Education:
the path from cocky ignorance
to miserable uncertainty.
Mark Twain
Hace algunos años, no muchos, platicaba con Francisco José Paoli sobre lo difícil que debe de resultar para un montón de jóvenes entusiasmarse a la hora de iniciar una carrera universitaria. Estábamos en Mérida. Tan afable como amable, el doctor Paoli nos había invitado a cenar a Inés y a mí. Él es un analista lúcido, culto, bien informado sobre la cuestión —fue rector de la UAM Xochimilco y desde hace tiempo se dedica a la vida académica en la UNAM—, espléndido conversador y un hombre bien intencionado. Habíamos llegado al tema porque yo le había confiado que por entonces me estaba resultando condenadamente arduo espolear a mi hija AM para que, de una vez por todas, se decidiera a alcanzara los puntos suficientes en el examen de admisión de la UNAM, de tal manera que se hiciera del sitio que pretendía en la Facultad de Artes y Diseño. Le conté que AM llevaba ya dos intentos y que me preocupaba que, si en el tercero no lo conseguía, desistiera definitivamente. Comentamos sobre la fatalidad que significa que la capacidad de las universidades públicas no sea suficiente para dar entrada a todos los jóvenes que terminan la media superior y quieren seguir estudiando. En el caso concreto de AM, creía —y sigo pensando así— que ella no había logrado la calificación necesaria sencillamente porque no tenía la voluntad suficiente puesta en tal empeño. ¿Y por qué no? Porque AM es una mujer avispada e inteligente y desde entonces tenía bastante claro que cursar una licenciatura no iba a ser la garantía de nada. Además, para ella y para la mayoría de sus coetáneos desde entonces el tsunami de la incertidumbre se acercaba ya a su playa a una velocidad cada vez mayor: ¿qué mundo los está esperando a la vuelta de la esquina? No este/aquel, por descontado, es evidente. Y, sobre todo, ¿estudiar una carrera universitaria es la mejor manera de para enfrentarlo? Paoli estuvo de acuerdo: desde hace tiempo, estudiar una carrera universitaria no parece ser ya el mejor camino…, ¡pero tampoco se vislumbran otros! Cuando llegamos a ese callejón sin salida cambiamos de tema.
A mediados de 2019, Jay Shetty entrevistó a Yuval Noah Harari para su podcast On Purpose. En charla harto amena, hablaron de varios asuntos. Cuando tocaron el tema de la educación, el histoirador israelí dijo: Nos encontramos en una situación única en la historia de la humanidad. Por primera vez no tenemos la menor idea de cómo será el mercado de trabajo en veinte o treinta años. Esto nunca había sucedido antes. Siempre había muchas cosas en el mundo que te rodeaba sobre las cuales la gente no podía saber cómo iban a comportarse en un horizonte de unos treinta años, revoluciones políticas, guerras, plagas, crisis económicas…, nadie podía predecir estos eventos. Pero al menos siempre tuvimos una idea bastante clara respecto habilidades básicas que los humanos necesitaban desarrollar para que en treinta años tuvieran un buen trabajo y pudieran mantenerse a sí misma y alcanzar cierta longevidad. Así que si te tocó vivir hace unos mil años en una pequeño poblado durante la Edad Media, ni tú ni nadie podía saber quién sería el rey treinta años después, la gente no sabía si habría de ocurrir una peste o un terremoto, pero todos sabían muy bien qué tenían que enseñar a sus hijos si querían asegurar que tuvieran una vida razonablemente buena en treinta años… Sabían que tenían que enseñarles cómo cultivar cereal, cómo pastorear las cabras, cómo preparar quesos, cómo hornear pan, como construir una vivienda…, todo eso. En cambio, hoy día no tenemos la menor idea de qué tipo de habilidades va a necesitar la gente para hallar sitio en el mercado de trabajo en 2050. Quien te diga que sabe cómo será el mercado de trabajo en 2050 y qué habilidades requerirá de las personas te estará mintiendo y seguramente también se estará mintiendo a sí mismo. Lo único que sí sabemos es que será un mercado de trabajo completamente diferente que el actual, sobre todo por los sorprendentes avaces en los ámbitos de la inteligencia artificial, el machine learning y la bioingeniería. Yuval Noah Harari piensa que una gran cantidad de empleos será ocupada por máquinas, computadoras y robots, así que muchísimos puestos de trabajo desaparecerán para los seres humanos de carne y hueso; el catálogo de profesiones que pasarán a la obsolecencia será copioso. Desde luego, el fenómeno presentará — así está ya sucediendo— también la cara opuesta: surgirán algunos nuevos tipos de empleos. Sin embargo, la cuestión es qué tan eficientes podrán ser los sistemas educativos para capacitar oportunamente a las nuevas generaciones de acuerdo a las emergentes necesidades, sobre todo en los países menos desarrollados.
En efecto, desde hace rato, la reconfiguración del orden de todas las cosas se aprecia inevitable, y no sólo en lo que a la economía y al mercado laboral se refiere. El sistema se tambalea y transitamos por una era agónica. Vivimos un fin de mundo. ¿Cómo diablos acrianzar a la niñez y la juventud para un mundo que todavía no conocemos? A ciegas.
En su tercer intento, AM alcanzó el puntaje para ingresar a la UNAM. Ya terminó la licenciatura en Diseño. Desde hace más de dos años vive en París. Trabaja enseñando idiomas, y está concursando para estudiar allá otra carrera.
En medio de la incertidumbre, al menos no tengo duda de que la habilidad de adaptarse al cambio será cada vez más necesaria.
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