Ambientadas en los años de la Revolución Mexicana, se han escrito muchas novelas históricas; de todas, mis dos preferidas, El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán, y una contemporánea: Pancho Villa. Una biografía novelada, de Paco Ignacio Taibo II. La vida de un pelado muy complicado, misterioso, jabonoso, fantasmal, odiado y admirado. A quienes preocupe el asunto de los géneros, habría que decirles que si el libro de Paco fuera una película sería un documental. Para los lectores asiduos de PIT II no resultará sorpresivo encontrarse con un libro bien escrito –mucho oficio, mucho colmillo literario—, bien documentado —historiador de profesión, al fin y al cabo— y, claro, sin sentimiento de culpa metodológico mediante, cargado a la izquierda.
El título no es tramposo: el foco del libro está en la vida de ese señor que se llamaba Doroteo Arango y quien se cambió de nombre para dar vida a Pancho Villa. Los enredos del cabecilla revolucionario que nació en Durango, pero que en justicia deberíamos considerar de Chihuahua, son por sí mismos interesantes, significativos para comprender el acontecer reciente del país, y, más allá de la retórica de libro de texto gratuito, para comprendernos a nosotros mismos: Villa, aunque hijo descarriado de la Gran Familia Revolucionaria, sigue siendo héroe y referente simbólico: estampa del macho mexicano y del jinete justiciero. El mayor mérito que le encuentro al libro de Taibo es el esfuerzo por combatir la imagen mistificada de Villa, particularmente en cuanto a las deformaciones y francas mentiras que, ya sea desde el plácido lecho del lugar común o desde los cañonazos de difamaciones que durante casi un siglo se han tirado contra él, siguen distorsionando la verdad histórica del personaje y del movimiento que encabezó. Por ejemplo, resulta que Pancho no era el borracho y pendenciero que el imaginario colectivo suele ver, y con quien se adornan bares y antros en todo México, sino un abstemio que llegaba a los pueblos a encarcelar a los dueños de las cantinas por embrutecer a la gente. PIT II muestra que los hechos duros señalan que las explicaciones a las que la academia se aferra no siempre corresponden a lo ocurrido. Un botón: cómo está eso de que en la batalla de Celaya quien ganó fue la civilización representada por Obregón y quien perdió fue la barbarie representada por Villa…:
“... varios historiadores quisieron ver en la batalla la confrontación entre lo antiguo y lo moderno, y así se lo inventaron… Parecería, en esta delirante versión... que la modernidad eran los yaquis y los pimes [de Obergón] y no los aviones de Pancho”.
PIT II planeta algo que va más allá de la biografía de Villa. A lo largo de toda la narración se sostiene una tesis que el novelista sabe y no permite que el historiador olvide, una certeza que como lector se agradece: la historia nunca cabe en la historiografía. En La cama de Procusto, Alberto Vital explica:
“Estamos condenados a conocer sólo una parte de todos los documentos importantes para la reconstrucción de una época. Estamos condenados a entender sólo una parte de todo lo que podrían decirnos los documentos. Estamos condenados a explicar, a poner por escrito… sólo una parte de lo que hemos entendido. Esta triple condena sugiere que la historicidad de todo sujeto que reconstruye hechos se manifiesta sobre todo como parcialidad…”
Una cuestión más sobre la que Taibo insiste: la lógica del ganador, el deber ser de los hechos, misma que según entiendo puede resumirse en un silogismo:
• la historia la escriben los vencedores
• los historiadores buscan la lógica que presuponen a la historia
• ergo, los historiadores suelen demostrar que los ganadores ganaron porque tenían que ganar.
PIT II se esfuerza por demostrar que el acontecer de Pancho Villa ocurrió como ocurrió no necesariamente porque así lo marcara la lógica de la historia o el destino o el dedo de dios… Por el contrario, en reiteradas ocasiones Paco recalca las evidencias que a gritos proclaman que el azar interviene en todo y siempre… La novela de Paco muestra que, efectivamente, la historia hubiera cambiado si la nariz de Cleopatra hubiera sido un centímetro más grande, o si realmente hubiera salido el balazo que se disparó a sí mismo Obregón al levantarse del suelo para darse cuenta, en Celaya, de que un cañonazo le había volado el brazo derecho.
Pancho Villa, una biografía novelada es un completísimo compendio de fuentes sobre el revolucionario. Es un libro divertido, como casi todo lo que escribe Paco... Pienso que bien podría recetarse a los millones de jóvenes que cada día se encuentran más alejados de la lectura y sin referentes históricos. Además, es un trabajo en el cual es imposible no sentir –y en muchos tramos compartir– el aprecio que el autor profesa por el general Francisco Villa…
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