… you could not remove a
single grain of sand
from its place without
thereby…
changing something throughout
all parts of the immeasurable
whole.
Johann
Gottlieb Fichte, The Vocation of Man.
Todo pudo ser de otro modo. Por ejemplo, John
Wyndham (1903-1969) publicó Random Quest —uno
de los textos que integran su libro Consider
Her Ways and Others (1961)—, en el que cuenta la historia de Colin
Trafford, un médico que, por una contingencia, luego de un experimento de
laboratorio, va a parar en una realidad paralela. No detalla qué fue
exactamente lo que sucedió —o no sucedió—, pero entre 1926 y 1927 hubo un punto divergente que
desencadenó, entre otras cosas, que el colapso financiero de 1929 no ocurriera.
En el mundo a la que llega Trafford, Hitler nunca alcanzaron el poder en
Alemania, la Segunda Guerra Mundial jamás ocurrió y nadie ha inventado la bomba
atómica. Las cosas no sólo son distintas en el gran contexto —India es aún
colonia británica y Churchill es un político de medio pelo—, también su propia
vida es distinta: en lugar de un galeno viudo, en el universo paralelo es un
novelista exitoso y un marido adúltero. Curiosamente, en aquella versión de la
realidad, C. S. Lewis, Bertrand Russell y T. S. Eliot también son buenos
escritores, pero todos son autores de libros diferentes. Entre la gente que
rencuentra está un amigo suyo que había perdido dos dedos de la mano izquierda;
sin embargo, ahora tiene la mano indemne. Curiosamente, en 4
3 2 1, la más reciente
novela de Paul Auter (1947), en una de sus vidas alternas, Archie Ferguson, el
protagonista múltiple, perdió los dedos en un accidente automovilístico que le
cambió la vida.
Todo pudo ser de otro modo. Por ejemplo, en
su celebérrimo cuento A
Sound of Thunder —originalmente
publicado en la edición de enero de 1952 de la revista Collier's—, Ray Bradbury (1920-2012) narra como un cazador imprudente
cambia el curso de la historia. Un tal Eckels contrata los servicios de la
compañía Time Safari Inc. Viajarán 66 millones de años, al Cretácico superior, para
cazar un Tyrannosaurus rex. Los organizadores le advierten que solamente está
permitido cazar animales que están a punto de morir, y que está prohibido traer
cualquier cosa al presente. ¿Por qué?, cuestiona Eckels. “No queremos cambiar
el futuro… Digamos que accidentalmente matamos un ratón aquí. Eso significa que
todas las futuras familias de este roedor en particular serán destruidas,
¿verdad? ¡Y todas las familias de las familias de las familias de ese ratón!
¡Con una marca de tu pie, aniquilas primero uno, luego una docena, luego mil,
un millón, mil millones de ratones posibles!” El cazador insiste: “De acuerdo,
mueren algunos ratones. ¿Y eso qué?” El guía responde: “Bueno, ¿qué pasaría con
los zorros que necesitarán esos ratones para sobrevivir? A falta de diez
ratones, un zorro muere. Faltando diez zorros, un león morirá de hambre. A
falta de un león, toda clase de insectos, buitres, miles de millones de formas
de vida se ven sumidos en el caos y la destrucción. Con el tiempo, todo se
reduce a esto: cincuenta y nueve millones de años después, un hombre de las
cavernas, uno en una docena del mundo entero, va a cazar jabalíes o tigres
dientes de sable para comer. Pero tú, amigo, has pisado a todos los tigres de
esa región. Al pisar un solo ratón. Entonces aquel hombre de las cavernas muere
de hambre. Pero ese cavernícola, considéralo, no es cualquier hombre
prescindible, ¡no! Él es una nación futura. De sus lomos habría surgido diez
hijos. De sus lomos, cien hijos, y de ahí en adelante toda una civilización.
Destruye a este hombre, y destruirás una raza, un pueblo, toda una historia. Es
comparable a matar a algunos nietos de Adán. Si tú matas a un ratón podrías provocar
un terremoto, cuyos efectos podrían sacudir nuestros destinos… Con la muerte de
aquel hombre de las cavernas, otros mil millones aún no nacidos son
estrangulados en el útero. Quizás Roma nunca se levante en sus siete colinas. Tal
vez Europa no pase de ser un bosque oscuro para siempre, y quizá sólo Asia crezca
de forma saludable y plena. Pisa un ratón y aplastará las Pirámides. Pisa un ratón
y deje su huella, como un Gran Cañón, a lo largo de la eternidad. Es posible
que la reina Isabel nunca nazca, que Washington no cruce el Delaware, que nunca
haya un Estados Unidos. Así que mucho cuidado…” Por supuesto, quien haya leído
el relato de Bradbury sabe Eckels no tendrá el cuidado suficiente y va a pisar
no un ratón, sino una mariposa… El efecto que desatará el accidente será
múltiple, tal y como constatarán cuando regresen al año 2055, su presente…
Si todo está relacionado con todo y nada ha
sido como tuvo que haber sido necesariamente, todo pudo ser de otro modo. Por ejemplo, Regman
Trosca (1964) en su novelita La muda (Ediciones
Espurias, 2020) relata como una mujer, con una simple decisión mediante, cambió
el curso de toda la historia de México. Una de las jovencitas que los caciques
de la región de Tabasco, después de ser derrotados en Centla, habían obsequiado
a Hernán Cortés, al comprender que el demonio de la avaricia dominaba a los hombres
descoloridos decidió hacerse un lado, no intervenir, y fingir que era muda. Bernal
Díaz del Castillo recuerda que la llamaban Malinali o Malintzin y que era “de buen parecer, entrometida y
desenvuelta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario