Señora Bertha Xóchitl Gálvez Ruíz
Candidata del PRIAN a la Presidencia de la República
PRESENTE
Usted podría haber perdido y ya; en cambio, optó por degradarse, degradar el proceso electoral y degradar la política mexicana contemporánea.
Usted podría haber perdido y, con todo, pasar a la historia ocupando un sitio tal vez no decoroso, pero más o menos relevante. Señora Gálvez, usted tuvo la oportunidad de ser recordada simplemente, y no es poca cosa, como la primera candidata del PRIAN a la Presidencia de la República, la persona que abanderó abiertamente, a la descarada, a la coalición entre el desahuciado Partido Revolucionario Institucional y el decadente Partido Acción Nacional —y, ¡bueno!, si quiere también podría incluir a la lastimosa bagatela que queda hoy del Partido de la Revolución Democrática—. En cambio, decidió usted tratar de tomarle el pelo a toda la ciudadanía con la patraña boba e insostenible de su candidatura “ciudadana”. El cuento del “proceso interno”, del millón de firmas, de la “ciudadana apartidista que impulsó la gente”…, todo aquello fue como una mojiganga, con todo y la escenografía, primero multicolor y luego nada más rosita-INE, que algunos diseñadores facturaron para intentar tapar lo más posible lo que todos hemos tenido todo el tiempo frente a nuestros ojos: al PAN y al PRI coludidos, los blanquiazules y los tricolores. Atrás de su corazón tachado —apiádese y regálele un cursito de semántica a quien se lo haya dibujado— está el PRIAN. Pero según usted misma, es y no es la candidata del PRIAN. Las dimensiones del embuste justifican sobradamente que a usted la recordemos con el adjetivo correspondiente.
Usted podría haber perdido con un poco de dignidad y en cambio optó por deslustrarse a sí misma cada día más y más. Desde hace semanas, señora Gálvez, usted ha conseguido lo que parecía imposible: seguir cayendo estando ya en la lona. Simbólicamente, a estas alturas, de su personaje ya no queda más que una piltrafa. El multitudinario esfuerzo que la derecha organizó para inflar a ese personaje fracasó. Usted se ha encargado de que resulte imposible creer que usted sea de izquierda si aplaude el triunfo de Milei, si quiere entregar el sistema eléctrico nacional a la iniciativa privada, si toda su trayectoria política la ha hecho como panista… Usted misma se ha encargado de que resulte imposible creer que sea usted feminista si representa a la organización política que encabeza el señor Alito, si actúa bajo la ordenanza de un gerente suprapartidista, si como candidata del PRIAN sistemáticamente se ha negado a pronunciarse a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, si se ha dedicado a lo largo de toda la contienda a ejercer violencia simbólica de género en contra de la candidata de Morena afirmando que ella es sólo una extensión de un hombre, el presidente López Obrador… Usted misma se ha encargado de que resulte imposible creer que es indígena nada más porque viste huipiles… Usted misma se ha encargado de que resulte imposible creer que sea “la mejor ingeniera de México”, no sólo porque la alabanza en boca propia es vituperio, también por sus pifias aritméticas no han hecho más que evidenciarla… Usted misma se ha encargado de hacernos saber que sus empresas sí han crecido bajo el cobijo de sus puestos públicos. Usted misma se ha encargado de que resulte imposible creer que es una candidata cercana a las clases populares nada más porque dice que le va al Cruz Azul y se expresa como se expresa… En fin, la principal damnificada de haber construido su candidatura a partir de un aluvión de medias verdades y mentiras palmarias es usted misma. El resultado, sin embargo, no la convierte en una víctima, no porque, señora Gálvez, usted sabía desde el principio que no tenía atributo alguno para merecer esa candidatura y que no tenía ninguna posibilidad de ganar la elección. La aceptó y lo hizo seguramente para obtener beneficios personales.
Usted podría haber perdido sin necesidad de haber inmiscuido y puesto en riesgo a su propia prole. Para perder como va a perder no era necesario que mostrara el entreguismo típico del conservadurismo mexicano. Usted bien pudo evitar actuar de manera sectaria. Para perder como va a perder no era necesario que fuera soez. Usted podría haber perdido sin necesidad del insulto que representó tratar de parodiar a las clases populares —lo cual retrata con toda nitidez el profundo desprecio de la derecha mexicana a lo que no sea VIP—. Pero, sobre todo, señora Gálvez, para perder como va a perder no era necesario que optara por incentivar el odio —que no la polarización— entre unos cuantos intoxicados. Tanto el amor como el odio son delirantes: basta ver las expresiones de los actores de uno de sus más recientes spots para entender lo que quieren atizar. Pero es más grave: el mensaje “¡Bótalos a la chingada!”, “¡Bótalos a la verga!”, textual, refiriéndose a sus contrincantes políticos, no sólo a los candidatos de Morena sino también a la base ciudadana en que se soportan, cae plenamente en la vileza.
Ahora, señora Gálvez, no sólo va a perder, va a perder y va a ocupar un rol infame en la historia.
Dicho lo anterior, señora Bertha Xóchitl, ojalá pueda cambiar, ojalá busque cierta paz interior, pueda sanar, y pueda arrancarse todo el odio que ha sembrado.
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