Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

miércoles, 31 de enero de 2018

Universales narrativos

De acuerdo al doctor Jerome Bruner (v. Construcción narrativa de la realidad), comparten algunos "universales" los relatos arquetípicos que el ser humano emplea para mediar la percepción de su propia experiencia y luego darle sentido al devenir, de por sí caótico, de los acontecimientos. En concreto se refiere a nueve:



→ 1. LA ESTRUCTURA DE TIEMPO COMETIDO
Cronos no gobierna el tiempo narrativo, lo hace Kairos. En una narración el tiempo no está segmentado por relojes o calendarios, sino por acontecimientos cruciales, al menos principios, medios o finales. En una cronología no hay lugar para la prolepsis y la analepsis, mientras que el orden de la secuencia en que se presentan los acontecimientos en una narración no necesariamente corresponde al orden cronológico de su ocurrencia.


→ 2. LA PARTICULARIDAD GENÉRICA
Cada historia cuenta casos particulaes, pero todas las historias se traman ajustadas a tipos generales de formas de narración, esto es, a géneros. Y de nuevo el dilema: ¿generan los géneros historias específicas o son solamente abstracciones posteriores con las cuales pretendemos categorizar la realidad? Bruner opta por pensar que los géneros generan sus expresiones particulares; y se apoya en dos argumentos: "… ciertas historias, sencillamente, se parecen, se asemejan a versiones de algo más general"; y "… los caracteres y episodios de las historias toman sus significados y son funciones de estructuras narrativas que abarcan más". Cita a Alaister Fowler (Kinds of Literature, Cabridge, 1982): “un género es mucho menos un compartimiento que un contenido”.
Además, Bruner subraya el hecho de que un género no sólo es una forma canónica de realizar un texto, sino también una manera específica de interpretar un texto; esto es, p
or un lado, un género ‘existe’ en el argumento y la forma de narraren de un texto; y por otro, ‘existe’ "en forma de dar sentido a un texto". Así, es factible mediar cualquier realidad a través de cualquier canon de género, lo que implicará la mutación respectiva en su lectura. Recuerdo Melinda and Melinda (Woody Allen, 2004).

Si bien los géneros concretos no son ‘universales’, su existencia sí lo es. ¿Por qué? Porque si no tuviéramos el referente de los géneros, "no sabríamos cómo interpretar una narración" en la medida en la que no dispondríamos de un marco mínimo para formular hipótesis de lectura.

Finalmente, para Bruner, los cuatro grandes géneros, en los que caben todos, son la comedia, la tragedia, la ironía, el romance o novela.


→ 3. LAS ACCIONES TIENEN RAZONES
En una narración, lo que los agentes hacen jamás es por casualidad, sino que "está motivado por creencias, deseos, teorías, valores u otros ‘estados intencionales"; esto es, en las narraciones todo ocurre por una razón, y los esquemas de causalidad nunca explican por sí mismos el acontecer.


→ 4. COMPOSICIÓN HERMENÉUTICA
¿Qué significa una historia? Jamás únicamente algo, siempre son múltiples sus posibles significados. Por ello, el objetivo del análisis hermenéutico de un texto no es dar la última palabra, la exégesis definitiva, sino "aportar una explicación convincente y no contradictoria de lo que significa un relato".


→ 5. CANONICIDAD IMPLÍCITA
"La realidad narrativa del mundo o es canónica o es una desviación de alguna canonicidad implícita".


→ 6. AMBIGÜEDAD DE LA REFERENCIA
"La narración crea o construye su referencia, la ‘realidad’ a la que señala…". No hay por qué pues explicar cómo es que un hombre vomita conejitos (Carta a una señortita de París, de Cortázar) o por qué de pronto toda la humanidad, salvo una mujer, comenzó a perder la vista (Ensayo general de la ceguera, de Saramago).


→ 7. LA CENTRALIDAD DE LA PROBLEMÁTICA
"Los relatos pivotan sobre normas quebrantadas… Eso coloca la ‘problemática’ en el eje de las realidades narrativas".


→ 8. NEGOCIABILIDAD INHERENTE
• “… al escuchar una narración suspendemos la incredulidad…” En la ficción y en la vida real.
• “Tú cuentas tu versión, yo cuento la mía, y sólo en contadas ocasiones necesitamos la litigación para solucionar las diferencias”
• “Es fácil que tomemos las versiones alternativas de un relato con una actitud perspectivista, mucho más que en el caso de los argumentos o comprobaciones”.


→ 9. LA EXTENSIBILIDAD HISTÓRICA DE LA NARRACIÓN
• “Construimos una ´vida´ creando un Yo para conservar la identidad que se despierta al día siguiente siendo prácticamente el mismo. Parecemos ser genios de ‘la historia continuada’… Imponemos coherencia al pasado, lo convertimos en Historia”.


“Vivimos en un mar de relatos y, como el pez que (según el proverbio) será el último en descubrir el agua, tenemos nuestras propias dificultades para entender en qué consiste nadar entre relatos”.

Bruner sostiene que hacemos relatos de manera automática, inconsciente.

Tres antídotos contra la falta de conciencia: contraste, confrontación, metacognición.
“Mientras que el contraste y la confrontación pueden despertar conciencia sobre la relatividad del conocimiento, el objeto de la metacognición es crear formas alternativas de concebir la creación de la realidad”.

sábado, 27 de enero de 2018

Mi ventana indiscreta


El sociólogo viaja en casa,
con resultados sorprendentes.

Peter Berger





Coartada


Hay un período de la vida durante el cual uno no es, apenas va a ser. Es un trance crítico que resulta más difícil en la medida en la que la indefinición es notoria: ¿Y tú qué vas a ser de grade?, suelen martirizarte entonces los mayores, como si tuvieras acceso a un oráculo. La gente no quiere saber si vas a ser soltero o casado, pobre o clasemediero, borrego o tiburón, amiguero o misántropo, ciudadano modelo o delincuente… No, el cuestionamiento se refiere a cómo pretendes ganarte la vida. Más que inquirir respecto a un futuro predestinado o a una querencia, la duda que te exigen despejar es a qué le tiras… No recuerdo quién fue el primero que me espetó tamaña interrogante, pero me hubiera encantado dejarle el ojo cuadrado respondiéndole: alguien que “se interesa intensa, incesante y descaradamente por las acciones de los seres humanos”. Lástima, jamás tuve ocasión de hacerlo, porque fue hasta los últimos meses de la prepa que leí Invitation to Sociology (1963) de Peter Berger (1929–2017), quien terminó por convencerme respecto a la licenciatura que habría de estudiar:

“El sociólogo… es un hombre que, a pesar suyo, debe escuchar murmuraciones, que se siente tentado a mirar por el ojo de la cerradura, a leer la correspondencia de otras personas y a abrir los armarios cerrados… Quizá algunos niños muertos de curiosidad por espiar a sus tías solteronas en el baño se conviertan en sociólogos empedernidos”.
 


La ventana indiscreta


En 1954 Hitchcock dirigió Rear Window. La película cuenta una historia de misterio: un fotógrafo (James Stewart) harto de permanecer encerrado en casa —tiene una pierna rota—, para distraerse, se dedica fisgonear a sus vecinos, y al parecer ocurre un asesinato. Lo que observa a través de las ventanas lo lleva a plantearse una cascada de interrogantes acerca de la forma en que la gente se relaciona. Debí de haberla visto por primera vez en televisión, siendo un escuincle, algún domingo de “Cine permanencia voluntaria” —XHGC, Canal 5—. Años más tarde, cuando leí el libro de Berger, supe que a la sensación que me provocaba aquel film bien podía entenderse como emoción sociológica.




Pozo ejemplar


Tomo la siguiente historia de un libro de Benjamin Hoff (The Te of Piglet, 1992); la apresurada traducción es propia:

Un hombre cavó un pozo a la orilla del camino. Cuatro años después varios viajeros agradecidos hablaban del Pozo Maravilloso. Pero una noche, un hombre cayó en el pozo y se ahogó. Después de aquello la gente evitaba pasar cerca del Pozo Pavoroso. Posteriormente se supo que el muerto era un ladrón borracho que había salido del camino para evitar ser capturado por una patrulla de vecinos…, sólo para caer en el Pozo Justiciero.




El Pozo Real


El pozo es una metáfora de la realidad, y la pequeña narración expresa saberes muy profundos, intuidos desde hace mucho por el arte y la filosofía pero teorizados por las ciencias sociales hace muy poco. En 1963, Berger y Luckmann publicaron un clásico de la sociología contemporánea: The Social Construction of Reality. A Treatise in the Sociology of Knowledge —la International Sociological Association lo catalogó como el ensayo de sociología más importante del siglo XX—. En la primera oración del libro los autores desembuchan la médula de todo el tratado: “la realidad se construye socialmente y la sociología del conocimiento debe analizar los procesos a través de los cuales esto se produce”. 


En su ensayo What is real?, Jodi O’Brien expresa así el axioma del interaccionismo simbólico: “Las creencias y prácticas culturales incluyen reglas acerca de lo que es real y lo que no es real”. Ahora, ¿cómo es que se construye socialmente la realidad? Por medio de las interacciones, por supuesto: “Aprendemos a ser humanos, y nuestro aprendizaje depende y se logra a través de interacciones con otros humanos… La base del comportamiento significativo es nuestra capacidad para el lenguaje”.




My Rear Window


Habito un edificio que ofrece un laboratorio sociológico; algo parecido a lo que tenía el protagonista de Rear Window. En uno de los departamentos que puedo observar vive una pareja que tuvo un bebé hace pocos meses. Hasta ahora todo ha sido bastante convencional, se ha presentado sólo un comportamiento que me desconcierta… Desde hace unos dos meses, todas las tardes la mamá primeriza sale a pasear a su pequeño en una carriola. Sale del edificio, y sin bajarse de la banqueta, avanza unos cinco, seis metros hacia un lado de la calle, y luego da vuelta de regreso; avanza, pasa de nuevo frente a su vivienda y continúa unos cinco, seis metros, nunca más, y da vuelta otra vez… El ir y venir dura alrededor de veinte minutos, sin alejarse jamás del edificio. Durante toda la rutina ella va interactuando con un objeto que lleva en el toldo de la carriola…: un smartphone. ¿Por qué no llevara al niño al parque que está a un par de cuadras? ¿Miedo a la consabida inseguridad callejera? Durante algunas semanas no aventuré ninguna respuesta…; ahora tengo una hipótesis: no se distancia para no perder la señal del Wifi… Nunca habla con el infante; no le explica que el escándalo que se acaba de oír fue el camión de la basura, que pasaron varios perros o que hoy hace mucho frío… Va atenta a la pequeña pantalla, mientras en el bebé va construyendo un mundo miserable de significados. El futuro no es alentador.


sábado, 20 de enero de 2018

2018: de náufragos y creyentes

With most men, unbelief in one thing
springs from blind belief in another.
Georg Christoph Lichtenberg


Martes: declaración fidedigna
Por una investigación promovida por el gobierno de Chihuahua, poco antes de Navidad un juez dictó prisión preventiva a Alejandro Gutiérrez, ex secretario general adjunto del CEN del PRI, por su probable responsabilidad en el desvío de recursos del patrimonio estatal. Días después, la SHyCP incumplió la entrega pactada de recursos federales a dicha entidad. En entrevista con Carmen Aristegui, el martes de la semana pasada el gobernador de Chihuahua, el bizarro Javier Corral, declaró: “El régimen está agotado, y son capaces ya de todo”.


Alegoría del hombre que no quería ser Viernes
Hace algún tiempo, en medio del océano Pacífico, sucedió que a una embarcación se la llevó el diablo: la violencia de la mar la hundió. Un día después, milagrosamente, con pocas horas de diferencia, dos náufragos fueron arrojados por la corriente a una isla desierta. Fueron los únicos sobrevivientes del infortunio. Desde las primeras semanas resultó indudable para ambos que en la ínsula, aunque muy pequeña, había recursos abundantes, más que suficientes para su sustento. Pasado el pasmo, los dos damnificados suman esfuerzos, comparten recursos, se acompañan… Las rutinas y las jornadas se suceden como las olas de la inmensidad marina que los rodea, hasta que una noche cerrada y silenciosa —tal vez hayan transcurrido varios meses— uno de los hombres despierta violentamente y sin entender qué le duele, qué no lo deja respirar… En unos instantes sale plenamente del sueño, recobra del todo la conciencia, se lleva a las manos al cuello, y no le queda ya ningún margen para no aceptar la aterradora evidencia: su compañero de aventura está tratando de ahorcarlo… Forcejea y consigue liberarse: ¡¿Qué diablos te sucede?! La respuesta es la siguiente: Vas a ser mi esclavo y si no aceptas, te mataré. Él entonces piensa: ¿Qué puedo hacer?, y lo primero que viene a su mente es un libro que leyó hace mucho, RobinsonCrusoe, y se dice que no, que no quiere ser el Viernes de la isla. ¿Entonces, si el otro está dispuesto a todo, a mí qué opciones me quedan? Aceptar la esclavitud o estar dispuesto a todo.


Jueves: el petate del muerto
A media tarde del pasado jueves, el PRI tuiteó: “… una improbable presidencia de López significaría al menos una devaluación del 10 por ciento…” Supongo que deben de estar muy preocupados por el improbable triunfo del tabasqueño, porque desde entonces y durante las horas que siguieron, el líder —es un decir— nacional del ese instituto político —otro decir—, Enrique Ochoa, se dedicó a garlar en donde pudo para propagar la amenaza… ¡Trompetas del Apocalipsis, atronad!: ¡Si gana López habrá devaluación del diez por ciento! Varios medios se sumaron prestos al amatracamiento sistemático de las audiencias. Ya había obscurecido cuando alguien me reenvió un sondeo tuiteado por el conductor de noticieros José Cárdenas: “Victoria de López Obrador devaluaría el peso 10%, advierte el PRI...”, fraseó, y luego abrió cuatro posibles respuestas: “Guerra sucia”, “AMLO es un peligro”, “Miente el PRI”, y “Hay incertidumbre”. No contesté, pero le planteé una pregunta: “Oiga, José, ¿y cuánto se ha devaluado en lo que va del actual sexenio?” Por supuesto, Cárdenas jamás me contestó… Ni falta, unos minutos más tarde el economista Gerardo Esquivel proveyó los datos duros —y apostillaba “Con los números de este sexenio salen a espantar con un 10%”—: 

            Tipo de cambio (pesos por dólar)
            01-Dic-2012: $12.93
            11-Ene-2018: $19.34

 Es decir, el incremento porcentual no ha sido del 10, sino del 49.57% —luego comenzó a circular otra cifra que no sé cómo fue calculada: “67% de devaluación acumulada en lo que va del sexenio”—. Es decir, con la posibilidad del diez por ciento pretenden espantar quienes han sufrido la realidad de una devaluación de 50% o más… ¡Y lo consiguen!, al menos entre quienes han sido aleccionados para detestar a Ya-sabes-quién: para cuando revisé sus resultados, la mayoría de los seguidores de la cuenta de José Cárdenas (36%), opinaban que, en efecto, “AMLO es un peligro”.


En busca del día perdido
Marcel Proust (1871-1922) fue un tipo con una sensibilidad y una capacidad de expresión literaria portentosas. En Por la parte de Swann (1913), la primera entrega de À la recherche du temps perdu, explica algo que las ciencias del comportamiento tardarían varias décadas en formular —me refiero a la Teoría de la Comunicación Humana, desarrollada por Paul Watzlawick (1921-2007)—…; escribe Proust: “Los hechos no penetran en el mundo en el que viven nuestras creencias, no las han hecho nacer ni las destruyen; pueden infligirles los más constantes desmentidos sin debilitarlas, razón por la cual una avalancha de desgracias o enfermedades sin interrupción en una familia no la haría dudar de la bondad de su Dios ni del talento de su médico”. Páginas más adelante, Proust cuenta la forma en la que los allegados a la tía Léonie entendieron el fallecimiento de la mujer, quien llevaba años encamada y quejándose de múltiples dolencias, y cómo el mismo hecho concreto pudo ser interpretado de manera diferente a partir de las creencias previas: la muerte de la tía “había dado la razón a quienes afirmaban que su régimen al debilitarla, acabaría matándola y, en la misma medida, a quienes siempre habían sostenido que no padecía una enfermedad imaginaria sino una orgánica, a cuya evidencia se verían obligados a rendirse los escépticos cuando hubiera sucumbido a ella…” Ciertamente, contados, extraños e infrecuentes son los golpes de realidad que consiguen que la gente tenga que ajustar aunque sea un poco su concepción de la realidad.

sábado, 13 de enero de 2018

La muerte: nada


La palabra más verdadera, más exacta,
más llena de sentido es la palabra 'nada'.
Jules Renard



Jonathan (1942) y Julian (1946) son hermanos. Ambos capricornio, ambos ingleses. Julian es autor de novelas imprescindibles de la literatura contemporánea, como El loro de Flaubert (1984) y El ruido del tiempo (2016), y de otros varios libros divertidísimos como Una historia del mundo en 10 capítulos y medio (1989) y Arthur & George (2005), además de un cuarteto de novelas policiacas —que firmó como Dan Kavanagh—. De Julian Barnes he leído casi todo, por lo que me considero acreditado para afirmar sobre él lo que él mismo dice acerca de otro escritor: “podía ser un mentiroso redomado y un tremendo contador de verdades, al mismo tiempo y en la misma frase”. Por su lado, Jonathan Barnes es un académico especializado en filosofía de la Antigüedad, particularmente la griega; se ha encargado de traducir importantes colecciones, como Presocratic Philosophers (1979) y The Complete Works of Aristotle (1995) —ambos publicados en español por Cátedra—. Julian no ha parado de escribir —en febrero próximo comenzará a circular su más reciente novela, The Only Story—. En cuanto a Jonathan, siendo profesor emérito de las universidades de Oxford, Génova y La Sorbona, sigue dando conferencias y cursos por todo el mundo. En verano de 2012, una de las  UC Berkeley Graduate Council Lectures correspondió al filósofo inglés —se puede encontrar en youtube—; el tema, Death and the Ancient Philosophers. “La muerte es una de esas poquísimas cosas en esta vida de las cuales podemos estar completamente seguros”, afirma, antes de explicar el argumento de los epicúreos acerca de la insignificancia de la muerte… Para los hermanos Barnes, ambos ya de edad avanzada, la muerte es un tema relevante y del cual suelen hablar…

En 2008, Julian Barnes publicó Nada que temer —en nuestro idioma circula con el sello de Anagrama—. No es una novela, pero tampoco es un ensayo; en la clasificación angloparlante se considera un non fiction book, y varios reseñistas lo etiquetan como un libro de memorias. Para despejar la cuestión, basta apuntar que se trata de un gran libro plagado de historias —Julian es ante todo un narrador— y de argumentos, pero en el que no cuenta una historia, sino que pretende compartir lo que un hombre piensa acerca de la muerte, a partir de sus lecturas y del intercambio de experiencias y reflexiones con un filósofo, su propio hermano.

Además de la muerte, en Nada que temer —en efecto, un título que adelanta conclusiones—, hay un tres presencias persistentes: Dios, la religión y el arte de la ficción: “No creo en Dios, pero le echo de menos”, declara el novelista para tirar cuanto antes la primera carta a la mesa, y páginas adelante abunda: “Si me declaré ateo a los veinte y agnóstico a los cincuenta, no es porque entretanto haya adquirido más conocimiento: sólo una mayor conciencia de mi ignorancia”. Con todo, el novelista se permite barajar las posibilidades —“… de las hipótesis obsesivas de los no creyentes: ¿qué pasaría ‘si fuera verdad’…?”—, y no son sólo con dos: con Jules Renard —un escritor francés decimonónico con quien evidentemente se identifica— juega con la contingencia de que Dios exista pero prefiera no tener presencia en nuestro entorno —dice Renard: “Dios no cree en nuestro Dios”, y “Sí, Dios existe, pero no sabe más sobre Él que nosotros”—… (¿y qué tal que Dios no cree que nosotros existamos?).

A lo largo de trescientas páginas, Julian conversa con la presencia de Jonathan y con sus escritores y músicos, no sólo con sus obras, también y sobre todo con sus vidas y formas de morir. Respecto a Montaigne, Flaubert, Renard, Sumerset Maugham… proclama: “Tales artistas —artistas muertos— son mi compañía diaria, pero también mis antepasados. Son mi auténtico linaje. Puede que la descendencia no sea directa ni demostrable —hijo legítimo, y todo eso—, pero de todos modos los reclamo”.

La religión “¿hacía que la gente se comportase mejor? —se pregunta—. A veces; a veces no; creyentes e incrédulos han sido en sus delitos igual de ingeniosos y viles”. Entonces, ¿por qué añoramos tanto la religión? “Porque era una ficción suprema, y es normal sentir una pérdida al cerrar una gran novela”. Una ficción mayúscula, totalizante, que prohibía lecturas alternativas —“la religión tiende al autoritarismo como el capitalismo al monopolio”—. Sin religión, la idea de Dios perdió estructura y en su lugar quedó la oscuridad: “el temor a la muerte sustituye el temor a Dios”.

En Occidente, el siglo XXI lo vivimos no sólo con la ficción suprema desacreditada, también muchos sabemos que la preciada conciencia, la vanagloriada individualidad, no es más que otra ficción: “Yo, o incluso yo, no produzco pensamientos: los pensamientos me producen a mí”, así que “ese ‘yo’ al que tanto apreciamos sólo existe propiamente dicho en la gramática”.

Y, claro, no podía ser de otra forma: reflexionar sobre la muerte desentraña la vida: “Vivimos en gran medida de acuerdo con los postulados de una religión en la que ya no creemos. Vivimos como criaturas dotadas de un puro libre albedrío, a pesar de que los filósofos y los biólogos evolucionistas nos dicen que es en gran parte una ilusión. Vivimos como si la memoria fuese una consigna de equipajes bien construida y atendida por un personal eficiente. Vivimos como si el alma fuera una identidad identificable y ubicable, en vez de una historia que el cerebro se cuenta a sí mismo.” Vivimos como si la muerte no fuera nada…

sábado, 6 de enero de 2018

Un mapa literario de México

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Un curioso planisferio fue posteado la semana pasada por Open culture —por cierto, para la RAE el verbo postear existe en nuestro idioma, pero para ellos no significa publicar algo en un blog, sino “meter los postes de un cercado” y “correr la posta”—. El mapamundi muestra la obra literaria favorita de cada país. El usuario BackForward24 comenzó la tarea y luego, a través de la plataforma Reddit, convocó a un ejercicio global de crowdsourcing —“colaboración abierta distribuida”, según traduce Wikipedia—, por medio del cual se fue decantando el libro más popular de cada nación del orbe, cada uno de los cuales se representa en el mapa con una porción de su portada. Por ejemplo, en Rusia aparece Guerra y paz de Tolstoi; en Gran Bretaña, Grandes esperanzas de Dickens; en Colombia, claro, Cien años de soledad de García Márquez; en Francia, El conde de Montecristo de Dumas; en Argentina, Ficciones de Borges, y en China, El sueño del pabellón rojo de Cao Xueqin…


En nuestro país se impuso Pedro Páramo de Juan Rulfo A partir de este mapamundi se me ocurrió realizar un mapa de México, por entidad federativa, y considerando sólo mis soberanos gustos y recuerdos. El criterio fue simple: seleccioné la obra de un autor oriundo de cada entidad, el primero que me vino con placer a la mente…




Aguascalientes

Los insectos, minúscula farsa que en 1940 escribió y dibujó Francisco Díaz de León (1897-1975) para su amigo Antonio Acevedo Escobedo. Hace justo veinte años, el ICA publicó una bonita edición doble, la primera parte iluminada digitalmente y en la segunda los facsímiles.



Baja California Sur

Al menos en mi biblioteca, este estado es un páramo. Lo siento.



Baja California

Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (Tusquets, 1999), novelón del cachanilla Daniel Sada (1953-2011).



Campeche

El relato Paseo de mentiras e incidentes melódicos del mundo irracional de Juan de la Cabada (1899-1986). Este tesorito fue publicado en 1944 por la editorial La Estampa Mexicana, con cuarenta grabados de Leopoldo Méndez. El facsímil está en:




Coahuila

De Julio Torri (1889-1970), De fusilamientos, cuya edición príncipe data de 1940 (La Casa de España en México).



Colima

El poemario de Las ofrendas (1899) de Balbino Dávalos (1866-1951).



Chiapas

De mi buen amigo Marco Aurelio Carballo (1942-2015), su primera novela, Polvos ardientes de la Segunda Calle (Joaquín Mortiz, 1990).



Chihuahua

Del erudito parralense Carlos Montemayor (1947-2010), Guerra en el Paraíso (Diana, México, 1991).



Ciudad de México

La monumental novela Palinuro de México (1977), de don Fernando del Paso (1935). Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 1982.



Durango

Una novela de José Revueltas (1914-1976): Los muros de agua (1941).



Guanajuato

Una novela con un íncipit perfecto: “La historia que voy a contar empieza una noche en que la policía violó la Constitución”: Dos crímenes (Joaquín Mortiz, 1979), de Jorge Ibargüengoitia (1928-1983).



Guerrero

De entrada, me vino a la cabeza Se está haciendo tarde (final en laguna) (Joaquín Mortiz, 1973), de José Agustín, a quien yo creía acapulqueño, pero resulta que no: aunque fue registrado en el puerto, en realidad nació en Guadalajara, Jalisco. Así que opto por El vampiro de la colonia Roma (Grijalbo, 1979), de Luis Zapata (1951).



Hidalgo

De Efrén Rebolledo (1877-1929), el poemario Joyeles (1907). Luego recordé que Ricardo Garibay (1923-1999) era oriundo de Tulancingo…, pero era demasiado tarde.



Jalisco

La feria (1963), de Juan José Arreola (1918-2001).



Estado de México

El juguete literario de Alberto Chimal (1970), 83 novelas (2010).



Michoacán

Un libro fundacional de la historiografía mexicana: de Luis González y González (1925-2003), Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia (El Colegio de México, 1968).



Morelos

La primera calle de la Soledad (Tierra Adentro, 1993), de Gerardo Horacio Porcayo (1966).



Nayarit

Cuentos y crónicas de Amado Nervo (1870-1919). La edición de la UNAM (Biblioteca del estudiante universitario #35) es fácil de encontrar en línea.



Nuevo León

A botepronto pensé en Alfonso Reyes (1889-1959)…: El plano oblicuo (1920).



Oaxaca

Un ensayo fundamental: La raza cósmica, de José Vasconcelos (1882-1959).



Puebla

De doña Elena Garro (1916-1998), Los recuerdos del porvenir (1963).



Querétaro

Tomochic (1899), de Heriberto Frías (1870-1925), quien relata la insurrección ocurrida en la Sierra Tarahumara.



Quintana Roo

Del chetumaleño Héctor Aguilar Camín (1946), ­su segunda novela, publicada originalmente en 1990 (Cal y Arena): La guerra de Galio.



San Luis Potosí

De Luis González de Alba (1944-2016), Los días y los años (1971).



Sinaloa

La antología de Cuentos completos de Inés Arredondo (1928-1989), publicada por el FCE en 2011.



Sonora

De Gerardo Cornejo (1937-2014), La sierra y el viento (1977).



Tabasco

El enorme poema de José Gorostiza (1901-1973) Muerte sin fin (R. Loera y Chávez, 1939).



Tamaulipas

Del entrañable Rafael Ramírez Heredia (1942-2006), su colección de cuentos El Rayo Macoy (Joaquín Mortiz, 1984).



Tlaxcala

Dodo (Tierra Adentro, 2013), de Karen Villada (1985).



Veracruz

Primero pensé en Sergio Pitol, pero no es veracruzano sino poblano… Entonces, de Emilio Carballido (1925-2008), DF 52 obras en un acto.



Yucatán

La hija del judío (1848-1849), del pionero de la novela histórica en México, Justo Sierra O’Reilly (1814-1961). Hay varias ediciones: la mejor, la de la Universidad Veracruzana; la más fácil de conseguir, la de Porrúa.



Zacatecas

Del valedor Tomás Mojarro (1932), Cañón de Juchipila (FCE, 1960).







Tira marginal

Todo mapa representa un sistema de prejuicios, lo propaga y brinda guía a la comunidad que lo comparte. En este caso, sirva nada más para que el lector lo adecue a sus propios itinerarios.