

La referencia que establece Mejía Madrid en El rencor con Pedro Páramo es, desde el primer epígrafe, a carta abierta. La misteriosa “comisión” con que el Partido saca de la banca a Urdiales se va develando como la búsqueda de su pater politicus, el fantasmal y “lauriadito” Licenciado X. Si bien la novela no pasa de ser lo que se propone, es decir, una parodia de una gran obra, el libro está bien escrito y plagado de humor negro y de certeros autorretratos hablados de la política mexicana: el alcalde de un recóndito municipio anegado en aguas negras explica el método compartido: “Usted sabe cómo es la política: dejar que la gente luche para quedarse como estaba. A eso le llaman victoria y se aplacan por un rato”. Desencantados pero mañosos, los grillos cantan, cínicos, sus triunfos –“El éxito en México no equivale a la victoria sino al aguante. Es por eso que siempre ganamos”–, y lo hacen sin ningún sentimiento de culpa, porque de verdad creen que México los necesita: “El papel de un político es dar esperanzas. El papel de las multitudes es creer en él. Este país funciona con dos columnas: la fe y el engaño”.
En la medida que tiene muchos cantos, conviene leer El rencor. Por ejemplo, su generoso surtido de consejas lo hace un anti manual del político profesional: “en política el cuello se pierde por la lengua”, al tiempo que la inteligencia irreverente que cunde en sus páginas permite un repaso a vuelo de pájaro de la historia reciente del país: “La Revolución había terminado como una mala borrachera travestida: los líderes se asesinaron entre sí, y los demás se fueron agotando de ser un día maderistas, otro día convencionistas, otro más obregonistas, villistas o zapatistas, callistas, después, y del presidente en turno cada seis años".
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