El poeta, si es poeta de verdad,
siempre tiene que repetirse “no sé”.
Wislawa Szymborska
En una carta a Benjamin Bailey (1791–1853), el 22 de noviembre de 1817, John Keats (1795-1821) aseguraba algo que muchos podrían leer equivocadamente como un pequeño rosario de ingenuas expresiones imberbes, como un arrebato típico de un joven romántico…
No estoy seguro de nada, salvo de la santidad de los afectos del corazón y la verdad de la imaginación: lo que la imaginación capta como belleza debe ser verdad…
Estas aseveraciones no se quedan en lirismo, por el contrario, manifiestan una postura epistemológica profunda.
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La pregunta fue la siguiente: ¿qué hace que en la actualidad tanta gente sea estúpida? Robert Greene tuvo una respuesta: “Lo que hace a la gente estúpida es su certeza de que tiene todas las respuestas correctas”, contestó sin dudarlo.
¿Irónico? No lo sé.
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Hablando de la estupidez generalizada, Robert Greene (Los Ángeles, 1959), autor de varios bestsellers —The 48 Laws of Power, The Art of Seduction, The 33 Strategies of War, Mastery, The Laws of Human Nature, entre otros—, en plática con Chris Williamson recordó que hace un par de siglos el poeta romántico John Keats acuñó el concepto de capacidad negativa.
Encuentro una buena descripción de la noción negative capability en el glosario de términos del sitio de la Poetry Foundation. Traduzco:
Formulada por primera vez por John Keats, es una teoría sobre el acceso del artista a la verdad, ajeno a la presión de la lógica o de la ciencia. Reflexionando sobre su propio oficio y el arte de otros, especialmente el de Shakespeare, Keats supuso… que un gran pensador es “capaz de permanecer con incertidumbres, misterios, dudas, sin lanzarse a una irritante búsqueda de hechos y razones”. Así, un poeta tiene el poder de dejar de lado la conciencia, habitar un estado de apertura total a la experiencia e identificarse con el objeto contemplado. Para Keats, el poder inspirador de la belleza es más importante que la búsqueda de hechos objetivos…
En efecto, en una carta que el joven John Keats —tenía entonces 22 años— escribió el 21 de diciembre de 1817 a sus hermanos George y Tom, acuña y define el concepto de negative capability:
…de inmediato se me ocurrió qué cualidad conforma a un Hombre de Logros [Man of Achievement], especialmente en la literatura, y que Shakespeare poseía en grado enorme: me refiero a la capacidad negativa [Negative Capability], es decir, cuando un hombre es capaz de permanecer en medio de la incertidumbre, el misterio, la duda, sin un ansia exacerbada de llegar hasta el hecho y la razón…
No de la capacidad negativa, sino de su opuesto, la compulsión de hallarle explicación a todo, esa arraigada maña, tan moderna, claro, Keats pone como ejemplo a un tal Coleridge —se refiere a Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), poeta y, obvio, teólogo y filósofo—, quien, asegura, “dejaría pasar una fina verosimilitud aislada captada desde el Penetraliumdel misterio, por ser incapaz de conformarse con un conocimiento incompleto”. Con el latín Penetralium se refiere a la parte más interna o secreta de un sitio, como el santuario de un templo. En el contexto de la misiva, Keats usa esta palabra metafóricamente para describir el ámbito más profundo de lo enigmático y lo desconocido. Keats critica a Coleridge diciendo que, incapaz de quedarse con un conocimiento parcial (half-knowledge), deja pasar (let go by) una “fina verosimilitud aislada” al verse obligado a buscar explicaciones racionales, en lugar de aceptar la belleza de lo incierto y lo misterioso. En cambio, el verdadero artista, como lo fue Shakespeare, debe ser capaz de habitar la incertidumbre sin sentirse incómodo o apresurado por encontrar una respuesta única y definitiva. La grandeza de la capacidad negativa que bosqueja Keats se dimensiona sólo si mantenemos presente una obviedad que nos gusta no tomar en cuenta: en estricto sentido, todo conocimiento es parcial.
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Unos meses después, en mayo de 1818, ahora en una carta dirigida a su amigo John Hamilton Reynolds (1794-1852), poeta y dramaturgo, John Keats desarrolla una alegoría entre platónica y freudiana; la parafraseo enseguida…
La vida humana es como una gran mansión de muchas habitaciones, de las cuales solo puedo describir dos —para mí, las demás siguen cerradas—. La primera es la Habitación de la Infancia o de la Inconsciencia, donde habitamos sin cuestionarnos nada. Aunque la puerta de la siguiente habitación está abierta y llena de luz, nosotros tardamos en cruzarla. Cuando el pensamiento despierta en nosotros, nos empuja hacia ella. Al entrar en la Habitación del Pensamiento Virginal, la claridad que hay ahí nos deslumbra. Es un lugar maravilloso donde podríamos permanecer para siempre. Pero el pensamiento agudiza nuestra visión y nos revela toda la miseria del mundo: el dolor, la enfermedad y la opresión. Poco a poco, la habitación se oscurece y en su entorno se abren muchas otras puertas, pero todas conducen a pasajes en penumbra. No distinguimos el equilibrio entre el bien y el mal. Nos encontramos en las tinieblas, sintiendo el peso del misterio.
Según Keats, quienes se atreven a salir de la Habitación del Pensamiento Virginal para deambular por las tinieblas son los grandes artistas, como William Wordsworth (1770-1850) y William Shakespeare, quienes lograron escribir aceptando la ambigüedad y complejidad de la realidad…, y así nos alumbran.
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En aquella carta del 22 de noviembre de 1817, Keats también le decía a Bailey —quien por cierto se haría clérigo—: “La imaginación puede compararse con el sueño de Adán: despertó y lo encontró hecho realidad”.