Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 15 de junio de 2025

Las reglas de la estupidez IV y última

  

Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano

Friedrich Schiller, Die Jungfrau von Orleans.

 

 

El poder de la estupidez: sobre eso medita Carlo M. Cipolla en el séptimo capítulo de su ensayo The Basic Laws of Human Stupidity (1976). Más que un resumen, enseguida me atrevo a destilar del texto del italiano una glosa aforística… Escribo, pues, veinte gotas transmutadas:

 

  • El malvado te roba la cartera; el estúpido la quema por accidente y luego te culpa por haberse quedado sin el dinero.
  • Con el mal se puede negociar; con la estupidez sólo se puede rezar…, y resulta inútil.
  • Un estúpido nunca se equivoca, sólo interpreta mal todo.
  • El malvado maquila en la oscuridad, el estúpido tropieza con la lámpara y provoca un incendio.
  • La maldad tiene un precio; la estupidez, consecuencias infinitas y sin lógica.
  • Un enemigo inteligente puede arruinar tu día; un estúpido puede desbarajustar tu vida.
  • El mal es un desafío estratégico; la estupidez, una lotería catastrófica.
  • El tonto no conspira: improvisa el desastre generalizado con talento innato.
  • Si la lógica fuera un lenguaje, el estúpido no sería un pobre analfabeta, sino un feliz afásico.
  • El malvado siempre quiere ganar, sin importarle un comino los demás; el estúpido no sabe ni siquiera que está jugando.
  • A los estúpidos no se les puede subestimar, porque ya lo han hecho todo ellos solos.
  • Contra el mal puedes construir murallas, intentar blindarte; contra la estupidez sólo puedes intentar correr.
  • La estupidez no es una debilidad: es una fuerza elemental mal dirigida.
  • El estúpido ataca sin motivo y se ofende si te duele.
  • Donde el malvado calcula, el estúpido colapsa el sistema operativo.
  • Nadie puede prever el próximo paso del estúpido, ni siquiera el estúpido mismo.
  • El estúpido no tiene ninguna claridad acerca de lo que hace, pero lo hace con entusiasmo.
  • El mal necesita un plan; la estupidez sólo necesita una ocasión, y ni siquiera tiene que ser la más oportuna.
  • La estupidez se mueve sin brújula ni croquis, pero siempre encuentra el mejor camino al desastre.
  • El malvado sueña con dominar el mundo; el estúpido lo atrofia sin querer ni darse cuenta.

 

 

Cuarta regla

 

Como era de esperarse, los incautos no reconocen la peligrosidad de los estúpidos. “Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.” Y no resisto la tentación… De mi cosecha, apunto otras máximas mínimas, a partir del texto cipollano:

  • El estúpido nunca avisa, pero siempre llega a tiempo para arruinarlo todo.
  • La inteligencia subestima a la estupidez como quien confunde una chispa con una tormenta.
  • El ingenuo confía; el malvado manipula; pero ambos pierden ante el estúpido: la entropía está de su lado.
  • Despreciar al estúpido es el primer paso para quedar a su merced.
  • El problema de los inteligentes es que suponen que la estupidez tiene alguna lógica.
  • Frente al estúpido, ¿te doblaste de la risa? Error: debiste correr.
  • El malvado se esfuerza por dañar, el estúpido lo logra sin querer. Adivina quién gana.
  • Si crees que un estúpido sólo se daña a sí mismo estás confundiendo estupidez con candidez.

Cipolla, además, alerta: solemos creer que es muy fácil sacar ventaja de la gente estúpida, y caer en la tentación de tomarle el pelo a un estúpido. Seguramente lo conseguirás, pero hacerlo es una trampa. Aunque al principio parezca manipulable, esa estrategia revela una falta total de comprensión sobre lo que implica la estupidez. Al darle margen de acción, no sólo se le subestima, sino que se le permite desplegar su poderío entrópico. Como su conducta es imprevisible, tarde o temprano acabará perjudicando incluso a quien creyó usarla en su beneficio. En suma, y esta es la cuarta ley propuesta por Cipolla, “las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas”.

 

 

Quinta ley

 

La quinta ley cae por su propio peso: “La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe”. Y tiene un corolario: “El estúpido es más peligroso que el malvado.” Brillante, pero totalmente inútil… ¿Por qué? He aquí el genial mecanismo de la estupidez: Carlo M. Cipolla nos advierte —con elegante desesperación— que los estúpidos son las personas más peligrosas de todas, pero también admite que los no estúpidos jamás lo entenderán del todo. Es como colgar un letrero de “peligro: mentes impredecibles” en un idioma que nadie puede leer, excepto el propio estúpido, que lo interpreta como elogio. Así, la quinta ley se erige como un faro encendido para un mundo de ciegos: brilla con razón, pero no guía a nadie.


Con todo, es posible transpolar la quinta y última ley de la estupidez humana de lo individual, lo psicológico, al plano sociológico. Considere usted que el malvado al menos hace cuentas, mientras que el estúpido rompe la calculadora. Por lo demás, donde el malvado roba, el estúpido incendia la caja fuerte… con él dentro. ¿Qué implica? Que el mal reparte pérdidas y ganancias; la estupidez sólo distribuye ruina. Ergo:

  • En una sociedad de malvados, hay saqueo; en una de estúpidos, sólo escombros.
  • Si la maldad mueve la riqueza, la estupidez la volatiliza, la esfuma.
  • El malvado vive del sistema; el estúpido lo colapsa.
  • El estúpido no persigue el desastre: lo reparte.
  • El estúpido no se beneficia de su daño: lo distribuye.

En palabras del propio Cipolla “las personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas. Por consiguiente, la sociedad entera se empobrece”. O sea, el estúpido puede ser el pasajero o el polizón o el marinero o el capitán, en cualquier caso, no va a cambiar el rumbo ni a saquear ni a conspirar: simplemente hundirá el barco en el que todos viajamos.

1 comentario:

Marian dijo...

De acuerdo casi en todo Maestro Castro.