Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Pirata Parade 2009 (I)

Oiga, ¿cuánto cuesta ese libro? -por su vestimenta y modito de hablar, supongo que la mujer que se apersona junto a mí debe de ser la asistente de algún encumbrado funcionario de Relaciones Exteriores.

− ¿Cuál? ¿El evangelio del mal?


− No, el de al ladito.


− ¿PNL para principiantes?


− No, del otro lado –responde con la firmeza de una ejecutiva neoyorquina pidiendo un expreso en el Starbucks de la 87th y Lexington, pero luego se ubica en la realidad del Centro Histórico de la Ciudad de México y baja la voz para precisar casi cuchicheando: – Ése…, Técnicas de masaje Chi para orgasmos internos.


¿Orgasmos internos? Morboso, busco con la mirada el objeto requerido... ¡Sorpresa!, mucho traje sastre pero a la dama le falla la lectura.


Ahí tengo otro de Chi Nei Tsang –informa solícito el despachador–. El de orgasmos cuesta 500, seño.

Breve regateo…: la operación queda en 350 pesos. La seño entacuchada guarda en el bolso su tesoro bibliográfico y se va muy oronda rumbo al Zócalo.

¿Se fijó, amigo? –confidente, me pregunta el comerciante callejero, mientras saca de una caja otro ejemplar del mismo título, Técnicas de masaje Chi para órganos internos, y lo coloca en el espacio vacío en la repisa–. A ver si al rato llega otra que tenga hambre y vea tamales.

Sobre Juárez, de su esquina con Lázaro Cárdenas
el crucero con más tránsito peatonal del país hasta Luis Moya, dos calles antes de llegar a Balderas, se encuentran no sólo varias librerías, sino también una excelente muestra del Pirata Parade editorial de México. En la primera cuadra, la Gandhi que está frente a Bellas Artes apenas tiene que competir con un puesto de periódicos, pero cruzando López la cosa cambia: casi en la esquina, después de La Joya, está la antañona Porrúa Hnos. y Cía., luego una farmacia de similares, dos negocios más y la librería Bellas Artes, enseguida un local de ésos de todo lo imaginable a siete pesos, un estanquillo y luego, dos locales antes de la desembocadura del callejón de Dolores, la librería El Sótano, y casi frente a ella, un puesto de libros... ¿piratas?

− ¿Tiene Mi lucha? –llega preguntando una chavita engalanada con su uniforme de la Secundaria Técnica, muy mona.


Ahí estaba el libraco de Hitler: 120 pesitos. ¡Uy!, ¿tan caro? Es que es original, justifica el puestero…, de donde se desprende que hay otros que no lo son. En el piso, a los pies del changarro, un montón de libros a veinte pesos, otros de a cincuenta. Ediciones de pastas descoloridas con los de cajón: El diario de Ana Frank, Corazón de Edmundo de Amicis, varias novelas de Verne, Historias extraordinarias de Poe, El Principito…, y también dos noveletas mexicanas que se van haciendo clásicos de a de veras: Aura de Fuentes y Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco. Además, claro, chorros de libros para encontrarle la cuadratura al círculo (Dianética, La inteligencia emocional, El líder interior), y otros para encontrarse con diosito sin intermediarios (Conversaciones con Dios, ¿Quién escribió la Biblia?). Aunque todavía quedan algunos, el púber Potter va de salida, al igual que los vampiros metrosexuales de la Meyer. En cambio Stephen King, Ruiz Zafón e Isabel Allende continúan imponiéndose en el gusto del respetable.


El siguiente puesto, enfrente de Siebo Paris, tiene un ingente surtido de libros de segunda mano, debidamente plastificados para asegurarle un buen gatazo a los bestsellers que, como la música del 6.20, llegaron para quedarse: Sangre Azteca, Juan Salvador Gaviota, El triángulo de las Bermudas de Berlitz. Por autor, siguen siendo caballitos de batalla los Caballos de Troya de J. J. Benítez, el docto Carlos Trejo (Evidencias de la vida después de la muerte), Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Luis Spota que desde la tumba se niega a abandonar su puesto como uno de los novelistas mexicanos más leídos de todos los tiempos, el maestro Rius y, but of course, Velasco Piña y su esoterismo mexicanista (Tlacaelel, Olmeca, Regina, etcétera). Curioso, entre mucha portada que pide a gritos marchante (El tamaño sí importa de Fernanda Familiar, El señor de los cátaros, El señor de los anillos), me topo con varios ejemplares de un libro para pasantes con sentimientos de culpa por no haberse titulado: el insufrible Instrumentos de Investigación de la maestra Guillermina Baena, a 20 pesos. Un paso atrás para ganar panorámica: golpe de vista del puesto que despliega a puertas abiertas su plétora de ofertones… Sin duda, los rostros latifundistas de las portadas son dos, ¡qué extremos!, el Che Guevara y Adolfo Hitler. Una segunda mirada, más atenta a descifrar símbolos y leer portadas, me obliga a sumar un tercer bloque: decenas de sesudos estudios sobre las profecías mayas. Lo olvidaba, ¡caray!, que el mundo se va a acabar en 2012. No hay tiempo que perder, pienso, y enfilo al siguiente puesto…

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