Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 24 de septiembre de 2023

Sueño luego existo

  

 

¿Qué soy? Una cosa que piensa. ¿Qué significa esto?

Una cosa que duda, que conoce, que afirma, que niega,

que quiere, que rechaza, y que imagina…

René Descartes, Meditaciones metafísicas.

 

 


 

Je pense, donc je suis

 

René Descartes no fue longevo. Murió el 11 de febrero de 1650, un mes y días antes de cumplir 54 años. A pesar de ello, como seguramente sabe usted, el filósofo y matemático galo tuvo modo y se dio tiempo de dejar una profunda impronta en el pensamiento occidental. A la fecha, muchas de sus ocurrencias siguen enseñándose obligatoriamente en las escuelas de todo el mundo: por ejemplo, es imposible terminar la educación media sin entender cómo funciona un plano cartesiano, y aunque la ciencia hoy lo tiene más que superado, el dualismo —la idea de que la mente (res cogitans) y el cuerpo (res extensa) son entidades separadas e independientes entre sí— sigue siendo parte esencial de la cosmovisión de la mayoría de las personas en Occidente. Junto con el polaco-prusiano Copérnico (1473-1543), el pisano Galileo Galilei (1564-1642), el también astrónomo alemán Johannes Kepler (1571-1630), y posteriormente los ingleses John Locke (1632-1704) e Isaac Newton (1643-1727), Descartes protagonizó la explosión de la llamada revolución científica. Además, tenemos que ubicar al autor de obras tan influyentes como Discours de la méthode o Les passions de l'âme como uno de los pilares del individualismo moderno. Porque uno puede —de hecho, debe hacerlo y metódicamente— dudar de todo, menos de que uno mismo es quien duda: “Puede ser que lo que veo no exista en realidad; puede ser que ni siquiera tenga ojos con los que creo ver algo, pero no puede ser que cuando vea o cuando yo piense que vea, yo mismo no sea algo al pensar” (Meditaciones metafísicas). Cogito ergo sum.

 

 

Sueño profundo

 

El primer biógrafo de Descartes, el teólogo Adrien Baille (1649-1706), publicó en 1691 La vie de Monsieur Descartes, libro en el que, entre otras cosas, informaba que don René había fallecido en Estocolmo, mientras se hallaba trabajando como tutor de la reina Cristina de Suecia. El filósofo no murió en el castillo Tre Kronor, sino en la mansión de Pierre Chanut, el embajador de Francia en Suecia. Como causa del óbito, Baille consignó neumonía, dando crédito a lo que reportó entonces Chanut. Por su parte, el médico de la monarca sueca, Johann Van Wullen, estableció que lo había matado una perineumonía. Más de tres siglos después, en 1981, Eike Pies —un alemán que estudió medicina, teatro, filosofía, historia e historia del arte en la Universidad de Colonia— localizó una carta de Van Wullen fechada poco después de la muerte de Descartes, en la que describe los síntomas que había presentado el pensador francés antes de morir: todo comenzó con un sueño profundo, que lo mantuvo sin probar alimento ni tomar agua durante días, enseguida sufrió agitación, náuseas, mareos, fiebre, hipo y vómito negro. Pies planteó la tesis de que Descartes había sido envenenado. En Der rätselhafte Tod des René Descartes (2009), Theodor Ebert, otro estudioso alemán, respaldó la hipótesis de que Descartes fue envenenado, específicamente con arsénico, y señaló como culpable a un capellán católico conservador llamado François Viogué, con quien el matemático francés se confesaba —y sí, la hipótesis es que le suministró el veneno en la hostia—.


Nils Forsberg, Dispute of Queen Cristina Vasa and Rene Descartes


 

 

Los tres sueños

 

También por Adrien Baille sabemos que si Descartes modificó el curso de la filosofía occidental —inauguró la filosofía moderna— fue gracias a que tuvo tres sueños la noche del 10 al 11 de noviembre de 1619…, al menos según él mismo. El biógrafo supo de todo esto gracias a un relato que el filósofo incluyó en el inicio de un texto titulado Olympica, y del que dio cuenta, parafraseándolo. Sabemos que, al servicio del príncipe Mauricio de Nassau, Descartes se encontraba en Ulm —ciudad cercana a Baviera, en la que 260 años después nacería Albert Einstein—, en una habitación templada por una estufa. 

 

Primer sueño. Descartes camina, atosigado por fantasmas. Ellos primero y después un torbellino lo obligan a caminar inclinado sobre su lado izquierdo. Avanza hasta que encuentra un colegio, al que entró para refugiarse. Dentro, busca la capilla, y entonces “vio en el medio del patio… a otra persona, que lo llamó por su nombre de manera cortes y amable, y le dijo que se encontrara con el Señor N., que tenía una cosa para darle. El señor Descartes imaginó que era un melón que habían traído de algún país extranjero”. El viento amainó y él despertó.

 

Segundo sueño. “Creyó escuchar un ruido agudo y estruendoso, que tomó por un trueno. Del susto se despertó en ese mismo momento; y al abrir los ojos, vio montones de chispas de fuego esparcidas por la habitación”.

 

Tercer sueño: encontró un diccionario, y enseguida otro libro, Corpus Pôetarum, una antología de poesía. Lo abrió en la página en la que encontró el verso  Quod vitae sectabor iter? [¿Qué camino he de seguir en la vida?]. Apareció un desconocido, que le mostró un verso: Est et Non [Sí y No]. “En ese momento, los libros y el hombre… se esfumaron de su imaginación, aunque sin despertarlo [...] Dudando de si lo que acababa de ver era un sueño o era real, [...] decidió tomarlo por un sueño, [...] hizo [...] la interpretación antes de que lo abandonara el sueño nuevamente”.

 

Lo que más me llama la atención de las tres narraciones es que, al término del tercer sueño, el propio soñador, René Descartes, antes de despertar, lo interpreta. Desafortunadamente no sabemos puntualmente cómo. Quien bien podríamos considerar la máxima autoridad en el arte de la interpretación de los sueños, el doctor Sigmund Freud, fue alguna vez consultado por Maxime Leroy al respecto, pero el padre del psicoanálisis se negó: no tiene sentido interpretar un sueño más que a partir del testimonio directo del soñador. Sabemos, eso sí, que él, René Descartes consideró entonces que a través de esos sueños un espíritu, “el espíritu de la verdad”, le había revelado una nueva filosofía. Il a rêvé, il a pensé, puis il a existé




domingo, 17 de septiembre de 2023

Parásita y chupóptera

  

The arrival of language was like the invasion of a parasitic system.

Co-opting those areas of the brain that were the least dedicated.

The most susceptible to appropriation. 

Cormac McCarthy, Stella Maris.

 

 

Cáncanos, pedículos, caránganos, yaguanés o piojos. Los tirápteros son legión: se estima que debe de haber alrededor de unas tres mil trescientas especies de estos bichos conchudos, incluidas las pillas ladillas. También hay anopluros y proliferan las chinches y las filandrias. Otras son las garrapatas, fieros ixodoideos hematófagos, y otros los espeluznantes ácaros en la almohada.


Además, colma cierto tipo gusanos abusones, como los tricocéfalos, anquilostomas, tórsalos, anisakis y los latosos helmintos. Varios andan sin saberlo con nematodos enredados en el intestino delgado, en particular con un anélido que jamás ataca solo, el ascaris lumbricoides, que por lo mismo se ha afamado con el plural “lombrices en la panza”, o con otros vermes voraces, como la tenia, el necátor y el asqueroso oxiuro. Otro, este de los cestodos, como el botriocéfalo, resulta atemorizante desde el nombre. Cunden filarias entrometidas que provocan oncocercosis. No olvidemos la terrorífica triquina, que produce la triquinosis. Abundan y no deben menospreciarse esos seres apenas vivos, muy sencillos, ficomicetos y protozoos como el tripanosoma y los sarcosporidios, la tricomona y la ameba, invasores de las mucosas digestivas o genitales, y el plasmodium, causante de malaria o paludismo. Pululan, microscópicas pero montoneras, bacterias gorronas —treponemas, rickettsias, actinomices, la toxoplama gondii— y hasta dolorosas como las caries. En fin, todo este bestiario —porque no mencioné ni hongos ni vegetales con este feo comportamiento, que los hay—, conforma una parte de los parásitos con los que los humanos convivimos.

 

Quien haya pasado por la educación elemental sabe que, en biología, un parásito es un organismo que vive en o sobre otro organismo, conocido como huésped, y obtiene su alimento o recursos vitales a expensas de él. Los parásitos pueden causar algún perjuicio al huésped, aunque no siempre letal —claro, matar al huésped sería suicida para el parásito—. El concepto no es nativo de las ciencias naturales.


Como señala Pedro Felipe Monlau en su Diccionario etimológico de la lengua castellana (Madrid, 1896), el vocablo parásito proviene del griego parasitos, compuesto de para, cerca, y sitos, trigo, es decir, que está cerca del trigo. La palabra designaba a un intendente o inspector. “El nombre parásito, en su origen, no sólo no era odioso, sino que hasta honraba a aquellos a quienes se aplicaba, pues en Atenas llamaban parásitos a ciertos ministros de los altares que cuidaban de los trigos sagrados, es decir, del trigo que se cosechaba en los campos afectos a cada templo… Tenían parte, además, como epulones que eran, en las carnes de los sacrificios y en los manjares de los banquetes públicos…” Y si duda usted o piensa que se tornó soez don Pedro, permítame recordar que epulón no significa más que “hombre que come y se regala mucho”, digamos que alguien muy atascado. Continúa Monlau su explicación etimológica de la palabra parásito: “Después pasó a significar pegote, gorrista, el que se arrima al otro para comer de mogollón, a costa ajena. Solón fue, según pretende Plutarco, el primero que llamó por ironía parásitos a los que asistían con notable asiduidad a los banquetes públicos que mandaba dar… en obsequio de los ciudadanos que habían prestado grandes servicios a la república. Sucesivamente se fue aplicando el nombre parásito a los que se entrometían en las casas de los magnates y de los ricos para hacerse comensales suyos”.

 

Desde julio de 2018, la oposición que fallidamente intenta amasar el conservadurismo mexicano ha tenido un comportamiento que bien podemos llamar parasitario. Se trata de un parasitismo monoxeno —el término se utiliza en la parasitología para referirse a un parásito que tiene solamente un huésped en su ciclo de vida— y simbólico: incapaz de generar contenidos, se ha colgado de lo que dice y hace Andrés Manuel López Obrador, su huésped simbólico, e incluso de lo que no dice ni hace pero le atribuyen. La síntesis discursiva de la reacción bien puede expresarse en dos palabras: versus AMLO. Más allá de eso no tienen absolutamente nada que decir, mucho menos que proponer. Pedir a las fuerzas políticas —es un decir— que, como un muégano, se han mezclado en el llamado Frente Amplio por México que muestren un proyecto de Nación rebasa cualquier ingenuidad.


Ahora, tampoco es que no sepan lo que quieren, porque lo tienen perfectamente claro, su problema es que no pueden expresarlo: quieren restaurar el régimen de privilegios. Y en esto su candidata —por increíble que parezca, todo indica que mantendrán a la señora Gálvez pese a que ya no hay manera de sostenerla mínimamente inflada— representa fielmente al conservadurismo. Hay una plétora de ejemplos, desde el parasitismo simbólico más descarado hasta algunos casi sublimes. Voy a retrotraer sólo dos.

 

El lema de Morena es “La esperanza de México”, y la exdelegada panista de la Miguel Hidalgo repite últimamente como tarabilla que “la esperanza ya cambió de manos”, como si pudieran robársela como una cosa, como si ahora el ideario político del obradorismo lo representara ella. Lo anterior, por supuesto, además de absurdo es tremendamente tonto.

 

El segundo ejemplo es más reciente y muestra el grado de ridiculez al que ha podido llegar el PRIAN. Apenas el viernes la señora X, agasajada por Brozo en Latinus, dijo: “Mientras él ve votantes yo veo corazones”. Así, “él”, sin mencionar su nombre y sin que viniera a cuento. Él, claro, es AMLO. Más allá de la banalización de la política —práctica que bien le aprendió de su mentor, Vicente Fox—, la declaración confirma el fatal guion en el que está metido el PRIAN: pretende ganarle a AMLO en las próximas elecciones, lo cual será imposible puesto que él no es el candidato. Por eso, Claudia Sheinbaum lleva años luz de ventaja… Claro, eso no evitará que el PRIAN y su chupóptero —no es ni insulto ni neologismo, si no me creen, busquen la palabra en el diccionario; pista: Xóchitl Gálvez sigue cobrando dieta en el Senado— sigan tomando contenidos del obradorismo: no tienen de otra, como cualquier parásito.

domingo, 3 de septiembre de 2023

X = PRIAN

  

Incógnita, indeterminación, serpiente

 

¿X? Equis.

 

Para el Diccionario de la Lengua Española de la RAE:

 

1. f. Letra x y sonido que representa.

2. f. Mat. x (‖ incógnita).

3. f. Col. y Perú. Serpiente con figuras en forma de equis en su espinazo y cuyo veneno es casi siempre mortal.

4. adj. x (‖ no determinado).

 

Para el Diccionario del Español de México del Colmex:

 

2 adj m y f, sing y pl Cualquier, cualquiera, cualesquier o cualesquiera: un funcionario equis, equis partidos.

4 s f sing y pl (Mat) Símbolo de la incógnita en cálculo.

 

 

La señora X

 

¿La X de Va X México fue alguna vez una incógnita? No. Porque, recordemos, primero fue nomás ausencia, un cruce de vacuidades y vacíos, y luego la verdad no se necesitaba ser un zahorí —alguien con la facultad de descubrir lo oculto—, para saber que el señorito X y los encubiertos machuchones que representa de buenas a primeras tuvieron determinado quién será el esbirro que meterán de apuesta en la boleta electoral de 2024, para tratar así, y por todos los medios, de recuperar la Presidencia de la República. AMLO lo advirtió hace casi dos meses; para ser precisos, el lunes 3 de julio, durante la mañanera: “Tengo toda la información de que él (Claudio X. González) llevó a cabo las consultas para que los represente a este grupo Xóchitl Gálvez… Hace como 15 días a un mes, me enteré”. Y aunque la aludida sin pensarlo —normal, pues— declaró que se sentía muy ofendida, quesque porque a ella nunca nadie le ha regalado nada, y el autodenominado señor Constitución montó un melodrama telenovelero y hasta chilló e insultó al presidente —“¿Cómo se atrevió este desgraciado presidente? ¿Cómo se atrevió? No sabía que había hombres y mujeres libres formados en Acción Nacional, que no lo vamos a permitir”—, pasaron los días y así fue. ¡Brujo! Tras un “proceso” —más bien una farsa— durante el cual ni los partidos de oposición ni los medios que controlan —casi todos— se cansaron de inflar e inflar a la señora X, mientras que sus disque contrincantes, quienes interpretaron el papel de los otros suspirantes, se limitaron a ir dimitiendo uno a una: ¡tiste rol de trufaldines! —trufaldín: persona que representaba farsas o comedias—. Todo aquello fue más como una mojiganga —fiesta popular en la que se utilizaban disfraces estrafalarios, especialmente de diablos o animales—, con todo y la escenografía multicolor que algunos diseñadores facturaron para intentar tapar lo más posible lo que todos tuvimos frente a nuestros ojos: al PAN y al PRI —y la morrallita perredista— coludidos, los blanquiazules y los tricolores, el PRIAN.

 

Por tanto, en este caso, despejar la X es muy fácil: la señora X, Xóchitl Gálvez, es Tartufox y J. Ángel Gurría, es Alito y Markitito, es el odiadorzuelo Gabriel Quadri y los Moreira, es Creel y los Chuchos, es el hijo de De la Madrid y la sobrina de Salinas, es Lilly Téllez y Kenia López, es Calderón y García Luna, es el Saco de Pus y el sistema de moches, es la Gaviota y la señora Zavala, es Madrazo Pintado y Norma Piña —así se llaman, no invento nada—, es el cartel inmobiliario panista de la CDMX y quienes inventaron la “verdad histórica”, es Meade y Anaya… Es decir, y despejando por factor denominador común, la señora X es el PRIAN… O, si usted prefiere, el PANRIP, para actualizar las siglas, porque el señor Alito ha logrado destruir el PRI —por primera vez en toda su historia el Revolucionario Institucional no tendrá candidato a la Presidencia—. O por negación: la señora X tiene de candidata ciudadana lo que tiene de indígena —aunque el neoliberalismo se vista de huipil… etcétera—.




 

 

La meta incógnita

 

Así que por favor no se escondan: quienes apoyen a Xóchitl Gálvez apoyan al PRIAN. Y si decidí titular esta columna X = PRIAN fue para subrayar lo importante, pero bien pudo titularse “La increíble y triste historia de la camaleónica Xóchitl y su prianismo descastado”… o “La previsible y cómica historia de la cándida candidata y su dueño X desalmado”… o “The Strange Case of Mrs. X and The Botarga Senator”… O los dos que más me gustaban: “La señora botarga en casi todas sus acepciones” y “El insólito caso de la señora disfrazada que se convirtió en disfraz”. Y procedo a explicarlos…

 

Resulta que antes de que el señorito X se sacara de la manga a Xóchitl Gálvez, la señora ya se había ganado el mote de La Botarga, y a pulso, nadie se lo regaló. Como todos sabemos, la senadora panista, la empresaria que salió de la pobreza vendiendo gelatinas, tuvo la ocurrencia de meterse en la enorme botarga de un feroz dinosaurio verde y así caracterizada armar un mitote en el Senado de la República. El diccionario del Colmex define botarga como “vestuario o disfraz voluminoso de una persona, sobre todo en el teatro, para representar un papel”, pero cómo se le dice a quien se pone la botarga… ¡También botarga! La RAE define botarga:

 

1. f. En las mojigangas y en algunas representaciones teatrales, vestido ridículo de varios colores.

2. f. Persona que lleva la botarga.

3. f. Armazón de ballenas o de alambre, revestida de tela, que usan los actores debajo de los trajes para deformar la figura.

4. f. Especie de embuchado.

5. f. Especie de calzón ancho y largo que se usaba antiguamente.

6. f. Ar. Persona adusta y retraída.

 

¿Ven? Este texto pudo perfectamente titularse “La señora botarga en casi todas sus acepciones”.

 

Ahora, ocurre que la trola —trola: engaño, falsedad, mentira— troleadora, la señora X, se esforzó tanto que logró convertirse en el dinosaurio priísta del que se disfrazó. Pero ¡cuidado!, no debemos quedarnos en las apariencias. Xóchitl Gálvez es ya una meta botarga: una persona que se disfraza —una botarga— con una botarga y que a su vez se convirtió ella misma en una botarga —en un disfraz—: la señora X es la botarga, el dinosaurio de Troya, en la que van metidos el PAN, el PRI, la oligarquía corrupta que quiere restaurar el sistema de privilegios con el cual explotaban al país. ¡Insólito!