Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

sábado, 9 de abril de 2016

Efecto mecedora

Happiness was but the occasional episode
in a general drama of pain.
Thomas Hardy, The Mayor of Casterbridge.

Estrellas

A veces me pregunto / ¿por qué paso las noches solitarias soñando una canción?…  Como buen neoyorquino, Michel Hyman Pashelinsky (1900-1993) nació en otro lado; como casi cualquier inmigrante judío, se cambió el nombre: siendo un bodoque de menos de un año, llegó a América procedente de Lituania, y un par de décadas después su fama como Mitchell Parish comenzaría a crecer… La melodía / obsesiona mi ensueño. / Y estoy otra vez contigo / cuando nuestro amor comenzaba, / y cada beso era una inspiración. / ¡Ah, pero eso fue hace mucho tiempo! / Ahora mi consuelo está en el polvo de estrellas de una canción… Mitchell Parish fue uno de los letristas más importantes del llamado Tin Pan Alley (The Poets of Tin Pan Alley: A History of Americas Great Lyricists, de Philip Furia; Oxford Paperbacks, 1992). A él debemos las letras de más de setecientos temas, entre otras, una de las canciones con más versiones y grabaciones de la historia, Satardust, sobre una composición de Hoagy Carmichael…




Moscas


Satardust no fue lo único que Carmichael y Parish compusieron juntos; también tuvieron gran éxito con Riverboat Shuffle y One Morning in May. Sin embargo, Hoagy Carmichael (1899-1981) no siempre necesitó ayuda. En 1929 compuso completita, música y letra, Rockin' Chair (silla mecedora), una canción hermosa, de una sencillez rotunda… Old rockin' chair's got me / Cane by my side… El tema se popularizó pronto, sobre todo gracias a la interpretación de Mildred Bailey. Sinatra y otros cantantes famosos también grabaron Rockin' Chair. La interpretación que yo más disfruto es la de Louis Amstrong y el trombonista Jack Teagarden, quienes la cantaron durante muchos años jugando con la letra original: Fetch me my water, son / (You know you don’t drink water, father) / 'Fore I tan your hide / Your hide is already tan)… La canción tiene un contexto evidente, la Gran Depresión de los años 30…  Just sittin' me here grabbin' / (Grabbin') / At the flies 'round my rockin' chair… Un hombre tumbado en una mecedora, bebiendo y papando moscas, puede proyectar una apetecible imagen de tranquilidad, sin embargo, hay palabras clave: quien se mece se lamenta, más que estar sentado, la mecedora lo tiene atrapado, encadenado… Chained to my old / (Sing it pop, sing it) / Rockin' chair…


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Mecedoras


Se encuentra extensamente propagada, sobre todo entre los angloparlantes, la idea de que Benjamin Franklin (1705/6-1790) inventó la rocking chair. Si en verdad el bostoniano fue un muy fructífero polímata —aportó innovaciones en campos tan distantes entre sí como la demografía y la música, la electricidad y la oceanografía—, es posible localizar desde finales del siglo XVII antecedentes del mueble; además, todo indica que se comenzaron a fabricar en serie en Inglaterra, no en Norteamérica. En español, la palabra mecedora comienza a emplearse hasta bien entrado el siglo XVIII, y no aparece en un diccionario de la RAE sino hasta 1884. La humanidad tardó muchos milenios en inventar la mecedora. No obstante, la sensación de tranquilidad y relajamiento que puede uno conseguir en este tipo de muebles es bien conocida desde tiempos remotos: tan sólo hay que imaginar el balanceo, sin necesidad de columpios o hamacas, que implica la vida arbórea. ¿Por qué tardamos entonces tanto en necesitar una mecedora?


Elefantes


Los veterinarios y entrenadores especializados en paquidermos consideran que el típico balanceo que ejecutan estas bestias es normal, es decir, un proceder que no debe preocupar a nadie. Hay quienes opinan que estos animales se columpian así para soportar el aburrimiento. Como sea, una cosa es cierta: los elefantes que no viven en cautiverio nunca presentan dicho comportamiento.


Felicidad


Jim Davies –no confundir con el creador de Garfield– es director del Laboratorio de Ciencias de la Imaginación de la Universidad de Carleton, en Ottawa, en la que también imparte clases de ciencias cognitivas. La semana pasada, Davies publicó un artículo en Nautilus en el que argumenta la idea que emplea como título: “Tu felicidad es como una mecedora”. Dicho en corto, sostiene que la creencia de que nos sentimos tristes o felices dependiendo de qué tan bien o mal nos parezca que nos vaya en la vida no es más que un “mito cultural”, toda vez que, al igual que condiciones como la temperatura del cuerpo o los niveles de alcalinidad (pH), la homeostasis se impone en nuestros estados de ánimo, es decir, que siempre tendemos a puntos de estabilidad, compensando los cambios que ocurren en el entorno mediante procesos metabólicos. Davis, echando mano de una serie de estudios, explica que, efectivamente, las personas que ganan la lotería suelen sentirse mucho más felices que antes, mientras que la gente que resulta incapaz de moverse de la cintura para abajo después de un accidente siempre se muestra mucho más triste. Hasta aquí, nada más que obviedades. Lo sorprendente es que después de pocos meses, tanto los afortunados millonarios como los desafortunados inválidos terminan regresando a sus estados anímicos habituales. Davis aporta pruebas estadísticas y además provee una serie de situaciones análogas, en las cuales la gente, de manera inconsciente, suele equilibrar su fortuna. 

En efecto, las condiciones materiales de vida durante la década de la Gran Depresión fueron deplorables, sin embargo, nadie se pasó diez años tumbado en la mecedora papando moscas.


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