Desde hace ya algunos años circulan
reseñas que celebran sus libros, y a pesar de ello yo no había leído nada de
Etgar Keret (Tel Aviv, 1967). Suelo desconfiar de lo que suena a moda, a señuelo mercadológico, pero conviene recordar
que uno puede encontrar buena literatura incluso en entre los best sellers, así que más vale esquivar
de vez en cuando los sanos prejuicios… Hace unas semanas, entre los pasillos de
la FIL del Palacio de Minería, me acerqué al stand de la editorial que publica
a Keret, Sexto Piso. Pedí el libro más barato que tuvieran del autor, para conocerlo.
El vendedor me dijo que por qué no en lugar del más barato me llevaba “su
clásico”. ¿Tiene ya un clásico un
escritor que aún no cumple 50 años de edad? Según el amigo que me atendió sí, y
lleva por título Extrañando a Kissinger.
El
libro fue publicado originalmente en Israel en 1994. Se trata de la segunda
colección de cuentos de Etgar Keret, antología con la que se dio a conocer
entre el gran público —su primer libro, Tuberías,
1992, pasó desapercibido, y a la fecha no ha sido traducido al español—. La
edición de Sexto Piso se hace con la traducción, notablemente acertada, que en
2006 Ana María Bejarano realizó para editorial Siruela. Extrañando a Kissinger es una colección de 49 cuentos bien
dispuestos en un volumen de 198 páginas:
Keret cuenta en pocas palabras: en promedio, textos de menos de cuatro
páginas. Cuentos ramalazo, cuentos fuetazo. Sin ánimo alguno de emplear una
sola palabra más de lo que la trama requiere, relata de sopetón.
Las
narraciones de Keret se enfilan por el sendero discrepante de Maimónides: no en
todos los textos lo consigue, quizá no en la mayoría de ellos, pero resulta
evidente que el propósito de Etgar Keret es desbarrancar al lector en la
perplejidad. Y cuando el escritor israelí lo logra, el resultado es devastador.
En “Mi hermano está deprimido”, el cambio del punto de vista desde el cual
cualquiera esperaría que fuera narrado un accidente atroz arroja al lector por
sorpresa a un situación de alelamiento. No se trata de cuentos truqueros, mucho
menos de ficciones que apuesten por la construcción de realidades fantásticas
en las cuales tomar por sorpresa al lector. Incluso en textos como “Un agujero
en la pared” —con el que resulta imposible no recordar “Un señor muy viejo con
unas alas enormes” de García Márquez— o “¡Deténganse!”, Keret establece en muy
pocos renglones el contexto fantástico en el cual localiza la trama de un
relato que muy pronto conforma su propia cotidianeidad, desde la cual, también de
golpe y porrazo, consigue aventarnos al desconcierto.
“Mi padre
no accedió a comprarme un muñeco de Bart Simpson.” Así inicia “Romper el
cerdito”, el cuento que abre el libro. Significativo, porque entre los cuentos
que reúne Extrañando a Kissinger,
como en este, un niño es el protagonista. Significativo también por la mención
al travieso Bart Simpson: la estructura narrativa de muchos de los cuentos de
Keret recuerda el trazo típico de un episodio de The Simpson: la historia nunca
correrá por donde el sentido común dicta que lo hará. No me cuesta mucho imaginar a Etgar Keret llenando un pizarrón con la frase "No dejaré boquiflojo al lector".
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