Education, n. That which discloses to the wise
and disguises from the foolish their lack of understanding.”
Ambrose Bierce, The Devil's Dictionary.
Hasta hace poco en este país se respetaba a quienes alcanzaban un doctorado. Parece que ya no, en parte debido a que últimamente una estela de personajes públicos se ha encargado de mancillar el grado. Particular culpa han tenido algunos políticos. El colmo, el doctorado Honoris Causa en “Letras Humanas” —¿habrá de otras?— que en mayo una universidad estadounidense otorgó a un desparpajado señor que escribe y se anima a publicar esperpentos como estos: “Nor hemos convertido en el haz me reir....”, “Che vola de rateros......”, “Todos a VOTAR para VOTARLOS.” Por supuesto, me refiero al expresidente Fox y al reconocimiento que le concedió la Universidad de Miami en Florida —en donde, casualmente, trabaja de rector un exempleado suyo—. Después de episodios como este es imposible que no se dé el abaratamiento simbólico de cualquier doctorado, lo cual, al menos desde una perspectiva puramente estadística, es sumamente injusto porque no, los doctorados —la inmensa mayoría— no se dan maceta.
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En México, de cada diez habitantes, dos son menores de 12 años. De los poco más de 126 millones de seres humanos que contó el Censo de Población y Vivienda que en 2020 realizó el INEGI, 100’528,155 tienen 12 años y más, es decir, ocho de cada diez. De esos 100.5 millones de personas, poco menos del 5% no tiene ninguna escolaridad. En términos relativos luce poco, pero estamos hablando de 4.6 millones de hombres y mujeres (4’672,497), es decir, un monto superior a la gente que vive en todo Colima o en Baja California Sur o en Campeche o en Nayarit…, ¡o en 19 entidades federativas más! (Tlaxcala, Aguascalientes, Zacatecas, Durango, Quintana Roo, Morelos, Yucatán, Querétaro, Tabasco, San Luis Potosí, Sonora, Sinaloa, Hidalgo, Coahuila, Tamaulipas, Guerrero, Chihuahua, Baja California y Oaxaca). La cantidad de gente de 12 años y más que no tiene ninguna escolaridad es prácticamente igual que la población total de Michoacán. La situación no se presenta de la misma manera en todo el país: mientras que en Nuevo León, Coahuila y la Ciudad de México la proporción de personas sin escolaridad no alcanza dos puntos porcentuales (1.7%, 1.8% y 1.9%, respectivamente), supera los diez en Chiapas (12.4%) y Guerrero (10.8%). Las mujeres conforman la mayor parte de las personas de 12 años y más que no tienen ninguna escolaridad, con el 57.8% a nivel nacional. En Oaxaca y Puebla esta condición se acentúa, con 64.2% y 62.4%, respectivamente, en tanto que en Sinaloa y Sonora se invierte, es decir, en ambas entidades es menor la participación femenina en la población sin estudios (46.4% y 47.6%, respectivamente). En cuanto a la edad, entre los adultos mayores —60 años y más— se encuentra la mayoría de las personas que no tiene ninguna escolaridad (56.8%).
De cada 100 personas de 12 años y más, descontando a quienes no tienen ninguna escolaridad, 55 cuentan con educación básica, 24 con media superior y 21 con educación superior.
En siete estados de la República la participación relativa de la gente que sólo cuenta con educación básica va de 60% a 67% —Durango, Guerrero, Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Oaxaca y Chiapas—; en el extremo opuesto, en tres entidades es inferior a la mitad —Sinaloa y Baja California Sur, con 49% en ambos, y Ciudad de México, con 39%—.
Los estados en los que se reporta una menor participación de personas de 12 años y más con educación superior, en todos los casos inferior al 20%, son Chiapas y Oaxaca (14%), Guanajuato y Guerrero (16%), Michoacán y Zacatecas (17%), Hidalgo (18%) y Veracruz, Durango, Tlaxcala y Puebla (19%). En contraste, Nuevo León, Sinaloa y Querétaro son las entidades federativas con mayor proporción de personas con educación superior (24%, 25%, 26% y 27%, respectivamente). Destaca la Ciudad de México, en donde un tercio de la población de dicho rango de edad cuenta tal nivel escolar (34%); en términos absolutos, estamos hablando de 2’614,326, un contingente que supera la población total de cada uno de los 13 estados menos habitados.
De los 20.3 millones que declararon al Censo contar con estudios a nivel superior, 7% reportó estudios técnicos o comerciales con preparatoria terminada, 5% normal con licenciatura, 78% licenciatura, 2% alguna especialidad, 7% maestría y apenas 1% doctorado.
En todo México solamente 254,529 personas declararon haber estudiado un doctorado. Si tuviéramos que reunirlas, bastaría citarlas en el estadio Azteca repartidas en tres fechas, y sobrarían lugares (el Coloso de Sana Úrsula tiene una capacidad de 87 mil espectadores). O podríamos reunirlas el mismo día: a las doctoras (44% del total) las recibiríamos en el Foro Sol y en el estadio Olímpico Universitario de CU, y nos sobrarían 15 mil butacas; y a los doctores (el 56% restante) en el Azteca y en el estadio Jalisco de Guadalajara, y quedarían 700 asientos libres. Seguramente la mayoría llegaría de las tres más grandes áreas metropolitanas del país: dos de cada diez doctorados radican en la Ciudad de México, y si consideramos a las doctoras y los doctores que habitan además en el Estado de México, Jalisco y Nuevo León, tendremos al 43% del total.
Los 254 mil doctores que hay en México somos, cuantitativamente, un pelo de gato: el 0.2% de la población total del país…, y eso que los entrevistadores censales no le pidieron a nadie un título para demostrar lo que declaraba… Vaya usted a saber qué contestó Fox cuando le preguntaron su grado escolar… Por cierto, en su cuenta de Twitter, el casi octogenario chilango afincado en San Francisco del Rincón, Guanajuato, tiene 1.4 millones de seguidores, cinco veces más que las personas con doctorado que hay en México.
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