Sigo sobre avenida Juárez, como quien viniera del Zócalo y fuera hacia el Monumento a la Revolución, dos iconos del sino de lo inconcluso de México. Y es que a la Plaza de la Constitución la llamamos “Zócalo” porque del obelisco a la Independencia que en 1843 Santa Anna quería erigir ahí sólo se alcanzó a construir el zócalo que lo sostendría. Y el Monumento a la Revolución, adefesio hecho altar cívico, que no es otra cosa que la huella de un Palacio Legislativo que don Porfirio no alcanzó a terminar.
En la esquina de Juárez con Dolores, ¡ironías urbanas!, se localiza un banco que fue mexicano y hoy es español. Casi frente al BBV, está el tercer puesto de libros. El atisbo que me devuelve la mirada me indica que éste tiene una vocación entre nacionalista y esotérica: Velasco Piña, presente con varios títulos (Cartas a Elizabeth, Regina y San Judas Tadeo, apóstol de las causas perdidas) y Laurita Esquivel con Malinche. Entre una colección de la Historia General de México del Colmex y varios ejemplares de los Cuentos chinos de Andrés Oppenheimer, un libro de Jodorowsky que, según me cuenta el vendedor, está saliendo como paraguas en temporada de aguaceros: Donde mejor canta un pájaro…
− Aunque no tanto como este otro –explica el puestero mostrándome un ejemplar de Psicomagia–, que sigue siendo jefe.
Hay montones de volúmenes sobre las profecías mayas que señalan que en el 2012 el mundo se va a acabar, y en fehaciente demostración de que Monsiváis no pierde el colmillo de la oportunidad y que mientras quede mundo el mercado subterráneo será ágil como pocos, el paseante ya puede agenciarse un ejemplar de Apocalipstik, una novedad que apenas el 30 de noviembre se presentó en la FIL.
Para quienes a fin de año gustan de imponerse a sí mismos grandes retos, dos libros: Las 100 tareas sexuales de Rubén Carbajal y 1001 vinos que hay que probar antes de morir. El surtido del negocio incluye ventas seguras, como la Cábala para no iniciados, La sombra del templario, Memorias de mis putas tristes de García Márquez, dos que tres ediciones del I Ching y uno que, claro, nunca falta porque siempre piden: Los hornos de Hitler de Olga Lengyel, un texto escrito en 1961 que sigue intrigando a los lectores.
− Oye, manito, recomiéndame uno para regalarle a una chava que estudia filosofía –pide uno de los darketos que anda repartiendo El Machete entre los peatones.
− Éste. Está rebueno. Puritita sabiduría −presto, el puestero toma del piso un libro en cuya portada reconozco al protagonista de la serie de televisión que logró más audiencia en Estados Unidos en 2009−: La filosofía de House: todos mienten.
Antes de moverme al siguiente changarro, veo que éste también tiene su pequeña sección dedicada a los estudiosos de la alta política nacional; de entre ellos, los más solicitados, Si yo fuera presidente: Enrique Peña Nieto sin máscara ni maquillaje de Jenaro Villamil y Doña Perpetua: el poder y la opulencia de Elba Esther Gordillo de Arturo Cano.
En la librería informal que encuentro después, entre el 7eleven y Chilli´s que está a la entrada de la Plaza Juárez, es evidente que la apuesta va por la diversidad: la novela más reciente de Francisco Martín Moreno, Arrebatos carnales, un libro que aparece ya como el quinto más vendido en el portal de Gandhi; El sueño de mi padre, firmado por quien seguramente es hoy por hoy la persona más conocida en todo el orbe, Barack Obama; la trilogía de Los reyes malditos; un Glosario Teosófico, que al parecer de pronto cualquier usuario del metro puede requerir; Beatles la leyenda, para que nadie dude que en 2009 el cuarteto de Liverpool volvió por sus fueros; La isla bajo el mar de Isabel Allende; más PNL para resolverle la existencia a oficinistas desorganizados y amas de casa con la autoestima decaída; muchos para no dormir, casi todos de Stephan King; ¿Por qué yo no? de Ponchito; y por ahí garbanzos de a libra como tres novelas de Bukowsky, cada una a 30 pesos o las tres por 75, o Noticias del Imperio de Fernando del Paso, a 50; y toneladas de libros de autoayuda: 20 pasos hacia delante de Bucay, La armonía oculta y El libro de la sabiduría del modesto Osho, Tus zonas erróneas de Wayne Dyer, que a pesar de tener más de treinta años sigue siendo una guía para combatir las causas de la infelicidad… Ése es el que compra una señora que bien podría ilustrar el concepto depresión en cualquier diccionario de sicología, paga y luego se va a sentar a los pies de la Ariadna Abandonada, la escultura de Lucano Nava que está en la pequeña placita ubicada a unos pasos del Hotel Sheraton, y se pone a leer... Ojalá le sirva.
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