Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

sábado, 29 de noviembre de 2014

#20NovMx

¿Qué?

El 20 de noviembre marché del Ángel de la Independencia al Zócalo de la Ciudad de México. Me sumé así a la #AccionGlobalporAyotzinapa, una jornada que tuvo lugar en prácticamente todo el país y en muchas ciudades del resto del mundo. Junto con miles y miles de personas caminé aquel recorrido de poco más de cuatro kilómetros. Estuve ahí. Observé directamente lo que pasó. Puedo afirmar que la versión que desde la noche de ese mismo jueves han venido difundiendo la gran mayoría de los medios masivos de comunicación es parcial —no es completa y toma partido— y tergiversa (mal) intencionadamente lo sucedido. 


¿Cuántos?

Se trató de la manifestación social más nutrida en la que he participado en toda mi vida. Más allá de la guerra de cifras —hay “estimaciones” que van de 30 mil a más de un millón de manifestantes—, relato… Para demostrar su poder de convocatoria, López Obrador suele llenar el Zócalo, cosa que últimamente no ha logrado hacer del todo, porque ciertamente se requiere muchísima gente. La  Plaza de la Constitución tiene alrededor de 40 mil metros cuadrados, incluyendo las calles que la rodean, de tal suerte que si calculamos tres personas por metro cuadrado, entonces se requieren 120 mil para colmar el corazón simbólico de México. El #20NovMx, los contingentes de universitarios que se reunieron en Tlatelolco comenzaron a avanzar a las cinco de la tarde, al igual que las personas que se habían concentrado en el Monumento a la Revolución. La gente que salió del Ángel, partió una hora después. Antes de las seis y media el Zócalo ya estaba lleno. Yo no llegué hasta allí sino minutos después de las nueve de la noche, cuando el mitin ya había terminado. La Plaza seguía llena y los contingentes no dejaban de ingresar por 5 de Mayo. Es decir, el Zócalo se llenó varias veces, al mismo tiempo que los tramos por los que llegaron los manifestantes se encontraban totalmente ocupados, tanto por grupos que seguían avanzando como por personas que apoyaban la marcha en las banquetas. Resulta pues evidente que la estimación del gobierno capitalino, 30 mil, es ridícula, mientras que el millón que algunos calculan quizá se quede corto.


¿Quiénes?

En la Ciudad de México, la marcha #20NovMx no fue estudiantil: participó una diversidad social enorme. Claro, los contingentes de la UNAM, el Poli, la UAM y la UACM —Si no marchamos juntos, nos matarán por separado—, fueron protagónicos, y como ya ha ocurrido en marchas anteriores, los chavos venían también de la Ibero, el CIDE, el ITAM, el Instituto Mora, el Colmex… Pero ahora sí los jóvenes no salieron solos: sindicatos y organizaciones civiles variopintas —desde Amnistía Internacional hasta clubes de ciclistas, pasando grupos de gays y lesbianas, religiosos, feministas y danzantes…—, parejas, niños, ancianos, oficinistas, empleados y comerciantes que se incorporaban… Por supuesto, la mayoría éramos clasemedieros, pero observé no poca de esa gente a la que se le nota a leguas el dinero y, lo que me parece en verdad relevante, muchas personas humildes, muy humildes… La comunión por sí misma es una de las experiencias humanas más emotivas, y lo es más cuando se consigue entre distintos… Algunos metros antes de llegar a la glorieta de El Caballito, un viejo descomunalmente alto, de mirada severa, sostenía una cartulina: A los estudiantes hay que buscarlos en la escuela, no en los basureros


¿Cómo?

Se sentía una tristeza densa, atronadora cuando se coreaba del uno al 43 para exigir justicia. Se sentía la alegría de la esperanza, de saber que no había ganado ni la desidia ni el miedo. La emoción estallaba en las arengas contra el presidente Peña, y a renglón seguido en los cantos y las porras. Íbamos muy contentos. Íbamos muy compungidos. Indignación y coraje. Una señora con un par de niñas a los lados mostraba su parecer: Por nuestros hijos… prohibido rendirse.

Tristeza por los normalistas, enojo contra el gobierno y orgullo por estar marchado con miles de personas civilizadas… En esto hay que insistir y repetirlo: la marcha fue no sólo pacífica, fue también ordenada.


¿Por qué?

El jueves por la tarde-noche expresé un mismo mensaje con decenas de miles de mexicanos y mexicanas: estamos dolidos e indignados y queremos justicia.

A mí me tocó entrar al Zócalo poco después de las nueve. Impresionante: aunque el mitin ya había concluido, la gente circulaba contenta, animada… El ágora éramos todos. Pero del otro lado de la plancha comenzaron a escucharse petardos y alcanzamos a ver humo. Nadie corrió, las risas seguían, pero aquello ya había terminado y la prudencia susurraba algo al oído, así que comenzamos a salir por Madero… Algunos muchachos todavía traían pila suficiente para llegar a Eje Central echando Goyas y Huelums… Había quienes se detenían a comprar un tamal para calmar el hambre…

Para los miles que se quedaron en el Zócalo el final no fue el mismo. El gobierno —policía federal y policía del DF— decidió despejar el Zócalo a macanazos. El pretexto hacía más de una hora que había sido activado: menos de cincuenta bárbaros habían ya hecho su parte. De nada sirvió que justo antes de que comenzaran a repartir golpes, algunas personas se hubieran acercado a tratar de evitar la represión: ¡Policía, hermano, tu lucha es de este lado!

La violencia no es la solución, declaró hace unos días el secretario Osorio. Obvio…: la violencia es el problema.

Una galería
















domingo, 23 de noviembre de 2014

#20NovMx, a chronic

What?
On November 20th I marched from El Ángel de la Independencia to the Zócalo of Mexico City. In this way I joined the #AccionGlobalporAyotzinapa, a day of solidarity that took place in almost the entire country and in many cities all around the world. Demanding justice, along with thousands and thousands of people, I walked over four kilometers. I was there. I observed firsthand what happened. I can say that the version that was broadcasted by the vast majority of the mass media is partial (not complete and taking a side) and intentionally twists (badly) what happened.

How many?
It was the biggest social protest in which I have ever participated in all my life. There are "estimates" ranging from 30,000 to more than a million demonstrators. Beyond war of numbers, I prefer to say what I saw.... The Zócalo has about 40 thousand square meters, including the surrounding streets; so, if we calculate three individuals per square meter, the result is that 120,000 people are required to fill the symbolic heart of Mexico. The #20NovMx at 5 pm, the groups of college students clustered in Tlatelolco, began to advance. People who had gathered at the Monumento a la Revolución also began walking at that moment. People who left El Ángel began their protest an hour later. Before half past six, the Zócalo was already full. I arrived there until a few minutes after nine, when the meeting was already over. The square was still completely full and the protestors kept coming down across 5 de Mayo Street. What I mean is that the Zócalo filled up with protestor more than once, and that the surrounding streets remained fully occupied by groups that were still trying to advance and by people supporting the protest from the sidewalk. The estimation of the Mexico City’s government, 30 thousand people, is just ridiculous, while the million that others calculate might fall short. 



Who?
In Mexico City, the #20NovMx was not purely a student protest: a huge diversity of social actors participated. Of course, the student protest groups of the public universities such as UNAM, Poli, UAM and UACM (united by the rallying cry If we do not march together, we’ll be killed apart) took the starring role, along with students from smaller universities, some of them private, like Ibero, ITAM, CIDE and Colmex. However, this time the Mexican youth did not march alone: labor unions and diverse nonprofit organizations (from Amnesty International to bikers clubs, including the LGBT community, feminist groups and even religious organizations), couples, kids and elderlies, white collar workers and businesspeople, all joined the protest… Certainly, most of us belonged to the middle class, but I also observed a considerable number of clearly wealthy people, and, what shocked me the most, a crowd of humble people, really humble people…  Social union by itself is one of the most emotional human experiences, and even more when it develops between different kinds of people… A few meters before the Caballito roundabout, an old man, colossally tall, with severe eyes, held a sign: Students belong in school, not in dumpsters

How?
A deep sorrow was felt when the mass shouted out, demanding justice, numbers from one to forty-three. The joy of hope, however, was also there, because we knew that nor fear nor apathy had won. Excitement broke out when protests against president Peña were sung. We were happy. We were mournful. Outrage and anger. A lady with two little girls by her side spoke her mind: For our children… forbidden to surrender
     Pain for the Ayotzinapa students, anger against the government and pride for being there, marching along thousand of civilized citizens… And in this point we have to insist: the protest was not only pacific, it was also well organized.  



Why?
Last Thursday evening I expressed one same message along with tens of thousands of Mexicans: we are hurt and outraged, and we want justice. 


I got to enter the Zócalo until nine. It was impressive: although the meeting had concluded, people walked around cheerful, hopeful…  But across the square, the sounds of petards were heard and we began to saw smoke. No one ran, laughs continued until the voice of prudence whispered to our ears, so we went ahead and exit through Madero Street… Some of the students still had energy to continue all the way across Eje Central with their universities cheers, Goyas and Huelums… Some of them had stopped to buy a tamal to ease the hunger… 


For the thousands that remained at the Zócalo their end was not same. The government (with the help of the federal and city forces) decided to clear the square with police brutality. The excuse was activated an hour before: less than fifty barbarians had done their old tricks. The shout outs of people: Brother policeman, your fight is in this side, just before the repression stroke out, were useless, and physical aggression began.

Violence is not he solution, declared a few days ago the Secretariat Osorio, obviously… violence is not the solution, violence is the problem.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Twitter: comunidad imaginada

Hace 30 años Gabriel Zaid (1934) fue incorporado al Colegio Nacional. Hombre de libros, Zaid dedicó su discurso de ingreso a la labor editorial de Daniel Cosío Villegas, fundador de una de las más grandes empresas culturales del siglo XX mexicano, el Fondo de Cultura Económica. La intervención inaugural del regiomontano comienza así: “Hay una vieja tradición que ve los libros como apartamiento del mundo…; más radicalmente aun: como negación de una realidad deleznable…” Una idea que a mí, como seguramente a muchos, evoca de inmediato a aquel buen hombre que
se enfrascó tanto en su lectura, que se pasaba las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio e turbio, y así del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele de fantasía de todo aquello que leía en los libros…; y asentósele de tal manera en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
De vuelta al discurso de Zaid: a la imagen del libro como creador de una realidad aparte —en el mejor de los casos, la de la contemplación de esta otra que supuestamente cohabitamos todos—, a párrafo seguido se llama a cuento no a un novelista como Cervantes, sino a un poeta, amigo de don Miguel, por cierto, Quevedo, para citar la primera estrofa de reputado soneto suyo:
Retirado en la paz de estos desiertos,con pocos, pero doctos, libros juntos,vivo en conversación con los difuntosy escucho con mis ojos a los muertos.
Los versos de Quevedo realzan el milagro que permite un libro: “La imprenta, vengadora de injurias de los amos, libra a las grandes almas que la muerte ausenta y les da una especie de vida eterna”. La comunicación entre los muchos, distintos y distantes, que la lectura posibilita, “nos integra a una comunidad invisible, por encima de los límites sociales, históricos, materiales, del espacio y del tiempo. Los libros nos permiten ser parte, a pesar del apartamiento”. Más adelante, Gabriel Zaid abunda en la noción de la “la comunidad invisible” que el invento de Gutenberg trajo al mundo hace 560 años: “Apareció una vida pública desconocida en Grecia: lugares de reunión que no están en ninguna parte; reuniones numerosas y hasta multitudinarias, pero que no suceden en un lugar y momento, sino en muchos lugares y momentos; que incluyen a conocidos y desconocidos, a vivos y muertos, y aun a participantes que todavía no nacen pero están previstos por este extraño diálogo imaginario…”

Un año antes de que Gabriel Zaid pronunciara estas palabras, un profesor de la Universidad Cornell, Benedict Anderson (1936), publicó un libro que tendría un gran impacto en muchas disciplinas sociales y que hoy día ha alcanzado el sitio de imprescindible: Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. El libro se puede leer desde 1993 en español gracias precisamente al Fondo de Cultura Económica (Colección Popular No. 498). El argumento en torno al cual gira todo el ensayo es el siguiente: una nación es “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”. Que sea imaginada no quiere decir que la nación no existe realmente, no, establece que existe precisamente porque es imaginada. Y es imaginada por un hecho simple e irrebatible: “porque aun los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión”.

Desconozco si en 1984 Gabriel Zaid había leído el libro de Benedict Anderson antes de escribir su discurso, pero es evidente que hay paralelismos significativos entre la comunidad invisible que él esboza y las comunidades imaginadas del académico de Cornell. De entrada, ambas son comunidades imaginadas, ciertamente, intangibles, aunque no por ello irreales. Además, las dos son limitadas: la nación por fronteras geopolíticas, más o menos flexibles, pero concretas; en tanto que la comunidad invisible que se realiza gracias a los libros es un territorio etéreo, mucho más extenso que la República de las Letras, pero limitado a los hombres y mujeres alfabetizados. Comunidades imaginadas y limitadas ambas, con la diferencia de que la comunidad invisible propuesta por Zaid no reclama soberanía alguna. 

Tampoco sé si Benedict Anderson y don Gabriel tienen dotes de videntes. Sé en cambio que en poco tiempo mucha tinta y bytes han corrido en sesudos análisis de Internet, entendido como un medio de formación de comunidades imaginadas, especialmente en lo que corresponde a las (mal) llamadas redes sociales. Es posible encontrar en línea varias ponencias que específicamente arguyen que Twitter conforma fuertes comunidades imaginadas, en el sentido en el que Anderson define a las naciones —político— y con las posibilidades que Zaid destaca para las comunidades invisible que se trenzan en torno al libro impreso; a estas alturas, señalarlo es impostar la voz de Perogrullo. Si refiero todo lo dicho hasta aquí es para apuntar que desde finales de septiembre a estas fechas, he participado en Twitter en una comunidad imaginada de contundente realidad, que entra y sale de los monitores, del iPhone y la tablet, no para negar una realidad deleznable, sino para tratar de aprehenderla al margen de la mediación de los medios masivos de comunicación tradicionales, e incidir en ella, por ahora a través de la protesta en línea y callejera. El esfuerzo puede parecer quijotesco, y más nos vale que no lo sea… 

Ojalá que el próximo 20 de noviembre, el #YaMeCansé, el #AyotzinapaSomosTodos vistan de luto a la comunidad imaginada llamada México. Reconozcámonos conscientes…

domingo, 16 de noviembre de 2014

Los incentivos del horror

El infierno es esperar sin esperanza.
André Giroux

El pasado jueves, en las páginas del diario El país, José Ramón Cossío publicó un análisis preciso del estado atroz en el que vivimos, de la realidad a la que más nos vale no acostumbrarnos. El firmante fundamenta su valoración en los resultados de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2014, dados a conocer hace unas semanas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La fuente es confiable y quien atisba al país en tales datos no es cualquier persona: además de ser un respetado académico (profesor en el ITAM y miembro del Colegio Nacional), es uno de los once ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el máximo tribunal de México y la cabeza del Poder Judicial. Por lo demás, no se requiere mucha interpretación para estar de acuerdo con Cossío Díaz: la situación que vive el país es “mala” y lejos de mostrar signos de mejoría se halla en “creciente deterioro”. Sin duda, las cifras de la ENVIPE 2014 abruman, abaten: “durante 2013, en el país se cometieron 33.1 millones de delitos, con 22.5 millones de víctimas, y una afectación al 33.9% de los hogares. Este último aspecto ha venido creciendo, desafortunada y consistentemente, al pasar del 30.4% al 32.4% y 33.9% en 2011, 2012 y 2013, respectivamente. Lo mismo ha sucedido con el número de víctimas (24.3%, 27.3% y 28,2%) y el número de delitos (29.2%, 35.1% y 41.5%) a nivel nacional en cada uno de esos años”. Y si estos datos por sí mismos pintan ya un espanto, la llamada cifra negra revela una calamidad: el 93.8% de los delitos no fue denunciado o no significó el inicio de una averiguación previa… Dicho en corto y sin necesidad de acudir al microscopio para verle los dientes al tiranosaurio, en nuestro país la impunidad está prácticamente garantizada para cualquier delincuente. Y justo aquí está el incentivo del horror. “La economía del crimen en México”; el título que dio el ministro Cossío a su texto es certero. “Si con todos los problemas que se han identificado para el homo economicus, el delincuente entiende que la posibilidad de ser atrapado, investigado, procesado o sentenciado es baja, o que tiene altas probabilidades de burlar cualquiera de esas etapas procesales, entonces mantendrá altos incentivos para delinquir y seguir haciéndolo… Dadas estas condiciones, un individuo racional amoral encontrará absurdo no delinquir, pues el balance entre las potenciales ganancias y costos (sanciones) es positivamente alto”. 

Aquí, las puertas del infierno están abiertas, y no para condenar ahí a los malos, están abiertas para que los demonios circulen entre nosotros a su gusto.

El viernes en la tarde, Jesús Murillo Karam, procurador general de la República, ofreció una de las conferencias de prensa más esperadas en la historia reciente de México. Desde muy temprano, se dejó correr el trascendido de que en el transcurso del día habría noticias y que no serían nada buenas. No lo fueron. Lo peor no fue saber que la versión oficial es (y no es) que los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron asesinados. No. Lo peor fue la ambigüedad que ofreció el Poder Ejecutivo y la incertidumbre en que nos dejo, así como la insolente ineficacia que evidenciaron las fuerzas del orden del gobierno. 

El procurador dijo que en la madrugada del 26 al 27 de septiembre los 43 muchachos fueron asesinados en Iguala y después quemados, calcinados en un basurero localizado en Cocula. Explicó que los cadáveres estuvieron ardiendo durante horas y horas, en un fuego avivado con llantas, diesel, gasolina, leña y plástico, hasta convertirse en cenizas. En conclusión, dijo que efectivamente, los 43 estudiantes fueron sacrificados por miembros de Guerreros Unidos y que luego los muertos se hicieron humo, desaparecieron. Ahora sí, desaparecidos, oficialmente… Porque justo ahí está el problema: no quedaron restos que permitan comprobar todo con certeza…, o quizá sí, pero en la Universidad de Innsbruck, en Austria, aunque será difícil, quién sabe… La ambigüedad que deparó confusión —“una situación o un estado de confusión puede definirse como una contraimagen de la comunicación” —Paul Watzlawick (¿Es real la realidad? Herder, 2003)—. El señor procurador declaró además que “10 mil elementos, entre policías, soldados, marinos, ministerios públicos, investigadores y peritos… han estado en la zona buscando la pista precisa para la ubicación de estos jóvenes”. Sin embargo, resulta que las conclusiones (que no son conclusiones, nada más avances) que presentó se basan en “los testimonios y las confesiones” de El Pato, El Jonas y El Chereje, un trío de maleantes. De cualquier forma, y considerando que el ex presidente municipal de Iguala no ha declarado ni media palabra, además de la ambigüedad, aviva la incertidumbre la pobre verosimilitud de la versión oficial de los hechos, especialmente en lo que corresponde al móvil de la barbarie… ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué con tanta saña? 

Lo ocurrido en Iguala nos iguala: toda la fuerza del gobierno concentrada en intentar resolver el asunto para hacer justicia y brindar certidumbre, y con todo el caso sigue abierto, esto es, no se ha podido cerrar. “La eventual identificación de los restos humanos” puede que nunca se concrete (o quizá sí) y aún no han sido apresados todos los involucrados. Quedan otras fosas, hasta ahora más de treinta muertos anónimos, y seguramente otras más, según la propia autoridad.

Sin certidumbre no puede haber justicia, y la impunidad incentiva el horror.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Soñar para despertar de la pesadilla

… nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir.
Víctor Hugo, Los miserables.



Zara y George. Ella es historiadora, experta en la configuración geopolítica del mundo contemporáneo; él, quizá la máxima autoridad en todo el orbe en el vastísimo campo de la literatura comparada. Se conocieron en Londres, gracias a una ensoñación compartida, y no entre ellos dos. Corría el año de 1952 y ambos concluían sus respectivos PhD en Oxford. Los dos judíos; él parisino, ella neoyorkina. Aunque habían estudiado sus respectivas licenciaturas en Harvard, no se conocían. Una dupla de lumbreras. Algunos profesores, quienes conocían a George y Zara, compartían el siguiente ensueño: ese par nacieron el uno para el otro, el día que los presentemos se van a enamorar y van a terminar casándose… Nunca faltan los incrédulos, así que se corrió una apuesta, y ya luego los presentaron… La boda de George Steiner (1929) y Zara Shakow (1928) ocurriría menos de tres años después: el sueño en vigilia de aquel grupo de académicos se concretó.

Steiner ha publicado decenas de volúmenes, la mayoría, antologías de ensayo. Pasión intacta es uno de ellos; se trata de un nutritivo mamotreto de más de 500 páginas en el que incluye textos facturados entre 1978 y 1995. Como casi todos los libros de George Steiner traducidos al castellano, éste también lo edita Siruela, y es muy caro. Afortunadamente la pieza a la que me voy a referir, “¿Los sueños participan de la historia?”, fue publicado también por la Revista de la Universidad de México (Número 30; X/1983), y se puede encontrar en línea. En este ensayo, espléndidamente traducido por Ida Vitale, Steiner postula que en el umbral de su existencia como especie el ser humano pudo haber soñado, antes incluso de haber desarrollado el lenguaje —fundamenta su suposición en un hecho incuestionable, sobre todo para quienes han tenido mascotas: los animales sueñan—. En dado caso, “el lenguaje sería una tentativa de interpretar, de contar sueños más antiguos que él”. Así, habría que entender al sueño como el manantial de nuestros mitos más antiguos, los primigenios, y por ende del lenguaje mismo, toda vez que “la evolución de la mitología y del lenguaje humano se cumplió a través de una interacción dialéctica y simultánea”. Por lo demás, los sueños de hombres y mujeres no escapan del lenguaje: “todos los informes humanos de sueños nos llegan a través de la pantalla del lenguaje”.

Steiner explica que la historicidad de los sueños es doble: por un lado, los sueños se convierten en materia de la historia, y por otro “también existe una historia de los sueños o, más precisamente, una historia de la fenomenología del sueño”.

Ciertamente, los sueños del monarca o el profeta eran asuntos que se consignaban como parte de la historia de un pueblo. Históricos son también los horrores oníricos que mucha gente podía sufrir ante la inminencia del cambio de un milenio, por ejemplo, o ya en nuestros días frente a determinadas amenazas colectivas, reales o imaginarias, como un ataque terrorista o la propagación de una enfermedad endémica. Más incluso: “las revoluciones, antes de realizarse, son soñadas, primero por los individuos, luego por el grupo social; quizá el carisma se define precisamente como esa facultad de concebir un sueño anticipador, una fuerza capaz de suscitar sueños semejantes en otros”. Los sueños, para usar la expresión de Bloch, “imprimen a la historia un movimiento hacia la esperanza”.

En cuanto a la segunda cara de la historicidad de los sueños, Steiner lamenta la poca atención que hemos dado a las diferentes formas en que el hombre ha soñado a través del tiempo, condicionadas, como cualquier otra actividad humana, históricamente. Hoy, por traer a cuento un botón de muestra, “los inventos, el progreso y la diseminación de las técnicas de iluminación artificial han modificado la psicofisiología de los actos de sueño”. Con todo, y a sabiendas que la tarea es colosal, Steiner propone “una sola transformación, pero fundamental, en la función que se le reconoce al sueño y a sus manifestaciones, tal y como ilustran los documentos de nuestras culturas occidentales”. Efectivamente, muestra cómo desde los albores de dicha tradición —la antigüedad mediterránea, “ya sea clásica, semítica o ‘bárbara’”— y hasta el siglo XVII, los hombres vinculaban sus sueños “a la fenomenología de la prefiguración”, esto es, las visiones oníricas se asumían como “una visitación del futuro o por el futuro”, y a partir de ello se recuperaban al despertar por medio del lenguaje. Pero a partir del Siglo de las Luces y decididamente después de Freud, para la cosmovisión occidental los sueños ya no se alimentan de profecías sino de recuerdos. Claro, mucha gente sigue buscando en los sueños pistas para prever lo que ocurrirá, pero es innegable “el gran desplazamiento” que deportó a los sueño de la categoría de profecía a la de recuerdo, “al menos en lo que concierne a las sensibilidades filosóficas y científicas”, y así se ha establecido como noción hegemónica.

Con todo, en la actualidad como hace miles de años, una colectividad, para serlo, necesita compartir sueños. El problema es que hoy el futuro nos queda cada vez más lejos, y ya casi nadie se anima a soñarlo. La situación de atrocidad que develó lo ocurrido hace 36 días en Iguala, Guerrero, ha hecho que muchos prefieran no ver, no enterarse y hacer como si no pasara nada, o bien asumir el futuro como una pesadilla. Por eso urge que cada vez sean más quienes critiquen y manifiesten inconformidad. Porque George Steiner tiene razón, “toda crítica del apocalipsis es una utopía”.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Dream to wake up from the nightmare

Nothing better than a dream to engendering the future.
Victor Hugo, Les Misérables


Zara and George. She is a historian, an expert on the geopolitical configuration of the contemporary world; he is perhaps the ultimate authority in the whole world in the vast field of comparative literature. They met in London, thanks to a shared daydream, but not between them. In 1952, both were ending their respective PhD at Oxford. Both of them are Jews; he, Parisian; she, Newyorker. Although they had studied their degrees at Harvard, they didn’t know each other. A couple of geniuses. Some teachers, who knew George and Zara, shared the following reverie: that pair was born for each other, and, the day that they shall meet, they will fall in love and end up in the altar ... There are always some unbelievers, so they ran a bet and then they introduced them ... George Steiner (1929) and Zara Shakow (1928) got married less than three years later: the waking dream of that group of academics was finally materialized.

Steiner has published dozens of volumes. No Passion Spent is one of them; a substantial tome of over 500 pages that includes billed texts between 1978 and 1995. In the piece I will refer to in this essay, "The Historicity of Dreams", Steiner states that at the threshold of its existence as a species, humans could have dreamed, even before we developed language —he bases his assumption in a unquestioned fact, especially notorious for those who have had pets: animals dream. “Language is, in a sense, an attempt to interpret, to narrate dreams older than itself." So, we should understand dreams as the source of our oldest myths, the primitive ones, and hence of language itself; since the evolution of mythology and human language is accomplished through a dialectical and simultaneous interaction. In this sense, the dreams of men and women do not escape from language: "all human reports on dreams come to us via the screen of language."
Steiner explains that the historicity of dreams is dual: on one hand, “dreams are made the matter of history”, and on the other, "there is also a story of dreams, or more precisely, a history of the phenomenology of dreaming."

Certainly, the king ´s dreams or the prophet’s dreams were issues that were addressed as part of the history of a community. Historical are also the dreamt horrors that people could suffer at the imminence of change of a millennium, for example, or nowadays against certain collective threats, real or imagined, such as a terrorist attack or the spread of endemic disease. Moreover, "revolutions, before being carried out are dreamed first by individuals, then by a social group; maybe charisma is precisely that faculty of conceiving a reveling dream, a force capable of arousing similar dreams in others ". Dreams, in words of Bloch, "print in history a movement toward hope."

Regarding the second side of the historicity of dreams, Steiner laments the lack of attention we give to the different ways in which man has dreamed over time, conditioned, like any other human activity, historically. Today, just as an example, "inventions, progress and the spread of artificial lighting techniques have changed the way psychophysiology of sleep acts." However, and knowing that the task is colossal, Steiner proposes "a single, but essential, transformation in the role of dreams and its manifestations, illustrated in documents of our Western cultures." Indeed, he shows how since the dawn of the Mediterranean ancient civilizations, "whether classical, semitic or 'barbaric'" - and until the seventeenth century, men tied their dreams to the "phenomenology of foreshadowing," in other words, dreamlike visions were assumed as "a visitation from the future or of the future" recovered when waking up through language. But from the Enlightenment and decidedly after Freud, dreams were no longer fed from prophecies but from memories. Sure, many people still look for clues in dreams to predict what will happen, but the "big shift" in dreams which deported them from the prophecy to memory category is undeniable, "at least in what concerns the philosophical and scientific sensibilities, "and so, this has been established as a hegemonic notion.
But today, as thousands of years ago, a group, to actually be one, needs to share dreams. The problem is that today is the future seems further away, and almost no one dares to dream it. The situation of atrocity that was revealed 36 days ago in Iguala has made many prefer not to see, not to hear, to act as if nothing had happened, or, worst, to assume the future as a nightmare. That’s why it’s so urgent that more and more people criticize and express dissatisfaction. Because George Steiner is right, "all criticism of the apocalypse is an utopia."

sábado, 1 de noviembre de 2014

El Huevo y el chahuistle

El domingo pasado, desde el zócalo de la Ciudad de México, a través de una videoconferencia, Paco Ignacio Taibo II entrevistó a Noam Chomsky: — ¿Cuáles establecerías como los grandes problemas inmediatos que deberíamos enfrentar hoy? El filósofo estadounidense respondió: el riesgo de una guerra nuclear y el desastre ecológico...  “Esos son los problemas fundamentales que tenemos. Hacer una lista de los problemas menores y más pequeños sería una lista interminable”. Ciertamente, desde una perspectiva global, todos los demás problemas resultan menores, incluso el estado atroz en el que vivimos en México actualmente. Escribo “estado atroz” pensando en el estado de Guerrero, en el Estado Mexicano y en el estado en el que nos encontramos todos. Es atroz porque es cruel, espantoso, disparatado, aterrador, muy malo. Creo que estamos en una situación de emergencia. El gran riesgo que enfrentamos no consiste en ser incapaces de sortear una calamidad, sino en permanecer en ella, en acostumbrarnos a vivir en la ignominia.

Paradojas de la vida: mi primo R, a quien desde chavito de cariño le decimos Huevo, no quiere tener familia. El Huevo ya no se cuece al primer hervor, así que es probable que lo consiga. En un reciente trueque de mails en el que varios del clan compartíamos preocupaciones y pareceres respecto a la calamitosa situación del país, R diagnosticó: Creo que este país funciona de milagro, creo que es un país de caricatura. ¿Mejorará pronto? No creo. Y luego reiteró su consabida postura: Las cosas no están como para traer más gente al mundo. Desde su trinchera, otro familiar refutó irónico, llevando el planteamiento al extremo: Pue'que tenga razón el Huevo. La única solución la dijo Mr. Smith: el ser humano es un virus. ¡Es necesario acabar con él! Por supuesto, el referido señor Smith no es otro que el antagonista de The Matrix (1999): “Me gustaría compartir una revelación que he tenido... Se me ocurrió cuando traté de clasificar su especie —le explica a Neo—: me di cuenta de que ustedes en realidad no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta desarrolla instintivamente un equilibrio natural con el entorno, pero los humanos no lo hacen. Llegan a una zona y se multiplican y multiplican hasta consumir todos los recursos naturales, y la única manera de sobrevivir es ocupar otra área. Hay otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón. ¿Sabes cuál? Un virus. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer de este planeta. Usted es una plaga y nosotros somos la cura”.



Traer o no traer chamacos al mundo es un dilema filosófico pertinente. Lo es hoy y lo ha sido desde los albores de la filosofía. Si antes de reproducirse cada pareja se ha preguntado respecto a la pertinencia de procrear —evidentemente no, pero supongamos—, la respuesta mayoritaria es contundente, porque la gran revolución que a todos nos ha tocado vivir es la demográfica. Se trata de un mutación que va más allá de cualquier otro fenómeno, más allá de la revolución tecnológica, más allá de cualquier cambio de modelo económico o sociopolítico..., y sin duda, más allá, de cualquier coyuntura en un país. Frente a la invasión humana de la Tierra, cualquier otro evento se aprecia insignificante. Cuando nací había tres mil millones de seres humanos, cuando cumplí 40, hace nueve años, el monto se había duplicado, y hoy ya somos más de siete mil millones... Smith tiene toda la razón: somos una virus, el chahuistle planetario. En un período de existencia genérica de poco más de cien mil años, en los últimos quinientos hemos plagado el mundo... Chamacos, ciertamente, no faltan..., aunque tampoco sobran: como nunca antes había sucedido, hoy por hoy somos, en tanto género, capaces de producir mucho más de lo que necesitamos consumir. El hambre y la pobreza existen, obviamente, pero son entuertos de organización política-económica, de justicia social, no de recursos y satisfactores. Y si desde la perspectiva del consumo los niños no faltan ni sobran, desde el punto de vista de la producción, menos. No se requieren brazos, ni para el trabajo ni para la guerra. La reproducción de la especie por ahora ni es un estropicio ni es necesaria, de tal suerte que la pertinencia del dilema filosófico de la reproducción cobra validez. Como el Huevo que opta por no procrear, hay quienes hoy seriamente aspiran migrar. La gran mayoría, mientras la violencia no le pegue directamente, ha preferido no ver, no oír, no hablar, hacer como si Guerrero fuera otro mundo. Tal postura en buena medida se explica porque resulta muy difícil escapar de la impotencia personal, más cuando las organizaciones políticas de oposición, todas, son comparsas de la descomposición sociopolítica que ya llegó a las fosas clandestinas. ¿Qué hacer? De entrada hay que no dejar de hacer, no callarse, no hacer como que no pasa nada..., no paralizarse de miedo e impotencia, y apelar a la eficacia virulenta de la humanidad…

El ser humano en verdad actúa como ataque viral, pero no sólo desde el punto de vista cuantitativo, cualitativamente también: le pega a todo, humaniza todo y hace mundo. No tenemos otra forma de relacionarnos con el entorno más que apropiándonos de él, nombrándolo y simbolizando todo. Cultura versus natura. Hay que demostrar inconformidad e indignación, y sobre todo no permitir que sea normal que la gente desaparezca y que aparezcan cadáveres anónimos… El mundo comienza, o se recupera, nombrando a las cosas por su nombre.