Esta ciudad que yo creí mi pasado
es mi porvenir, mi presente…
Jorge Luis Borges, Arrabal.
These fragments I have shored against my ruins.
T.S. Eliot, The Waste Land and Other Poems.
¿Qué nos pasa?
¡El mundo era tan otro hace 35 años! En la casa de mi abuela su consola Telefunken funcionaba de maravilla: AM, FM, onda corta y tocadiscos. En diciembre de 1987 en la televisión se anunciaba como “el regalo que todos podemos dar” el nuevo LP de Julio Iglesias, Un hombre solo, que se podía adquirir en disco o en caset. En la radio, entre comerciales de champús y cervezas, pasaban uno de Diez años de historia, “un libro documental objetivo, sin ataduras…”, que uno podía comprar llamando a un teléfono y pidiendo las extensiones 190 ó 191. Semanalmente, Héctor Suárez moralizaba al país entero desde su programa ¿Qué nos pasa?; tenía tanto éxito en el arte de mofarse de nosotros mismos que cerró el año con un especial en el teatro, transmitido también, ¡faltaba más!, por el Canal de las Estrellas:
— Un espectáculo para tiempos difíciles. ¿Para qué? Para hablar del mexicano que nos daña, nos ha dañado y seguirá dañando —y apuntando al público con dedo flamígero:—. De ése hay que hablar hasta aniquilarlo…, tanto que pierda esa energía, ese dizque ingenio mal canalizados que sólo utiliza para fastidiar al prójimo, y que cada día hunde más y más a este país, matando sus esperanzas y trayendo las lamentables consecuencias que vivimos a diario: corrupción, endeudamiento y una muy lamentable y vergonzosa devaluación. Y veamos, qué hacemos nosotros mientras.
Ahí tienen: la culpa no la tenía el presidente ni el gobierno ni el PRI ni determinados funcionarios ni ciertas políticas públicas ni la caída de los precios del petróleo…, no, la culpa era de El mexicano.
Bulldog Blues
Desde hacía nueve meses —segunda quincena de marzo de 1987— yo trabajaba en el INEGI. Formalmente, tenía que cumplir un horario de ocho y media de la mañana a cuatro y media de la tarde, pero era muy rara la jornada que no tuviera que permanecer en la oficina al menos una hora más. Así que usualmente salía corriendo de Insurgentes 795, en la Nápoles, porque por aquellos días, de lunes a jueves, de seis de la tarde a diez de la noche, debía atender de nuevo algunas clases en CU. Por lo regular llegaba a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales dispuesto a medio paliar el hambre con un par de hamburguesas de la Güera. Apenas unas semanas antes, el 17 de febrero, el CEU había decidido levantar la huelga que, desde el 29 de enero anterior, mantenía cerradas todas las escuelas de la UNAM. La huelga se había levantado no sólo porque se habían conseguido compromisos por parte de Rectoría, también porque las posibilidades de que se desatara la represión eran reales.
En marzo de 1987, apenas habían pasado 18 años de la matanza de Tlatelolco y 15 del Jueves de Corpus. Faltaban seis años para que México formara parte del TLCAN y sólo habían pasado siete meses de que habíamos ingresado al GATT. Seis meses después, en septiembre del 87, Michael Jackson iniciaría en Tokio su Bad World Tour. Patrocinado por Pepsi, el cantante afroamericano visitó quince países, incluido Australia, pero a México, claro, no llegó. En el Distrito Federal no se permitían los conciertos masivos, así que no venía nadie. El concierto multitudinario de rock que en enero había organizado en el CEU en la explanada de la Rectoría fue un desafío a las autoridades, a las universitarias y también a las capitalinas y federales. Entre otros grupos, participaron Arpía y Cecilia Toussaint —Martí Batres, hoy secretario de Gobierno de la Ciudad de México, entonces alumno de la Prepa 7, recuerda que la Toussaint “se convirtió́ en un símbolo del movimiento” (CEU, crónica de una victoria)—. En Bulldog Blues, una de las rolas que más le aplaudíamos, composición del máster Jaime López, primero ironizaba con el pasado: Rastreando a mi cuate / La tira ladró / Cuando era estudiante / Fue aquel apañón / Mi amigo enemigo / De la corrupción / De puro coraje / Ahora es Senador / Y en 68 / Todos saben bien / Sólo hubo Olimpiadas / Recuérdenlo bien… Y versos más adelante advertía sobre lo que se nos avecinaba pronto: Y en 88 / Sexenios después / Saltando a la cancha / Va el PRI otra vez / Se elije y elije / Que aún hay votación / También granaderos / Sólo es precaución…
Rosa salvaje
El viernes 3 de julio de 1987, la Corriente Democrática del PRI, organización formada desde agosto del año previo al interior del tricolor, postuló formalmente a Cuauhtémoc Cárdenas como precandidato presidencial de ese partido. El hecho era una aberración política y el movimiento no inmutó al presidente De la Madrid. En junio, en Aguascalientes, Jorge de la Vega Domínguez, presidente del CEN del PRI, declara que ni siquiera van a tomarse la molestia de expulsar del partido a Cárdenas y Muñoz Ledo, porque no les van a dar una importancia que no merecen. Así las cosas, después de una estrambótica pasarela de supuestos precandidatos —la farsarela—, a la que, por supuesto, no se invitó a Cárdenas Solórzano, el 4 de octubre de 1987 habría de escenificarse el ritual del destape, concreción del deseado dedazo: el joven de 39 años Carlos Salinas de Gortari, poderoso secretario de Programación y Presupuesto, fue ungido como el candidato del Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República. Diez días después, Cárdenas es nombrado candidato por el PARM, al cual luego se sumarían otras organizaciones y partidos políticos para integrar el Frente Democrático Nacional. Por parte de la derecha, el PAN nominó en noviembre al culichi Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, alias Maquío, para quedar así dispuesta la primera contienda presidencial realmente competida del México post revolucionario.
El lunes 6 de julio de 1987, justo un año antes de los comicios, en punto de las nueve y media de la noche, el canal 2 había transmitido el capítulo inicial de Rosa Salvaje, la telenovela que vendría a atraer la atención del gran público luego de que, el mes previo, había finalizado la popular Cuna de Lobos. En la escena inaugural de la producción —que se prologaría a lo largo de 198 episodios, hasta abril del siguiente año—, se muestra en un paneo la desigualdad socioeconómica del país: de las grandes casonas de los adinerados la cámara pasa a un grupo de casuchas con techos de lámina de asbesto. Basura, llantas, palos, cubetas de pintura hechas macetas… De fondo, el tráfico vehicular, claxonazos, ladridos, el ruido de la ciudad… La pobreza urbana romantizada. En el llano, mugrosa, de rodillas, Rosa (Verónica Castro), pantalón de mezclilla, sudadera azul y gorra, tenis blancos, juega canicas con un chamaco gordinflón. Ella tira y poncha a su contrincante.
— ¡Ratera!
— ¿A quién le dijiste ratera, hijo? —y comienzan los trancazos y jaloneos con los que Rosa haría honor a su apodo…
En la siguiente escena, la teleaudiencia conocería a la antagonista de la comedia: a bordo de un lujoso auto conducido por un chofer uniformado llegan a su mansión las hermanas Linares, Dulcinea (Laura Zapata) y Cándida (Liliana Abud). Gracias al típico dialogo informativo, nos enteramos de que las señoritas Linares quieren que su hermanastro Ricardo (Guillermo Capetillo) se case con Leonela (Edith González):
— Pero cuándo aprenderá que la mujer que le conviene es Leonela Villarreal, guapa, culta, educada, con muchísimo dinero… —dice la villana.
¡Polarización en horario estelar!, y nadie se quejaba…
MCMLXXXVIII
Ningún año del siglo XX tuvo tantas letras: MCMLXXXVIII. Desde enero, de capa roja, Salma Hayek aparecía en las pantallas chicas anunciando una cadena de restaurantes: conduciendo un auto descapotable, acompañada de una abuela y un tipo bien trajeado disfrazado de lobo, llega al establecimiento de hamburguesas; afuera, bailando, un trío de chicas los recibe… Después del comercial de Burguer Boy, un spot del gobierno:
— Salud es vida —se ve una familia mirando al Sol—. Tener salud está en nuestras manos. Por la salud hay que cuidar nuestra casa y a nosotros mismos, evitar humedad y fugas de agua, mantener a los animales en lugares adecuados, aprovechar nuestro tiempo libre, practicar un deporte, disfrutar y conocer nuestra cultura —un grupo camina ya por el Templo Mayor—. Juntos podemos fomentar la salud. Lo que es salud para ti es bienestar para los tuyos —zoom out a una panorámica con un montón de gente; no veo a nadie con sobrepeso—. Por la salud, manos a la obra —y firmaban los logos de SEDUE, IMSS y el Congreso del Trabajo.
Hace 35 la alimentación no era un problema de salud pública.
Bisiesto, 1988 comenzó un viernes. Margaret Hilda Roberts —usando el apellido de su marido, el empresario Denis Thatcher— dirigía los destinos del Reino Unido y el actor Ronald Regan despachaba en la Casa Blanca. En el incipiente mercado global de la música señoreaba Faith, de George Michael. En la URSS, que aún existía, el 1º de enero inició formalmente la perestroika. Aquí en México las cosas seguían color de hormiga. Tres días después, el lunes 4 de enero, fueron publicadas en el Diario Oficial de la Federación varias disposiciones para recortar más el gasto público; en los considerandos, el presidente De la Madrid se justificaba: “se han producido fenómenos inflacionarios y especulativos que han acentuado la escasez de recursos para apoyar el desarrollo nacional, y evitado el logro de los propósitos de disminución del déficit público”. 1987 había cerrado con una inflación anual media de 129% y el Índice Nacional de Precios al Consumidor había alcanzado una tasa anual de 159% respecto a diciembre de 1986. Desde los primeros meses de 88, el Instituto Nacional del Consumidor divulgaba en la televisión los precios oficiales de algunos artículos de la canasta básica: $665 el kilo de harina de maíz, $775 el kilo de harina de trigo, $1,145 el kilo de arroz… Entre las medidas del nuevo Acuerdo de Austeridad, se decretaba la eliminación de un montón de puestos de trabajo. El recorte, afortunadamente, no habría de llegar a la oficina del INEGI en la cual yo me encontraba trabajando desde unos meses antes.
En enero de 1988, la Presidencia del INEGI se encontraba todavía a cargo de Rogelio Montemayor Seguy, y la Dirección General de Estadística de Humberto Molina Medina. Los dos son economistas, el primero graduado en el ITSM, el segundo en el ITAM, y ambos doctores en Economía egresados de universidades norteamericanas: Pensilvania y Chicago, respectivamente. En marzo Montemayor se fue de campaña —sería, junto con Roque Villanueva y Enrique Martínez y Martínez, uno de los siete diputados de mayoría relativa electos por el estado de Coahuila, todos del PRI, que integrarían la LIV Legislatura—, y fue sustituido por Molina Medina, quien así se convertiría en el tercer presidente del Instituto, el más efímero hasta ahora, por cierto —se mantuvo en el cargo de marzo a noviembre de 1988—. Quien había fungido como primer presidente del INEGI, Pedro Aspe Armella —economista también del ITAM e igualmente doctor en Economía, en su caso por el Instituto Tecnológico de Massachusetts—, se hallaba al frente de la Secretaría de Programación y Presupuesto, puesto al que había llegado unos meses atrás en relevo de Salinas de Gortari.
Durante todo su sexenio, Miguel de la Madrid Hurtado tuvo como director general de Comunicación Social a Manuel Alonso Muñoz. Desde los primeros meses de 1988, es decir, en la antesala de las elecciones federales de julio, en la televisión el gobierno transmitía un curioso spot. Uniformado para ir a la escuela, un niño de unos nueve años entra al baño. Su madre lo alcanza y frente al espejo lo ayuda a peinarse. Siguiente escena: el mismo infante, ya peinado, está desayunando en la cocina. Se amarra los zapatos, se pone el suéter, sale de casa con una pelota en la mano, su madre lo alcanza con la mochila, una mochila de baqueta. Afuera lo esperan otros niños y se van juntos, pateando la pelota… La voz en off advierte:
— Valorar lo que hoy disfrutamos es entender lo que necesitamos conservar para mañana —los tres niños entran a la escuela—. Ellos también merecen crecer con libertad.
Firmaba, claro, “Gobierno de la República”.
* INEGI: casi 40 años (IX)