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Ávidos de desgracias,
el 15 de marzo de 2020 algunos desinformadores profesionales, López Dóriga a la
cabeza, anunciaron el óbito del empresario José Kuri Harfush, a quien etiquetaron
como la primera víctima mortal por COVID-19 en México. Fue un bulo; la información
sería desmentida. Con todo, el bicho y el pánico cundían, y había motivos. De
China se sabía que el mal había matado a más tres mil personas, en tanto que en
Europa a 2,291. En Estados Unidos los estragos causados por el coronavirus ya
eran extraordinarios: ese día, la FED redujo su tasa de interés para situarla
en un rango de 0 a 0.25%, a fin de evitar el colapso de su economía. Se
estimaba que para ese día ya había más de 167 mil contagiados en suelo europeo y
más de 100 millones en confinamiento. Aquello apenas comenzaba: en la primera
quincena de marzo de 2020 se calculaba que en todo el mundo la covid-19 había dado
muerte al menos a seis mil personas, mientras que, para mayo del siguiente año,
según estimaciones de la OMS, habría cobrado la vida de entre 6.8 y 10 millones
de seres humanos. En México, la pandemia apenas iniciaba. Aquella jornada,
según datos de la Secretaría de Salud, en todo el país había sólo 53 casos
positivos confirmados, nueve pacientes internados y aún no se tenía el registro
de ningún fallecimiento. Tendrían que pasar varios meses para que se averiguara
que, en realidad, el SARS-CoV-2 ya había causado una defunción en nuestro país:
justo un día antes, el 14 de marzo de 2020, un hombre de 74 años había perecido
en el Hospital General de Zona No. 18 del IMSS, en Gómez Palacio, Durango.
También el 15 de
marzo, el Atlas le ganó 3-2 al Toluca. Jugaron en el estadio Nemesio Diez,
vacío. Mientras se disputaba el partido, se dio a conocer que el torneo
Clausura 2020 se suspendía hasta nuevo aviso. Una semana después, el día 23, ya
con dos muertos y 316 casos confirmados, comenzó la Jornada Nacional de Sana
Distancia, como llamamos en México al confinamiento sanitario. En medio de todo
aquello, poco más de 147 mil entrevistadores contratados por el INEGI se
afanaban por recabar la información del Censo de Población y Vivienda. El
levantamiento había iniciado el 2 de marzo y terminaría el 27. Los resultados
censales darían cuenta de la situación demográfica del país, referida a las
cero horas del 15 de marzo del sorprendente 2020. Para entonces, al comienzo de
la pandemia, en la República Mexicana vivíamos 126 millones 14 mil 24 hombres y
mujeres. Algunos de ellos, unos 60 mil, aquel domingo asistieron al Foro Sol de
la Ciudad de México a disfrutar del Festival Vive Latino, en donde pudieron
leerse algunas pancartas dedicadas al covid-19: “el coronavirus me la pela”,
decía una de ellas.
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Tres años y cinco
meses después, el INEGI llevó a cabo la sexta Encuesta Nacional de la Dinámica
Demográfica (ENADID). El levantamiento se realizó en 119.5 mil viviendas, de
agosto a octubre del año pasado. Conforme a los resultados de la ENADID 2023,
41 meses después del último Censo de Población, nuestro país era habitado por 3
millones 463 mil 530 personas más que en marzo de 2020; en total, pues,
poblábamos México 129 millones 477 mil 554 hombres y mujeres. Lo anterior puede
expresarse también de la siguiente manera: descontando a toda la gente que
murió desde mediados de marzo de 2020 a agosto de 2023 y sumando a los que
nacieron en México durante el mismo período, y además agregando el saldo que
resulta del monto de las personas que llegaron a radicar en nuestro país menos el
de las que emigraron, resulta que la población total de nuestro país se
incrementó 2.75 por ciento. O también podría decirse así: de marzo de 2020 a
agosto de 2023 se incrementó la población total de México, cada mes en promedio,
en 84 mil 476 individuos. De lo anterior se desprende que, si de entonces a la
fecha hubiéramos crecido igual, hoy en nuestro país debemos de vivir 130.3
millones de seres humanos. Y sí, seguimos creciendo, aunque un poco menos
rápido…
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Hace casi ya seis
años, en agosto de 2018, México tenía 124.9 millones de habitantes. Los cambios
en el perfil demográfico de nuestro país que de entonces para acá se han dado
no son menores. La proporción de personas con menos de 15 años era entonces de
25.3%, es decir, prácticamente una de cada cuatro personas se encontraba en
dicho rango de edad. En 2023, este mismo grupo etario había reducido su
participación relativa a 22.7%. Consecuentemente, se observa un cambio también
importante en el extremo opuesto de la pirámide: la población de 60 años y más,
que en 2018 representaba el 12.3% de la población total, pasó en 2023 a
significar el 14.7%. Ya no nos cocemos al primer hervor…
Ahora, para decirlo
pronto, en nuestro país las uniones conyugales van a la baja y las personas que
no viven en pareja son cada vez más. La participación relativa de quienes viven
casados ha disminuido entre 2018 y 2023, de 39.9 a 35.9%, esto es, cuatro
puntos porcentuales en menos de diez años. Por su parte, la proporción de gente
que ha optado por vivir en unión libre ciertamente ha aumentado, pero apenas un
punto porcentual: de 18.1 a 19.1%. En cambio, las proporciones de toda la gente
que no vive en pareja se ha incrementado: la participación de quienes viven en
soltería pasó de 28.8 a 26.6%; la gente que se declaró separada de un
matrimonio pasó de 2.8 a 2.9% y los que estaban en unión libre y se separaron
de 3.1 a 4.1%, en tanto que la población que vive en situación de viudez o
divorciada también reportó un incremento relativo: de 5.4 a 6.2% y de 1.9 a
2.2%, respectivamente.
Un dato más y me
despido: en 2018, la proporción de hogares integrados por una sola persona era
de 11.7%; y cinco años después, 14.0%. Cada vez más gente en México vive sola.
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