Ay
Patria, Patria,
ay
Patria, cuándo
ay
cuándo y cuándo,
cuándo
me
encontraré contigo?
Pablo Neruda
(Premio Nobel de Literatura 1971)
…
los pañuelos Kleenex son más suaves, más prácticos que los pañuelos de tela, y
más absorbentes, por eso: todos los días son días de Kleenex.
•
Seguramente yo no me daba cuenta de casi nada,
o al menos no lo recuerdo. No lo recuerdo, pero durante aquel verano la ciudad
debió de andar muy nerviosa. Yo no. Acababa de terminar la preprimaria, y a lo
largo de todo el período vacacional, dilatado y de paso pachorrudo, ni siquiera
alcancé a percibir atisbo alguno de los riesgos a los que habría de enfrentarme
en septiembre, cuando entrara a la primaria. Muchas veces trazando enrevesadas pistas
de carreras en la sala-comedor de mi casa, a veces absorto en los giros de un
trompo o en el ir y venir de un yoyo, otras atrapado en la pantalla de la
televisión, mis días pasaban lentísimamente en el confortable encapsulamiento de
mi párvula rutina. Bajo los alones de mi
madre y de mi abuela, vivía resguardado de la historia, al margen de los
asuntos de casi todos los demás y dispensado de cualquier responsabilidad.
•
Juan
Gabriel, autor e intérprete de “No tengo dinero”, y actualmente goza del favor
de la juventud [sic], refrenda su éxito cantando su nueva composición, “Me he quedado
solo”, que pronto ustedes también cantarán. Estas dos canciones y otras más
están incluidas en este disco RCA de larga duración, “El alma joven de Juan
Gabriel”.
•
El presidente era Echeverría, y en junio,
el jueves 10, en las calles aledañas al metro Normal, un montón de matones
entrenados y pagados por el gobierno, coludidos con la policía, masacraron a
más de un centenar de estudiantes indefensos. La prensa inventó que todo se
había tratado de un pleito entre los jóvenes y ocultó la matanza. En los días siguientes,
el oleaje represivo embraveció. En 1971, la edad mediana en el Distrito Federal
era apenas de 17 años —hoy es de 34—, así que la mayoría de las personas debió
de andar con miedo por las calles. Igual que había sucedido tres años atrás,
los adultos no exigieron cuentas al gobierno. Diez días después del Halconazo se
transmitió el primer episodio de un nuevo personaje de Chespirito, El Chavo del 8; en el último parlamento,
el Chavo le dice a la Chilindrina: “A los papás que se portan mal se los lleva
el ropavejero”.
•
Dibujos animados: en un sillón reclinable,
un señor entrado en carnes se dispone a leer el periódico, y, ¡plop!, recibe un
destapacañazo en la pelona. Enseguida, una turbamulta de escuincles lo asedia jugando
indios contra vaqueros, y lo amarra… ¡No
se apure!, la cosa es sencilla: busque… jaulas en la Sección Amarilla. Ahorre tiempo, dinero y esfuerzo… Entonces
aparece, enjaulada, no la bola de chamacos latosos, sino una cigüeña. ¡Consulte la Sección Amarilla! En 1970, en
México, el promedio de hijos vivos nacidos por mujer de 12 años y más era de
3.1; en 2010, de 2.3
•
Cursé la primaria el noroeste de la
delegación Iztapalapa, en la escuela pública María Luisa Calderón Ponce. Como
yo —en mi caso por primera vez—, miles de niños y jóvenes regresaron a clases
el lunes 6 de septiembre que arrancó el ciclo 1971-1972. El siguiente fin de semana,
sábado 11 y domingo 12, se celebró un evento que resultó muchísimo más grande y
trascendente de lo que los más optimistas de sus organizadores hubieran soñado,
el Festival Rock y Ruedas de Avándaro. El guateque tuvo lugar en Valle de
Bravo, Estado de México, a 150 kilómetros del DF. Los 40 mil boletos que se
pusieron a la venta —costaban 25 pesos— se agotaron, pero fue mucho más gente; según
los más conservadores, la concurrencia alcanzó las 150 mil personas, aunque hay
quienes hablan de más de 300 mil. Sin contar a los grupos del pre-festival de
la mañana, actuaron once bandas, todas mexicanas: los Dug Dug’s, Epílogo, La
División del Norte —ni La Revolución de Emiliano Zapata ni Javier Batiz, los
primeros invitados, asistieron—, Tequila,
Ritual, Bandido, Los Yaki, Tinta Blanca, El Amor, Three
Souls in my Mind y el grupo que proveería los dos más célebres
pretextos de los cuales se valió el status
quo para denostar al Festival, Peace and Love
—tocaron dos rolas incendiarias, ¡oh, escándalo!, Marihuana y We got the power,
y, el colmo, su vocalista instó al público gritando “¡Chingue a su madre
el que no cante!” Después de Avándaro, las autoridades cerraron todos los
espacios a las bandas de rock.
•
En uno de los libros de texto que me
dieron en primero de primaria, el de Ciencias Naturales y Ciencias Sociales,
aparecen los dos primeros mapas de mi vida académica. En el primero, a doble
página, calada en el contorno de la República Mexicana —la superficie
continental—, sin fronteras interiores, una fotografía en la que, en picada, se
ve un grupo de infantes sonriendo. Nuestra
gran familia. El texto explica: Vivimos
en México. México es nuestro país. Somos mexicanos. El segundo mapa,
también a doble página, tiene un título de una ambigüedad maravillosa: Tenemos un futuro que vivir. ¿Teníamos ya
o tendríamos?. El país se muestra rodeado de agua: en el Golfo de México tres
peces y tres gaviotas; en el Pacífico, una ballena, dos peces y tres gaviotas.
En tierra firme, la cornucopia de recursos y la diversidad folclórica se
ilustran con dibujos infantiles. El texto evidencia la enorme distancia que nos
separa de aquel tiempo: Cuando crezcas
muchas cosas habrán cambiado. Todo lo que tenemos puede mejorar si nos
esforzamos.
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