I am an exile; citizen of the country of longing.
Suketu Mehta, Maximum City: Bombay Lost and Found
Suena ridículo, pero en estricto sentido, antes que chilango, soy juarense. Ocurre que me apersoné en el mundo en la delegación Benito Juárez del hasta hace poco Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Prácticamente toda mi infancia la pasé en otra demarcación capitalina, Iztapalapa, contigua de la Benito Juárez. Pero después comencé a migrar: además de en el DF, he vivido en cuatro ciudades de la República Mexicana, todas capitales estatales: San Luis Potosí, Guadalajara, Aguascalientes y Toluca. Por ahora estoy de vuelta: radico en la misma entidad federativa en donde nací. En esa misma condición viven poco más de ocho de cada diez personas en México. Por el contrario, de acuerdo a la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI, 17.4% de los residentes en el país nacieron en una entidad distinta a la entidad en que residen o nacieron fuera del territorio nacional. “Las entidades con mayor porcentaje de población nacida en otra entidad o país son: Quintana Roo, con un 54.1% de sus residentes…; Baja California, con 44.1; Baja California Sur, con 39.6 y Estado de México con 33.7 por ciento. En el otro extremo, Chiapas, con 3.4%, es la entidad con el menor porcentaje de población nacida en otra entidad o país, a la que le siguen Guerrero, Oaxaca, Tabasco, Veracruz y Guanajuato” (INEGI, Principales resultados de la Encuesta Intercensal 2015 Estados Unidos Mexicanos).
El mismo instrumento estadístico permite saber que hace apenas dos años en nuestro país residía solamente un millón (1’007,063) de personas cuyo lugar de origen es otro país del mundo. La cantidad de foráneos avecindados entre nosotros parece escuálida —incluso, de ellos, cuatro de cada diez ya contaban con la nacionalidad mexicana—; en efecto, ese millón de habitantes no alcanza ni el 1% de los residentes en México (0.84%); sin embargo, ojo, la gente que vive en tal situación se ha duplicado en los últimos quince años.
México es de los países con menor participación relativa de inmigrantes. Claro, hay casos extremosos: por ejemplo, Cuba reportaba en 2015 poco menos de 13.5 mil inmigrantes viviendo en la isla, un insignificante 0.12% de su población total. Incluso los 713.5 mil extranjeros que viven en Brasil representan apenas 0.34%. Entre los países del continente americano, en el otro extremo se hallan la Guayana Francesa y Canadá, en los que el 39.5% y el 21.8% de sus respectivas poblaciones totales se compone de hombres y mujeres nacidos en otros países; en el caso canadiense, estamos hablando de 7.8 millones de personas. En todo el orbe, también con datos a 2015, en el top ten de los países con mayor participación relativa de inmigrantes en su población total se encontraban los Emiratos Árabes Unidos (88.4%), Qatar (75.51%), Kuwait (73.64%), el Principado de Liechtenstein (61.82%), Andorra (60.12%), Macao (58.28%), Mónaco (55.37%), el Reinado de Baréin (51.14%), Singapur (45.39%) y Luxemburgo (43.97%). Es decir, en ocho naciones del mundo la mayoría de sus habitantes nacieron fuera de sus fronteras. En términos absolutos, Estados Unidos sigue siendo el país con mayor cantidad de inmigrantes en todo el mundo (46.6 millones de seres humanos, 14.49% de su población total), seguido por Alemania (12 millones), Rusia (11.6 millones), Arabia Saudita (10.2 millones) y el Reino Unido (8.5%). Evidentemente, el dinero llama.
Visto el fenómeno por grandes regiones, resulta que menos de dos de cada cien personas en Centro América, Sudamérica, África y Asia son inmigrantes; en cambio, en Europa diez de cada cien personas presentan tal condición, en Norteamérica son 15 y 20 en Oceanía.
En su libro, La vida secreta de las ciudades (Pinguin Literatura Random House, febrero, 2017), Suketu Mehta afirma que “… en el último cuarto de siglo, la población emigrante del mundo se ha duplicado. Hoy, 750 millones de personas viven en un país donde no han nacido” —supongo que que se refiere a la población acumulada durante los últimos veinticinco años—. ¿Qué tanto es tanta gente? Bueno, a la fecha únicamente China e India tienen más población, y Estados Unidos, con 325 millones queda muy distante de ese monto. Y el fenómeno, señala, apenas comienza: “a medida que la guerra, las desigualdades y el cambio climático nos empujen más que nunca al extranjero, el fenómeno que definirá a la humanidad del siglo XXI será la migración masiva”. Suketu Mehta sabe de lo que escribe. Nació en 1963 en India, en el delta del Ganges, en la Ciudad de la Alegría, Kolkata o Calcuta, y desde muy pequeño migró con su familia al otro extremo del subcontinente, a Bombay o Mumbai, en la costa del mar Arábigo. Años más tarde, en 1977, se fueron a vivir al otro lado del planeta, a Nueva York. “En la búsqueda de felicidad, a veces avariciosa, a veces altruista, mi familia ha viajado por todo el mundo… ¿Cómo mantenemos cierto sentido de continuidad? Como todos los emigrantes, nos consolamos de este movimiento incesante contándonos cuentos, el recuerdo, la recopilación, como antídoto contra el desplazamiento”. Es incuestionable que Suketu Mehta así lo ha hecho: en 2004 publicó el libro Maximum City: Bombay Lost and Found (Pinguin), una recuperación textual de la ciudad. Ahora, en La vida secreta de las ciudades, la perspectiva es más amplia: pretende ofrecer un entendimiento narrativo de la vida urbana en el mundo globalizado, desde el punto de vista más apto para hacerlo, el del que no tiene mucho tiempo de haber llegado.
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