El día anterior, a más de nueve mil kilómetros de Marruecos, un señor de casi 68 años de edad contó una típica evocación de longevo: que, cuando tenía once, en la escuela aprendió algo de español: “Tres conejos en un árbol tocando el tambor, que sí, que no, que lo he visto yo”, pronunció, y las más de 55 mil personas que lo escuchábamos le aplaudimos el recuerdito. Para entonces, aquel hombre ya nos tenía embrujados. El primero de los dos conciertos que Sir Paul MacCartney ofreció en el Foro Sol de la Ciudad de México, parte de su Up and coming tour, arrancó a las 21:14 hrs. Después de aventarse Venus and Mars / Rockshow, el ex beatle saludó a la banda variopinta ahí reunida: “¡Hooola, chilangos!” Chaviza que se hizo momiza en el siglo XXI, escuincles, cuarentones, cincuentones y jovenzuelos en la cúspide de la hormona dieron inicio a más de tres horas de palmas, brincos y gritos, ensopados al arranque del concierto, porque, después de amenazar tormenta desde las seis de la tarde, el méndigo Tláloc se aventó la puntada de, justo a las nueve en punto de la noche, reventar el nuberío que amorataba todo. Pero para la quinta rola, Got To Get You Into My Life, el cielo ya era una bóveda nítida en la cual la luna llena saldría a pavonear su belleza atrás del escenario. Seguirían 29 canciones antes del primer amague de retiro. “¡Paul! ¡Paul! ¡Paul!...”, y el teto de los Beatles (Jis dixit) y su banda (Rusty Anderson y Brian Ray en guitarras y bajo, Paul Wickens en los teclados y el portentoso Abe Laboriel Jr. en la batería) salieron de nuevo: Day Tripper, Lady Madonna... Entonces le regaló la noche de su vida a una chilanga que llevaba dos horas cargando un letrero. MACCA leyó “I want to dance on stage with you” You wanna dance? Come on… Y que la trepa. Mientras la espontánea subía, se arrancó con una de las más esperadas, Get Back. Otra salida en falso, la última, y luego el cierre del concierto: Yesterday, Helter Skelter y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band / The End para completar así 35 rolas…La raza cantó casi todas, más fuerte las de Lennon y MacCartney, bailó muchas (con Obladi, Oblada aquello fue una convención de locos felices) y aplaudió sin tregua. Paul MacCartney tocó el bajo, la guitarra eléctrica, la acústica, el piano, el ukulele y cantó sin economías. ¡Y la Morsa seguía brincando con todo y sus añales encima!
− ¿Te imaginas? Cuando se muera este güey y el Ringo, seguro arman toquín con Lennon y Harrison en el cielo –cuando comenzábamos a salir del Foro, alcancé a escuchar a un compa glosar la noche.
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