Convictions are more dangerous foes of truth than
lies.
Friedrich
Nietzsche
Si viene usted a contarme que Jorge
Bergoglio, mejor conocido como Francisco I, máximo jerarca de la Iglesia
católica, hace unos días exigió públicamente que se prohibiera a López Obrador seguir
usando su nombre para conseguir votos, y que además declaró que él no podría
venir a ayudar a resolver el problema de la violencia en México, antes de
mandarlo al diablo —no al Papa, no al Peje, no al país, a usted—, lo primero
que yo trataría de averiguar es si usted sabe o no que lo que afirma jamás ha
sucedido en la realidad concreta. Yo sé que lo que usted profiere es una
mentira, en tanto “cosa que no es verdad” (segunda acepción del vocablo, según
la RAE), pero a partir de ello sería equivocado concluir en automático que está
mintiendo. ¿Por qué? Porque si usted vio el video que circula por ahí en el que
se observa y escucha al Sumo Pontífice decir
lo que usted relata, y no se percató de que aquello no era más que un emplaste
de sonido, o en otras palabras, si usted no tiene duda acerca de la veracidad
de lo que vio y oyó, entonces no estaría viniéndome a quitar el tiempo con una “expresión
contraria a lo que sabe, piensa o siente” (primera acepción). Ciertamente, no
siempre que se dice algo que no es verdad se miente. ¿O dirían ustedes que si
le preguntamos a un infante de cinco años quién le regaló la pelota con la que está
jugando, y él responde que fueron los Reyes Magos, el niño miente? ¿Sostendrían que han mentido
todos los papas de la historia que han sostenido que los humanos estamos hechos
a imagen y semejanza de Dios? Claro, volviendo al caso que nos ocupa, que usted
no esté mintiendo cuando propaga que el Papa anda enojado con el Peje no lo eximiría
de ser un agente de falsedades y confusión.
La semana pasada el columnista Raymundo
Rivapalacio escribió que “en el mundo” se cataloga a AMLO como populista: “La
realidad es que así se le cataloga en el mundo” —si bien el enunciado no
explicita que la mayoría etiquete así al candidato, eso se entiende, porque si
no la afirmación tendría tanta precisión como escribir “La realidad es que en
el mundo se cree que la Tierra es plana”, para expresar que hay algunos
despistados que eso piensan—. ¿Se cataloga pues en el mundo a López Obrador
como populista? Una pequeña acotación demográfica muestra que no, y que, en el
mejor de los casos, se cataloga al Peje como populista en lo que Rivapalacio cree que es el mundo. Me temo que a la enorme
mayoría de los chinos e indios el tabasqueño y su presunto populismo le tiene
sin cuidado, y en China e India viven tres de cada cinco habitantes del planeta.
Demos por cierto que los gringos, los brasileños, los rusos y los japoneses
piensan que el de Macuspana es populista, si aceptamos que, además de en China
e India, en Indonesia, Pakistán, Nigeria, Bangladesh, Filipinas, Egipto y
Etiopía el asunto les tiene sin el menor cuidado, resulta que al menos en la
mitad del mundo no se cataloga a AMLO de populista. Por otra parte, el problema
no es tanto que se le etiquete o no de populista, el problema es qué contenido
se le asigna al concepto. Por ejemplo, aquí nomás cruzando la frontera, hace
algún tiempo, todavía siendo presidente de su país, Obama enmendó la plana a
Peña —quien, con ánimo de golpetear al de Morena, había echado pestes al
populismo—, y dijo: “me preocupa la gente…, me preocupan los pobres, supongo
que eso me hace un populista”. Sirva lo anterior para apuntar que no estoy de
acuerdo con el juicio de Rivapalacio…, pero de eso a decir que miente… Pues no.
El 5 de marzo el candidato panista
Ricardo Anaya amenazó que si gana meterá a la cárcel a Peña Nieto. Semanas después,
el 27 de abril, en reunión con consejeros de Citibanamex, declaró: “… nuestra
coalición es la única que le puede ganar a Andrés Manuel López Obrador.
Entonces, yo lo que espero es que haya sensatez, que nos podamos sentar a la
mesa a construir. Durante los próximos 65 días que quedan de campaña no me voy
a ocupar de andar peleando con el PRI, me voy a ocupar de contrastar con López
Obrador, que es a quien tenemos que ganar esta elección…” Luego Leonardo Curzio
le preguntó si pediría una cita con Peña para decirle: “A ver, señor, estamos
discutiendo el futuro del país, y aquí hay un conjunto de reformas, frente a un
señor que no quiere esas reformas. ¿Tú esa cita se la pedirías y hablarías
directamente con él?” Anaya doró un poco la píldora, pero al fin respondió: “Yo
estoy absolutamente abierto a construir con quienes haya que construir para
ganar esta elección…” Curzio quiso rematar: “¿Entonces existe esa posibilidad?”
A lo que Anaya respondió: “Digamos que sí”. Como estas palabras las pronunció
luego de bajar el micrófono y se escucharon tenuemente, Curzio las repitió
riendo: “Digamos que sí”. Todo quedó registrado en notas periodísticas y en un
video que pronto se viralizó… Lo curioso fue la reacción de muchos de los
correligionarios del panista, quienes negaron que su candidato hubiera abierto la
posibilidad de pactar con el PRI —días después Anaya ratificó y negó
enfáticamente cualquier posibilidad de alianza; tuvo que hacerlo precisamente
porque mucha gente leyó y vió lo que había dicho—. ¿Mintieron o el hecho chocó
contra sus convicciones y sencillamente se disipó en la nada?
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