Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

miércoles, 20 de julio de 2022

¿Seremos?

  

En tan sólo 120 días seremos ocho gigasapiens: ocho mil millones de seres humanos. Escribo “seremos”, y debe usted creerme que no es retórico el nosotros tácito que aloja el verbo de la oración: realmente deseo que usted que ahora mismo me lee y yo que ahora mismo escribo —un ahora mismo que efectivamente es el mismo, aunque no ocurra al mismo tiempo— estemos para entonces aquí entre los vivos. Realmente deseo que nosotros dos seamos parte decisiva de los ocho millardos. Sí, decisivos, porque observe: algo bello del lenguaje de las matemáticas es que no importa qué tan chica o qué tan descomunal sea la cantidad de la que da cuenta un número: cada unidad es definitoria, determinante: sin uno, dos ya no son dos; quitándole uno, ocho mil millones, ya no son ocho mil millones.

 

En tan sólo 120 días seremos ocho gigasapiens. Una vez que hubo leído en esta misma columna el correspondiente parte estadístico, el Maestro del Pueblito, siempre amable, me escribió: “GC, haré mi mejor esfuerzo para no dejar caer la cifra en 7,999,999,999. Seré el uno que cierre a ocho por diez a la nueve.” Hay que agradecer tanto la afortunada redacción como la postura solidaria del Maestro del Pueblito, de él y de todos aquellos y aquellas que tengan…, tengamos, quiero decir, la firme y comprensible intención de mantenernos vivos al menos hasta el 15 de noviembre próximo. Con todo, lamento informar que para las proyecciones demográficas el destino individual de cada uno de nosotros resulta más bien irrelevante o, mejor, estadísticamente despreciable. No lo tome personal, por favor, pero considere que antes de que se completara la primera hora del domingo pasado (17 de julio) a lo largo del año 2022 no solamente habían nacido poco menos de 76 millones de niños y niñas, sino que también habían fallecido ya unas 31.7 millones de personas, de tal manera que si usted y yo no llegamos a la segunda quincena de noviembre, descuide, nuestras ausencias no impactarían a la cuenta final.

 

Los demógrafos de la ONU estiman que, en algún lugar del planeta Tierra, dentro de 120 días nacerá el sapiens con el que la Humanidad alcance los ocho mil millones de especímenes. Se dice fácil, pero por favor no se vaya con la finta: el aserto no es de fácil comprensión para nadie. ¿Qué tantos son ocho millardos? “Ocho millardos”… Uno lo pronuncia en menos de dos segundos. Pero, mire, si yo le pidiera a usted que contara del uno a los ocho mil millones, y usted lo hiciera a una velocidad promedio de una unidad por segundo, obviamente de aquí al 15 de noviembre no le daría tiempo. Si comenzara a contar el 18 de julio, digamos a las once de la mañana, y lo hiciera continuamente sin parar ni de día ni de noche, sin un minuto de descanso ni para dormir ni para ir al baño ni para comer ni nada, a las once de la mañana del 15 de noviembre habría usted contado apenas hasta el diez millones 368 mil. Para únicamente contar un milloncito a esa velocidad uno tendría que dedicar casi 278 horas, más de once días y medio. Entonces, ¿cuánto tardaría en contar del uno a los ocho mil millones a una velocidad promedio de uno por segundo? Bueno, si consideramos la longevidad de los humanos ni usted ni nadie podría hacerlo: ocho millardos de segundos son 92,592.6 días, esto es, 253 años y medio, más de un cuarto de milenio.

 

Y en tan sólo 120 días seremos ocho gigasapiens. Falta muy poco, cuatro meses, y ocho quincenas, ¡quién no lo sabe!, se van volando. Pero ¡ojo!, el porvenir está cada vez más lejos…, quiero decir, cada vez podemos vislumbrar el futuro con menos claridad. ¿Qué diablos estará sucediendo en cuatro meses? Lancé la pregunta en la tuitósfera y nada, la respuesta fue más bien escasa: casi nadie se animó a manifestar sus predicciones, y la poca gente que lo hizo externó más bien buenos deseos disfrazados de vaticinios. Vean, por ejemplo, @mauricio_rey1 aventuró que “va a acabar la guerra de Ucrania”, y @Eduard__oH que para entonces ya habrán aprehendido al Chapito. O mi amiga Isolda @Diotimaisprofetizó: “Lula gana la Presidencia en Brasil y Vargas Llosa insiste en que los pobres no saben votar.” La bióloga María Elena Sequeyro presagió: “El juicio de García Luna hunde aún más a la oposición. No tiembla fuerte en septiembre”. Los menos esquivaron las esperanzas y se atrevieron a prever malas noticias: el buen @AlanMacedoE señala que “Monterrey seguirá con problemas de agua”, mientras que, también desde el norte, @CPJannyBarrera auguró que de nuevo andaremos todos con el cubrebocas puesto, que el precio del petróleo se disparará por los cielos porque la guerra ruso-ucraniana seguirá sin resolverse y dos más: en Estados Unidos ocurrirán más revueltas sociales y, después de que se emita la ficha roja correspondiente, la Interpol estará en búsqueda de Peña Nieto. 

 

Bien a bien, nadie sabe lo que nos espera. Ciertamente, el profesor Ebisuno (Haruki Murakami, 1Q84) tiene razón cuando sentencia: “Lo que pase a partir de ahora es territorio ignoto para todos. No hay un mapa. Lo que nos espera a la vuelta de la próxima esquina no lo sabremos a menos que vayamos ahí”. Es así porque, aunque somos parte de las megatendencias que configuran la realidad, nuestro acaecer individual es siempre mucho más incierto. Es más fácil predecir que en noviembre 15 seamos ocho mil millones de habitantes en el planeta que saber qué le espera a cualquiera de nosotros a la vuelta de la esquina.

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