Apuesto que también te tocó verlo.
Hace unos días, en la sala de prensa de los Golden Globes, una periodista de
una agencia noticiosa china cuestionó a Guillermo del Toro:
—
Tiene usted la habilidad de ver el lado oscuro de la naturaleza humana; la
fantasía y el terror. Pero también es usted una persona alegre y amorosa. ¿Cómo
encuentra este balance?
El
cineasta respondió de inmediato: I’m
mexican… Los subtítulos no arrojaron una traducción literal, sino que agregaron
una palabra para dar cuenta de lo que la gesticulación de Del Toro connotaba: Porque soy mexicano. Y, bueno, luego de
eso —risas entre los presentes—, el tapatío elaboró una rauda explicación con
fuertes reminiscencias pacianas (El
laberinto de la soledad) y pixarianas (Coco):
—
Nadie ama la vida más que nosotros (los mexicanos) porque estamos conscientes
de la muerte. Así que apreciamos la vida estando a un lado del único lugar al
que vamos a ir a parar todos. Digamos que cada uno de nosotros en este planeta
abordamos un tren cuyo destino final es la muerte… Así que vamos a vivir; vamos
a tener belleza, amor y libertad.
Un
par de días después, un screenshot se
viralizó en Twitter —supongo que
también en el imperio del mal del Facebook—:
el fotograma de Guillermo del Toro contestando Porque soy mexicano… La gente le adosó a esta imagen cualquier
cantidad de enunciados, contundentemente insulsos casi todos: De cualquier cosa me quiero aliviar con
tequila / Porque soy mexicano; Le echo salsa valentina a todo / Porque soy
mexicano; ¿Por qué te tratas la presión sanguinea tomándote cocacolas? / Porque
soy mexicano… Prácticamente ninguno se escapaba de la generalización
desfondada y sosa, de modo que más que memes se quedaban en fraseos memos: ¿Por qué me estaciono en doble fila? /
Porque soy mexicano; ¿Por qué aunque estés bien enchilado le sigues poniendo picante
a los frijoles? / Porque soy mexicano; Hago san lunes… / Porque soy mexicano… Llegué a ver algunos que, por sí mismos, bien
justificarían recomendar a sus creadores una visita al psiquiatra —Oye, ¿y por qué le rompes toditita la madre
a tu mejor amigo contra su propio pastel de cumpleaños? / Porque soy mexicano;
¿Por qué te da miedo cuando ves una chancla? / Porque soy mexicano— y otros
de plano criptográficos: ¿Por qué tomaste
la carabina sin permiso de Ambrosio? / Porque soy mexicano… Sin embargo, en
su gran gran mayoría, aquellos tweets no expresaban más que el consabido malinchismo
que padecemos: ¿Por qué eres bien huevón?
/ Porque soy mexicano? / ¿Por qué dejas todo para el último? / Porque soy
mexicano / ¿Por qué sigues atascándote de tacos si ya estás muy gordo? / Porque
soy mexicano… Algunos mostraban un ensimismamiento que llegaba al ridículo —¿Por qué tienes el cereal arriba del
refrigerador? / Porque soy mexicano…, como si fuera una costumbre que nada
más se diera en nuestro país—… En otros era evidente una tremenda capacidad para
disc-culparse por omisiones propias endosándoselas a una hipotética identidad
nacional —No he terminado la tesis en
cinco años / Porque soy mexicano; ¿Por qué me quedo dormido en la clase de
inglés? / Porque soy mexicano—; en muchos, un agobiante desconocimiento de
la heterogeneidad nacional —¿Por qué
fríes los tamales? / Porque soy mexicano—, y en general una triste falta de
mundo —¿Por qué te paras como loco cuando
el avión aterriza y apenas se está estacionando? / Porque soy mexicano—… Incluso,
ya al final de la tendencia, no faltaron los ingeniosos que subieron el
autorreferencial obligado: ¿Por qué haces
memes babosos con la foto de Guillermo del Toro? / Porque soy mexicano.
El
carácter del mexicano es una entelequia que muchos y desde hace cientos de años
han tratado de abstraer y formular…, y empleo el vocablo entelequia en su segunda acepción, es decir, “cosa irreal, que no
puede existir en la realidad” —y antes de que algún lector critique la
redundancia (si es irreal obviamente no existe en la realidad), informo que la
definición es de la RAE—. Uno de los primeros apuntes que conozco se lo debemos
nada menos que al mismísimo inventor del ensayo moderno, Michel Eyquem de
Montaigne (1553-1592), quien perfiló a los mexicanos como estoicos y
trabajadores: “Es la lección primera que los mexicanos suministran a sus hijos
cuando al salir del vientre de las madres van así saludándolos: ‘Hijo, viniste
al mundo para pasar trabajos: resiste, sufre y calla’” —Ensayos, “De la experiencia”—. Cinco siglos más tarde, malhora,
José Agustín (1946) travesea en su novela De
perfil (1966) y hace que la Queta Johonson caracterice muy distinto a Mexicano: “... ¿conoces a mi perro? Es
genial. Se llama Mexicano, porque es un perro mexicano, citadino y de la
colonia Del Valle, ¿qué más puede pedir un can? Es flojísimo y toda la cosa,
devora un kilo y medio de aguayón diario, se lo cocinan las miaus con ajo,
cebollas y trozos de zanahoria. Toda la mañana se tira en el jardín a descansar
la onda, las moscas le revolotean y Mexicano como si nada...”
Yo
más bien creo que el mexicano no
existe o existe solamente como “una quimera conceptual”, para usar las palabras
de Alan Knight (1946). Por supuesto, el mexicano en tanto personaje existe: es una
creencia generalizada entre muchos de los propios mexicanos; sin embargo, esta
caricatura no funciona como concepto explicativo de la realidad…, ¡vamos, sirve
poco incluso para hacer memes!
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