El año pasado el gobierno federal organizó tres conmemoraciones magnas, cuyos motivos enunció de la siguiente manera: 200 años de la Consumación de la Independencia, 500 años de Resistencia Indígena y 700 años de la Fundación de México-Tenochtitlan. Como todo lo que hace o no hace el presidente López Obrador, las celebraciones endiablaron a la oposición. Como recordarán, las críticas se enfocaron sobre todo a una de ellas.
Ciertamente, el 27 de septiembre de 1821 el Ejército Trigarante entró triunfante en la Ciudad de México. Las tres garantías aludidas eran religión católica, independencia nacional y la unión de las fuerzas realistas comandadas por Agustín de Iturbide y las insurgentes encabezadas por Vicente Guerrero. El día más feliz de la historia nacional, como lo llamó Lucas Alamán, coincidía con el cumpleaños 38 de Iturbide. Al siguiente día sería firmada el Acta de Independencia del Imperio mexicano. De aquello han pasado dos siglos.
Ciertamente, justo trescientos años antes de la consumación de la Independencia, el extremeño Hernán Cortés y sus aliados locales, tlaxcaltecas y totonacas mayoritariamente, consiguieron derrotar completa y definitivamente a la organización sociopolítica más poderosa que hasta entonces se había desarrollado en Mesoamérica, y así terminar su mundo: “El prendimiento de Cuauhtémoc, último señor de México-Tenochtitlan, y el fin del imperio de los culhuas o tenochcas o mexicas o aztecas ocurrió la tarde del martes 13 de agosto de 1521, día de San Hipólito…” (José Luis Martínez, Hernán Cortés. FCE, 1990). El último Huey Tlatoani de México-Tenochtitlán fue atrapado en el agua, cunado la canoa en la que trataba de escapar con su familia fue alcanzada por el bergantín piloteado por un español de apellidos García Holguin. De aquello han pasado cinco siglos.
Cuauhtémoc, David Alfaro Siqueiros. |
En cuanto a la fundación de México-Tenochtitlan, ¿realmente ocurrió hace 700 años, es decir, en 1321? En plena pandemia, el 13 de mayo de 2021 el presidente López Obrador encabezó una ceremonia en el Museo del Templo Mayor en la que se conmemoraron siete siglos de historia de México-Tenochtitlan. Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940), a quien desde hace ya varios años se considera la máxima autoridad en la materia, no estuvo presente en el evento. Fue convocado, pero declinó la invitación. Para entonces, el arqueólogo mexicano llevaba ya meses declarando a cualquier medio que quisiera escucharlo que México-Tenochtitlan no se había fundado en 1321, sino en 1325, y que la celebración impulsada por el gobierno federal, por lo tanto, era “una manera de manipular la historia”. El arqueólogo Leonardo Náuhmitl López Luján (Ciudad de México, 1964), discípulo más destacado de Matos Moctezuma y desde hace treinta años director del Proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia, tampoco estuvo de acuerdo: “Los arqueólogos somos científicos, no sastres que hagamos fechas a medida”. Según El país, el prestigiado historiador Alfredo López Austin —padre de López Luján, por cierto— alcanzó a pronunciarse: “Yo prefiero la historia científica” —digo que alcanzó a manifestar su opinión porque fallecería unos meses más tarde, en octubre de 2021—. Bueno, ¿y qué dicen las fuentes?
La fundación de México-Tenochtitlan pudo haber ocurrido en 1327 (Góngora) o nueve años antes (Anales de Cuauhtitlán) o entre 1314 y 1332 (Códice Vaticano) o en 1325 (Anales de Tlatelolco)… Cuestionada al respecto, la historiadora norteamericana Elizabeth H. Boone (1948) —condecorada en 1990 con la Orden Mexicana del Águila Azteca por sus investigaciones acerca del pasado precolombino de Mesoamérica—, dijo: “Las fuentes que hablan de una fundación, hablan del año de la ‘2 casa’, que podría ser 1325”. La misma académica de la Universidad de Tulane, sin embargo, advierte que todas las fuentes documentales que tenemos alusivas al posible evento fueron escritas dos siglos después, en el siglo XVI, esto es, después de la caída de México-Tenochtitlan: “No tenemos ninguna fuente preconquista”. Además, ‘2 casa’ también podría significar el final de una época, y no una fecha precisa. Así que con toda certeza no sabemos si la capital mexica se fundó en 1321 o en 1325… o en otro año. ¿Entonces?
Resulta una ironía que el planteamiento que permite solucionar el misterio lo brinda el mismo Eduardo Matos Moctezuma: “El 13 de abril de 1325, año que varias crónicas señalan como el de la fundación de la ciudad de Tenochtitlan, ocurrió un eclipse total de Sol. El fenómeno comenzó a las 10:54 de la mañana y tuvo una duración de cuatro minutos y seis segundos… Un fenómeno de esta naturaleza debió de tener un impacto enorme en una sociedad que… estaba pendiente de los movimientos celestes… No sería de extrañar… que este acontecimiento diera pie para que el año 1325 aparezca como la fundación de la ciudad haciendo los ajustes necesarios para que así quedara asentado en los códices y relatos, pues hay indicios de que la ciudad se estableció algunos años antes” (Eduardo Matos Moctezuma, Tenochtitlan. Colmex/FCE. México, 2006). Así pues, la fundación de la principal ciudad mexica, si realmente ocurrió como un hecho histórico y no sólo mítico, perfectamente pudo suceder en torno a 1321. Y de aquello han pasado siete siglos.
El historiador Enrique Semo (Sofía, Bulgaria; 1930) sí participó en la ceremonia del 13 de mayo pasado. Su intervención fue reveladora, profunda, atinada, en ocasiones poética… Lo que dijo, y más, puede leerse en 500 años de la batalla por México-Tenochtitlan, publicado también en 2021 por la UNAM. El libro inicia con la siguiente nota: “Este año de 2021 se conmemoran setecientos años de la fundación de México-Tenochtitlan, quinientos de su valerosa defensa contra los conquistadores y doscientos de la consumación de la Independencia.” Y se acabó el problema. Establecer 1321 como año de fundación de Tenochtitlan tiene tanta precisión histórica como escoger 1325. Quien acuse que la decisión tiene propósitos políticos estará diciendo una obviedad. ¿La idea de que la política es hacer historia no les suena conocida?
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