Lo que llamamos realidad es el resultado de la
comunicación.
Paul Watzlawick
Boiling frog
Vibra el cel. Es
Inés.
— ¿Qué crees? –anda en la calle. Me
llama desde una gasolinera. Cosa rara, rarísima, hoy tuvo que usar el auto.
Hace ya casi dos meses que no le ponemos combustible— Pedí que le cargaran
treinta litros, ¡¿y sabes cuánto fue?! –está furiosa, colérica:– ¡Casi
seiscientos pesos, carajo!
— Pues sí, claro; prácticamente
veinte pesos el litro…
— ¡Pero no puede ser! ¿Cómo le hace
la gente que tiene que usar diario el maldito coche? ¿Cómo se atreven a seguir
defendiendo su pinche Reforma?
— … –no sé, no contesto.
— ¡¿Por qué no estamos furiosos
todos?!
— …
Coja usted una ranita y échela a un perol
con agua caliente: el batracio va a saltar ipso
facto. Pero ponga al mismo animalejo en el mismo perol con agua a
temperatura ambiente, luego encienda el fuego, bajito, muy bajito…: el anfibio
permanecerá ahí mientras el agua llega poco a poco a punto de ebullición: así podrá
usted cocinarla viva.
Creeping normality
Hace poco, en un
texto para Animal político, Carolina
Torreblanca y Pepe Merino se planteaban: “Si alguien le pregunta ‘¿cuántos
feminicidios hay en México?’, la única respuesta honesta que usted puede dar es
‘no sé’. Nadie puede saberlo, ni usted, ni el gobernador de su estado, ni el
secretario de Gobernación, ni el Procurador General, ni nosotras. Nadie. No
existe información suficiente para distinguir con certeza entre el homicidio de
una mujer y un feminicidio”. Párrafos más adelante, aventuraban: “Usando
nuestra propia estimación, calculamos que al menos 8 mil 913 mujeres en México
han sido asesinadas simplemente por ser mujeres entre 2004 y 2016; un promedio
de 686 mujeres al año, 57 al mes, casi dos al día”. Según la ONU, durante los
últimos diez años han sido asesinadas cerca de 24 mil mujeres; de acuerdo con
este organismo, ocurren siete feminicidios al día en nuestro país. No importa
que los números sean imprecisos, la barbarie a la que hemos llegado es
contundente. Antier, un grupo de estudiantes, menos de un centenar, se
reunieron en el jardín de la facultad de Arquitectura de la UNAM, para
protestar por el homicidio de Sol Cifuentes y de su madre, Graciela María de la
Luz Cifuentes, alumna y docente de dicha institución. Fueron asesinadas el 15
de marzo pasado en su propia casa, en la colonia Santa Rosa Xohiac, en la
Ciudad de México: golpeadas, acuchilladas, estranguladas y calcinadas. Sol además
fue violada. No hay un solo detenido. Además de sus compañeras en CU, nadie más
está protestando. La atrocidad se instalado en la normalidad.
El polifacético científico bostoniano
Jared Diamond (1937) ha explicado cómo en apenas unos cuantos siglos, la gente
de la Isla de Pascua —“el pedazo de tierra habitable más aislado del mundo”—
aniquiló el bosque de palmeras, provocando así la extinción de plantas y
animales, lo cual ocasionó que “su compleja sociedad colapsara, hasta llegar al
caos y el canibalismo”. Diamond ha empleado el concepto creeping normality para describir una dinámica a lo largo de la
cual algunos cambios dramáticos y profundos pueden inscribirse dentro de la normalidad cotidiana para la gente que
los está viviendo, si ellos se suscitan de manera paulatina (“Easter's End”; en
Discover; agosto, 1995).
Fake news
Alguien echó a
volar un mensaje en eso que llamamos “redes sociales”. Una imagen voló por Twitter,
youtube e Instagram, pero sobre todo a través de WhatsApp y Facebook. Arriba de
una foto en la que se aprecia al Peje y a su esposa —atrás, entre ambos,
también aparece Manuel Bartlett—, puede leerse en tres líneas: “Lo que no
sabías de la esposa de AMLO / Beatriz Gutiérrez Müller”, y al calce de la
fotografía: “Nieta del general Heinrich Müller de la División de la SS y
Criminal de Guerra Nazi, conocido como ‘Gestapo Müller”. Bueno, hay de dos: que
el supuesto lazo sanguíneo sea cierto o no… ¿Y si lo fuera? ¿En qué convertiría
a la señora ser nieta de un genocida? Y en dado caso, ¿cómo quedaría el
candidato tabasqueño? En el blog de “Rosario Castellanos de Parker” —quien se
presenta a sí misma como “Latino Writer, Journalism, Blogger, Human & Civil
Rights Activist, Bilingual Communication”— la cuestión no se argumenta pero sí
que se establece: debajo de una fotografía en la cual se ve caminar al temido Führer
entre dos enormes filas de soldados nazis que portan estandartes con la
suástica, y abajo, en letras negras: “Queremos llegar a estos extremos en
México !!”, y a renglón seguido, ya en rojo: “Hitler… AMLO”.
El viernes, Animal político dedicó una página a tirar el embuste:
“Verificado.mx: Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador, no es nieta
de un genocida nazi”. Después de señalar que la imagen/bulo arriba descrita
aparece en la página de Facebook Amor por
México —en la que por cierto yo jamás la encontré—, se informa: “… el
abuelo materno es Adolfo Marcelo Müller Oliphant, no Heinrich Müller”. La nota
es mucho más extensa; detalla la historia familiar de Beatriz Gutiérrez, y explica
quién fue el nazi aludido, los rumores de que no había muerto en Berlin en 1945
sino que había escapado a Latinoamérica, los informes de la CIA al respecto, en
fin… La cuestión es que el tamaño y calidad del trabajo es tal que no
corresponde a la de la sandez que desmiente. Horas más tarde, por supuesto, varios
periódicos y otros sitios noticiosos publicaban resúmenes de la refutación.
En su libro Fake news, Esteban Illades explica: “una controversia inexistente,
pero difundida por todos los medios posibles, es suficiente para que cierta
parte de la población dude de la verdad”.
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