El edificio donde laboro está sobre Patriotismo. Del otro lado de la acera hay un supermercado, de los descomunales. A diferencia de todos nuestros compañeros, VH jamás sale a “comprar algo a la Comer”. La semana pasada me sorprendió cuando por primera vez en los cuatro años que lleva trabajando conmigo pidió permiso… ¡Pobre!: mientras cruzaba la avenida, se desató una balacera. Eran las dos de la tarde; como otros muchos transeúntes que a esas horas abarrotan la calle, VH no encontró mejor estrategia que tirarse al suelo, rogando que uno de los estruendosos e invisibles proyectiles no le cercenara el futuro. El tránsito se detuvo; los automovilistas se arremolinaron en el rincón más recóndito que encontraron en sus vehículos: “Una muchacha estaba histérica: le pegaron tres balazos en el tablero del coche”. Durante diez minutos la policía se agarró a tiros con un fulano, quien acabó herido de muerte en medio de la calle. VH cuenta que, al parecer, el delincuente había robado una camioneta que salía del estacionamiento del súper: “Imagínese, una pareja que llevaba un bebé de brazos”. Del azoro, VH pasó al disfrute de una hora de protagonismo: todos en la oficina quisieron escuchar su crónica: “la gente no quiere saber por qué pasó nada, sólo qué pasó y que el mundo está lleno de imprudencias, peligros, amenazas y mala suerte que a nosotros nos rozan y en cambio alcanzan y matan a nuestros semejantes descuidados, o quizá elegidos”, explica la protagonista de Los enamoramientos, de nombre nada causal: María. Al día siguiente, ya nadie tuvo oídos para VH; el asunto estaba agotado: “Precisamos no ahondar en nada ni quedarnos largo rato en ningún hecho o historia… como si después de cada una pensáramos: ‘Ya, qué espanto. Y qué más. ¿De qué otros horrores nos hemos librado? Necesitamos sentirnos supervivientes e inmortales a diario”.

Inicio de novela: sin motivo aparente, un viene-viene –aparcacoches les dicen en España– acuchilla a un hombre. En nuestra realidad bochornosamente inverosímil hechos así ocurren diariamente; en una buena novela no, y Los enamoramientos lo es: los acontecimientos suceden por algo, al menos en la ficción.
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