Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

martes, 28 de marzo de 2023

El diablo y la ideología

 

La sífilis mató a Charles Baudelaire. El poeta francés falleció el 31 de agosto de 1867. Tenía 46 años. La espiroqueta Treponema pallidum ya lo tenía totalmente postrado, hemipléjico y afásico. Dejó varios manuscritos, entre ellos, el cuento corto “El jugador generoso”, el cual sería incluido en su libro póstumo Le Spleen de Paris.  ¿Cómo lo traducimos? Directamente: El esplín de París. El vocablo existe en nuestro idioma: esplín es la adaptación de la voz inglesa spleen, con que se designa el estado de ánimo caracterizado por el hastío de vivir. El diccionario de la RAE define esplín como “melancolía, tedio de la vida”. Los tres vocablos, el francés, el castellano y el inglés provienen del griego. En la Antigüedad, splēn (σπλήν) se refería al bazo —bazo con zeta—, es decir, el órgano situado del lado izquierdo del abdomen. Hoy sabemos que el bazo es el centro de actividad del sistema inmune. Los antiguos griegos creían que era el centro de la producción de las emociones, y por ello lo asociaban con la melancolía y la tristeza. De ahí que la palabra splēn en la literatura grecolatina se utilizara para describir un estado anímico de tristeza o de melancolía sin causa aparente.

 

Algo así sentía el protagonista del “El jugador generoso”, cuando se topó en la calle con el mismísimo Satán, quien en un momento dado de su encuentro le confesó “que, con relación a su propio poder, había tenido miedo una sola vez. Fue el día —le cuenta— en que había oído a un predicador… exclamar desde un pulpito: ‘Hermanos míos, ¡no olvidéis nunca cuando oigáis alabar el progreso de las luces, que la mayor de las artimañas del diablo es persuadiros de que no existe!’”

 


Lo mismo sucede con la ideología: su mayor ardid consiste en negar su propia existencia. Y en el status quo neoliberal fue más allá. En su libro La vigencia de El manifiesto comunista, el filósofo esloveno Slavoj Žižek apunta: “… alcanzamos la suprema ironía de cómo funciona la ideología hoy en día: aparece precisamente como su opuesto, como una crítica radical de las utopías ideológicas. La ideología dominante hoy en día no es una visión positiva de algún futuro utópico, sino una resignación cínica, una aceptación de cómo es realmente el mundo, acompañada de una advertencia de que si queremos cambiarlo (demasiado), solo puede resultar en un horror totalitario”.

 

¿Le suena conocido? La ideología establece que si los oligarcas y sus corifeos controlan el poder se vive en democracia, ¿cierto?, pero si la mayoría de la ciudadanía llega a hacerse del poder por medio de sus representantes democráticamente electos, entonces, ¡cuidado!, se padece populismo o de plano una dictadura. Y, claro, quien no lo entienda así es un fanático, esto es, está cegado por la ideología.

 

 

lunes, 27 de marzo de 2023

La ley es la ley

  

La expresión status quo designa el estado actual de las cosas, especialmente en los ámbitos sociopolítico y socioeconómico. Tres ejemplos: i) en el status quo presente se entiende que la ciencia es la fuente más confiable de verdad de que disponemos, ii) en el status quo presente se considera que existe una serie de prerrogativas sustentadas en la dignidad humana inherentes a absolutamente toda la gente, los derechos humanos, y iii) en el status quo presente el crecimiento económico se erige como el propósito principal de cualquier sistema socioeconómico. Por supuesto, ni este ni ningún status quo es monolítico ni completamente estable. Como cualquier realidad humana, todo status quo es dinámico y se desarrolla entre contradicciones. Por lo mismo, no faltan hoy quienes crean, por ejemplo, que la Tierra es plana, o que el color de la piel de las personas condiciona los derechos de los cuales puedan gozar, o quienes se atrevan a pensar, me incluyo, que el crecimiento económico no sólo no es el único camino hacia el desarrollo, sino que se ha vuelto una ruta suicida. Bueno, de hecho, el status quo —un concepto que podemos empatar con el de sistema mundo— que nos tocó vivir parece hallarse en una situación agónica.

 

En buena medida, un status quo es un entramado de convicciones generalizadas, convicciones que la mayoría de la gente no pone en tela de juicio. En otras palabras, un status quo de alguna manera es sencillamente una malla de prejuicios y creencias dogmáticas que buena parte del conjunto social comparte. Ahora, un status quo siempre implica una determinada situación de dominio, para la que se precisa de una argamasa de creencias comunes, asumidas como verdades indiscutibles, bien repartidas en toda la sociedad, tanto entre los dominantes como entre los dominados. Dichas creencias afianzan el orden existente. El bobo apotegma “La ley es la ley” es un ejemplo de ello.

 

“La ley es la ley” es un aserto tan rico en contenido, tan sustancioso, como “Arriba es arriba”. Una verdad de Perogrullo. A la afirmación de una obviedad, por muy seriamente que se exprese, como “La ley es la ley”, esto es, “X es X”, se le denomina tautología. Una tautología manifiesta algo de manera innecesaria o que es evidente por sí mismo, ya que su verdad o su validez se encuentra implícita en las palabras que la expresa. Una tautología no añade información nueva o significativa a lo que ya se sabe o se entiende: “los gatos son felinos que maúllan”, “el agua es húmeda”, “el pasado pasó”… Con todo, abundan tautologías que suelen ser tomadas muy en serio, y para mucha gente resultan grandes verdades. Entre ellas pululan expresiones ideológicas.

 

La ideología es un tipo de pensamiento que origina creencias colectivas que responden a intereses particulares de una clase, de un grupo socioeconómico, e intenta justificarlas esgrimiendo juicios que se presentan como indiscutibles. Al igual que “la ley es la ley”, “los pobres son pobres porque siempre ha existido la pobreza” es un juicio que bien ejemplifica el tipo de convicciones que produce la ideología dominante.

 

Algunas de las argucias ideológicas más efectivas consiguen establecer profecías autocumplidas. El concepto self-fulfilling prophecy, acuñado por el sociólogo Robert Kapris Merton en su libro Social Theory and Social Structure (1949), se refiere a un vaticinio que, al asumirse como certero, aunque en principio sea erróneo, puede lograr la fuerza suficiente para influenciar a la gente de tal manera que su comportamiento haga que se cumpla. Por ejemplo, la ideología dominante establece el axioma “Como te ven te tratan”. Y, claro, en la medida en que las personas lo asumen como cierto, así actúan y así mismo interpretan el comportamiento de los demás. El fenómeno puede explicarse por el Teorema de Thomas —formulado por William Isaac Thomas, otro sociólogo yanqui, en su obra The child in America (1928)—: si la gente cree que una situación es real, lo será en sus consecuencias. He ahí la enorme fuerza de la ideología.

 

Una ideología genera creencias insuficientemente justificadas. Por caso, creer que la ley está por encima de la justicia. La ideología encubre la realidad, la distorsiona interponiendo lentes entre nuestra percepción y los hechos.

 

El viernes, el señor Javier Laynez Potisek, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, suspendió indefinidamente la entrada en vigor del llamado Plan B. Un individuo paró la reforma electoral impulsada por el Poder Ejecutivo y la decisión legítima del Poder Legislativo. No sólo: una sola persona se impuso sobre la voluntad de la mayoría de la ciudadanía —representada en la Cámara—. Al respecto, escribí un tweet en el que se muestra a Laynez: “Este señor contra los millones que apoyamos a la 4T”. En un suspiro, Manuel Díaz respondió: “Odian la ley, odian el estado de derecho por rendir pleitesía a los caprichos de un charlatán”. Conociendo la postura de Manuel, es evidente que el sujeto tácito en la afirmación somos quienes apoyamos a la 4T, y “el charlatán” aludido es el presidente de México, quien en la primera mitad de su quinto año de gobierno alcanza una aprobación de alrededor del 70%. Mi contestación fue una pregunta retórica: “¿Lo que llamas ‘la ley’ está por encima de la voluntad de la mayoría democrática?” Díaz no dudó y enseguida tuiteó: “Si viola la Constitución, por supuesto que sí”. De nuevo, lancé una pregunta: “¿Constitución mata soberanía popular?” A esta última ya no hubo respuesta. ¿Por qué? Seguramente porque era ya evidente el argumento al que yo terminaría acudiendo, el artículo 39 de la Constitución: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.” La ley, pues, dice que soberanía popular está por encima de la Constitución…, y la ley es la ley, ¿no?

lunes, 13 de marzo de 2023

Localidades extremas

  

 

Agradezco al geógrafo Pedro Rivera

el análisis espacial que realizó

en el SIG Mapa digital de México.

 

 

 

En el sur tan distante quiero estar confundido / Luis Cernuda

 

¿Qué es el sur? Suena casi poética la primera definición que ofrece la RAE: Punto cardinal situado a la espalda de un observador a cuya derecha está el este. ¿Y qué es un punto cardinal? Cada uno de los cuatro que dividen el horizonte en otras tantas partes iguales, y están determinados, respectivamente, por la posición del polo septentrional, el norte; por la del sol a la hora de mediodía, el sur; y por la salida y puesta de este astro en los equinoccios, el este y el oeste. El sur es pues, en principio, una dirección: una forma de indicar la ubicación o el movimiento de algo o alguien en relación con otras referencias. Empleamos las direcciones cardinales para orientarnos en la superficie de la Tierra —en el espacio exterior no hay norte que valga—: el norte indica el rumbo hacia el Polo Norte; el sur, hacia su antípoda; el este, hacia donde sale el Sol, y el oeste, hacia donde se pone.

 

Pero el sur también es una parte, una porción del todo y en ese sentido una región. Así, Luis Cernuda se lamenta en su poema El surquizá mis lentos ojos no verán más el sur / de ligeros paisajes dormidos en el aire, / con cuerpos a la sombra de ramas como flores / o huyendo en un galope de caballos furiosos. / El sur es un desierto que llora mientras canta…

 

El lugar más austral poblado por seres humanos tiene un nombre celestial: Villa Las Estrellas. Se trata de una base científica localizada a una latitud de 62°10'S, en la isla Rey Jorge, en la Antártida chilena. 

 

¿Y en México? La localidad más al sur en nuestro territorio se halla en el estado de Chiapas, en el municipio fronterizo de Suchiate. Apenas a dos metros sobre el nivel medio del mar, en la localidad rural Brisas de Suchiate viven solamente 79 personas.




 

 

Por norte llevo sólo mi albedrío / Quevedo

 

Perder el norte significa andar desorientado: la expresión tiene origen marino: en la Antigüedad, los navegantes utilizaban la Estrella Polar como referencia para mantener el rumbo. Ese es el sentido que le da Miguel Hernández al norte en su poema 10: Nadie me salvará de este naufragio / si no es tu amor, la tabla que procuro, / si no es tu voz, el norte que pretendo.

 

Como Villa Las Estrellas, el lugar más al norte poblado por seres humanos también está en América: Alert, Canadá. La pequeña localidad se encuentra en la costa septentrional de isla de Ellesmere, Nunavut —latitud 82º 59' N—. Según el censo más reciente, apenas seis individuos radicaban en Alert, en donde trabajan en una estación del servicio meteorológico canadiense.

 

En nuestro país, la localidad más al norte es Vicente Guerrero (Algodones), municipio de Mexicali, en Baja California. Es una localidad urbana, en la que, según el último dato censal, radican 6,796 personas. Vicente Guerrero hace frontera con Estados Unidos tanto al norte como al este —río Colorado—.





 

El rojo sol de un sueño en el oriente asoma / Antonio Machado

 

Si aceptamos el criterio eurocentrista —occidental—, el punto más oriental en la superficie terrestre se encuentra en el extremo este en relación con el meridiano de Greenwich. En términos de husos horarios, que generalmente se miden desde dicho meridiano, el punto más al este es la Isla de Kiritimati (Isla de Navidad) —longitud de 157.4 O—, un territorio de la República de Kiribati en el océano Pacífico. Kiritimati, el atolón más grande del mundo con una extensión de poco menos de 700 kilómetros cuadrados, está habitada por unas 6,500 personas.

 

En México, el lugar habitado más oriental es Isla Mujeres, en Quintana Roo. Según el Censo de 2020, la ínsula está habitada por 13,174 personas. Ahora que si nada más consideramos el territorio continental, Cancún, residencia de casi 900 mil personas, en el municipio quintanarroense de Benito Juárez, es la localidad mexicana más oriental.




 

Los grillos cantan por el oeste / García Lorca

 

De nuevo, conforme a la cosmovisión occidental, el punto más al oeste del mundo es la línea internacional de cambio de fecha, que se encuentra en el océano Pacífico, al este de la isla de Fiji y al oeste de la isla de Aleutiana, Alaska. El lugar habitado más al oeste es la isla de Attu, una de las Aleutianas, con una población eventual muy reducida.

 

La localidad más al oeste de nuestro país es Tepeyac (Campamento Weste), ubicado en la isla Guadalupe —municipio de San Quintín, Baja California—. En 2020 tenía 113 habitantes. Y si únicamente tomamos en cuenta el territorio continental, es entonces la enorme ciudad de Tijuana, Baja California, con una población metropolitana de más de dos millones de habitantes.




 

¿Qué distancia en metros redondos hay entre el sol y las naranjas? / Neruda

 

Si alguna vez se te antoja emprender una aventura heroica, camina desde Brisas de Suchiate, Chiapas, la localidad sur extrema de México, hasta Vicente Guerrero, Baja California, la localidad más norteña del país. Se trata de una distancia en línea recta de 3,040.8 kilómetros, pero trasladarse así a pie es imposible: según Googlemaps, la ruta realmente es de 3,688 kilómetros, unas 750 horas de caminata. Si te interesa, aquí está la ruta.



También podrías recorrer el trayecto extremo este-oeste, entre Cancún y Tijuana. La distancia en línea recta, 3,258 kilómetros, es muy menor a lo que te llevará el recorrido andando: 4,483 kilómetros, 910 horas de camino, bordeando buena parte del Golfo. Te dejo también aquí la ruta.




martes, 7 de marzo de 2023

Humanos…, ¡ah, bárbaros!

  

Hago votos para que el próximo 8 de julio don Edgar cumpla 102 años de vida. Edgar Nahoum, mejor conocido como Edgar Morín, nació el 8 de julio de 1921 en París, Francia. Sociólogo, filósofo y activista, es un reconocido pensador de enfoque interdisciplinario, cuyo trabajo bien puede contextualizarse en el gran marco de la teoría de la complejidad. Una de sus obras más influyentes es El método, publicado en seis volúmenes entre 1977 y 2004. Morín sostiene que todo esfuerzo tendiente a conocer tiene que tomar en cuenta la complejidad del mundo y la interconexión de sus diferentes elementos. Cualquier conocimiento al que pueda aspirar el ser humano es parcial y provisional. El conocimiento no es únicamente una colección de datos almacenada en el cerebro de una persona, sino que lo conforma su relación vivencial con quien lo ha alcanzado (La mente bien ordenada, 1991).

 


Edgar Morín publicó Culture et barbarie européennes (2005) en el contexto del debate intelectual que desde los ochenta se ha intensificado en torno a la cultura y la identidad europeas. El libro conjunta tres conferencias dictadas por Morín en la Biblioteca Nacional Frangois Mitterrand, en mayo de 2005. Cuatro años después, editorial Paidós publicó la traducción de Alfredo Grieco y Bavio al castellano, con el título Breve historia de la barbarie en Occidente. Las tres lecciones que integran el libro son “Barbarie humana y barbarie europea”, “Los antídotos culturales europeos” y “Pensar la barbarie del siglo XX”.

 

La primera conferencia inicia con un análisis antropológico de la barbarie humana. Morín problematiza la definición clásica del ser humano —heredada del pensamiento antiguo griego—, esto es, el hombre como un animal racional, el homo sapiens, y sus dos complementos, con los que la tradición occidental se identifica tanto: el homo faber y el homo economicus. El hombre “de espíritu racional” es la misma criatura capaz del delirio y la enajenación, susceptible de caer en cualquier cantidad de manías y psicosis. El éxtasis, la catarsis, las crisis místicas, en fin, son posibilidades tan humanas como la capacidad de realizar operaciones aritméticas, despejar incógnitas algebraicas o filosofar en torno al origen del universo. “El homo sapiens… puede ser al mismo tiempo el homo demens”.


En cuanto al homo economicus —término introducido por primera vez por el italiano Vilfredo Pareto en su Tratado de Sociología General (1916) y popularizado a partir de mediados del siglo XX cuando Milton Friedman, George Stigler y otros economistas de la escuela de Chicago echaron mano de él—, se define como un ser racional y egoísta que siempre toma decisiones basadas en el propósito de maximizar su utilidad y satisfacción personal, y busca invariablemente obtener la mayor cantidad de beneficios con el menor esfuerzo y costo posibles. Pues ese mismo ser, recuerda Edgar Morín, es también “el hombre del juego, del gasto, del derroche”: el homo ludens descrito por Johan Huizinga —Homo ludens, Ensayo sobre la función social del juego (1938)—.

 



Finalmente, Morín se refiera al homo faber, es decir, al humano en tanto productor de mundo, fabricante de herramientas, cosas y mercancías —el término, aunque usado por lo menos desde el siglo V a. C. por Heráclito, se popularizó con la obra Homo faber: Ensayo sobre la transformación del hombre (1938) del filósofo alemán Max Scheler, quien argumentaba que el hombre se define a sí mismo a través de su capacidad para transformar y crear cosas nuevas —concepción que en cierto sentido dio continuidad a las ideas de Heidegger (El ser y el tiempo, 1927) sobre la relación del hombre con la tecnología—. El homo faber, recuerda Morín, ha sido también “capaz, desde los orígenes de la humanidad, de producir innumerables mitos”. En consonancia con el sociólogo norteamericano Lewis Mumford (El mito de la máquina, 1967), el pensador galo subraya que la evolución humana no solamente se debe a la elaboración de utensilios y demás artefactos, sino también de mitos y ficciones.

 


Morín asegura que en el origen mismo de la barbarie humana encontramos al homo demens, al homo ludens y al homo mythorum creato. El delirio, el juego, el cuento. Por lo demás, advierte que es un error creer que el escudo para protegerse de la fuerza que los griegos llamaban hybris —la desmesura— sea la razón: “sabemos que la racionalización puede servir a la pasión, y llevar hasta el delirio. Existe un delirio de la racionalidad cerrada sobre sí”. Efectivamente, la racionalidad, incluso en el sentido más weberiano, tiene la capacidad de engendrar monstruos. Por su parte, el homo faber suele entregarse de impulsivamente a la creación y perder la capacidad de control de sus propios productos: “los tiempos contemporáneos nos muestran una técnica que se desata y escapa a la humanidad que la ha producido. Nos comportamos como aprendices de brujos”. En cuanto al homo economicus, abundan prubas de que “coloca el interés económico por encima de todo, tiende a adoptar conductas egocéntricas, que ignoran al otro y que, por ello mismo, desarrollan su propia barbarie”. 



La barbarie pues no es una aberración humana, sino una condición intrínseca a nuestra especie.


(todas las ilustraciones son de Don  Moyer)

 

domingo, 5 de marzo de 2023

No es cuento: la casa de sus sueños

 

Domingo. Falta un huevo para el desayuno…, también algunas lonjas de tocino.

 

— Ahorita vengo –aviso, tomo una bolsa y salgo del departamento. En la segunda calle por la que debo avanzar hacia la tienda, frente a mí, unos metros más adelante, caminan dos mujeres: a la derecha, una señora que, por su complexión y forma de andar, calculo de unos sesenta años; a la izquierda, empujando una carriola negra, de esas que si fueran autos serían un BMW, una joven muy delgada… Van platicando. La mujer mayor, de vez en vez, se agacha para atender al pequeño pasajero. A media calle les doy alcance y las rebaso: la fémina más joven difícilmente tendrá 20 años, la otra no creo que llegue a los 40, en la carriola va, a cuerpo de rey, un perro, un microscópico pug.

 

Llego a la esquina, cruzo… El parque de la colonia se ve muy concurrido. Prefiero no entrar; cada vez huele peor: la invasión de canes durante los últimos años lo ha devastado. Hace unos meses, caminando por ahí, un pastor alemán estaba escarbando en la tierra de las lastimadas jardineras. Su dueña, indolente, lo miraba hacer.

 

— Señora, su perro está destrozando las plantas. ¿No sería mejor que lo llevara al área de perros?

 

— Es un pobre animalito, sigue sus instintos: él no tiene la culpa.

 

— Lo sé señora, por eso no le hablo al perro.

 

A unos pasos más de la esquina, junto al sitio de taxis, observo un espectacular: una estructura metálica junto al paradero. En una de sus caras se anuncia una supuesta barata de temporada en una gran tienda departamental. En la otra, leo:

 

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y comienza una nueva relación

con tu dinero.

 

¿Con tu dinero… comienzas una nueva relación o compras una casa? El anuncio se ilustra con la integración de tres imágenes: el logotipo del banco, una casa —la casa soñada, podemos suponer— y un perro, el soñador.