Para el psicoanalista británico Wilfred Bion (1897-1979), la rêverie es la capacidad mental de la madre —o del analista— de entrar en un estado de receptividad abierta y relativamente sin defensas, donde puede recibir y contener las proyecciones emocionales primitivas del bebé —o del paciente—. En este estado, la madre no interpreta ni responde analíticamente, sino que tolera y metaboliza los estados emocionales crudos que el bebé proyecta en ella —lo que Bion llama elementos beta, experiencias no digeridas, puro afecto—. A través de esta función continente, la madre transforma esos elementos en pensamientos y significados organizables —elementos alfa— que el bebé puede reintroyer y así desarrollar su propia capacidad de pensar. Es decir: la rêverie es un estado casi onírico —rêverie en el sentido de ensoñación— en el que el analista o la madre suspende temporalmente su aparato lógico y se deja habitar por las emociones del otro, permitiendo que algo se transforme y se haga pensable. Sin rêverie, el bebé queda atrapado en la angustia sin poder simbolizarla; con rêverie, esa angustia se convierte en experiencia emocional que puede ser integrada en la vida psíquica.
Bion comenzó a formular el concepto de rêverie a finales de los años 50 del siglo pasado y lo desarrolló sistemáticamente a inicios de los 60, especialmente en su artículo sobre la teoría del pensamiento (1961) y en el libro Learning from Experience (1962).
Curioso: este cuadro fue realizado por el artista francés Auguste Toulmouche (1829-1890) muchos años antes de que Bion desarrollara el concepto de rêveries, y se titula precisamente Rêveries. La pintura de Auguste Toulmouche, una obra que se inscribe en el género tableaux de mode, captura a una joven mujer parisina de clase alta en un momento de introspección soñadora. Se realizó en 1881, aunque algunas fuentes mencionan 1890 como fecha asociada a reproducciones o variantes, en óleo sobre lienzo con dimensiones aproximadas de 65 x 46 cm, firmada y fechada por el artista. La obra retrata a una mujer joven absorta en sus pensamientos, posiblemente evocando melancolía o fantasía romántica, típica de las poupées délicieuses que popularizó Toulmouche. El fondo sugiere un ambiente burgués acomodado, con la figura central como foco emocional, similar a otras pinturas suyas como La prometida vacilante (1866), pero centrada en la ensoñación individual.

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