Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

lunes, 10 de febrero de 2025

Jicotes tarugos

 

Malinchismo no fue palabra que usáramos sino hasta bien entrado el siglo XX. Muy probablemente no tiene ni siquiera cien años de existencia. Argüía yo aquí que, considerando su origen histórico, difícil sería hallar términos equivalentes en otros idiomas; iba más allá y decía que equivalentes plenamente sería, en estricto sentido, imposible. Esto resulta indiscutible si tomamos como buena la precisa definición del vocablo que aporta el Diccionario de mexicanismos del Colmex:

Tendencia de algunos mexicanos a preferir lo extranjero o al extranjero —en particular si es blanco, güero y de tipo germánico— sobre sus propios compatriotas, sus propios productos o sus propios valores y tradiciones.

En cambio, si atendemos el significado que el diccionario de la RAE da a malinchismo, la cosa cambia: “actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio”. Entendida de esta manera la palabra, podríamos tener peruanos malinchistas, chinos malinchistas, españoles malinchistas, you name it… Y, consecuentemente, entendida así, malinchismo podría, efectivamente, tener algunos sinónimos. Por ejemplo, encuentro uno de origen escandinavo…

 

 

Quisling

 

Desde mediados del siglo pasado, la palabra quisling se ha utilizado en varios idiomas como sinónimo de “traidor” y “traición”. Se trata también de un epónimo: así como malinchismo proviene del sobrenombre de un personaje histórico —la Malinche, alias de Malitzin, después doña Marina—, quisling procede de una persona concreta: Vidkun Quisling (1887-1945), un oficial del ejército noruego que se puso al servicio de los nazis desde el primer día de la entrada de Noruega en la Segunda Guerra Mundial, y quien después sería impuesto por Hitler como primer ministro de su país. El vocablo se usa no sólo en noruego, también en alemán, francés e inglés. En esta última lengua se derivó también el verbo to quisle: to serve or act as a quisling, según el Webster.

 

Hans Fredrik Dahl, profesor de historia de la Universidad de Oslo, publicó en 2008 Quisling, A Study in Treachery, una biografía de Vidkun Quisling realizada a partir de una enorme batería de fuentes: archivos nórdicos, alemanes, italianos y rusos, así como documentos familiares, rastreando así la carrera de Quisling hasta su juicio y ejecución por alta traición contra su patria. El hombre fue fusilado —nueve balazos en el corazón y luego, supuestamente como tiro de gracia, otro en la sien— en la fortaleza de Akershus la madrugada del 24 de octubre de 1945. Quisling murió proclamando a gritos su inocencia. Para él mismo, era más que inocente: días antes había escrito a su hermano: “Moriré como un mártir”. Semanas atrás, ante el tribunal que lo había sentenciado…

… había proclamado su inocencia … Insistía incansablemente en que su golpe de Estado del 9 de abril de 1940, su liderazgo del partido nazi noruego y su papel como primer ministro de la Noruega ocupada por los alemanes habían sido siempre en el mejor interés de la nación.

La vieja estratagema, pues: los traicioné por su bien.

Hans Fredrik Dahl narra en su libro que, durante sus últimos días, Quisling alegó que su muerte era parte de un plan divino para traer el Reino de los Cielos a la Tierra.

Había creído en el nacionalsocialismo alemán como una potencia mundial al servicio de Dios y había colaborado con él… En su celda, tuvo que admitir que el nacionalsocialismo estaba equivocado en algunos aspectos, como sus enseñanzas sobre la raza… Para Quisling, sin embargo, el nazismo era una fuerza que, llegado el momento, prepararía el camino para el reino de Dios en la Tierra. Sería castigado con la muerte por sus convicciones, pero no iba a ser el primero: Cristo mismo y, en Noruega, Olaf Haraldsson en 1030, habían muerto por la misma causa. Jesús, San Olaf, Quisling… ¿Era un traidor? A los ojos del mundo, claramente lo era. En su propia opinión, ser tachado de traidor era el precio que tenía que pagar por su comprensión de los caminos de Dios.

 

 

Moxikohuakan moxikowani

 

Anotaba también aquí que sería imposible encontrar en otros idiomas vocablos plenamente equivalentes a malinchismo/malinchista, a menos de que existiera una palabra semejante en alguna lengua originaria, particularmente en náhuatl, porque, en efecto, en última instancia, ser malinchista es, siendo mexicano o mexicana, despreciar a México y lo mexicano o ir en contra de sus intereses. Investigué y, en efecto, no aparece por ningún lado. Sin embargo, considerando el significado extenso de malinchismo, como el que le asigna la RAE al vocablo —“actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio”—, algunos mensajes por WhatsApp mediante, supe de una voz hermosa que de alguna manera se aproxima a la misma idea.

Por intermediación del Grillo Bravo, resulta que tuve ocasión de consultar al maestro Yaotl Pragedis Martínez de la Cruz. Él es profesor de educación primaria en náhuatl, y escritor en dicho idioma, en Atlamajalcingo del Río, municipio de Tlapa de Comonfort, en la región de la Montaña del estado de Guerrero. Gracias a Yaotl Pragedis puedo compartir con ustedes que la expresión moxikohuakan moxikowani —entiendo que el primer vocablo denota el lugar o el estado en el que ocurre cierta autodestrucción, mientras que el segundo alude al agente que realiza la acción— se refiere a un jicote —del náhuatl: xīcohtli, “abeja, abejorro”— que come madera, pero la madera de su nido, de su propia casa, una fea y sumamente estúpida costumbre. Jicotes tarugos: se pegan un tiro, solitos se meten el pie, se sabotean a sí mismos…

 

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