Buenos días
“Enamorada de la vida
y del presente” —como ella misma se presenta —, el pasado día 29, la señora
Azucena Uresti —“Conductora en #MilenioTV, #RadioFórmula y #TeleDiarioEnEl6”— comenzó
su trajín en Twitter deseando a su TL un #BuenViernes. Luego reportó que el presidente
López Obrador acababa de informar que ya se había logrado vacunar contra la
covid-19 a toda la población mayor de 18 años del país…, los que quisieron,
claro —con todo, ocho de cada diez—. En el siguiente tuit informó que en la
CDMX el 100% de los mayores de 18 años tiene al menos una dosis y que el 94%
cuenta con el esquema completo. Hasta aquí, todo normal…, pero enseguida tuiteó
una duda: “¿Qué está pasando?”
¿Qué está pasando?
El cuestionamiento,
uno podía suponer, se refería al video que anexó a su mensaje: un extracto de
la mañanera de ese mismo día. Desde la ciudad de Campeche, Andrés Manuel
López Obrador había declarado: “¿Qué hizo el neoliberalismo o qué hicieron los
que diseñaron para su beneficio la política neoliberal? Una de las cosas que
promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar
los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos
mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la
protección de los animales. Muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el
propósito era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que
no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y
que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara afuera del
centro del debate. Por eso no hablaba de corrupción, se dejó de hablar de
explotación, de opresión, de clasismo, de racismo.”
Pasa que no entienden…
Como era de esperarse,
ya desde el medio día, más de uno —y una—, había interpretado —o había decidido
que para su batallar político convenía interpretar— el aserto como una
arremetida salvaje de “López” contra las respetables causas aludidas. Muchos
habían pegado ya el alarido en el cielo… Así que la pretensión de la pregunta
de Azucena Uresti era palmaria. Es decir, lo que había expresado AMLO, usted
acaba de leerlo, es perfectamente comprensible… Pero ¡bueno!, era una pregunta,
así que le contesté: “Está pasando que no entienden que no entienden… Señora
Uresti, le recomiendo que lea este libro del sociólogo francés Alain Touraine.
Quizá le dé luz para entender lo que está explicando el presidente”. Y agregué
al tuit una foto de la portada de El fin de las sociedades (FCE, 2016).
Ya he traído a cuento aquí
el magnífico ensayo de Touraine (Normandía, 1925), en el cual advierte que
entre las fuerzas que están destruyendo todas las instituciones sociales no
sólo está el individualismo, sino también un retroceso agresivo a la comunidad.
“La presencia simultánea del espíritu comunitarista y del individualismo
antisocial le da un sentido concreto al tema del fin de lo social…” ¿Lo
comunitario como enemigo de lo social? En efecto, “el enfrentamiento entre las
redes y los sujetos se afirma sobre las ruinas de lo social”. No sólo es el yo
egoísta, también un montón de nosotros limitados por intereses de grupo,
por problemáticas particulares o incluso a veces sólo por modas.
Chomsky
En su más reciente
libro, Consequences of
Capitalism: Manufacturing Discontent and Resistance (Penguin Books, 2021) —firmado
en coautoría con el profesor de Geografía Marv Waterstone—, el avispadísimo nonagenario Noam Chomsky
(Pensilvania, 1928) explica también el asunto aludido por López Obrador. Sostiene
que las devastadoras consecuencias contemporáneas del capitalismo pueden
agruparse en tres grandes categorías: militarismo —con todo y las amenazas de
guerra y el llamado terrorismo—, la catástrofe ambiental, y “el conjunto
aparentemente más mundano de efectos neoliberales”. Es en el último bloque en
el que incorpora la cuestión de la dispersión de las fuerzas sociales, la
pulverización del problema y la consecuente división de los agentes que
dispuestos a enfrentarlo. Traduzco: “Durante
los últimos años, al igual que desde hace varias décadas atrás, hemos visto una
enorme panoplia de movimientos sociales en favor de la justicia social,
política y económica: movimientos contra el recorte del gasto [de los
gobiernos], activismo ambiental, promoción de los derechos humanos (incluidas
expansiones de la definición de “humanos” y la lista de derechos en sí), la
reforma de la justicia penal, la eliminación o reducción de la pobreza y muchos
otros. Una constante desalentadora ha sido la capacidad exitosa de las élites
para mantener estos movimientos separados y, a menudo, de hecho, antagónicos
entre sí”. En México, la situación descrita es bien conocida: se promovió la transparencia
y se permitió la corrupción, se repartieron dádivas entre una panda de ONGS y
se evidenció que eran recursos que había que repartir entre diversos
movimientos: feministas o ecologistas o en favor de los derechos de los
animales o de promoción de los derechos humanos o en defensa de la comunidad LGBTTTIQ+…
La diseminación de causas… Por
eso tiene sentido que uno de los propósitos del libro sea “demostrar los
vínculos fundamentales entre estos problemas aparentemente dispares, a fin de
proporcionar la razón y el ímpetu para la coalición y la unidad”. Chmosky y
AMLO tienen razón: divide et vinces ha sido hasta ahora una estrategia
eficaz de la Megamaquinaria.
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