Yo, Asurbanipal, en el palacio, entendí la sabiduría de Nabu. El arte de la escritura de todo tipo… Leí las sabias tablillas de Sumeria y la oscura lengua acadia…; obtuve mi placer leyendo piedras inscritas antes del diluvio. Lo mejor del arte del escribano, obras que ninguno de los reyes que me precedieron había aprendido, remedios desde la cima de la cabeza hasta las uñas de los pies, selecciones no canónicas, enseñanzas inteligentes…, escribí en tabletas, revisé y clasifiqué, y deposité en mi palacio para leer y leer.Asurbanipal, el declarante, reinó Asiria en su auge. Fue el último gran jerarca de su dinastía. Murió en 627 a.C., tras haber gobernado 41 años. Con todo, tiempo y tino tuvo para hacerse de una fama que trascendería su mundo, entre otras cosas por haber erigido y dejado ricamente surtida la biblioteca de Nínive —no en balde, el personaje mentado en el primer enunciado de la cita, Nabu, fue nada menos que el dios de la sabiduría y de las artes de la lecto-escritura, tanto para los asirios como para los babilonios—. Se dice que, unos tres siglos más tarde, Alejandro Magno idearía la construcción de su gran biblioteca inspirado en el recuerdo de la gran colección de textos de Ashurbanipal.
John Martin, Fall of Nineveh |
Tablet V of the Epic of Gilgamesh. |
Ni Asurbanipal ni Alejandro Magno hubieran logrado imaginar los tamaños de la inmensa biblioteca que alberga hoy día la world wide web. Acabo de encontrar en línea La epopeya de Gilgamesh en un documento pdf, editado por Raúl Berea Núñez. Lo destacable del hallazgo, además de la buena factura de la edición, es que se trata de la versión en español de un catalán sapientísimo, Agustí Bartra i Lleonart -me parece que Plaza y Janés publicó este texto a principios de los años 70 del siglo pasado-. Agustí nació en Barcelona en 1908 y falleció en Terrassa, Cataluña, en 1982. Participó en la Guerra Civil Española, peleando por el bando que la perdió, así que en 1939 salió exiliado. Luego de pasar algún tiempo en República Dominicana y Cuba, él y su esposa fijarían residencia en México -cosa que hay que agradecer: él y la escritora Anna Murià i Romaní procrearon una de las mentes más preclaras de este país, el sociólogo Roger Bartra Murià (Ciudad de México, 1942)-. Antecede a la Epopeya de Gilgamesh un lúcido prólogo de Bartra, que no tiene pierde; ahí, afirma: “Todos los temas básicos del hombre en el mundo están presentes en el poema, y de ahí su trascendencia y palpitación”. No agrego más que seis palabras: si no lo has leído, procede.
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