor de los artilugios que han expandido el mundo perceptible. Si ya de por sí la percepción fenomenológica previa exigía una atención rigurosa y una suspensión de prejuicios para captar el mundo tal como se da a la conciencia, hoy esa tarea se complica tremendamente. Lo real, lo virtual y lo imaginado se entrelazan en nuevas capas de experiencia sensorial que desafían nuestra capacidad de distinguir lo dado de lo proyectado. Hemos ensanchado el mundo, pero al mismo tiempo lo hemos vuelto más mucho incierto.