Termina la reunión. Sorprendida de no haber estallado ante tanta sandez condensada en tan pocas personas, Concepción Toro se despide de sus clientes: detesta trabajar para abogados, pero bueno, la economía nacional para darse el lujo de perder un contrato, por más resbalosos y brutos que sean los licenciaditos de este despacho… Oiga, señorita Toro, ¿por qué no me acepta ahora sí la invitación, y nos vamos a tomar un vinito? Le prometo una botella tocayita de usted. Concepción piensa ¡guácalas!, pero pone cara de no entender para darle oportunidad al jabalí de corbata que cierre su ocurrencia… ¡Un Concha y Toro, ingeniera! Condescendiente, Concepción finge una risita, batea de nuevo al encimoso y se encamina hacia el elevador. Seis pisos abajo, sale del edificio y levanta la vista: las nubes se fueron a amoratar otros cielos, el viento se llevó el smog. La tarde tienta: ¡al diablo las obligaciones!
La ingeniera Toro, consultora en informática, trepa a su tsuru, arranca y enfila hacia Anaxágoras. Por la calle del presocrático llega a Eugenia. Se suma al caudaloso río de autos que circulan por el Eje 5 Sur, a esa hora, la mayoría rumbo al segundo piso del Periférico. Ella no: en División del Norte da vuelta a la derecha, y entonces se sabe con rumbo fijo: cruzando Insurgentes, División del Norte cambiará de nombre a Nuevo León, avenida sobre la cual, ya en La Condesa, en su entronque con Saltillo y Ozuluama, se ubica la librería. El tráfico aletarga a toda la ciudad, así que Concepción aprovecha el tiempo: antes de cruzar la joroba del Viaducto, ya enlistó mentalmente sus deberes y haberes, y calculó cuánto podrá gastar… 300 pesos, ni un quinto más. No es gran cosa, suspira, pero espera que sea suficiente para comprar un buen libro que la acompañe el fin de semana lluvioso que se anuncia…
Llega a la librería. Tan pronto los viene viene se llevan su coche, Concepción entra y se dirige a la mesa de novedades. El primero que llama su atención, todo un hallazgo, una guía para sobrevivir la época que nos tocó vivir, aunque haya sido escrita hace más de dos mil trescientos años: Obras de Epicuro. Pero ¡cuidado!, la editorial es española, Tecnos… Una importación, claro, así que aunque tenga apenas 101 páginas, el librito cuesta 321 pesos… Descartado.
El siguiente, uno que Concepción Toro esperaba con ansiedad: ¡por fin llegó! Todo fluye, lo último que alcanzó a escribir Vasili Grossman, el mismo ruso que con Vida y destino, una obra cumbre de la novelística del siglo XX, la llevó a las trincheras de la batalla definitoria de la II Guerra Mundial, Stalingrado... Pero ¡nada!, también un libro español, de Galaxia Gutenberg, y en la etiqueta un monto prohibitivo: 519 pesos. Descartado.
¡Qué qué! ¿Walter Benjamin también escribió narrativa? En la portada está su nombre: Historias y relatos de Walter Benjamin. ¿O será un homónimo? Revisas la contra del pequeño volumen y sí, efectivamente, se trata del mismo, el filósofo judeo-alemán que, aunque jamás perteneció a ella, enriqueció con su pensamiento a la Escuela de Frankfurt. Desafortunadamente, la editorial también resulta una sorpresa, El Alepy…, catalana, ¡caray! Así que más le vale olvidarlo: el librito se pasa de su presupuesto. Descartado.
Con la Historia de la fealdad mejor ni ilusionarse… El ensayo ilustrado de Umberto Eco, comercializado por Lumen, cuesta más de 600 pesos…, que si los tuviera, la ingeniera Toro no dudaría... Pero por ahora, descartado.
Y pasará lo mismo con el siguiente que atrapa su vista, y ella lo sabe: gran formato y el logotipo de editorial Siruela, así que seguramente estará fuera de su alcance. Como sea, lo toma, lo acaricia: en la portada el rostro de la brasileña, aunque nacida en Ucrania, Clarice Lispector. Cuentos reunidos, una antología de sus relatos más destacados… Hermosa edición, papel que se toca placenteramente, diseño tipográfico de primera…, precio: 608 pesos. Descartado.
La ingeniera está punto de caer en franca depresión, cuando una luz se deja ver: no es una novedad, pero llevaba años agotada la única novela de Murakami que no ha leído: La caza del carnero salvaje. Y sí, ahí hay algunos ejemplares (Anagrama)… Descartado, ¡caray!: 348 pesos.
Entonces una idea traicionera atraviesa la mente de Concepción: de plano, no me dejan más remedio que delinquir: me lanzo por unas diez películas piratas, con lo que sobre compro botanas y me regalo una encerrona de fin de semana cinéfilo… Ya cuando se aproxima hacia la salida de la librería, atisba un tomo…: El paraíso perdido, el poemón de John Milton. ¡Guau! Barato no va a estar, pero nada se pierde por ver… Edición bilingüe de López Castellón, Abada editores, 954 páginas…
Diez minutos después, Concepción encenderá su automóvil, feliz de haber caído en la tentación del tarjetazo: total, por 1,472 pesos no se hará más pobre.
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