Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

lunes, 19 de marzo de 2012

Historia y tropología. Ascenso y caída de la metáfora

viernes, 16 de marzo de 2012

Historia y literatura, dos realidades en conjunción

lunes, 5 de marzo de 2012

¿Qué es una nación?


Ni siquiera había escuchado mentar su nombre, jamás me había topado con una mención sobre su obra... Ernest Renan, un francés decimonónico (1823-1892). Este hombre tuvo el tino de preguntarse ¿qué es una nación? y en 1882 compartió su respuesta en una conferencia que dictó en la Sorbona. Se trata de un texto lúcido y en muchos sentidos adelantado a su tiempo, incluso premonitorio. Las ideas de Renan me ayudan a fundamentar mi optimismo respecto a la posibilidad de que dos seres humanos puedan compartir desearse, la vida y soportarse mutamente, en cambio, me provocan harto pesimismo en torno a la viabilidad de lo que nos queda de país. A ver...

La estrategia argumentativa del galo se traza fácil: primero se pregunta, luego responde lo que no, y finalmente descubre lo que sí. ¿Qué es una nación?, la interrogante. Ahora las respuestas negativas:
  • ¿Un principio dinástico? Renan opina que no. “… una nación puede existir sin un principio dinástico, e incluso que las naciones que se formaron a partir de dinastías pueden separarse de éstas sin por ello dejar de existir”.
  • ¿La raza? Renan opina que no. “¿En qué criterio debería basarse este derecho nacional? De qué hecho tangible podemos derivarlo? Unos cuantos aseveran, convencidos, que deriva de la raza […] Así se crea un derecho primordial análogo al derecho divino de los reyes; un principio etnográfico es sustituido por uno nacional. Se trata de un gran error que, de volverse dominante, destruiría la civilización europea”, escribe varios años antes del surgimiento del nazismo. Argumenta: “en las tribus y ciudades de la antigüedad, el hecho de la raza era, concederé, verdaderamente importante […] En Esparta y Atenas todos los ciudadanos tenían mayor o menor grado de parentesco […] Si ahora pasamos […] al Imperio Romano, vemos que la situación es completamente diferente. Establecida, en principio, a través de la violencia, pero preservada mediante el interés común, esta gran aglomeración de ciudades y provincias, totalmente diferentes unas de otras, asestaron un golpe mortal a la nación de raza. El cristianismo […] trabajó de modo aún más efectivo en la misma dirección; formó una alianza íntima con el Imperio Romano y […] el argumento etnográfico fue excluido del gobierno de los asuntos humanos durante siglos”. ”Pese a las apariencias, las invasiones bárbaras fueron un paso más allá en la misma dirección. El modo en el que los reinos bárbaros se abrieron camino no tuvo nada de etnográfico”.
  • ¿El lenguaje? Renan opina que no. “La lengua invita al pueblo a unirse, pero no lo obliga a hacerlo […] Hay algo en el hombre que es superior a la lengua: la voluntad”.Y de nuevo, ejemplifica.
  • ¿La religión? Renan opina que no. “Tampoco la religión puede proporcionar una base adecuada para la constitución de una nacionalidad moderna”.
  • ¿Intereses compartidos? Renan opina que no. “Una comunidad de intereses es sin duda un lazo poderoso entre los hombres. Pero, ¿los intereses alcanzan para constituir una nació? No lo creo”
  • ¿El factor geográfico? Renan opina que no.
En resumen: “El hombre lo es todo en la formación de esta cosa sagrada que se denomina pueblo. Nada puramente material basta para constituirlo. Una nación es un principio espiritual, el resultado de las profundas complicaciones de la historia; es una familia espiritual […] qué cosas no son adecuadas para la creación de ese principio espiritual, a saber, la raza, la lengua, el interés material, las afinidades religiosas, la geografía y la necesidad militar”

Entonces, ¿qué es una nación? He aquí su respuesta: “Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas, que en verdad no son más que una, constituyen esta alma o principio espiritual. Uno yace en el pasado, el otro en el presente. Uno es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; el otro es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, el deseo de perpetuar el valor de la herencia que hemos recibido en forma indivisa”. Y sí. Y también, quiero creer, aplica para una comunidad social más reducida..., digamos de dos personas.

Pero regresando a lo social, hoy, con todo y veda, aqui en México, convendría meditarlo: “Una nación es por lo tanto una solidaridad a gran escala [...] Presupone un pasado; sin embargo, se resume en el presente mediante un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar una vida en común. La existencia de una nación es […] un plebiscito diario”.

Algunos textos de Erenest Renan en línea.