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El 7 de diciembre de 2023 estuvo movido. Según datos del Centro de Sismología de la Universidad de California en Berkeley, ese día, que cayó en jueves, se reportaron varios sismos superiores a 4 grados:
- En Indonesia, un sismo de magnitud 5.2, ocurrido a las 10:23 horas, hora local, en la provincia de Sulawesi Tengah, a 10 km al noroeste de Palu.
- En Japón, un sismo de 4.9 grados, acaecido a las 12:33, en la prefectura de Shizuoka, a 20 km al sur de Shimizu.
- En Nueva Zelanda, un sismo de 4.7, a las 18:32, en la Isla Norte, a 20 km al sur de Wellington.
En México, desde más temprano, también tembló. En la madrugada, a las 4:44, se registró un movimiento de magnitud 4.1, 125 km al suroeste de Tonalá, Chiapas. No sé de nadie en la capital del país que se haya despertado por ese temblorcito. Ya en mañana, unos segundos después de las 9:11, ocurrió uno más con la misma intensidad, pero a 75 km al noreste de Matías Romero, Oaxaca; igual, imperceptible en la Cuenca de México. Horas más tarde, casi 40 minutos después del mediodía, en el mismo sitio oaxaqueño, otro de 4.1 grados. A esa hora yo me encontraba en mi trabajo, en un tercer piso, a unos metros del cruce de Viaducto con Cuauhtémoc, en la Ciudad de México. Yo no me enteré de nada, como ninguno de mis compañeros. Pero la cosa iba a ser distinta un par de horas después…
25 km al sur de Chiautla de Tapia, Puebla, en punto de las 14:03:37 se desató un sismo magnitud 5.8, cuyas ondas pronto llegaron al sitio en donde me hallaba. De inmediato comenzó a sonar la alerta sísmica. Conforme a los protocolos, los tres primeros pisos del edificio procedimos a evacuarlo. Segundos después, con la misma fuerza y desde el mismo lugar llegó el segundo chicotazo. Seguramente me tocó bajando por las escaleras de emergencia. Yo no sentí ninguno. La gente de los pisos superiores nos alcanzó en la calle minutos después, y muchas personas seguían sin poder superar la crisis de pánico.
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Cinco días después, el martes 12 de diciembre, volvió a ocurrir un temblor de más de 4 grados en Japón —4.4 a las 2:26, con epicentro en Okinawa—. También sucedieron sismos en California, Estados Unidos, y en la isla de Sumatra, Indonesia, en ambos casos con igual magnitud: 4.1. Acá en nuestro país se reportaron varios movimientos telúricos: a las 8:18 de la mañana, 33 km al este de Tecomán, Colima, se reportó uno de 4 grados, y pasado el meridiano, a las 12:49, 76 km al oeste de La Mira, Michoacán, sucedió otro de 4.3 grados. Poco después de las tres de la tarde, en Chiapas, 53 km al sureste de Ciudad Hidalgo, ocurriría uno más de magnitud casi 5. Ninguno de ellos no sería noticia. Los eventos sísmicos que sí dieron de qué hablar tuvieron su epicentro en la Ciudad de México, y aunque fueron clasificados como “microsismos”, en varias demarcaciones se sintieron horrible.
Fue una decena de temblores y todo sucedió muy rápido. El episodio inició a las 11:06:27 a. m. Sentí primero un jalón y enseguida un brinco. De por sí mi oficina es callada, pero entonces se hizo un silencio muerto, atónito, que en un brevísimo instante se rompió…
— ¡Está temblando!
Por supuesto, la alerta sísmica no había sonado —no podía haberlo hecho—, así que la señal de evacuación fue el movimiento mismo. En cierto orden, pero apresuradamente, la mayoría se precipitó hacia las escaleras de emergencia, mientras algunos compañeros brigadistas de protección civil pedían calma y que solamente nos replegáramos. Sabríamos después que aquel inicial tuvo una magnitud de apenas 2.8 grados, aunque lo hubiéramos sentido tan fuerte. El sismo se originó a poca profundidad, apenas un kilómetro bajo tierra, pero muy cerca de donde estábamos: latitud 19.36, longitud -99.20, es decir, más o menos a ocho kilómetros al sureste de la oficina, justo frente a la casona que se localiza en calzada de las Águilas No. 237, en la colonia Pilares Águilas, demarcación territorial Álvaro Obregón.
Todavía ni siquiera comenzábamos a comentar lo ocurrido entre los que nos habíamos quedado replegados, cuando el zangoloteo se repitió…
— ¡Otra vez!
— ¡Más fuerte!
El segundo microsismo fue más sismo y menos micro, 3 grados, y ocurrió exactamente un minuto 25 segundos pasado el primero. Entonces se desvaneció toda duda: a evacuar… El siguiente, de 2.4, sucedió un minuto después y seguramente ya nos tocó en la calle. Seguirían las réplicas, ya de menores intensidades, hasta casi las dos y media de la tarde.
— ¿Dónde te agarró el temblor?
— Microsismo.
— Muy micro, muy micro, pero movió re feo todo el edificio…
Otra vez: los compañeros que estaban en los niveles más altos vieron las de Caín…
— ¡Ay, oye!, ya es mucho, ¿no?
3
Al día siguiente, miércoles 13 de diciembre, tembló muy cerca de Santa Rosalía, Baja California Sur, y más tarde, en el extremo opuesto del país, a 35 kilómetros al sureste de Puerto Escondido, Oaxaca. Luego, más al sur, frente a las costas chiapanecas. También temblaría de nueva cuenta en las proximidades de La Mira, Michoacán, y casi a las cuatro de la tarde, a unos kilómetros de Pijijiapan, Chiapas. Pero en la capital de la República, transcurrió la jornada sin novedad…, al menos ese día.
El jueves 14, casi a las diez y media de la mañana, se reportó un sismo fuertecito, de magnitud 5.3, al suroeste de Huixtla, Chiapas, y sólo tres minutos después, en el mismo estado, pero 112 km al suroeste de Ciudad Hidalgo, otro, ligeramente más intenso. Casi en el mismo sitio, cinco minutos antes del mediodía, dos más, ahora de 5.8. y de 5.5 grados, a más de cien kilómetros al suroeste de Ciudad Hidalgo. En la Ciudad de México, no los sentimos. Pero dos horas después sí que percibimos dos microsismos locales.
El primero sucedió a las 14:13:14 horas, con una magnitud de 3.2 grados. Yo lo sentí como una sacudida. Inicialmente, el Sismológico Nacional reportó que el epicentro se había localizado en La Magdalena Contreras. En la oficina lo sentimos casi todos y la gran mayoría procedió como lo había hecho dos días atrás: sin preámbulos, presurosos, se dirigieron hacia las escaleras de emergencia. Noté mucho menos nerviosismo que la anterior ocasión. Incluso ya muy pocos dijeron haber sentido el segundo movimiento, que se presentó un par de minutos más tarde. De menor intensidad, 2.4 grados, desde el reporte preliminar el Sismológico estableció la localización de su epicentro en la Álvaro Obregón, más precisamente con una latitud 19.37 y una longitud -99.20. Si hemos de asignar un domicilio a dicha ubicación, corresponde a avenida Rosa Tártara 67-85, colonia Molino de Rosas, en la demarcación Álvaro Obregón, es decir, a unos metros de Río Mixcoac, menos de dos kilómetros al norte del epicentro de los sismos del martes anterior.
Esa misma tarde, el Servicio Sismológico Nacional daría a conocer una actualización del epicentro del primer microsismo. En vez de La Magdalena Contreras, corrigió, el evento había tenido lugar 3 km al sureste de Villa Álvaro Obregón: latitud 19.363, longitud -99.20. El punto coincide con la siguiente dirección: Fujiyama 115, Las Águilas, Álvaro Obregón, 01710, Ciudad de México. El lugar se halla también muy cerca de Río Mixcoac, poco más de un kilómetro al sur del epicentro de los sismos ocurridos dos días antes.
4
Ese jueves salí de clases a las nueve de la noche. Hacía demasiado frío para regresar a casa en bicicleta, así que tomé el metrobús. En el trayecto entre un par de paradas bastante espaciadas, le eché un ojo a las tendencias de X —o sea Twitter— y me encontré que una de ellas era “volcán”. ¿Don Goyo se pondría latoso otra vez? El metrobús venía echando tumbos y frenazos constantes, así que dejé en paz el celular y me puse a escuchar música. Bajé en mi estación y eché a andar. En una de las calles por las que paso, Georgia, abundan los restaurantes y bares que tienen esas abusivas terrazas, herencia de tiempos de confinamiento. Aquella noche estaban a reventar. Todas las enormes pantallas estaban encendidas y en todas podía verse lo mismo: el encuentro entre el América y los Tigres de la UANL. Claro, pensé, el partido seguramente está disputándose en Monterrey, en el estadio Universitario, al que apodan así, “el Volcán”. Esa tenía que ser la explicación del trending topic.
Llegué a casa, y después de cenar me metí a X, nada más para confirmar mi suposición. ¡Oh, sorpresa! Resulta que no, que el dichoso Volcán de Monterrey no era el referido en la mayoría de los posts —tweets, pues—, sino otro. Enseguida algunos ejemplos:
- El 12 de diciembre, día de los primeros sismos, Licaldo pedía asesoría a quien debe de considerar una autoridad en vulcanología: “@lopezdoriga Vivo en Mixcoac-Plateros, hay un rumor de que [los sismos] pueden ser por el nacimiento de un volcán, ¿es posible?”
- El Señor Extraño opinaba: “Estaría loco que naciera un volcán en medio de Mixcoac y Barranca del Muerto.”
- También el martes, DanielDib explicaba: “No hay sensores para sismos con epicentro en Mixcoac, claramente hogar del próximo Paricutín.”
- El día 13, Elena, hipotetizaba: “Se me hace que hay un volcán a punto de nacer en Mixcoac”.
- Con toda honestidad, Reg, escribió: “Yo no sé nada del tema, pero juro que va a salirnos un volcán como el Paricutín. Exijo que se llamé Volcán Mixcoac Regina”.
- Al día siguiente, Amante Bandido, positivo él, comentaba lo que para entonces evidentemente ya era un rumor bien propagado: “Ojalá si salga un nuevo volcán en Mixcoac para que baje la renta”.
- Martí Batres, jefe de gobierno de la CDMX, había posteado —o sea tuiteado—: “Misma zona epicentral que el del martes. Se sintió en la zona de Mixcoac. Son dos, el segundo es más pequeño. Hasta el momento no se han reportado daños.” Y un tal Panky comentaba: “Una de dos, vamos a tener un nuevo volcán o se va a hundir Mixcoac”.
- “Está por formarse un volcán en Mixcoac, no tengo pruebas, pero tampoco dudas”, contundente, señalaba Rauw Ramírez, un perfil con avatar de gato.
- El Doctor Makara, claridoso, informa: “Va a salir un pinche volcán en medio del metro Mixcoac”.
- “Los microsismos en la CDMX en especial en las zonas como Álvaro Obregón y Mixcoac son la prueba inequívoca de que un volcán está naciendo debajo de la tierra, tal vez como parte del campo volcánico de la Chichinautzin, pero el gobierno nos lo encubre”: El Rob X.
- En plan ya más propositivo, Cuentautor, sugiere: “Yo creo que este último #sismo con epicentro en Mixcoac anuncia el nacimiento de un volcán en la Ciudad de México, no sé qué opinen ustedes, pero propongo llamarlo El Mixcoactépetl”.
En el informe especial que emitió a propósito de los microsismos de la semana pasada —Sismos del 12 al 14 de diciembre de 2023, Cuenca de México (M 3.2)—, el Servicio Sismológico Nacional indica: “En cuanto al origen de los sismos en la región, se piensa que son generados por el reactivamiento [sic] de antiguas fallas geológicas. También se considera que estos eventos pueden ocurrir como resultado de la acumulación de tensión regional o que el hundimiento del Valle de México podría originar tensiones que si bien no generan propiamente a los sismos sí pudieran dispararlos. También existe la hipótesis de que los grandes sismos generados en la costa pudieran dar lugar a condiciones de desequilibrio y desencadenar sismos locales”. Ni media palabra de volcán alguno. No importa, si fue nombrado y el mote encuentra quienes lo repitan, la entidad cobra existencia social. En este caso, además, el volcán de Mixcoac cumple otra función: en vez de quedarnos con la triste verdad de que los sismos en la Ciudad de México son parte de una dinámica, la geológica, que sucede a una escala enorme respecto a la nuestra, ante la cual no nos queda más que atestiguarla y tratar de entenderla a toro pasado, el volcán de Mixcoac provee una explicación que ni puede probarse ni ser desmentida con evidencias contundentes.