2022
Cubierto por una nata de
aire de mala calidad —y conmigo unos 25 millones de personas—, me hallo muy
cerca del centro geográfico de la Ciudad de México. Al Norte, la plasta de
polución atmosférica llega hasta Naucalpan de Juárez, Estado de México; al Sur,
cubre más allá de Cuernavaca, Morelos; al Este, roza las inmediaciones de la
ciudad de Puebla, y al Oeste abarca hasta Toluca de Lerdo. Un poco más al Sur
de donde estoy, el cogollo de contaminantes que el sistema de
alta presión ha estancado ha comenzado a expandirse. El mapa que muestra la
calidad del aire se está pintando de morado, morado contingencia ambiental.
Ando en los albores
del siglo XXI, transcurren las postrimerías del año del Tigre, según el
calendario chino, y de Ricardo Flores Magón, según el gobierno de México; faltan
49 días para que finalice el 2022. Hoy es sábado 12 de noviembre, y son las dos
de la tarde con veinte minutos.
Según el reloj
demográfico que corre ajustado a las estimaciones de la ONU, justo
en estos momentos el planeta Tierra carga a cuestas 7,999,544,400 seres
humanos. Si no ocurre una hecatombe, se espera que el martes alcanzaremos el
pantagruélico monto de ocho mil millones: ocho
gigasapiens.
1987
Por estas fechas, hace
35 años, en la radio ya comenzaban a ser transmitidos los anuncios de temporada…
Por ejemplo, un comercial hoy impensable: Hay un reloj que comparte tu
tiempo… ¡Stilco comparte tu tiempo, comparte tu estilo!, el jingle.
Enseguida, la Lotería Nacional promocionaba su Magno sorteo navideño, cuyo Premio
Mayor aseguraba un descomunal monto: ¡siete mil millones de pesos! Claro, el
kilo de bacalao, de oferta —La estrella de Navidad está en Aurrerá—,
costaba 29 mil pesos. En 1987 existían aún la fayuca, los “productos de
importación” y todavía valía la pena arreglar las cosas: No se deslumbre,
compare precio y calidad. En aparatos eléctricos para el hogar, revise el
producto hasta estar convencido de su utilidad… Si es de importación, asegúrese
de que existan talleres y refacciones para su reparación. Instituto Nacional
del Consumidor. Sector Comercio y Fomento Industrial.
Al finalizar el bloque
de comerciales, si el radio estaba sintonizado en una estación de música en
español, bien podían entrar las muchachitas de Flans —Me he enamorado de un
fan o Corre, corre— o los chavos de Timbiriche —Si no es ahora,
será mañana—…
En la televisión
pasaban promocionales oficiales: “En los últimos cuatro años, México ha
construido 28,125 escuelas…” El spot concluía con un slogan que entonces, con
un feo gerundio de inicio, el gobierno federal usaba en tono lastimero:
“Superando sus problemas, México avanza.” A continuación, Christian Bach podía
ocupar toda la pantalla para anunciar medias y pantimedias Elite. Después,
un anuncio de chocolates —una barrita de Carlos V estilo suizo costaba
150 pesos—, uno de cigarros —una cajetilla con veinte Montana costaba
660 pesos—, y luego una “demo cápsula” del Consejo Nacional de Población (CONAPO):
“La mujer mexicana tiene nuevas opciones para realizarse en la vida. La mujer
joven busca una mejor preparación que le permita ser independiente y le permita
[sic] ampliar su campo de acción. De esta manera, hombres y mujeres
tenemos más posibilidades de vivir plenamente y contribuir al desarrollo de la
sociedad”.
Otra “demo cápsula”,
esta difundida durante el primer semestre de 1987, alertaba: imágenes de niños
de varias partes del mundo, todos mirando a la cámara. Voz en off: ¿Sabía
usted que a mediados de este año seremos cinco mil millones de habitantes? El
rápido crecimiento de la población mundial y sus consecuencias han sido
preocupación de la humanidad. Hoy México se esfuerza por tener un crecimiento
más equilibrado con su desarrollo.
Cinco censos
Efectivamente, en menos
de 40 años la población del mundo pasó de cinco a ocho millardos. Aquí en nuestro
país, según los indicadores
demográficos del CONAPO, en 1987 vivíamos 80 millones de personas
—el Censo de Población y Vivienda de 1980 había arrojado por resultado una
total de 66 millones de habitantes—, mientras que en 2022 somos más de 131
millones. Nuestra estructura poblacional era considerablemente más joven que la
que tenemos ahora: la edad mediana era de 18 años, y actualmente es ya de 29. Ya
llovió…
En 1987 cursé el
último semestre de la licenciatura en Sociología en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la UNAM. En febrero renuncié al trabajo que tenía como
profesor de asignatura —Taller de Lectura y Redacción— en el IPN, y dejé de ir
a dar clases a la vocacional 5, “Ricardo Flores Magón”, Culhuacán, porque en
marzo comencé a trabajar en un organismo apenas creado cuatro años atrás, el
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Tuve mucha
suerte: me incorporé al equipo de trabajo que a marchas forzadas se encontraba
planeando el XI Censo de Población y Vivienda que habría de levantarse tres
años después. De aquel remoto 1987 para acá, el INEGI ya cambió de nombre, pasó
de ser un órgano desconcentrado de una secretaría de Estado —primero de la de
Programación y Presupuesto, y luego de la de Hacienda— para hacerse un órgano
autónomo de Estado, y ha organizado cuatro censos de población —1990, 2000,
2010 y 2020— y tres conteos o encuestas intercensales —1995, 2005, 2015—.
Hace 35 años yo aún no
había colaborado con la explosión demográfica: no tenía descendencia. Sé que
para la demografía cuentan los hijos nacidos vivos por mujer, pero también
tengo claro que algo tuve que ver con la existencia de dos mujeres exitosas que
hoy bregan del otro lado del Atlántico.
Yo me apersoné en este
mundo en diciembre de 1964. Aquel año la esperanza de vida al nacer era de 58.76
años. Con suerte, en 2023 los sobrepaso, y con un poco más de fortuna me da
tiempo de participar en la organización de por lo menos un censo más.
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