Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 30 de junio de 2024

Agnosias

  

Una conciencia demasiado clarividente es, se lo aseguro,

una enfermedad, una verdadera enfermedad. 

Fedor Dostoevsky, Memorias del subsuelo.

 

 

 

— ¿Cómo estás? ¿Qué tal de salud?


— Todo bien. ¿Y tú?


— Igual, muy bien, sin problemas.


Dicho esto, o cambia el tema de la conversación o se despiden: no queda nada más qué decir.


 

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El de Ana Karenina, de León Tolstói, es uno de los íncipits más citados de la literatura occidental: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”. Uno lee esas palabras y sabe que está a punto de enterarse de las penurias privadas de algunas personas. Es un gran íncipit: conmina a adentrarse en la novela.


La felicidad es sosa e incluso chocante para quienes no la están disfrutando. Las desdichas en cambio nos resultan interesantísimas. Con la salud y la enfermedad sucede igual. Los novelistas lo saben. Dostoyevski inicia así sus Memorias del subsuelo: “Soy un hombre enfermo... Soy un hombre rencoroso. Soy un hombre poco atractivo. Creo que mi hígado está enfermo. Sin embargo, no sé nada en absoluto sobre mi enfermedad, y no sé con certeza lo que me aflige”. Un íncipit también muy efectivo: sobre un diagnóstico categórico hay muy poco qué decir, pero una incógnita da pie a tanto…


 

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Hay que cuidarse, advierte el Diccionario panhispánico de dudas de la RAE, de no confundir noseología con nosología: la primera es una variante inusual de gnoseología, esto es, teoría del conocimiento, mientras que la segunda, que proviene de la voz griega nósos, “enfermedad”, es la parte de la medicina que describe y clasifica las enfermedades.


La nosología se compone de cuatro ramas: nosonomia, nosotaxia, nosografía y nosognóstica. La primera y la segunda se encargan de la conceptualización y de la clasificación de las enfermedades, respectivamente; la tercera atiende el origen —patogenia— y las causas —etiología—, la sintomatología —semiótica— y la evolución —nosocronia— de las enfermedades, y la última se ocupa del diagnóstico y el pronóstico. Parte esencial de la nosonomia, claro, es la nominación de los males.


En el vastísimo campo de las enfermedades mentales, nos hemos complicado tanto la vida que ya nadie se conforma con etiquetar como loco a alguien, como hace más de cuatrocientos años Cervantes hizo con el Quijote. Neuróticos, histéricas, melancólicos, maníacas…, más allá de los términos clásicos, la plétora de trastornos que la diversidad humana despliega, por un lado, así como la capacidad de analizar —en última instancia descomponer el todo en sus elementos para tratar de entender por partes— han dado pie a la nominación de un montón de padecimientos mentales. Echemos un vistazo, apenas raudo y limitado, a la miscelánea de algunos males mentales, en particular al anaquel de las agnosias.


 

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Abordemos el asunto tangencialmente… Si usted comienza a percibir a la gente que lo rodea más pequeña, y no lo digo metafóricamente, sino realmente, es decir, ve a los demás más chiquitos, quizá usted esté experimentando alguna forma de micropsia —o síndrome de Alicia en el País de las Maravillas—. La micropsia es un trastorno neuropsicológico que puede estar relacionado ya sea con el consumo de químicos psicoactivos o con tumores cerebrales. Y como hay cuadros de micropsia los hay también de macropsia —la realidad se percibe engrandecida, como si uno viviera en tierra de gigantes—, así como de paleopsia y telopsia —se ven lo objetos más cerca y más lejos de lo que están, respectivamente—. La micropsia frecuentemente acompaña al síndrome de Charles Bonnet, una condición —no se considera que sea una enfermedad— en la que las personas con pérdida de visión grave o total experimentan alucinaciones visuales vívidas, como figuras, patrones, gente o animales, que no están realmente presentes. 


Así como un ciego puede alucinar que ve —síndrome de Charles Bonnet—, otro ciego puede experimentar un tipo agnosia, la anosognosia —falta de percepción o conciencia de la propia enfermedad o discapacidad— y alucinar que sí puede ver. Esta última conducta puede presentarse en pacientes afectados por el Síndrome de Antón —una ceguera cortical que no se debe a ningún daño en los ojos ni en ningún otro componente fisiológico de la percepción visual, sino en la región del cerebro encargada de procesar la información visual—, quienes por negación pretenden actuar como si efectivamente vieran… y así les va.

 


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Además de la anosognosia, hay un montón más de agnosias —pérdida de la capacidad para transformar las sensaciones simples en percepciones propiamente dichas—. Otras relacionadas con la vista son, por ejemplo, la prosopagnosia o ceguera facial, la pérdida de la capacidad de reconocer rostros, y la acromatopsia cerebral, un trastorno neurológico poco común que afecta la percepción de los colores, y provoca que para quienes la padecen el mundo se mire en escala de grises.


Agnosias sobran. Los fonagnósicos pierden la capacidad de reconocer voces, incluso las que les eran familiares. La astereognosia es la incapacidad para reconocer cosas con el tacto. Los afectados por el síndrome de Gerstmann presentan agrafía —pérdida o deterioro de la facultad de escribir—, acalculia —dificultad o imposibilidad de realizar operaciones aritméticas—; dislexia espacial y agnosia digital —inhabilidad de identificar los dedos de las manos y pies—. La alexia pura es la agnosia consistente en perder la habilidad de leer, de comprender textos, aunque usualmente no se presenta acompañada de agrafía. La cinetoagnosia es la inhabilidad de reconocer el movimiento de un objeto, y la autotopagnosia es la incapacidad de identificar y mover como se quiere determinadas partes del propio cuerpo.

 


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Por más raros que nos parezcan estos padecimientos, me temo que, más allá del suspiro que es la vida, estamos destinados a transitar a la agnosia plena.

 

lunes, 24 de junio de 2024

Gente en México

  

¿Somos muchos para el tamaño de país que es México?


El tamaño de nuestro país tiene, ciertamente, muchas dimensiones, no solamente la espacial. De entrada, deberíamos pensar en la diversidad geográfica, los recursos y su abundancia. Por ejemplo, Groenlandia, una isla —la más extensa del planeta— que forma parte del Reino de Dinamarca, tiene una superficie de 2.1 millones de kilómetros cuadrados, es decir, poco más de la que conforma México, sin embargo 84% de ese inmenso territorio está cubierta por una gruesa capa de hielo. Afortunadamente, nuestras condiciones, cualquier infante de primaria lo sabe, son muy distintas: México es megadiverso. Pero quedémonos sólo con la más inmediata dimensión de la amplitud del país. Hace poquito más de cien años, en 1921, la Dirección General de Estadística llevó a cabo nuestro cuarto censo moderno de población; según este instrumento, entonces habitaban el país 14.3 millones de seres humanos —hoy día, tan sólo en el Estado de México viven alrededor de 18 millones—, lo cual se traduce en que al término de la Revolución Mexicana este país presentaba una población relativa de apenas 7 habitantes por kilómetro cuadrados (habs./km2). Conforme a los resultados de la ENADID 2023, en agosto del año pasado éramos 129.5 millones, así que la densidad poblacional se ubicó en 66 habs./km2. Así que en este renglón nuestra situación es incomparable respecto a naciones como Singapur (8,250 habs./km2), Bangladesh (3,020 habs./km2) o India (1,130 habs./km2), y también muy distante a la de Australia, Canadá y Rusia, con 3, 4 y 8 habs./km2.


¿Y cómo es que nos distribuimos espacialmente?


 

¿En dónde vive la mayor parte de la gente?


La mayor parte de las personas a quienes tocó en suerte radicar en este país vive en su franja central. Del Pacífico al Atlántico, en el cinturón que forman las doce entidades federativas centrales habitamos más de la mitad de la población total de México: Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Ciudad de México, Hidalgo, Morelos, Tlaxcala, Puebla y Veracruz. En total, 71.3 millones de los 129.5 millones, es decir 55 de cada cien habitantes. En conjunto, esta franja territorial tiene una superficie de 344.8 mil kilómetros cuadrados, de tal modo que en promedio la densidad poblacional en ella es muy superior a la nacional (66): 207 habs./km2.



Ahora bien, en el núcleo de dicha franja central, en el polígono de 28.7 mil km2 que conforman la CDMX y los dos estados que la rodean, el Estado de México y Morelos —una superficie algo más pequeña que la que ocupa Guanajuato, con 30.6 mil km2—, radicamos un total de 28.8 millones de personas, es decir, 22.2% de la población total del país…, poco más de 1 de cada 5 habitantes. Y, por supuesto, la densidad poblacional aquí es mucho más alta que en el resto del país: 1,002 habs./km2.


 

¿Cuánta gente vive en el norte del México?

Quitémonos de la discusión metafísica de dónde comienza el norte en México, y dado que sólo vamos a echar mano de datos desagregados a nivel entidad federativa, asumamos que “el norte del país” lo conforman los estados más septentrionales del país, los que hacen frontera con Estados Unidos. Seis de las 32 entidades federativas que conforman México hacen frontera con la nación más acaudalada del orbe; de oeste a este: Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. En ellas viven 23.6 millones de personas, 18.2% de la población total del país —ojo: tan sólo los dos estados que circundan la Ciudad de México, Morelos y el Estado de México, tienen una población conjunta de 19.5 millones de habitantes, 6.75% más que la población total de los seis estados de la República que hacen frontera con Estados Unidos—. Claro, en este grupo se hallan los estados más grandes de la República, así que no sorprende que en conjunto integren nada menos que 37% del total del territorio nacional (722.8 km2). Consecuente, la población relativa promedio en las entidades fronterizas del norte es muy baja: 33 habs./km2, justo la mitad respecto a la nacional. 


 

¿Cuánta gente vive en el sur del México?


Bien sabemos que la región que llamamos “el sureste” no es tan austral como suele creerse. Por ejemplo, Cancún, Quintana Roo, está más al norte que la Ciudad de México —latitudes: CDMX 19°25′N 99°12′O y Cancún 21°09′N 86°50′O—, o incluso Mérida, que se encuentra más o menos a la misma latitud que San Miguel Allende, Guanajuato. Con todo, si damos por buena la tradición que entiende a la península de Yucatán como parte del sur del país, diremos que en los estados sureños —Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán— viven 21.4 millones de personas —5.4 millones menos que los que vivimos en el Estado de México y la Ciudad de México—. La superficie que abarcan estos siete estados es de 397.1 mil km2. Así las cosas, resulta pues que la densidad poblacional en esta región es menor que la del promedio nacional: 54 habs./km2.

 


Resumiendo…

La población relativa a nivel nacional es de 66 habs./km2, mientras que en la franja central se eleva a 207 habs./km2, y en el núcleo de ella (CDMX, Estado de México y Morelos) aumenta dramáticamente a 1,002 habs./km2. En el conjunto de los estados del norte, la densidad es de apenas 33 habs./km2, mientras que en el grupo sureño es de 54 habs./km2, esto es, todavía por debajo del promedio nacional. Considerando sólo una variable más, la disponibilidad de agua, hay conclusiones que saltan a la vista de cualquiera, ¿no?

lunes, 17 de junio de 2024

Un poco más viejos, un poco más aislados

 

 

 

 

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Ávidos de desgracias, el 15 de marzo de 2020 algunos desinformadores profesionales, López Dóriga a la cabeza, anunciaron el óbito del empresario José Kuri Harfush, a quien etiquetaron como la primera víctima mortal por COVID-19 en México. Fue un bulo; la información sería desmentida. Con todo, el bicho y el pánico cundían, y había motivos. De China se sabía que el mal había matado a más tres mil personas, en tanto que en Europa a 2,291. En Estados Unidos los estragos causados por el coronavirus ya eran extraordinarios: ese día, la FED redujo su tasa de interés para situarla en un rango de 0 a 0.25%, a fin de evitar el colapso de su economía. Se estimaba que para ese día ya había más de 167 mil contagiados en suelo europeo y más de 100 millones en confinamiento. Aquello apenas comenzaba: en la primera quincena de marzo de 2020 se calculaba que en todo el mundo la covid-19 había dado muerte al menos a seis mil personas, mientras que, para mayo del siguiente año, según estimaciones de la OMS, habría cobrado la vida de entre 6.8 y 10 millones de seres humanos. En México, la pandemia apenas iniciaba. Aquella jornada, según datos de la Secretaría de Salud, en todo el país había sólo 53 casos positivos confirmados, nueve pacientes internados y aún no se tenía el registro de ningún fallecimiento. Tendrían que pasar varios meses para que se averiguara que, en realidad, el SARS-CoV-2 ya había causado una defunción en nuestro país: justo un día antes, el 14 de marzo de 2020, un hombre de 74 años había perecido en el Hospital General de Zona No. 18 del IMSS, en Gómez Palacio, Durango.

También el 15 de marzo, el Atlas le ganó 3-2 al Toluca. Jugaron en el estadio Nemesio Diez, vacío. Mientras se disputaba el partido, se dio a conocer que el torneo Clausura 2020 se suspendía hasta nuevo aviso. Una semana después, el día 23, ya con dos muertos y 316 casos confirmados, comenzó la Jornada Nacional de Sana Distancia, como llamamos en México al confinamiento sanitario. En medio de todo aquello, poco más de 147 mil entrevistadores contratados por el INEGI se afanaban por recabar la información del Censo de Población y Vivienda. El levantamiento había iniciado el 2 de marzo y terminaría el 27. Los resultados censales darían cuenta de la situación demográfica del país, referida a las cero horas del 15 de marzo del sorprendente 2020. Para entonces, al comienzo de la pandemia, en la República Mexicana vivíamos 126 millones 14 mil 24 hombres y mujeres. Algunos de ellos, unos 60 mil, aquel domingo asistieron al Foro Sol de la Ciudad de México a disfrutar del Festival Vive Latino, en donde pudieron leerse algunas pancartas dedicadas al covid-19: “el coronavirus me la pela”, decía una de ellas.

 

 

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Tres años y cinco meses después, el INEGI llevó a cabo la sexta Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID). El levantamiento se realizó en 119.5 mil viviendas, de agosto a octubre del año pasado. Conforme a los resultados de la ENADID 2023, 41 meses después del último Censo de Población, nuestro país era habitado por 3 millones 463 mil 530 personas más que en marzo de 2020; en total, pues, poblábamos México 129 millones 477 mil 554 hombres y mujeres. Lo anterior puede expresarse también de la siguiente manera: descontando a toda la gente que murió desde mediados de marzo de 2020 a agosto de 2023 y sumando a los que nacieron en México durante el mismo período, y además agregando el saldo que resulta del monto de las personas que llegaron a radicar en nuestro país menos el de las que emigraron, resulta que la población total de nuestro país se incrementó 2.75 por ciento. O también podría decirse así: de marzo de 2020 a agosto de 2023 se incrementó la población total de México, cada mes en promedio, en 84 mil 476 individuos. De lo anterior se desprende que, si de entonces a la fecha hubiéramos crecido igual, hoy en nuestro país debemos de vivir 130.3 millones de seres humanos. Y sí, seguimos creciendo, aunque un poco menos rápido…

 

 

3

Hace casi ya seis años, en agosto de 2018, México tenía 124.9 millones de habitantes. Los cambios en el perfil demográfico de nuestro país que de entonces para acá se han dado no son menores. La proporción de personas con menos de 15 años era entonces de 25.3%, es decir, prácticamente una de cada cuatro personas se encontraba en dicho rango de edad. En 2023, este mismo grupo etario había reducido su participación relativa a 22.7%. Consecuentemente, se observa un cambio también importante en el extremo opuesto de la pirámide: la población de 60 años y más, que en 2018 representaba el 12.3% de la población total, pasó en 2023 a significar el 14.7%. Ya no nos cocemos al primer hervor…

Ahora, para decirlo pronto, en nuestro país las uniones conyugales van a la baja y las personas que no viven en pareja son cada vez más. La participación relativa de quienes viven casados ha disminuido entre 2018 y 2023, de 39.9 a 35.9%, esto es, cuatro puntos porcentuales en menos de diez años. Por su parte, la proporción de gente que ha optado por vivir en unión libre ciertamente ha aumentado, pero apenas un punto porcentual: de 18.1 a 19.1%. En cambio, las proporciones de toda la gente que no vive en pareja se ha incrementado: la participación de quienes viven en soltería pasó de 28.8 a 26.6%; la gente que se declaró separada de un matrimonio pasó de 2.8 a 2.9% y los que estaban en unión libre y se separaron de 3.1 a 4.1%, en tanto que la población que vive en situación de viudez o divorciada también reportó un incremento relativo: de 5.4 a 6.2% y de 1.9 a 2.2%, respectivamente.

Un dato más y me despido: en 2018, la proporción de hogares integrados por una sola persona era de 11.7%; y cinco años después, 14.0%. Cada vez más gente en México vive sola.

lunes, 10 de junio de 2024

Todo reburujado

 

 

Cuando hay alguien que implora de mi labio un consejo,

yo le ofrezco mi amor;

¿qué pudiera decirle, yo que vivo perplejo

y de mí propio, espectador?

 Jaime Torres Bodet

 

What grows best in the heat: fantasy; unreason; lust.

Salman Rushdie, Midnight’s Children.

 

 

 

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Como en muchos otros sitios a lo largo y ancho del territorio nacional, en mayo pasado se batió un récord histórico en la Ciudad de México: el sábado 25, en el Meteorológico Central del Observatorio de Tacubaya, se registró una temperatura de 34.7 grados Celsius (°C). Se alcanzó así el punto máximo jamás medido en la capital de la República Mexicana…, rebasando al que justo un día antes, el viernes, se había llegado: 34.4 °C, es decir, tres décimas más. Sin embargo, esa comparación no permite dimensionar el fenómeno. La siguiente sí: el récord anterior para un mes de mayo se había alcanzado en 1996, con 32.0 °C. ¿Se dan cuenta? ¡Casi dos grados y medio más en menos de diez años!

El de 2024 fue el mes de mayo más cálido registrado de la historia, no sólo en México, sino en todo el mundo. Se suman doce meses consecutivos de temperaturas globales récord. Según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), la temperatura en mayo pasado fue 0.65 °C por encima del promedio 1991-2020 y 1.52 °C por encima del promedio preindustrial 1850-1900, marcando once meses seguidos con temperaturas ≥ 1.5°C por encima del nivel preindustrial. En los últimos doce meses (junio 2023 - mayo 2024), la temperatura promedio global fue la más alta registrada, superando en 0.75°C el promedio 1991-2020 y en 1.63 °C el promedio preindustrial.

La Organización Meteorológica Mundial advierte que entre 2024 y 2028, la temperatura global media anual podría estar entre 1.1 °C y 1.9 °C por encima del promedio 1850-1900, con un 80% de probabilidad de que al menos un año supere temporalmente 1.5 °C y un 47% de que el promedio quinquenal lo haga. El más reciente informe de indicadores del cambio climático global del C3S señala que el calentamiento causado por humanos avanza a 0.26 °C por década, la tasa más alta registrada. El informe anual indica que el calentamiento inducido por la actividad de los sapiens ha aumentado a 1.19 °C en la última década (2014-2023), comparado con 1.14 °C del informe anterior.

 

 

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Azotados por la misma ola de calor, la tercera del año, cada quien desde donde se supone que debía estar y haciendo lo que se esperaba que estuviéramos haciendo, azorados como cualquiera, si acaso un poco más conscientes de ello, de nuestro azoramiento, por medio de mensajes de texto compartíamos lo que cada uno sabía, intuía, temía… En un momento dado, le recordé a mi grupo de amigos que en la edición de principios de mayo del podcast The Daily de The New York Times se reportaba que la comunidad científica está cada vez más preocupada porque nadie se explica el aceleramiento que se está dando en el calentamiento de los mares… “Incluso se declaran perplejos”.

Perplejidad, según la RAE, significa “irresolución, confusión, duda de lo que se debe hacer en algo”. Así que la perplejidad bien puede entenderse como una situación antípoda a la que permite la comunicación. Paul Watzlawick sostiene que la comunicación no solo transmite información sobre la realidad, sino que también crea y define la realidad misma. Watzlawick argumenta que la confusión surge cuando las señales comunicativas no son claras o consistentes, lo que conduce a malentendidos y distorsiones en la percepción de la realidad. Cuando la comunicación falla en transmitir información de manera efectiva, la percepción de la realidad puede distorsionarse. Por lo tanto, la confusión es un obstáculo para la creación y comprensión de la realidad.

El calorón nos tiene atolondrados, pero además, frente al fenómeno la mayoría estamos perplejos. La palabra perplejidad tiene su origen en el latín perplexitas, derivada a su vez del verbo perplexus, que significa “atrapado”, “entrelazado” o “enredado”. Esta raíz latina, plexus, está emparentada con el verbo griego plekein, que también significa “tejer” o “entrelazar”. Por su parte, el prefijo per- en latín intensifica el significado del verbo al que se une, indicando un estado completo o extremo de la acción. En el caso de perplexus, el prefijo per- sugiere una idea de profundidad o totalidad en el estado de estar atrapado o enredado: una persona perpleja está pues totalmente echa bolas, y por eso mismo gelada, es decir, pasmada, atónita… Perplejidad se refiere, pues, al estado de confusión, desconcierto o desorientación en el que una persona se siente prendida o enredada en una situación difícil de comprender o resolver. La palabra conserva esta connotación de enredo o confusión profunda desde su origen etimológico en el latín hasta su uso en la actualidad. El perplejo está pues completamente enredado, o, dicho en buen aguascalentense, estar perplejo es estar todo reburujado, porque si bien la definición que da la RAE del verbo reburujar no esclarece mucho que digamos —“cubrir o revolver algo haciéndolo un burujón”—, los sinónimos que enlista sí que apuntan hacia la perplejidad: enmarañar, enredar, arrebujar, liar, revolver. Y curioso, un borujón no es otra cosa que un chichón, “un bulto en la cabeza”.

 

martes, 4 de junio de 2024

Tirria pierde

  

A Cam Martínez, quien tenía razón, realizó una gran campaña,

y, con todo, no ganó una diputación local en el foco azul de la CDMX.

No ganó, pero no perdió.

 


Territorio azul. Ciudad de México, demarcación territorial Benito Juárez. Domingo 2 de junio de 2024; 8:55 de la mañana. Reporte desde la fila de una casilla localizada en medio de una colonia clasemediera prototípicamente aspiracionista. Mucha gente comenzó a formarse desde minutos antes de que terminara de instalarse toda la parafernalia electoral. Se prevé, de nuevo, otro día intensamente caluroso. Aunque he visto uno que otro muchacho, alguna que otra jovencita, acorde al perfil sociodemográfico que impera por estos lares, la mayoría ya no nos cocemos al primer hervor. Tan sólo entre los que estaban delante de nosotros, conté a tres señores de camisa rosa mexicano, y unos cuantos ciudadanos atrás, está una mujer de playera y gorra rosa INE. La hilera da vuelta en la esquina y llega hasta la lateral de río Becerra, que continúa atiborrada de propaganda del candidato a alcalde, un señor que tiene a un hermano prófugo por delitos cometidos en el marco del menjurje conocido como el “cartel inmobiliario del PAN”. Pocos metros antes de ingresar a la cochera de la casa en donde se instaló la casilla para poder sufragar, un niño de menos de diez años le dice a su mamá:


— La flaca va a sacar como cuarenta por ciento, y Xóchitl ochenta por ciento -dice “la flaca” con desprecio y habla con la papa en la boca, ese tonito que suele ser bien apreciado en Polanco. 


La mamá, si es que lo notó, pasa de largo la pifia aritmética incluida en la proyección de su entusiasta vástago. En cambio, le sonríe y se acuclilla para abrazarlo y besuquearlo.


El odio se enseña.

 


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No, no fue una jornada electoral violenta. No era cierto que hay “amplias regiones del país controladas por el crimen organizado”: el INE informó que se logró la instalación del 99.85 % de las más de 170 mil casillas aprobadas en todo el territorio nacional. No, no es verdad que la gente no salió a votar por miedo, al revés: se logró una participación ciudadana histórica. Conforme al PREP, se alcanzó una participación ciudadana de 60.1 por ciento. La 4T no es un riesgo para la democracia, la 4T consolida la democracia.


 

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En los comicios celebrados el domingo se eligieron 20,708 cargos, entre ellos, la Presidencia de la República, ocho gobernaturas estatales y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.


De acuerdo con el PREP (93% de actas contabilizadas), la doctora Claudia Sheinbaum Pardo gana la Presidencia de México con más de 33 millones de sufragios, 31.45 puntos porcentuales más que la candidata del PRIAN, quien obtuvo 15.6 millones de votos. Dicho en corto: la abanderada de Morena superó en poco más de dos a uno a su más cercana oponente. Ocurrió, pues, lo que durante toda la campaña se dijo, al punto que se convirtió en consigna: Claudia arrasó… ¿Dónde quedó el país polarizado?

 


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La candidata del PRIAN únicamente ganó la elección a la Presidencia de la República en el 3% de las 32 entidades federativas, es decir, en una. Dicho de otra manera, Sheinbaum Pardo ganó en todas las entidades de México, salvo en una, Aguascalientes, en donde radican poco menos de 1.5 millones de personas, 1.1% de la población total nacional. La diferencia absoluta en votos en Aguascalientes, también según el PREP, fue de menos de 24 mil.

 


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De las nueve elecciones para ocupar el poder ejecutivo local, dos las retuvo la oposición y siete, incluida la capital del país, las ganó Morena: 7-2, el marcador. Dados los resultados anteriores, la geografía política de México cambia:

  • En total el PAN gobernará a nivel entidad federativa en cuatro estados: Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro, en donde, en conjunto, viven 14.2 millones de personas, el 11% de la población total del país —echo mano de los resultados de la ENADID 2023, para este y los datos demográficos que siguen—.
  • El PRI gobernará a nivel estatal solamente en Coahuila y Durango, dos de 32, en donde, en conjunto, viven 5.2 millones de personas, el 4% del total nacional.
  • El partido Movimiento Ciudadano mantiene el poder en dos estados: Jalisco y Nuevo León, en donde habitan en total 14.7 millones de habitantes, 11% de la población de México.
  • Así las cosas, los partidos de oposición gobernarán a nivel entidad federativa a una cuarta parte del país.
  • Con sus aliados, Morena gobernará a nivel entidad federativa en 24 de las 32 entidades de la República Mexicana: 23 estados y la CDMX. En esas 24 entidades, en conjunto, viven 95.4 millones de personas, tres cuartas partes de la población total del país: 74% Morena - 26% la oposición…, curioso país polarizado.

 


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Pensamientos de payaso: que es el fin de la democracia mexicana porque la mayoría democrática sufragó abrumadoramente por el movimiento de regeneración nacional, y eso porque los mexicanos necesitamos ídolos con pies de barro. Eso opina Brozo, eminente ideólogo de la derecha mexicana contemporánea. Uno de sus correligionarios mediáticos, Héctor Aguilar Camín, furibundo, dijo en una de las barras de opinión de Televisa que la candidata de Morena ganó la Presidencia porque la enorme mayoría de los ciudadanos en este país somos —me apunto porque me alude dado que voté por Claudia— “de muy baja intensidad”. Por su lado, la doctora Dresser declaró hace un rato que se siente entristecida porque “la mayor parte de mis compatriotas volvieron [sic] a colocarse las cadenas que les quitamos” —¿ella y quiénes más habrán sido nuestros liberadores? —. Son apenas tres botones de muestra de que los voceros de la derecha que perdió contundentemente el domingo mantienen en algo la congruencia: antes y después de los comicios siguen insultando a la mayoría de los 130 millones de mujeres y hombres que poblamos México.


 

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El 2 de junio de 2024 sucumbió la sinrazón del odio. Por los Brozos y las Dressers, me temo, ya no queda mucho por hacer, ojalá sí haya remedio para el chavito que me tocó escuchar el domingo en la fila de la casilla.