Philip Roth, por Siegfried Woldhek |
La novela está plagada de personajes con quienes Roth bosqueja la diversidad cultural que a medio siglo XX presentaba el pueblo estadounidense. Por ejemplo, el señor Prescott, “un negro muy anciano y severo”, absolutamente desencantado de sus congéneres: “Todo cuanto conocemos no se ha desarrollado desde la tiranía de los tiranos, sino desde la tiranía de la codicia, la ignorancia, la brutalidad y el odio de la humanidad. ¡El tirano maligno es cada hombre!” Este mismo pesimista es quien asienta una predicción que va mucho más allá de la Guerra Fría, del siglo XX y de las fronteras de Estados Unidos, y que perfila la vulgarización fulminante que ha experimentado la cultura occidental: “La masa humana, de cualquier color, siempre será insensata, apática, perversa y estúpida. ¡Si alguna vez dejan de ser tan pobres, serán todavía más insensatos, apáticos, perversos y estúpidos!” Más o menos lo mismo avizoraba hace sesenta años el radical Leo Glucksman, cunado amonestó al joven Zuckerman, alter ego de Roth, entonces alumno suyo y aprendiz de escritor: “¿Quieres abrazar una causa perdida? Entonces no luches por la clase trabajadora. A ellos les irá bien. Van a llenar alegremente los depósitos de sus Plymouths. El trabajador nos conquistará a todos, de su necedad fluirá la bazofia que es el destino cultural de este país filisteo. Pronto tendremos en este país algo mucho peor que el gobierno de los campesinos y los obreros, tendremos la cultura de los campesinos y los obreros”.
La estratagema narrativa que emplea Philip Roth para urdir Me casé con un comunista se asienta en una serie de largas conversaciones entre el viejo Murray Ringold y Nathan Zuckerman en torno a la vida de Ira, estrella de radio derribado del cielo de la fama por el macartismo. Murray no sólo relata la tragedia de su hermano Ira, también, junto con Glucksman, es su antagonista: Ira, el artista radiofónico, se mueve por pasión política, mientras que el profesor ofrece a Nathan lecturas estéticas del mundo. Justo desde ese mirador es que Roth plantea el entrecruzamiento entre lo público y lo privado: “La traición es la causante. Piensa en las tragedias. ¿Qué es lo que causa la melancolía, el delirio, el derramamiento de sangre? Otelo, Hamlet, Lear, todos traicionados… Los profesionales que han dedicado sus energías a enseñar las obras maestras, los pocos a quienes aún nos absorbe el escrutinio de las cosas que hace la literatura no tenemos ninguna excusa para encontrar en la traición en cualquier parte… La historia de arriba abajo. La historia mundial, la historia familiar, la historia personal. La traición es un gran tema. Sólo tienes que pensar en la Biblia. ¿De qué trata ese libro? Esaú, los habitantes de Siquem, Judá, José, Moisés, Sansón, Samuel, David, Urías, Job… todos traicionados. ¿Quién traicionó a Job? Pues el mismísimo Dios. Y Dios traicionado. Traicionado por nuestros antepasados en cada oportunidad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario