¿Catastrofista?
Claro que sí,
¡pero moderado!
Nicanor Parra, Peatones.
Carcomida, desconchinflada… La abstracción de los sapiens ha sido achatada, aflautada, achicharrada y al fin y al cabo de plano atrofiada, mermelada y mermada de continuo, contundentemente apachurrada bajo legiones de pantallas, primero aparatosas y abulbadas y en escala de grises, luego inmensas, nítidas y planas, apabullantes… Los sapiens se han ido autodegollando con controles remotos que desde hace mucho tomaron el control en la intimidad de sus hogares. La capacidad de abstraer ha sido apantallada, tatemada en el afán por alcanzar el siguiente nivel y lograr otro récord personal más en la semana, amolada finamente en el mortero de miles de millones de bonitos dispositivos digitales portátiles… Las mentalidades han sido erosionadas al paso embravecido de vientos huracanados de saberes inútiles, de verdades mochas, de inconexiones engarzadas en cadenas de obviedades descubiertas a diario, de invenciones descaradas, de pifias propositivas y novedades por olvido, de la chacota sistemática sobre los asuntos serios e importantes, de la autoprivación de lo privado y el exhibicionismo bien visto e intragrameado… La atención mínima se distrae y se disipa feliz, bailando remakes bajo el pertinaz chubasco de emojis y stikers… El acicate de los deseos, el acceso fácil al hardcore, el bombardeo de ilusiones y antojos que aniquila el foco, cualquiera y el de cualquiera… El infatigable torpedeo de los misiles ultra seductores, de la argumentación inapelable de las imágenes, de la razón de las estampas y los tamborazos, de la lógica de los colores chillantes y la alta fidelidad de las simulaciones, de los espejismos en alta definición, de los imbatibles argumentos de las voluptuosidades sabrosonas y la fe ciega en lo que viste con tus propios ojos en cualquier monitor… Atormentado de datos, vives en un medio ambiente informativo sobrecargado, sobresaturado: que hallaron agua en la Luna y se cacharon al Sol comportándose rarito, azotón de medio cuarto de medio punto en los mercados asiáticos, que el huracán que anoche iba a ser apocalíptico está perdiendo fuerza en el Golfo, amenaza de inversión térmica sobre tus hombros y la crónica de los recientes tiros de troyanos contra tiros, tu presión sanguínea en el reloj de pulsera, el tintineo de un like recién ganado y te acaba de entrar un mensaje al cel… No sólo está todo atiborrado, el problema no se reduce a la inconmensurable cantidad de bites que ver y leer y oír y escuchar y atender, a la lluvia cósmica de información que nos mantiene atolondrados como nunca antes a lo largo de doscientos mil años de existencia de la humanidad, además de la abundancia que por sí misma ahoga, el mundo está súper contaminado, sucio, atascado de elaboradísimas quimeras y magnos engaños, poblado de fantasmas que parecen de concreto y sablistas creaturas, de energúmenos que se presentan amablemente, de falacias disfrazadas de valientes denuncias e irrelevancias ametralladas que taponean las sinapsis, de complejas estupideces y conspiraciones en teoría, de escurridizas chapuzas y chungas, de confeti de cifras y guarismos y colación de indicadores y promedios… Y en medio del medio, mediatizados, aquí tú y yo y nuestras vulnerables interfaces, nosotros con nuestras débiles voluntades para resistirse a los cantos de las sirenas y sin mástiles a los cuales amarrarnos durante la cotidiana travesía por la mediósfera abierta, encorvados casi siempre y prestos, urgidos, para atender el meme que acaban de mandarnos por WhatsApp, insaciables y sin vacunas contra la mentira, adictos a los pinchazos de rumores y a las sobredosis de explicaciones disparatadas, afectísimos a sentirnos melodramáticamente afectados por noticias que nada tienen que ver con nosotros y en cambio eficazmente blindados contra la más ligera empatía con el vecino y sus/nuestros problemas concretos… Tú y yo y sobre todo el montonal de ellos, esa gente, todos esos, los otros, la bola de inconscientes, ignorantes y malvados que no ven al mundo ni entienden las cosas como son de verdad, es decir, como nosotros las vemos, ellos, los torpes borregos a los que sin dudar hay que enmudecerlos, silenciarlos con el botón del muting o de plano expatriarlos con un unfollow definitivo, borrarlos para que no sigan tratando de hacerte ver las cosas distintas y enseguida sacarte de tu cómoda cámara de ecos en donde todo se oye y repercute tan redundantemente a toda madre… Si algo no confirma lo que ya creíamos es ruido, desacuerdo es traición. Si alguien no se alinea a lo que nosotros creemos es un fanático o un corrupto o de plano un idiota: combatir a muerte o ignorar hasta la nada, porque ni caso mandarle la liga al video de youtube que explica clarito lo que todo el Sistema y los Poderes y al final Ellos quieren ocultarnos… Que el virus es una fake news viral, que ya están poniéndole la vacuna a los millonarios, que el gobierno tiene información secreta… Y, claro, también queda la tentación de hacerse maje, de ser desentendido, de pasar por la que vio pero no supo, de no caer en cuenta de los cuentos y menos de los pleitos… Yo la verdad no me meto, dicen los de adentro. Y en verdad adentro estamos todos, muy adentro, bien inmersos en una realidad incierta, mediatizada a la mala. Seguros de nuestras respectivas incertidumbres… Así que mejor tómate una selfie que para eso te bastas solo, sonriendo y encantado…
El número de noviembre 2020 de la revista Scientific American dedica su portada al dossier especial: Confronting Misinformation. How to protect society from fear, lies and division. En uno de los artículos Truth Activism, Joan Donovan señala lo que quizá sea buena parte del origen del fenomenal brete en el que hoy estamos: “debemos admitir que la verdad suele ser emocionalmente aburrida…”
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