Our reasons are not prophets
When oft our fancies are
Shakespeare, The Two Noble Kinsmen.
— En 2020, la realidad
sorprendió a la humanidad con un evento totalmente previsible.
— Incluso predicho, si me
permites…, un evento predicho.
— De acuerdo: la
realidad nos sorprendió con un evento que no debería haber sorprendido a nadie porque
había sido predicho por
más de uno.
— La realidad… o la
Naturaleza, como dirían los ecologistas: la Naturaleza sorprendió a la humanidad.
— De acuerdo, la
realidad o la Naturaleza, si prefieres… Apareció una amenaza microscópica y
para pronto, para paliar un poco el susto, le pusimos nombre: SARS-CoV-2.
— Y después del
estupor por la aparición del nuevo
coronavirus…, ¿qué pasó?
— Sucedió que el
asombro sentó sus reales…
— ¡Claro! Y comenzamos
a proyectar escenarios, a tratar de domar la incertidumbre presente haciendo
como si fuéramos capaces de adivinar el futuro.
— En México se advirtió:
aún no hay uno solo caso detectado, pero va a llegar, hay que prepararse.
— Y llegó. El 27 de febrero
se confirmó el primer caso de COVID-19 en el país.
— El 11 de marzo la
Organización Mundial de la Salud declaró al COVID-19 como pandemia. Y
enseguida, el pánico comenzó a propagarse: pánico y pandemia no comparten raíz
etimológica, pero deberían.
— ¡El pánico púnico! ¿Y
luego de la sorpresa y el pánico?
— Pues nada, darse
cuenta: darse cuenta de que realmente sabemos muy poco del condenado bicho, y
darnos cuenta de que el orden de las cosas está mucho más desbarajustado de lo
que habíamos pensado…
A partir de ahí, la
contingencia sanitaria ha extendido una especie de manto de incertidumbre por
todo el mundo. La perplejidad se ha
instalado como estado de ánimo generalizado. Acto seguido vino la encerrona:
más bien atolondrados, miles de millones de seres humanos —alrededor de la
mitad de la población del planeta, distribuida en más de noventa países— nos recluimos,
casi todos voluntariamente, confinados en nuestros propios hogares. Aquí en México,
la cuarentena comenzó el 23 de marzo, y conforme se extiende el impasse, una suerte de Purgatorio, de
ignoto paréntesis, la normalidad previa al brote endémico va caducando.
— Pero ¿cuándo
regresaremos a la normalidad? —la pregunta misma día a día ha ido perdiendo
sentido. Permanecer en la creencia de que algún día vamos a regresar a la
normalidad previa a la pandemia no es resistencia al cambio, es una combinación
de ceguera e ingenuidad…, por lo demás, una actitud muy humana.
El domingo pasado concluyó
la Jornada Nacional de Sana Distancia…, pero el confinamiento no se acaba: el
semáforo se ha encendido y estamos en rojo, todo el país excepto Zacatecas, así
que debemos seguir como estábamos o como debíamos haber estado: en casa.
— ¿Y el miedo?
— Tú dirás: el 17 de
abril alcanzamos los primeros mil muertos por COVID-19; el 1º de junio,
sobrepasamos los diez mil.
— No, pues se ve
difícil que volvamos a la normalidad.
Regresar a la normalidad. El fraseo es
tramposo. Si retornaremos a la normalidad anterior o si pasaremos a una nueva normalidad
cuando todo esto termine es una falsa
disyuntiva. Será imposible regresar al orden anterior de las cosas porque todo esto no va a terminar —vacunar
contra el COVID-19 a más de siete mil y medio millones de personas no se ve como
algo próximo, si ni siquiera existe la vacuna—. Será imposible regresar a la normalidad previa,
sencillamente porque el mundo cambió.
Hace unos días The New York Times publicó un excelente
trabajo de abstracción y síntesis: 54 Ways Coronavirus Has Changed Our World. Un pequeño
párrafo da entrada: “La pandemia de coronavirus ha alterado el mundo
inconmensurablemente, pero las mentalidades estadísticas persisten en tratar de
medirlos cambios. Estos son algunos aspectos de nuestras vidas que han tenido
una tendencia ascendente o descendente, o ambos, con una historia de fondo
vinculada a cada uno de ellos”. Y enseguida la lista, con flechitas para arriba
o para abajo: desempleo en el mundo ; globalismo ¯; mortalidad
mundial ; emisiones globales de gases de efecto invernadero ¯; acciones
bursátiles ¯¯; petróleo ¯¯; robos ; delincuencia
¯; suplantación de identidad; mascarillas ; aprecio por
los trabajadores de la salud ; pago de los seguros
de salud de los trabajadores ¯; tasas de vacunación ¯; trasplantes
de órganos ¯; donación de órganos ¯; exceso de
velocidad en las ciudades ; bicicletas ; animales
atropellados en carreteras ; ventas de juguetes
sexuales ; sexo ¯; ganas de escribir ; escritura en
línea ; ceremonias fúnebres en línea ; venta de
tarjetas de condolencias ; correo ¯; enseñanza en
línea ; videoconferencias ; apuestas en
línea ; ebooks ; libros ¯; tiempo
frente a la computadora ; energía eléctrica ¯; trabajo en
casa ; niños en casa ; niños en los
trabajos ; mascotas en los trabajos ; solicitud de
crianza de perros ; consumo de frijoles ; venta de
semillas ; harina ; levadura ; masa
fermentada ; comida rápida ¯; cenas informales ¯; cenas
elegantes ¯; entregas a domicilio ; paquetes de
comida ; bebidas alcohólicas ; cielos
azules ; tiempo en la calle ¯; arcoíris ; distancia …, y cierra
con… ¿cercanía?
Junto con las grandes
mutaciones, con los grandes cambios que podríamos llamar estructurales, con los
quiebres que desde ahora parecen ya sistémicos, también debemos tomar en cuenta
las pequeñas transformaciones que han y están ocurriendo intramuros, en casa.
Miles de millones —no exagero— de hombres y mujeres alrededor del orbe nos
hemos visto obligados a modificar sustancialmente nuestras rutinas cotidianas.
El mundo cambió, nosotros mismos cambiamos. Pronto, poco a poco vamos a
reencontrarnos en las calles, en los trabajos, en las escuelas, en el espacio
público, y nos hallaremos distintos… Es previsible, pero nos vamos a
sorprender.
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