El infierno es esperar sin esperanza.
André Giroux
Aquí, las puertas del infierno están abiertas, y no para condenar ahí a los malos, están abiertas para que los demonios circulen entre nosotros a su gusto.
El viernes en la tarde, Jesús Murillo Karam, procurador general de la República, ofreció una de las conferencias de prensa más esperadas en la historia reciente de México. Desde muy temprano, se dejó correr el trascendido de que en el transcurso del día habría noticias y que no serían nada buenas. No lo fueron. Lo peor no fue saber que la versión oficial es (y no es) que los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron asesinados. No. Lo peor fue la ambigüedad que ofreció el Poder Ejecutivo y la incertidumbre en que nos dejo, así como la insolente ineficacia que evidenciaron las fuerzas del orden del gobierno.
El procurador dijo que en la madrugada del 26 al 27 de septiembre los 43 muchachos fueron asesinados en Iguala y después quemados, calcinados en un basurero localizado en Cocula. Explicó que los cadáveres estuvieron ardiendo durante horas y horas, en un fuego avivado con llantas, diesel, gasolina, leña y plástico, hasta convertirse en cenizas. En conclusión, dijo que efectivamente, los 43 estudiantes fueron sacrificados por miembros de Guerreros Unidos y que luego los muertos se hicieron humo, desaparecieron. Ahora sí, desaparecidos, oficialmente… Porque justo ahí está el problema: no quedaron restos que permitan comprobar todo con certeza…, o quizá sí, pero en la Universidad de Innsbruck, en Austria, aunque será difícil, quién sabe… La ambigüedad que deparó confusión —“una situación o un estado de confusión puede definirse como una contraimagen de la comunicación” —Paul Watzlawick (¿Es real la realidad? Herder, 2003)—. El señor procurador declaró además que “10 mil elementos, entre policías, soldados, marinos, ministerios públicos, investigadores y peritos… han estado en la zona buscando la pista precisa para la ubicación de estos jóvenes”. Sin embargo, resulta que las conclusiones (que no son conclusiones, nada más avances) que presentó se basan en “los testimonios y las confesiones” de El Pato, El Jonas y El Chereje, un trío de maleantes. De cualquier forma, y considerando que el ex presidente municipal de Iguala no ha declarado ni media palabra, además de la ambigüedad, aviva la incertidumbre la pobre verosimilitud de la versión oficial de los hechos, especialmente en lo que corresponde al móvil de la barbarie… ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué con tanta saña?
Lo ocurrido en Iguala nos iguala: toda la fuerza del gobierno concentrada en intentar resolver el asunto para hacer justicia y brindar certidumbre, y con todo el caso sigue abierto, esto es, no se ha podido cerrar. “La eventual identificación de los restos humanos” puede que nunca se concrete (o quizá sí) y aún no han sido apresados todos los involucrados. Quedan otras fosas, hasta ahora más de treinta muertos anónimos, y seguramente otras más, según la propia autoridad.
Sin certidumbre no puede haber justicia, y la impunidad incentiva el horror.
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