The true definition of a snob is one
who craves for what separates men
rather than for what unites them.
John Buchan, Memory Hold-The-Door.
Todavía anoche, el plan era someter aquí a su buen juicio la vigente pertinencia de la noción esnob, según la conceptualizó hace casi cien años el filósofo José Ortega y Gasset (La rebelión de las masas, 1929). Pero algo habrá ocurrido en el entretanto que hoy desperté, más que belicoso, con ánimo conciliador y con el sano propósito de no pisar callos. Así que mientras trataba de mantener a raya ciertas curvaturas haciendo un poco de elíptica, decidí mejor dedicar mi columna al más reciente libro de Manuel Caparós, Sinfín (Planeta, 2020), una novela post apocalíptica, distópica y global, en la que el argentino narra acontecimientos lo suficientemente lejanos en el tiempo como para que nadie se sienta señalado… Pero, ya se sabe, el destino es inalterable: al revisar mi TL me fui a topar con la siguiente declaración del columnista Manuel Díaz:
Que les quede claro politicuchos de “oposición”: Sabemos lo que son, lo que han robado, de sus compadrazgos. Aun así, la 4T ha salido un poco peor por el culto a un hombre sin resultados. Votaremos por ustedes, pero NO será un cheque en blanco, seremos más críticos ¡aguas!
A botepronto, obviando la treta retórica de la primera persona del plural con la que un singular declarante enuncia, apostillé: Que dice Manuel que apoya con todo a los ladrones y corruptos del PRIAN porque sufre pejefobia. Si en la primera parte de mi tuit únicamente no hacía más que parafrasear la afirmación de Manuel —la referida oposición, entrecomillada por cierto, bien sabemos, ya es formalmente un imposible muégano ideológico conformado por el PRI, el PAN, más la morralla amarilla, comandada por un señor X—, ciertamente en la segunda aventuraba una explicación, la pejefobia, a partir de la explícita mención del consabido “culto a un hombre”. Y justo con esto es con lo que Manuel no estuvo de acuerdo:
Cero pejefobia. RESULTADOS.
Eran nefastos, se fueron a Morena los peores y sin soluciones pues no hay de otra.
No sólo no niega que apoya a quienes él mismo juzga como ladrones, sino que lo reafirma y además ahora los adjetiva como nefastos. Publicita que votará por ladrones y nefastos. En fin, me parece que, sin la coartada de la pejefobia, Manuel queda peor parado, puesto que su desvergüenza se queda sin la justificación del referido trastorno de ansiedad.
Pero la postura de Díaz no es excepcional. En estos días, la desvergüenza política se ha normalizado. Escribo desvergüenza —“falta de vergüenza, insolencia, descarada ostentación de faltas y vicios; dicho o hecho impúdico o insolente”— para evitar cinismo. Es verdad que para la RAE un cínico es alguien que muestra “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”, pero para mí sigue siendo una falta de respeto a la escuela fundada por Antístenes y Diógenes de Sinope llamar cínicos los desvergonzados…, tanto como llamar escépticos a los descreídos o estoicos a los conformistas.
La desvergüenza es un ingrediente sustancial del esnobismo. En su “Prólogo para franceses” (1937) a La rebelión de las masas, en un pie de página, Ortega y Gasset nos recuerda el origen de la palabra esnob: “en Inglaterra las listas de los vecinos indicaban junto a cada nombre el oficio y rango de las personas. Por eso, junto al nombre de los simples burgueses aparecía la abreviatura s. nob., es decir, sin nobleza.” El esnob es el hombre “previamente vaciado de su propia historia…, es sólo un caparazón. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene apetitos, cree que tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obligan—sine nobilitate—, snob”.
Otro componente del esnobismo es la vulgaridad. No me refiero a lo vulgar en cuanto a lo relativo al vulgo, al pueblo, sino en el sentido de “lo que es impropio de personas cultas o educadas”, y lo “común o general, por contraposición a especial o técnico” (RAE). Lo vulgar por eso se halla tan próximo a lo grosero —“carente de educación o de delicadeza”—. Don José alertaba hace un siglo: “lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera”. Ejemplos proliferan.
El señor Jorge Triana, insigne panista chilango, tuiteó el 25 de enero:
Dice López-Gatell que no va a informar nada sobre las condiciones de salud de @lopezobrador_ porque tiene derecho a su privacidad… Hasta donde tengo entendido ese señor se alquiló para presidente, su estado de salud es asunto de seguridad nacional.
En estricto sentido, alquilar alcanza para referirse a seres humanos —“dicho de una persona: ponerse a servir a otra por cierto estipendio”—, lo cual no quita que la formulación de Triana sea sumamente grosera, chabacana.
Al día siguiente, refiriéndose a la vacuna Sputnik V, la senadora Lilly Téllez tuiteó:
La vacuna rusa NO está aprobada por la Comunidad Científica Internacional pero la aprobará la Cofepris en México. Es la vacuna barata, por eso la eligió el Gobierno.
La vacuna rusa nunca fue desaprobada por la comunidad científica internacional, sino que aún no había sido aprobada, hecho que ocurriría días después. Más interesante es la segunda parte del mensaje: en dado caso, ¿sería pernicioso que una vacuna tuviera un bajo costo? Para el esnob sí, caro es bueno y barato de malo.
Cierro con un ejemplo que mueve a la sonrisa. El experto en asuntos de la farándula nacional, Pedro Sola, tuiteó el pasado 10 de febrero:
Una disculpa por la ignorancia, que alguien me diga quién es Felipe Angeles. Así le pusieron al aeropuerto nuevo.
Así el famoso comentarista no sólo difunde ser un ignorante sino su derecho a serlo. Si en lugar de tuitear “Felipe Ángeles” lo hubiera googleado, habría despejado su falsa duda: el señor Pedrito no quería saber, quería presumir que no sabía…, como Manuel, mi buen contertulio virtual, que se preocupó en hacernos saber que apoya electoralmente a quien él mismo considera gente nefasta.
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