Vivimos de inventar lo que no somos.
Jaime Torres Bodet, Resumen.
Resulta una justicia poética descollante que la Madre Patria tenga su
representación más célebre y entrañable en una pintura para la cual posó una
mujer tlaxcalteca, aparentemente indígena, llamada Victoria. Porque, claro, me
viene a la mente, en primer lugar, la más importante fuerza aliada de los
españoles una vez que por fin decidieron asaltar Tenochtitlan, el aguerrido
pueblo tlaxcalteca, asociado con Cortés no sólo durante la campaña en contra
del imperio Mexica-Colhúa, sino también posteriormente, a lo largo de la
conquista de otros territorios mesoamericanos. Así que si hubo una nación originaria
que, hombro con hombro con los ibéricos, se esforzó en la creación de la Nueva
España, fundamento político de lo que siglos después sería México, fue la
tlaxcalteca. Leía hace poco una ponencia en la que dos investigadores de la
UASLP se preguntan: “¿todos los indígenas fueron derrotados militarmente en el proceso
de conquista?, ¿en su imaginario todos asumieron que fueron conquistados? La
respuesta es compleja, pero decididamente negativa. Los tlaxcaltecas, principales
aliados indígenas de los españoles, elaboraron relatos escritos y visuales que
exaltaron su alianza con los españoles, [en los que] se representaron a sí
mismos como conquistadores” (José Luis Pérez Flores y Enrique Delgado López, Los indígenas conquistadores del septentrión
novohispano: la conquista indígena en imágenes).
En segundo lugar pienso en José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix,
a quien quizá no recuerdes, al menos no con ese nombre, que fue el que le tocó
en suerte al apersonarse en este mundo, pero tal vez sí con el alias que
decidió adoptar desde 1812, poco después de que el ejército del que formaba
parte, el insurgente dirigido por Morelos, tomara la ciudad de Oaxaca. En sus
memorias, José Manuel Correa, cura de Nopala, dejó testimonio del evento: “… se
le dio el título de coronel al modesto joven Félix Fernández [sic], quien lleno de entusiasmo tomó el
sobrenombre de Guadalupe Victoria, teniendo yo el honor de apadrinarlo en la
posesión de su empleo” (Luis Armando Victoria Santamaría, Guadalupe Victoria: El águila negra). Guadalupe se lo plantó para honrar a la virgen patrona del país que
él y sus correligionarios querían independizar, y Victoria por su inquebrantable anhelo de triunfo. Doce años después
este hombre, ya bien conocido como Guadalupe Victoria, sería electo el primer
presidente de México.
Pero quién fue la mujer que modeló para Jorge González Camarena cuando,
en 1962, el tapatío pintó La Patria,
imagen insignia del nacionalismo mexicano posrevolucionario. En palabras del
artista una “guapa y joven mujer de Tlaxco, Tlaxcala, llamada Victoria Dorenlas”.
El pasado 12 de febrero, se llevó a cabo una ceremonia con motivo del 60
aniversario de la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos
—el proyecto había sido impulsado por Jaime Torres Bodet, quien ocupaba por
segunda ocasión el cargo de secretario de Educación Pública, y el decreto
correspondiente fue firmado por López Mateos—. Además del presidente y del
actual secretario, habló Diego Prieto, secretario técnico del INAH, quien
refirió la historia de Victoria. El funcionario retomó, sin agregar nada, lo
que González Camarena dejo saber: la joven esposa de un guarura a las órdenes
de un político hidalguense, su temprana viudez, en fin, la misma historia, el
mismo nombre: Victoria Dorenlas. En 1992, Willebaldo Herrera publicó en Proceso un texto en el que, después de
resumir lo que el pintor le contó a su amigo Antonio Luna, especula: “… se
desconoce el paradero de Victoria Dorenlas. En versiones no confirmadas…, se
dice que fue compañera de otro artista, Cutberto Escalante…, en la vecina
población tlaxcalteca de San Martín Xaltocan, a la que volvió después de
algunas correrías parisinas, para morir victima del alcoholismo en su tierra
natal, San Agustín Tlaxco. Ninguna persona pudo aportar datos sobre su destino”.
Pero el mismo Herrera, desde hace algunos años, sostiene que Victoria en
realidad se apellidaba Dorantes, y que su nombre completo fue María Victoria de
los Reyes Dorantes Sosa. ¿La prueba? Papeles que él mismi encontró: “De acuerdo
con el acta de nacimiento y fe de bautismo de la tlaxcalteca…, halladas en un
trabajo en conjunto entre personal del ayuntamiento de Tlaxco y el escritor
Willebaldo Herrera entre 2014 y 2016, Dorantes Sosa fue la séptima hija del
matrimonio formado por Enrique Dorantes y Micaela Sosa. Los documentos
oficiales en manuscrito resguardados en el Archivo Municipal de Tlaxco señalan
que la musa de Jorge González Camarena nació en la Hacienda de San Lucas
Coaxamalucan del poblado de Tetla (en ese entonces Tetla era comunidad
perteneciente al municipio de Tlaxco), a las 23:00 horas del 16 de diciembre de
1922”. ¿Será? ¿Y de dónde salió el Dorenlas? “Se ha dicho que trabajó como
mesera de un lugar frecuentado por artistas de la época, entre ellos Diego
Rivera, quien se cuenta que la apellidó ‘Dorénlas’ porque la mujer también
pintaba y tenía un estilo que recordaba al reconocido grabador francés Gustave
Doré —cuenta Ricardo Cruz—”. Oficialmente se ha dado por bueno el chisme: la
placa que está en la base de la escultura de Victoria colocada en la plaza de
Tlaxco indica: “La Patria” Victoría [sic] Dorantes (Dornelas).
Pero yo dudo: si Victoria Dorantes nació en 1922, en 1961, cuando
González Camarena pintó La Patria,
ella debió de estar a punto de cumplir 40 años, y 57 cuando la retrató como
Malinalli. Por descontado, un pintor puede perfectamente idealizar a su modelo,
pero lo que no me cuadra es la insistencia de que era una jovencita recién
enviudada cuando posó para La Patria.
En fin, no importa: la Madre Patria es por ahora Victoria Dorantes y ya se la
pelean: Hace unas semanas, “el edil de Tetla de la Solidaridad, Eleazar Molina —informa
un
sitio de noticias locales— exigió al
Congreso del Estado [de Tlaxcala] reconozca que la mujer que durante años
apareció en las portadas de los libros de texto es originaria del municipio de
Tetla de la Solidaridad y no de Tlaxco…” Ojalá que el reclamo no proceda: sería
horroroso que una Victoria Patria de la Solidaridad…
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