Ni muy listo ni tonto de
remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de
comer
¡Un embutido de ángel y
bestia!
Nicanor Parra, Epitafio.
Nicanor Parra llegó al mundo en otra época
y falleció hace apenas unos días. Nació en un pueblito de la provincia chilena
de Ñuble, San Fabián de Alico, en un año en el cual todavía existía el Imperio
Otomano y a la guerra que entonces había comenzado aún nadie la llamaba Primera
Guerra Mundial, 1914… Así que la aritmética dicta que el poeta murió con 103
años a cuestas… Afortunados, nosotros; él se nos fue dejando mucho… Por
poemario de muestra pongamos Poemas y
antipoemas, de 1954 —entonces Nicanor Segundo Parra Sandoval estaba por
cumplir 40 años y previamente apenas había publicado un librito, Cancionero sin nombre (1937)—. En
estricto desorden permítaseme traer a cuentas el último poema, Soliloquio del individuo, un artefactote
textual que bien permite leerse como una Historia Universal, nada más ni nada
menos… Arranca:
Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado
Y uno —ese uno que soy yo— no puede evitar
el recuerdo de la hermosa y sabia explicación que escribió Lewis Mumford —La ciudad en la historia (1961)—
respecto al lugar de la cueva en la historia de los lugares humanos: “… la
caverna le dio al hombre primitivo su primera concepción del espacio arquitectónico,
su primero atisbo del poder de un recinto amurallado como medio para
intensificar la receptividad espiritual y la exaltación emotiva… […]… Pero más importante que su uso con fines
domésticos fue la función que la caverna desempeñó en el arte y en el ritual”.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata.
Y sigo espejeando con Mumford: “El primer
requisito necesario para la existencia de una abundante provisión segura de
alimentos surgió en el período mesolítico, tal vez hace quince mil años. A esta
altura, el arqueólogo comienza a encontrar claras huellas de asentamientos
permanentes desde la India hasta la región del Báltico. Se trata de una cultura
basada en el aprovechamiento de mariscos y peces, posiblemente también de algas
y tubérculos…” Salto varios versos maravillosos y miles y miles de años —nada
más para dejarte con las dudas, con la espina clavada para que busques y halles
el libro—, para dejar que Nicanor llegue a la Modernidad:
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Y hablando de Modernidad, el antepenúltimo
poema del mismo libro, Los vicios del
mundo moderno, una joya de ya más de medio siglo… Un retablo de nuestro
tiempo, aquel que Nicanor vivía y atisbaba a medio siglo XX, el mismo que se
resiste a trasmutar en otra cosa y por tanto en el que en la actualidad seguimos.
El poema inicia perfilando a personajes harto conocidos hoy…, míralos, reconócelos
que hasta parecen salidos de cualquiera de los spots con los que a diario nos
bombardean:
Los delincuentes modernos
están autorizados para concurrir diariamente
a parques y jardines.
Provistos de poderosos anteojos y de relojes de bolsillo
Entran a saco en los kioskos favorecidos por la muerte
E instalan sus laboratorios entre los rosales en flor.
Desde allí controlan a fotógrafos y mendigos que
[deambulan por los alrededores
Procurando levantar un pequeño templo a la miseria.
Y si se presenta la oportunidad llegan a poseer
[a un lustrabotas melancólico.
Y luego, versos más adelante, un cabal
inventario, atinadísimo, de las depravaciones del mundo/época que nos tocó en
suerte:
El automóvil y el cine sonoro,
Las discriminaciones raciales,
El exterminio de los pieles rojas,
Los trucos de la alta banca,
La catástrofe de los ancianos,
El comercio clandestino de blancas realizado por sodomitas
internacionales,
El autobombo y la gula,
Las pompas fúnebres,
Los amigos personales de su excelencia,
La exaltación del folklore a categoría del espíritu,
El abuso de los estupefacientes y de la filosofía,
El reblandecimiento de los hombres favorecidos
[por la fortuna,
El auto-erotismo y la crueldad sexual,
La exaltación de lo onírico y del subconsciente en desmedro del
sentido común,
La confianza exagerada en sueros y vacunas,
El endiosamiento del falo,
La política internacional de piernas abiertas
[patrocinada por la prensa
reaccionaria,
El afán desmedido de poder y de lucro,
La carrera del oro,
La fatídica danza de los dólares,
La especulación y el aborto,
La destrucción de los ídolos,
El desarrollo excesivo de la dietética y
[de la
psicología pedagógica,
El vicio del baile, del cigarrillo, de los juegos de azar,
Las gotas de sangre que suelen encontrarse entre
[las
sábanas de los recién desposados,
La locura del mar,
La agorafobia y la claustrofobia,
La desintegración del átomo,
El humorismo sangriento de la teoría de la relatividad,
El delirio de retorno al vientre materno,
El culto de lo exótico,
Los accidentes aeronáuticos,
Las incineraciones, las purgas en masa, la retención
[de
los pasaportes,
Todo esto porque sí, porque produce vértigo,
La interpretación de los sueños
y la difusión de la radiomanía.
Cierro esta invitación a que leas al
antipoeta con la estrofa de un poema —Coplas
del vino— que hallo en el tercer libro de Parra, La cuenca larga (1958):
Algunos toman por sed
Otros por olvidar deudas
Y yo por ver lagartijas
Y sapos en las estrellas.
¡Salud!
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