Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 11 de mayo de 2025

Stupiditus

  

La estupidez es como comida rápida para el cerebro.

Sabe bien. Se digiere fácil, pero eventualmente te matará.

EMF

 

 

Hace unos días, cuando los señores septuagenarios Narendra Modi y Shehbaz Sharif decidieron que la mejor manera de dirimir sus diferencias era con misiles, drones, aviones de combate y artillería pesada, Guille Vidal posteó en X: Y ahora, inicia un conflicto armado entre India y Pakistán... Vivimos en un mundo dirigido por idiotas psicópatas. Leí, recordé que ambos países tienen suficientes cabezas atómicas para destruirse mutuamente y, de paso, impactar catastróficamente al planeta —cada uno unas 170— y apostillé: Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la demencia


 

Por aquellos mismos días —estos, los nuestros—, el mega-anómalo presidente de Estados Unidos declaró alguna sandez, de esas muchas de la misma escala interestelar que alcanza también su desvergüenza. Consternado, tuiteé: Insisto: estamos presenciando la institucionalización de la demencia en el país más poderoso del mundo.

 


En ambos casos erré el tiro y procedo a corregir: no es demencia, es estupidez.

 

La palabra estupidez proviene del latín stupidĭtas, derivado de stupidus, que a su vez viene del verbo stupēre, “quedar atónito, paralizado o pasmado”. El latín stupēre se relaciona con la raíz indoeuropea (s)teu-, “golpear, aturdir”. Del mismo verbo también proceden vocablos como estupefacto, “vuelto estúpido”, o estupor, “aturdimiento”, estupefaciente, “sustancia que paraliza o embota las funciones psíquicas”… Así, el origen etimológico de stupidus evoca más a alguien aturdido o paralizado por un golpe o un impacto emocional o cognitivo, antes que a la simple “falta de inteligencia” que implica hoy, de tal modo que la evolución semántica del término termina subrayando la paradójica peligrosidad de la estupidez: el estúpido moderno no está pasmado, actúa desde el aturdimiento. La estupidez es el trauma que se autoinflige y en vez de contagiarse, traumatiza a todo su entorno. Ya no es un individuo atontado por un golpe... es la sociedad entera celebrando su propio traumatismo como “tendencia”. La estupidez, a diferencia de la demencia, no se padece, acomete a los demás. El demente cree que su sombra lo persigue; el estúpido obliga a otros a cargar con la suya.

 

 

*

 

 

Por ningún lado encontré su nombre. Pregunté a Deepseek quién era la persona que aparece en los videos del canal The Functional Melancholic. “Sammi Law”, respondió el asistente IA. Busqué información sobre él. Nada. CHatGPT: Busca información acerca de Sammi Law. Respuesta: “Tras una revisión exhaustiva, no se ha encontrado información que confirme la existencia de alguien llamado Sammi Law relacionada con el canal de YouTube The Functional Melancholic. Es posible que el apelativo haya sido malinterpretado o que el creador del canal prefiera mantenerse en el anonimato.” En fin, no sé a qué nombre responde la persona… Lo llamaré EMF, el melancólico funcional.

 

Con el rostro encuadrado por un gorro oscuro y una barba contenida que parece haber sido recortada más por cansancio que por vanidad, EMF aparece ante la cámara como alguien que ha decidido hablar no desde la comodidad del experto, sino desde la incomodidad del lúcido. Mirada fija pero no agresiva. Ojos claros, se abren apenas lo necesario para que sepamos que perdura alguien detrás de ellos. Habla frente a un micrófono con la naturalidad con la que uno se quejaría de una tubería rota. Una habitación cualquiera, una lámpara cualquiera, un hombre cualquiera, EMF desmenuza una certeza incómoda. Su discurso suena a una inteligencia que no grita, porque ha aprendido que el ruido no salva, aturde.

 


Arranca preguntando si no tenemos la sensación de que Estados Unidos se está esforzando en volverse más estúpido. No es que estemos deslizándonos hacia la estupidez como en una bañera de hidromasaje; estamos lanzándonos de cabeza.Pregunta retórica que él mismo responde: No es tu imaginación. Nuestra sociedad realmente se está volviendo más estúpida. Y no del tipo divertido, como reírse de videos de gatos boxeando. Es del tipo malo, la que parece que nos desafiamos a tropezar con la misma piedra 5,000 veces para luego demandar a la piedra por daños emocionales.

 

Acusa parejo: creo que todos somos culpables de esto en cierta medida. Si siquiera insinúas que pensar es bueno, inmediatamente te etiquetan como elitista, como si acabaras de entrar a una bolera citando a Kierkegaard. EMF recuerda que Asimov predijo el desastre: “El antiintelectualismo ha sido una constante en nuestra vida política y cultural, fomentado por la falsa noción de que la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”. 

 

Estados Unidos, al menos, fingía valorar la inteligencia. Los científicos eran admirados. Los escritores eran respetados porque la gente leía libros… Y ahora, si usas palabras con más de tres sílabas, te acusan de hacer una ‘ensalada de palabras’. Antes aspirábamos hacia arriba y ahora aspiramos hacia los lados. Ahora se valora a los que hablan más fuerte y rápido mientras saben menos. Y no te engañes. Esto no es la entropía natural de la sociedad. Es una elección consciente. Nos gusta la estupidez. Es simplemente más fácil… El pensamiento crítico, ya sabes, eso que nos separa de los animales de granja (sin ofender a los animales de granja), es tratado como un ataque personal. Y Dios no quiera que hagas una pregunta que no encaje perfectamente en una calcomanía de parachoques, porque enseguida te llaman "negativo" o, peor aún, "tóxico", porque el positivismo tóxico también es parte de este problema.

 


Y ahora estamos aquí, en un mundo donde creer algo en voz alta es más importante que estar calladamente en lo correcto… El conocimiento no sólo está devaluado…, es activamente ridiculizado. Es considerado sospechoso. Alguien dice: ‘¿Crees que eres mejor que yo?’, cuando se le presenta evidencia irrefutable sobre un tema en particular. Como si saber demasiado significara que debes ser parte de alguna secta secreta.

 

¿Es un fenómeno reciente¿Cuándo comenzó todo? EMF piensa que tal vez justo después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos decidió que la comodidad era más importante que la curiosidad. Queríamos que la vida fuera fácil y pensar es difícil. Construimos los suburbios. Los llenamos con salas de TV, sonrisas plásticas y sistemas educativos diseñados para crear trabajadores obedientes, no pensadores curiosos. Cuestionar cualquier cosa se volvió antiamericano. No queríamos que los niños fueran filósofos, queríamos que crecieran, checaran en el reloj y compraran un Buick. Y luego vino la televisión por cable, donde los problemas complejos se condensaban en fragmentos de 30 segundos por hombres con corbatas llamativas. Y una vez que llegó la televisión de realidad, se acabó el juego. La estupidez no solo fue tolerada, se convirtió en la distracción favorita norteamericana… Entonces llegó Internet y todo cambió. Toda la información instantáneamente disponible y, por lo tanto, instantáneamente desechable, porque cuando todo está al alcance de tus dedos, nada importa. Puedes simplemente buscar las respuestas o, mejor aún, decidir que tus sentimientos son la respuesta, independientemente de los hechos. Mientras tanto, los cimientos se pudrieron. Desmantelamos la educación pública… Dejamos de enseñar a los niños a pensar y comenzamos a enseñarles a aprobar exámenes de opción múltiple escritos por un tipo que una vez engrapó su corbata a su escritorio.

 


Y luego industrializamos la estupidez. Los medios se dieron cuenta de que no hay una forma más rápida de captar la atención que poner una cámara frente al idiota más ruidoso, más equivocado y sudoroso que pudieran encontrar y llamarlo ‘noticia de última hora’. Creo que las redes sociales fueron realmente la bala final en todo esto. No solo bajamos la barra, la enterramos, cavamos un agujero, arrojamos ahí la barra, orinamos sobre ella y repartimos trofeos a quien pudiera tropezar ahí más dramáticamente.

 

Así que hoy, la estupidez no es algo de lo que te avergüences. Es algo que gritas en las redes sociales con mayúsculas. Se comercializa. Puedes entrar a un Target y comprar una taza que dice: No estoy argumentando. Sólo estoy explicando por qué tengo razón. Y la persona que la compra ni siquiera puede deletrear la palabra ‘argumento’. Estar orgulloso de estar desinformado es como estar orgulloso de no haberte puesto pantalones esta mañana. Excepto que aquí te hacemos un desfile y te dejamos dar una charla TED…

 


En Estados Unidos hoy la ignorancia no sólo se tolera, se glorifica… En algún momento, confundimos la libertad con la libertad de consecuencias… Quiero decir, eres libre de creer que puedes mirar al Sol si realmente lo crees con suficiente fuerza, pero al Sol no le importa un bledo tu libertad: te freirá las retinas igual. La realidad no negocia. Vivimos en un mundo donde negarse a leer el manual de instrucciones de alguna manera te hace más confiable. Donde un tipo en un sótano, drogado con bebidas energéticas piensa que sabe más sobre epidemiología que personas que han estado estudiando virus desde que tú todavía comías crayones.

 

Y aquí está el asunto: es bipartidista. Ambos lados del pasillo tienen sus propias marcas de estupidez. Un lado piensa que podemos disparar a los huracanes y el otro piensa que prohibir los popotes de plástico salvará a las ballenas, aunque acaban de volar a la conferencia internacional en un jet privado. Es una edad dorada de la estupidez…

 

Ya casi al final de su arenga, EMF recuerda la película Idiocracia (2006). Cuando salió, era hilarante… Un presidente estúpido, electrolitos en lugar de agua, todos golpeándose entre sí por entretenimiento. Y ahora, 20 años después, estoy bastante seguro de que la mitad de la población piensa que Gatorade es una fruta o verdura y la otra mitad está tratando de transmitir en vivo su propia colonoscopía para seguidores de TikTok. Quiero decir, estamos aquí. Lo logramos. En algún lugar, Mike Judge, el tipo que hizo Idiocracia, está fumando en un balcón, murmurando: ‘¡Solo estaba bromeando, maníacos!’. Y lo aterrador es que parece que seguimos insistiendo. En lugar de corregir el rumbo, en lugar de colectivamente decir: “Oh, tal vez deberíamos leer un libro o dos”, estamos acelerando como en un videojuego. Buscando la puntuación más alta en las Olimpiadas de los estúpidos.

 

 

*

 

 


La estupidez no es un accidente cognitivo; es un modus operandi con patente y cadena de montaje. Mientras el demente agoniza en su laberinto privado, el estúpido exporta el suyo a escala global con likes, misiles y eslóganes pegajosos. Lo aterrador no es que se haya normalizado la estupidez, sino que monopolice los micrófonos y tenga un botón nuclear. Quizá Asimov lo resumió mejor: el culto a la ignorancia siempre termina en sacrificios humanos. Estúpidos, repartimos las cuchillas.

 

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