Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

martes, 29 de diciembre de 2015

El 2015 a tuitazos

1.I.2015
Sin ánimo de desestabilizar el proyecto de Nación, les deseo un #2015 en el que la JUSTICIA le ponga un freno a la IMPUNIDAD y la CORRUPCIÓN. 

3.I.2015
Paradójicamente, la Pax Romana terminó con Cómodo.

4.I.2015
Si va uno rumbo a un abismo, el frenón vale la pena por muy accidentado y lastimoso que resulte.

Hay situaciones en las cuales el único margen que le queda al optimismo es pensar que la gente no tardará en hartarse de que le vaya tan mal.

Convoca Zuckerberg, en Facebook, a hacer del 2015 “el año de los libros”. Y EPN dice que combatirá la impunidad.

11.1.2015
#Mexico sequía de justicia

12.1.2015
Política mexicana: a toda acción corresponde una traición.
#aforismos

15.1.2015
Esto es un circo… con público amaestrado...

20.I.2015
#Mexico La pobreza extenúa.

21.I.2015
Cuando se dieron cuenta de que no querían regresar al pasado, ya era demasiado tarde.

28.I.2015
Que La verdad histórica, que la verdad legal... ¿Y la verdad a secas?

30.I.2015
Toda verdad histórica tiene fecha de caducidad… De mi se acuerdan si no…

3.II.2015
“Tiene usted mi compromiso", le dice a EPN, y así termina su discurso Virgilio Andrade.

4.II.2015
- ¡Frodo, investígame!
- Sí, máster.
- Aplausos.

8.II.2015
Partidos de oposición… El silencio de los indecentes.

11.II.2015
Podría escribir los versos más tristes esta noche
pero #YaSeQueNoAplauden

12.II.2015
El estado más violento del país es el actual.

12.II.2015
Andamos como andamos porque creemos que no tenemos de otra…

13.II.2015
Vine a Comala porque me dijeron que acá sí aplauden…

16.II.2015
La verdad es mentira.
ATTE
La verdad histórica

21.II.2015
El Verde, lo mismo pero más barato.

El Verde no es verde, es tricolor.

27.II.2015
Deja tú la mexicanización, ¡el despeñadero!

3.III.2015
Dice EPN que México está "plagado de incredulidad y desconfianza". A ver si la SRE no manda una nota diplomática pa desmentirlo.

3.III.2015
Tantas cosas que nos dijimos "no, no puede ser!", que ya están siendo…

5.III.2015
Este país está cubierto de yesca.

7.III.2015
En este país, tener la razón es un riesgo.

10.III.2015
El ecologismo electoral en México vale Verde!

10.III.2015
No politicen… Argumento más socorrido de un político cuando no quiere que se discuta públicamente un asunto... público.

11.III.2015
En México la mayoría es débil y no está representada.

11.III.2015
Desde hace mucho toda renuncia al PRD ya es tardía.

12.III.2015
La #estadística, una herramienta disolver la ilusión del yo.

14.III.2015
Cada vez que hemos dicho "no, no se van a atrever a tanto"…, nos hemos equivocado

16.III.2015
Desde hace mucho no veía un solo noticiero de TV. Desde mañana ya no escucharé ningún noticiero de radio.

16.III.2015
- El señor dice que no es un buen abogado.
- Perfecto. Nombrémoslo Ministro de la Corte.
- Es la mejor periodista del país.
- Córranla.

20.III.2015
Típico en México: al exitoso (@AristeguiOnline ) acúsalo de individualista, soberbio, falto de autocrítica, incapaz de reconocer errores...

23.III.2015
Ni a Juan Rulfo se le hubiera ocurrido: Elige INE de funcionario a uno de los 43

24.III.2015
Bestiario fantástico de la política mexicana: gacela trasmuta en dino-tucán.

26.III.2015
Irrebatible: “No me esfuerzo por ser popular”: EPN.

29.III.2015
Sigue la cría de vacas flacas en el Establo de México.

2.IV.2015
Y si a mí también me duele la rodilla (el domingo corrí 13 km), ¿dónde pido el helicóptero para transportarme dignamente?

7.IV.2015
No sienten ni pena ni vergüenza. Menos sienten culpa. ¿Si son los protagonistas de su telenovela, por qué habrían de ahorrar en producción?

10.IV.2015
#México Con la afrenta en alto.

11.IV.2015
Los amarillos ya también valieron verde.

14.IV.2015
El tucán de rapiña.

21.IV.2015
#MEXICO ¡Que continúen los juegos del fiambre!

22.IV.2015
Tucanes criados en el Establo de México!

26.IV.2015
Yo ya me cansé por el civil.

2.V.2015
La narcoexplicación de los males nacionales sigue empañando todo análisis serio y sin prejuicios de lo que ocurren en #México

6.V.2015
Transparencia + Impunidad = Cinismo

10.V.2015
Los miedos masivos de comunicación.

Los miedos, martirios de comunión.

13.V.2015
Un fantasma recorre el mundo, el fantasma del consumismo.


23.V.2015
#CDMX El llano en llantas.
Status de la democracia en #México: la cómica Carmen Salinas será diputada

28.V.2015
Un futuro mejor es cosa del pasado.

1.VI.2015
Si anulas, reculas. #Elecciones2015

9.VI.2015
En México, la mayoría es lo de menos.

15.VI.2015
Qué ironía que el tele-presidente condecore al autor de Homo videns.


24.VI.2015
Estado Mexicano domesticando la #CondiciónHumana. Perdone las molestias.

27.VI.2015
La caja de velocidades de la historia también tiene reversa.


1.VII.2015
La condición humana es un chivo expiatorio.

3.VII.2015
Lamento profundamente la muerte de uno de los escritores contemporáneos más menospreciados de nuestras letras: Gustavo Sainz (1940-2015).


7.VII.2015
¿A poco la condición humana es origen de tantas marranadas?

10.VII.2015
Un App para perder los sentimientos encontrados.

14.VII.2015
Por favor alguien avísele a #ElChapoGuzman que el penal del Altiplano está certificado; que no se pudo haber escapado.

15.VII.2015
Tú, nel. Yo ,túnel, y me pelo.

16.VII.2015
Marxista: #ElChapoGuzman necesitó más de un materialista.
En #México ahora sí están dadas todas las condiciones histéricas.

23.VII.2015
#NoEraPenal de máxima seguridad.

24.VII.2015
2 millones + de pobres..., y el resto de nosotros en tibieza extrema.

28.VII.2015
Tapar la hecatombe con un piojo muerto. #México

2.VIII.2015
Como #YaSéQueNoAplauden, inauguro vacío el estadio.

Descanse en paz mi buen amigo Marco Aurelio Carballo, gran pluma.

8.VIII.2015
La izquierda mexicana partidista perrediana es tan moderna que se divide en tribus.

10.VIII.2015
Y cuando los regios despertaron, el Bronco ya no era independiente.

1.VIII.2015
Quería reportar un Estado de emergencia..., pero aún no sirve el 911...

20.VIII.2015
Podemos dormir tranquilos: sí sabe ponerse las calcetas.

21.VIII.2015
Últimamente, encontrar ruinas en #México no tiene ningún chiste.

23.VIII.2015
¡Yo sí temo al bobo feroz!

28.VIII.2015
" Estamos moliendo a #Mexico "

1.IX.2015
– Buenas tardes, ¿está la señora de la tranza?

3.IX.2015
En teles digitales regaladas por EPN se ven mejor sus críticas al populismo.

7.IX.2015
Hubo una vez una verdad histórica que se hizo humo.

10.IX.2015
En México, el pesimismo es el mejor método de adivinación.

19.IX.2015
La gente fácil causa muchas dificultades.

2.X.2015
#México PRECAUCIÓN: Burros tocando la flauta.

3.X.2015
Que manda decir SEGOB que mientras no les pase a todos y todas, nomás son casos aislados.

1.XI.2015
En #México el #DiaDeMuertos últimamente es una reiteración.

2.XI.2015
#México La verdad observo todo tan descuachalangado que cualquier cosa podría pasar, incluso nada.

14.XI.2015
Golpear a París es golpear a la Modernidad occidental.

23.XI.2015
Cada que alguien dice "En México no seríamos tan idiotas como para volver a…", se escribe una predicción certera.

26.XI.2015
De lo poco que no es sólo aparente: el desorden.

8.XII.2015
La mentira histórica ya es historia.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Una de villanos

Ojalá que durante estos días de guardar disfrute de unas agradables vacaciones. El deseo no es poca cosa, valórelo, puesto que presupone que tenga usted un empleo. En dado caso, le propongo que dedique una parte de su tiempo a leer una novela, que si bien no es una novedad, sí aporta una lente adecuada para tratar de comprender la deplorable situación en la que hoy día nos hallamos. Sin embargo, resulta obligado iniciar con algunas advertencias.

Si las únicas oportunidades de las que ha podido disponer para espiar bajo las faldas de la historia patria han sido los libros de texto gratuito, seguramente usted es uno de los afortunados que todavía creen vivir en un país con una sólida tradición milenaria. O bien, si siente que hasta el rincón más remoto de su nacionalismo se crispa de orgullo cuando escucha a un mariachi echarse La negra, y además sería capaz de batirse en duelo con el intelectual más bragado para defender la tesis de que los charros cantores forman parte de nuestras raíces inmemoriales; entonces muy probablemente le dolería mucho el mismo rincón más remoto de su nacionalismo si alguien le revelara que el mariachi es un invento bastante reciente y para colmo del cine. Una más y ahí le paro: si le queda la certeza de que, luego de un análisis teórico-conceptual riguroso en materia de historia nacional, todos los protagonistas —porque nadie más existe— se dividen en dos grandes categorías, los buenos y los malos, y que por tanto Juárez no tenía alas nomás por pura modestia republicana y a Santa Anna no se le veían los cuernos nomás porque sabía escondérselos, es posible que usted no sea el mejor lector de la novela a la que me referiré: El seductor de la patria, de Enrique Serna (Ciudad de México, 1959).

Aunque prestado, el libro porta un título excelente. La fórmula para mentar a Antonio López de Santa Anna como El seductor de la patria fue facturada por el historiador Enrique Krauze (Siglo de caudillos), y no sólo le da nombre a la novela de Serna, también expresa una idea que se desarrolla a lo largo de toda la trama.

Epistolar, la novela de Serna le da voz a quien, junto con Victoriano Huerta y Carlos Salinas, se disputa el título de El Villano Favorito de la Historia Nacional: Antonio López de Santa Anna, el primero de una larga lista de vendepatrias consumados (“¿Vender yo la mitad de México? ¡Por Dios! Cuándo aprenderán los mexicanitos que si este barco se hundió no fue sólo por los errores del timonel sino por la desidia y la torpeza de los remeros”).
Santa Anna nació en Jalapa, Veracruz en 1794 —o sea que llegó al mundo dicharachero y novohispano—, y no paró de darle vuelo a la hilacha sino hasta 1876, cuando una diarrea crónica terminó por secarlo por completo… 82 años durante los cuales le dio tiempo de pelear en contra de los insurgentes y a favor de los insurgentes, de defender a cañonazos el Imperio de Iturbide y de levantarse en armas en contra de él; de aplacar a federalistas y también a centralistas; de apoyar a Maximiliano de Habsburgo y luego conspirar en su contra; veleta dirán algunos, sí, pero congruente porque hasta tuvo el detalle de propinarse él solito un golpe de Estado. Larga vida la del cojo de Manga de Clavo, suficiente para agenciarse el título de Héroe Nacional, los cargos de Presidente de la República —federalista, centralista y hasta provisional—, dictador y Salvador de la Patria, Alteza Serenísima y desterrado. Personaje imantado al poder y teórico riguroso de la sapiencia dirigida a conservarlo: “Los tiranos creen que el poder se conserva a punto de bayoneta. En México no es así: basta con repartir a la masa un puñado de cohetes y unos barriles de pulque”. Y tanta historia, qué esperaban, no fue de gratis, si al pobre le costó una pierna —sepultada, eso sí, con todos los honores— y al país Texas, la Alta California y Nuevo México.

Apuesto que Enrique Serna no es el biógrafo que Santa Anna hubiera querido tener para ser comprendido, pero quizá sí el que mejor lo ha hecho. Desde la literatura, atrapando verdades simbólicas quizá mucho más ciertas y con toda seguridad más profundas que las certezas históricas, Serna consigue escapar de la tentación de crucificar de nuevo al culpable de que Disneylandia no esté ahora en territorio nacional para, a la vuelta de más de 500 páginas, evidenciar que, después de todo, agazapado tras el mito no había otra cosa más que un ser humano, aunque eso sí, que ni qué, cínico y megalómano como pocos…

“Triste destino el de nuestros próceres: Iturbide y Guerrero sellaron la Independencia con el abrazo de Acatempan, y el país los recompensó con el paredón. Yo he sido despojado de mis bienes y deshonrado públicamente. Quizá el escudo nacional debería modificarse para colocar un buitre en lugar del águila”. El seductor de la patria: novela histórica, escaparate de buena parte del siglo XIX mexicano, de aquellos no tan distantes años durante los cuales este país era apenas el alucine de unos cuantos.

Descaradamente, reiteradamente, Santa Anna le tomó el pelo a la gente, y con todo, lograba retornar al poder. ¿Increíble? Al año siguiente de la publicación de El seductor de la patria el PRI perdería la Presidencia de la República; doce años después…, etcétera. 

viernes, 18 de diciembre de 2015

Ciudad atascada

Aquí el colapso siempre es inminente. El Apocalipsis de la Ciudad de México lleva ya varias ediciones, pero no importa, aquí nadie se espanta: por más documentados que se tengan todos los peligros, nadie se preocupa por buscar remedios a largo plazo. Los chilangos somos aguantadores y gurdos. 

La más reciente amenaza de nuestra debacle no es de origen sísmico ni volcánico ni hidrológico ni perruno ni sanitario ni criminal ni socio-organizativo… ¿Recuerdan La historia interminable de Michel Ende? Pues de la misma forma en la que la nada se propagaba por Fantasía, abarcando todo y seduciendo a todos —“algunos hasta se han tirado dentro intencionalmente al ver que la nada se les acercaba demasiado. Tiene una fuerza de atracción irresistible, que se hace tanto más intensa cuanto mayor es…”—, inexorablemente el caos avanza por la urbe capital de la República Mexicana, y en esta ocasión lo hace por sus calles… O bueno, no avanza y ahí estriba el problema.

Realismo mágico chilango de nueva generación: a las dos de la madrugada, apenas este jueves para amanecer viernes, cientos y cientos de automovilistas que bajan de Santa Fe atascados en un embotellamiento. Uno de los conductores que llevaba atrapado más de una hora tuitea: Sr. Mancera, por favor auxílienos, estamos totalmente parados en Constituyentes. Y, claro, seguramente a esas horas el tlatoani dormía como un santo, porque a diferencia de lo que usted pudiera pensar, aquella jornada ni siquiera fue particularmente problemática. Ocurre que de unos tres meses para acá, la Ciudad de México, de por sí una vieja anquilosada, sufre de atascamiento crónico en todas sus vías primarias. La vialidad ha ido perdiendo viabilidad, tanto —y no exagero—, que algunos días la ciudad de plano se ha colapsado. Una tarde Tláloc se emberrinchó: en un paso a desnivel del Eje 5 Sur San Antonio hubo que mandar una brigada de salvavidas en lanchas inflables a rescatar gente atrapada en coches-subacuáticos. La lluvia ha anegado el tiempo capitalino varios días… Luego los aguaceros cesaron, pero eso no ha impedido que dos o tres veces a la semana el periférico se haya convertido en el panteón de los planes de miles de personas… Testimonios sobran. Hace unas semanas, mi cuate el Autorcantor tardó cinco horas en llegar de Polanco a su casa en la del Valle, un trayecto de menos de diez kilómetros: ¡Más de dos horas nada más para bajar del segundo piso y tomar el Eje 6! Ese mismo día, yo pretendí llegar del World Trade Center al CIDE, en la salida a Toluca…, dos horas después desistí: había recorrido once cuadras, contadas. La semana pasada, después de haber tenido la suerte de haber hecho sólo tres horas y media de Xochimilco a la colonia Nápoles —menos de 30 kilómetros—, Dianita Flores tuvo que perder cuarenta minutos para recorrer las cinco cuadras que hay entre el edificio en el que vive e Insurgentes. Y diario, los retuiteos de cuentas como @retioDF dispersan las malas noticias: ¡A la altura del Viaducto, la lateral del periférico hacia el norte es un tianguis!; ¡Un suicidio entrar a Tlalpan!; Ya nunca vamos a salir de Coapa, carajo… El DF ya está todo picoteado de muerte por horas pico. ¿Qué pasó? La respuesta es simple: la ciudad de México no da para tantos coches, sencillamente ya no caben. Y el problema se agudizó hace unas semanas, desde que las autoridades decidieron dejar circular diariamente a más de 320 mil vehículos que antes no lo hacían; obtener la placa 0 ahora es cosa de soltar una mordida. ¡Que circulen todos para que ya no circule nadie!

¡Ah, qué tiempos aquellos, cuando por las calles se circulaba! El número 4 de la revista Vuelta comenzó a venderse en marzo de 1977. En sus páginas Carlos Fuentes publicó por primera vez —cuatro años después lo haría en el libro Agua quemada—el cuento "El día de las madres". En dicho relato, nos enteramos cómo Plutarco, nieto del general Vicente Vergara, gusta calmar sus ansias: 
Aceleré hasta llegar al ingreso del anillo periférico, respiré, aceleré, pero ahora tranquilo, ya no tenía de qué preocuparme, podía dar la vuelta, una, dos, cien veces, cuantas veces quisiera, a lo largo de miles de kilómetros, con la sensación de no moverme, de estar siempre en el lugar de partida y al mismo tiempo en el lugar de arribo, el mismo horizonte de cemento, los mismos anuncios de cerveza, aspiradoras eléctricas…, jabones, televisiones, las mismas casuchas chatas, verdes, las ventanas enrejadas, las cortinas de fierro, las mismas tlapalerías, talleres de reparación, misceláneas con la nevera a la entrada repleta de hielo y gaseosas, los techos de lámina corrugada, una que otra cúpula de iglesia colonial perdida entre mil tinacos de agua, un reparto estelar sonriente de personajes prósperos, sonrosados, recién pintados, Santa Claus, la Rubia de Categoría, el duendecito blanco de la Coca-Cola con su corona de corcholata, Donald Duck y abajo el reparto de millones de extras, los vendedores de globos, chicles, billetes de lotería, los jóvenes de playera y camisa de manga corta reunidos cerca de las sinfonolas, mascando, fumando, vacilando, albureando, los camiones materialistas…, los policías en motocicleta, los tamarindos, la mordida, el tapón, los cláxones, las mentadas, otra vez el arranque libre, idéntico, segunda vuelta, el mismo recorrido…
Mientras tecleo estas líneas, la gran Tenochtitlán sigue tomada por desalmados guerreros imecas y está siendo invadida por hordas de peregrinos guadalupanos provenientes de todo el país. El cueterío celebra el caos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Arte y amistad, qué ironía

Hoy recuerdo un libro: La elegancia del erizo, de Muriel Barbery. Se trata de una novela claramente nietzscheneana, cuya tesis central es: la vida no tiene sentido, es caótica, y para soportar esa verdad, a la que se llega por medio de la razón, queda la ilusión apolínea del arte —Gadaner dice que el arte no es como la vida, es como debió haber sido—. La novela de la francesa también es socrática: la fuerza de la amistad. En el caso de La elegancia del erizo, una trío excéntrico: Reneé, Paloma y el señor Ozu. ¿Qué une a Sócrates con Nietzsche? La ironía.

La reseña completa de la novela: Erizo inútil, erizo placebo



sábado, 12 de diciembre de 2015

Clase económica

Dos linajes sólo hay en el mundo: como decía una abuela mía,
que son el tener y el no tener, aunque ella al de tener se atenía.
Sancho Panza (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha)


En estas páginas he discurrido sobre la insolencia con que se ha agudizado la desigualdad en México. Después me referí a la mísera prosperidad en que vivimos. En ambos casos, he buscado sustentar mis pareceres en datos duros, citando cifras y numeralias, rankings, porcentajes, promedios, proporciones… Así que se justifica plenamente la apelación que desde su guarida me espetó el maestro de El Pueblito: "Las estadísticas son como la tierra: son de quienes las trabajan; permiten decir lo que quien las trabajó deseó. No hay neutralidad aséptica. Sí hay argumentos para decir equis o ye, eso sí, con apoyo científico objetivo: números-porcentajes. Las descripciones y metáforas son más cercanas a mis pobres entendederas y gustos". Emplazado quedé: ¡basta de data!

Afortunadamente, llegó la asistencia: el sesudo doctor Ibarjair se dio tiempo para despachar un e-mail de inusitada amplitud para sus usos y costumbres, en el que ofrece una narración en la que empaqueta una alegoría de la desigualdad. Su disertación no tiene desperdicio:
Salí del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México sobrecargado: dos maletas de 23 kilogramos cada una, además de mi propio equipaje. Tenía que ir a Washington. El viaje fue en dos tramos, primero a Miami y luego a Washington. Despegué en el DF a las nueve de la mañana, sin haber desayunado. En el avión no me dieron nada de comer. Al llegar a Miami, perdí demasiado tiempo en la fila de inmigración, y además resultó complicadísimo mover solo todo el equipaje, así que perdí el vuelo a Washington. Un agente de la aerolínea me ayudó a encontrar un asiento en un vuelo que salía dos horas después. Mientras tanto, no comí, ni me ofrecieron nada. Pregunté si en el vuelo siguiente me darían algo de comer… Nada. Me había levantado a las seis de la mañana y llegué a dormir a las dos de la madrugada del siguiente día sin haber comido durante toda la jornada. ¿Por qué? Porque viajé en clase “económica”. Si hubiera volado en primera clase habría desayunado, comido, disfrutado quesos, manzanas y vino. El mundo actual está diseñado para maltratar a los pobres, a los “económicos”. En los aviones, las mejores áreas son para la primera clase, sigue la llamada business class, algo que las grandes compañías gestionaron con todas las aerolíneas para que sus empleados viajen bastante bien sin tener que pagar los costos de primera clase. En el resto del avión va la clase “económica” o eufemísticamente llamada clase “turista”. Los asientos son ajustados, algunos no se inclinan, a diferencia de los de primeras clase, que son amplios y muy cómodos. Adelante puedes dormir espléndidamente. Ahí viene lo bueno, sólo para entre diez y veinte personas. Atrás, viajan cien o más pasajeros “económicos”. A ellos no les dan nada de comer, sólo refrescos, ninguna proteína. Adelante, tres platillos, bebida, abundante, postre… El trato, por supuesto, es distinto para los distinguidos. Frecuentemente en primera y en business class el vuelo va casi vacío; eso a las aerolíneas no les preocupa, porque se utilizan si vendieron más boletos, hay lista de espera o tienen que transportar trabajadores de la misma línea, etcétera. El que llega al final y le urge viajar compra boleto sin importar el costo, porque la clase “económica” siempre está vendida completamente.
En tanto alegoría de la desigualdad socioeconómica, la descripción del doctor Ibarjair tiene una ventaja para explicar el asunto: todos van en el mismo avión y no tienen alternativa, a diferencia de las sobadas metáforas de las carreras, en las que cada participante puede en un momento dado, sobre todo si va perdiendo, confortarse convenciéndose de que en realidad va compitiendo contra sí mismo. El doctor Ibarjair concluye:
Quiénes pagan realmente el costo del vuelo? La clase “económica”, los más pobres, los que no comen, los que viajan incómodos… Cuando este enfoque económico de organización social cambie el mundo vivirá mejor…
Y cierra con una idea que es difícil no apreciarla colorada:
Imagínate que 120 personas viajaran con todas las facilidades, y sólo unas veinte o treinta atrás pagando menos, porque los 120 pagarían el vuelo y comerían y beberían bien… Sólo unos pocos viajarían limitados. Creo que así no sentiríamos el terrible golpe que es ser pobre, de la clase “económica”. 
Le pongo un solo pero a la metáfora del doctor. En los aviones, entre la primera clase y el peladaje siempre se coloca una cortina, misma que las aeromozas cierran discretamente justo antes de que comience la desigual repartición de las viandas. Los pasajeros que viajan atrás saben o imaginan lo bien que van los de adelante, pero no lo ven. En cambio, abajo, acá en nuestra cotidianeidad, la desigualdad no se oculta, por el contrario, se subraya y se ostenta. Usando la expresión del doctor, el terrible golpe que es ser pobre lo sienten constantemente los muy pobres, los pobres y la clase media que por definición se siente pobre. No sólo viajamos sin cortinita, la publicidad se encarga de mostrarnos continuamente todo de lo que nos estamos perdiendo…  Los llamados creativos se devanan los sesos para despertar el deseo de compra no en quienes tengan con qué adquirir tal o cual producto, sino en todos aquellos que reciben sus anuncios. El resultado es obvio si uno recuerda, por ejemplo, que los millones de jóvenes nini —y me abstengo de citar una estadística, pero la hay— dedican la mayor parte de su tiempo a ver televisión, una ventana al mundo plagada de anuncios que muestran el esplendor con que pueden viajar los que no son clase “económica”.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Rencor social

— ¡Qué pinche país, ¿no? Si tuviera lana me largaría de aquí, mencabrona ver las caras de la gente, ver los periódicos, mencabronan los ricos, íate, me dan ganas de patearles el culo hasta deshacérselos. Pinches hijos de puta, tienen todo y uno ni madres; por ellos este país es tan mierda, a ver cuando nos vamos a Las Lomas o al Pedregal pa’ romper vidrios a pedradas, hace mucho que no lo hago y mencanta. 
Esteban sabe (supongo) que Rogelio nunca ha roto vidrios a pedradas en Las Lomas o en el Pedregal. Sonríe, pero no dice nada.
De Perfil (1966), de José Agustín (1944).

sábado, 5 de diciembre de 2015

La prosperidad de la tortuga

Escribir que México no ha hecho más que empeorar durante los últimos años no ayuda a levantar los ánimos. Por el contrario, documentar que nuestra condición más que próspera tiende a lo mísero abona al abatimiento… Y, sí, humano es resistirse a la tristeza, tratar de ponerle diques al fango de la desdicha. Supongo que eso explica varias de las reacciones de quienes se tomaron la molestia de leer mi columna de la semana pasada, la cual, de sopetón, principiaba con una afirmación lapidaria: Persistentemente, México empeora. El enunciado de arranque es lo de menos, seguía una andanada de datos que respaldan el juicio, todos parte del Índice de Prosperidad 2015, elaborado por el Legatum Institute. En suma, el asunto es que nuestro país —la economía número 14 del orbe, con la decimotercera superficie territorial más extensa y el puesto número 11 en cuanto a población— se ubica este año en el sitio 67 en el ranking del Índice de Prosperidad (IP), 67 de 142. No sólo estamos en una posición mediocre, además, desde que comenzó a medirse el IP, en 2009, nuestro México lindo y querido ha descendido 18 escaños. Claro, el reporte agüita. 

Pero también algunas de las críticas provienen del análisis. Tengo en mi haber un primo sanmiguelense, sociólogo y con posgrado en filosofía, a quien los caminos lo han llevado a vericuetos tales que hoy puede presentarse como un versado en demografía, experto en evaluación de políticas públicas y, muy importante, en diseño de indicadores. Pues él, mi primo LF, fue quien mejor le entró al quite: Sin querer hacerle al abogado del diablo, opino que es necesario conocer no sólo el puesto (el "rankeo") ocupado por México, sino el valor del índice que da origen a esa medida. Enseguida, LF dice que si en el indicador hay mejoras, aunque el país pierda posiciones en el ranking, entonces no puede afirmarse que haya empeorado. A manera de ejemplo, se refiere al Índice de Desarrollo Humano (IDH) calculado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El valor del IDH de México ascendió a:
0.647 en 1990 (lugar 39)0.699 en 2000 (lugar 55)0.756 en 2013 (lugar 71)
Si sólo nos fijamos en la posición, se observará que México retrocedió 32 lugares en 23 años. Sin embargo, si se analiza el valor del índice, se verá que avanzó 0.109 puntos en ese mismo período. 

Mi repele al suyo fue entonces: LF, el asunto es que el capitalismo global es esencialmente competitivo. En la medida en la que perdemos lugares en el ranking, somos menos competitivos. Iluso, pensé que con eso quedaba zanjado el asunto, pero mi sanmigueleño primo no cejó: Estoy de acuerdo que si una de las reglas del capitalismo es la competitividad, entonces la caída en el ranking significa un retroceso (o un menor avance) frente a los demás países. Sin embargo, que hayamos retrocedido posiciones no significa que estemos efectivamente peor. Podría significar que se avanzó (pero no tanto como los demás), o que se estancó el país (y, por tanto, los otros también nos rebasaron) o que efectivamente se retrocedió (se corrió para atrás); sin embargo, qué pasó, el índice no puede decirlo. Y luego, en un comunicado adicional: Mi propósito tampoco es convencer de que estamos mejorando. No intento ocultar que existen varios millones de personas en pobreza, o que varios millones más, si bien pueden adquirir una canasta básica, no tienen ingresos suficientes para educación, salud o para incrementar su patrimonio. Mi discusión no va en el sentido de esconder esa realidad. Sí intento poner el acento en la necesidad de leer con cuidado lo que dicen las cifras… Y luego resume su argumento: que hayamos retrocedido en el rankeo no significa que estemos (objetivamente) peor que antes. Tal vez estamos mejor, pero otros mejoraron mucho más en el mismo periodo. Tal vez las cosas sí están mucho peor. Pero parecería que ese rankeo sólo sirve para rankear, y no para decirnos qué tanto avanzamos.

LF me puso a pensar y cuando uno piensa muchas veces resulta casi obligado recordar a un griego, en este caso al discípulo más avezado de Parménides de Elea, Zenón, a quien hace dos milenios y medio se le ocurrió poner a competir en una carrera a una tortuga con el mismísimo Aquiles, héroe entre lo héroes, quien como se sabe a pesar de tener el punto débil en el talón era llamado “el de los pies ligeros”, precisamente por sus dotes de velocista. La aporía de Zenón establece que Aquiles, una vez que le ha concedido cierta ventaja a la tortuga, jamás podrá ya alcanzarla… Si el lector recuerda la famosa paradoja, descuide que no voy a desarrollarla aquí, y si no, lo conmino a que googulee el tema… Yo estuve a punto de recordársela a mi primo, pero a tiempo alcanzó mi arrepentimiento a mi decisión primera. Mi contra argumentación es más sencilla…

Si innegablemente todos en México estamos mejor respecto a como estábamos, digamos, hace cincuenta años, cómo es posible sostener simultáneamente que empeoramos. La respuesta es simple: no hay avance ni retroceso sin marco de referencia, y el marco de referencia en este caso es dinámico —de hecho es el ranking mismo—. Si el competidor M logró correr más rápido que hace un año no asegura quedar rezagado, a menos de que alcance una velocidad igual o superior a la de los demás. La competencia, pues, no es contra nosotros mismos.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Ciudad de México, 1977 / Carlos Fuentes

Aceleré hasta llegar al ingreso del anillo periférico, respiré, aceleré, pero ahora tranquilo, ya no tenía de qué preocuparme, podía dar la vuelta, una, dos, cien veces, cuantas veces quisiera, a lo largo de miles de kilómetros, con la sensación de no moverme, de estar siempre en el lugar de partida y al mismo tiempo en el lugar de arribo, el mismo horizonte de cemento, los mismos anuncios de cerveza, aspiradoras eléctricas…, jabones, televisiones, las mismas casuchas chatas, verdes, las ventanas enrejadas, las cortinas de fierro, las mismas tlapalerías, talleres de reparación, misceláneas con la nevera a la entrada repleta de hielo y gaseosas, los techos de lámina corrugada, una que otra cúpula de iglesia colonial perdida entre mil tinacos de agua, un reparto estelar sonriente de personajes prósperos, sonrosados, recién pintados, Santa Claus, la Rubia de Categoría, el duendecito blanco de la Coca-Cola con su corona de corcholata, Donald Duck y abajo el reparto de millones de extras, los vendedores de globos, chicles, billetes de lotería, los jóvenes de playera y camisa de manga corta reunidos cerca de las sinfonolas, mascando, fumando, vacilando, albureando, los camiones materialistas, las armadas de Volkswagen, el choque a la salida de Fray Servando, los policías en motocicleta, los tamarindos, la mordida, el tapón, los cláxones, las mentadas, otra vez el arranque libre, idéntico, segunda vuelta, el mismo recorrido, los tinacos…, los camiones de gas, los camiones de leche, el frenón, los peroles de leche caen, ruedan, se estrellan sobre el asfalto, en las barandillas del periférico…

El día de las madres, Carlos Fuentes. Vuelta 4, marzo de 1977.

sábado, 28 de noviembre de 2015

México, decaido y de caída

En la duda arcana y terca,
México quiere inquirir:
un disco de horror lo cerca...
¿cómo será el porvenir?
Jaime Torres Bodet


Persistentemente, México empeora.

Hace unos días, el Legatum Institute dio a conocer su Índice de Prosperidad correspondiente a 2015. Lo produce desde 2009, así que disponemos ya de una serie histórica de siete años, durante los cuales nuestro país no ha hecho otra cosa que desmejorar. El Legatum Prosperity Index (LPI) se calcula para 142 países, y con él se pretende mesurar la prosperidad de las naciones, entendida como riqueza y bienestar: “la prosperidad es algo más que la acumulación de riqueza material; tambiés es la alegría de la vida cotidiana y la perspectiva de un futuro mejor”. ¿Cuál es el enfoque del Instituto Legatum? Su slogan lo explicita: prosperidad a través de la revitalización de capitalismo y la democracia. La prosperidad es multifactorial; el LPI clasifica a los países según su desempeño en ocho subíndices igualmente ponderados: Economía, Iniciativas y Oportunidades Empresariales, Gobernanza, Educación, Salud, Seguridad, Libertad Personal y, finalmente, Capital Social. El LPI es un índice robusto: sus subíndices se construye a partir de un cúmulo de variables —en promedio 11 cada uno—, como tamaño de la economía, desempleo, disponibilidad de banda ancha, efectividad gubernamental, sustentabilidad, asistencia escolar, esperanza de vida, confianza social, derechos humanos, mortalidad infantil… y un largo etcétera hasta alcanzar casi 90 variables.

En 2009, México había alcanzado el lugar 49 del Legatum Prosperity Index; los dos siguientes años descendió al escaño 53, en 2013 se fue al sito 59, el año pasado al 64 y en 2015 cayó tres escalones más para quedar en el puesto 67, 67 de 142. Esto quiere decir que si bien no nos hallamos calcinándonos en los infiernos del mundo global, para allá enfilamos y andamos cada vez más lejos de los cielos.

En términos civilizatorios, la prosperidad es occidental; lo más que ha podido hacer el resto del orbe es emularla. Los diez países enclavados en el inframundo son Angola, Sudan, Yemen, Siria, el Congo, Burundi, Chad, Haití, Afganistán y, hasta el fondo, la República Central Africana. En el otro extremo, en las nubes, están Noruega, Suiza, Dinamarca, Nueva Zelanda, Suecia, Canadá, Australia, Holanda, Finlandia e Irlanda. El análisis geográfico no requiere mucho esfuerzo: la prosperidad es europea —siete de diez, con tres colados, dos de Oceanía y un americano— y la no prosperidad es africana —siete de cada diez— y oriental —solamente un país americano—. Otra evidencia: la prosperidad sólo se da muy lejos de la línea ecuatorial. 

Estamos pues en el purgatorio de la media tabla. Si bien superamos a naciones como Perú, Nepal o la India, países como Rusia, Brasil, Grecia y Portugal, por ejemplo, son calificados como más prósperos. Justo debajo de nosotros están Colombia, Indonesia, Ucrania, Azerbaiyán y Ecuador, en tanto que los cinco países que aparecen inmediatamente por arriba de México son Kirguistán —un Estado creado en 1991 y que acaba de transitar por una revolución en 2010—, Macedonia —un pequeño país balcánico sin salida al mar—, Belice —con un territorio más chico que Tabasco, que se independizó del Reino Unido en 1981—, Bielorrusia y Jamaica. Vista nuestra situación en el contexto del continente americano el panorama no alienta, por el contrario: además de Canadá (lugar 6) y de Estados Unidos (11), reportan mejores índices de prosperidad Uruguay (32), Chile (33), Costa Rica (34), Trinidad y Tobago (43), Panamá (46), Argentina (47), Brasil (54), Jamaica (62) y Belice (64).

En el subíndice de Economía es en el que México aparece mejor colocado. Desafortunadamente, lo anterior no implica una mejoría; en este renglón, como en casi todos, también nos despeñamos: el año pasado nos situábamos en el lugar 34 y ahora, con todo y reformas, en el 42. Este descenso se explica fácilmente: si a la economía mundial no le ha ido bien, a nosotros nos ha ido peor: mientras que el crecimiento anual del PIB per cápita durante los últimos cinco años fue de 1.7% en promedio para las 142 economías consideradas, esta misma variable asciende a sólo 0.6% en el caso mexicano. El declive también es notorio en Iniciativa y Oportunidades Empresariales: del sitio 69 en 2012 al 81 en 2015.

No sorprenderá a nadie que en el subíndice en el cual nos encontramos peor calificados es en el de Seguridad, en el cual ocupamos el sitio 103, peor calificados que naciones como Nigeria, Israel —un país prácticamente en guerra—, Camboya y Líbano. En materia de Gobernanza tampoco hay avances: en un año México descendió del escaño 59 al 61, de modo que quedamos a la zaga de Ruanda (48) y del Reino Hachemita de Jordania (57). En Educación —para muchos el único resorte que podría sacarnos de la barranca— tenemos peores notas que la República Dominicana (79), Ecuador (67) e Irán (65), ya que nos localizamos en el puesto 87; lo cual que significa que las malas calificaciones cada vez son peores: en 2014, 2013 y 2012 ocupábamos los lugares 85, 82 y 78, respectivamente. En el subíndice de Salud, de 2012 al 2015 México ha descendido 14 peldaños, del 52 al 66. ¿Y el Capital Social? Pues también perdiendo terreno: en 2012 nos hallábamos en el sitio 63 y en 2015 en el 74. Por último, en el subíndice de Libertad Personal ocupamos el puesto 68, con lo que aparecemos debajo de países como Uganda, Kenia y Botsuana.

La palabra prosperidad se reconoce en nuestro idioma desde su diccionario fundacional (1495), y proviene del latín prosperĭtas, -ātis, una forma verbal de prospěrus, “salir bien”, “ser feliz”. En su primera acepción significa “curso favorable de las cosas”. Qué poca prosperidad la nuestra.

Country profile


Mexico


lunes, 23 de noviembre de 2015

Mexicano, el perro

... ¿conoces a mi perro? Es genial. Se llama Mexicano, porque es un perro mexicano, citadino y de la colonia Del Valle, ¿qué más puede pedir un can? Es flojísimo y toda la cosa, devora un kilo y medio de aguayón diario, se lo cocinan las miaus con ajo, cebollas y trozos de zanahoria. Toda la mañana se tira en el jardín a descansar la onda, las moscas le revolotean y Mexicano como si nada...

Habla Queta Johonson. en De Perfil (1966), de José Agustín (1944). 

sábado, 21 de noviembre de 2015

La mayoría satisfecha

Como un filón de fango, una especie de bienestar atrofiante, embrutecedor, se ha ido extendiendo por todo el mundo industrializado occidental. Los países que conforman dicho bloque son gobernados ya no por una élite, como antaño, sino por una mayoría satisfecha. Eso pensó y eso sostuvo John Kenneth Galbraith (1908-2006) —economista nacido en Canadá y luego nacionalizado estadounidense— en su ensayo The Culture of Contentment (1992). El panorama que esboza no corresponde hoy día únicamente a las naciones del primer mundo; me parece incluso que lo que hoy no pasa en México bien puede entenderse echando mano del concepto elaborado por Galbraith: la cultura de la satisfacción.

La mayoría satisfecha “gobierna bajo el cómodo abrigo de la democracia, una democracia en la que no participan los menos afortunados”. De ahí que la Mayoría Electoral Satisfecha no sea mayoritaria: en ella no participa la mayoría de la población, sino sólo los afortunados económica y socialmente. No se trata de la mayoría de todos los ciudadanos, sino de los que efectivamente acuden a votar a las urnas. ¿Quiénes integran la Mayoría Satisfecha? Por supuesto, las clases altas, “las personas que dirigen las grandes empresas financieras e industriales y los mandos medios y superiores, los hombres y mujeres de los negocios independientes”, pero también incluye “a los empleados subalternos cuyos ingresos estén más o menos garantizados”. Además, claro, buena parte de los estratos medios urbanos: “también incluye a la importante población (abogados, médicos, ingenieros, científicos, contables y muchos otros, sin excluir a periodistas y profesores) que forman la moderna clase profesional”, a la cual endosaría yo, en el caso mexicano, a toda la burocracia. Y aquí no acaba el recuento, John Kenneth Galbraith considera también “un número apreciable, aunque decreciente, de quienes eran llamados en otros tiempos proletarios, los individuos con oficios diversos cuyos salarios se ven… complementados por los de una esposa diligente”. Toda esta gente vive, o sobrevive si se quiere, en ámbitos con cierta seguridad y con márgenes de comodidad que no están dispuestos a poner en riesgo. Esto no significa que no quieran mejorar, tener más, consolidarse, trepar socialmente. “Tampoco significa que por estar satisfechos se estén callados. Pueden estar… muy enfadados y expresivos respecto a lo que parece perturbar su estado de autosatisfacción”. Es más, la Mayoría Satisfecha jamás está del todo satisfecha: su situación afortunada no se traduce en “la ausencia de una constante aspiración personal, ni la unanimidad de la opinión política. A muchos que les va bien, quieren que les vaya mejor. Muchos que tienen suficiente, desean tener más. Muchos que viven con desahogo, se oponen enérgicamente a lo que pueda poner en peligro su comodidad”.

En nuestro país, la Mayoría Electoral Satisfecha sufre de insatisfacción crónica, aunque, paradójicamente, se declare… ¡satisfecha! Échele usted nada más un ojo a los datos duros: los resultados del módulo de bienestar autorreportado —que el INEGI levanta trimestralmente junto con la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor— muestran que la población adulta urbana en México, al menos de julio de 2013 a julio de este año, se dice bastante satisfecha. En una escala de 0 a 10 —donde 0 sería total insatisfacción y 10 total satisfacción—, el promedio de satisfacción con su vida si bien no pasa de 8.2, no baja de 7.8. 

Cuatro son las principales características de los Satisfechos según John Kenneth Galbraith:
1) “la primera…, y la más generalizada… es su afirmación de que los que la componen están recibiendo lo que se merecen en justicia. Lo que sus miembros individuales aspiran a tener y disfrutar es producto de su esfuerzo, su inteligencia y su virtud personales”. La creencia anterior incluso cuando los beneficios de los que se gozan son producto evidente de la suerte: “la buena fortuna se gana o es recompensa al mérito y, en consecuencia, la equidad no justifica ninguna actuación que la menoscabe o que reduzca lo que se disfruta o podría disfrutarse”.

2) Los Satisfechos muestran una misma postura respecto al futuro: “sintetizando al máximo, siempre prefiere la no actuación gubernamental, aun a riesgo de que las consecuencias pudieran ser alarmantes a largo plazo. La razón es bastante evidente. El largo plazo puede no llegar…” Lo que tengo lo merezco, quiero más y lo quiero ahora, cuanto antes.

3) Los Satisfechos comparten una “visión sumamente selectiva del papel del Estado. Hablando vulgar y superficialmente, el Estado es visto como una carga…”
4) La última característica “es la tolerancia que muestran los satisfechos respecto a las grandes diferencias de ingresos”. Total, siempre ha habido pobres…, ¡pobrecitos!
Entonces, ¿no subsiste nada de misericordia? Quiero creer que todavía quedan personas entre las clases media y alta que experimentan auténtica compasión hacia la gente pobre. John Kenneth Galbraith también lo cree así: “hay una minoría, nada pequeña en cuanto a número, a la que le preocupa, por encima de su satisfacción personal, la situación de los que no participan del relativo bienestar… El idealismo y la previsión no han muerto; por el contrario, su expresión es la forma más acreditada de discurso social. Aunque el interés propio actúe a menudo… bajo una cobertura formal de preocupación social, gran parte de la preocupación social tiene una motivación auténtica y generosa”. Esa inquietud genuina se presenta en apenas un grupúsculo de la Mayoría Satisfecha —“manifestarán simpatías por los marginados y preocupación por el futuro, con frecuencia desde posiciones de relativo bienestar personal…”—, de tal suerte que nunca alcanzará a motivar cambios sustanciales.

Satisfechos…, y no pasa nada.

viernes, 13 de noviembre de 2015

La disparidad de la fortuna

Los animales que ocupan la cúspide de la cadena alimenticia de este planeta somos nosotros. Luego de unos 200 mil años de haber surgido de complejos y azarosos procesos evolutivos, desde hace alrededor de 10 mil años, somos la única especie humana que perdura; todas las demás se extinguieron. En términos de selección natural de las especies, el éxito de los homo sapiens resulta aplastante: con una población total de casi 7.4 mil millones y un peso promedio de 63 kilogramos por persona, hoy la Tierra aloja unos 500 millones de toneladas de materia humana viva. 

No sabemos prácticamente nada acerca de la mayor parte nuestra existencia: después de sobrevivir en África a lo largo de unos 130 mil años, el Homo sapiens comenzó a invadir el orbe; después tuvieron que pasar 60 mil años para que desarrolláramos las habilidades e instrumentos necesarios para guardar la memoria colectiva que llamamos Historia. De unos 12 mil años para acá, dos de las tendencias que se han afianzado en el comportamiento de los humanos son un aumento exponencial en la capacidad de producir satisfactores y la concentración de la riqueza. Un estudio de Oxfam revela que el año pasado 85 humanos eran dueños de la misma riqueza que en su conjunto poseía la mitad más pobre de la Humanidad, (más de 3 mil 500 millones de personas). Para enero de 2015, ya eran menos: los 80 más ricos del mundo acaparan la misma riqueza con la que sobrevive el 50% de la población mundial menos acaudalada. En otras palabras, cada uno de los 80 hombres más ricos del mundo acumula en promedio la riqueza que juntos podrían acumular poco más de 45 millones de los más menesterosos. Y sin embargo, el economista John Kenneth Galbraith considera que antes los favorecidos era menos y hoy son más: “en el pasado, los afortunados económica y socialmente eran… una pequeña minoría, un pequeño grupo que dominaba y gobernaba. Hoy representan una mayoría…” (La cultura de la satisfacción, 1992). La contradicción con lo antes dicho no es flagrante; es sólo aparente.

Como nunca antes en la historia, la producción de satisfactores permite atender las necesidades de una proporción cada vez mayor de la población, por lo demás, un contingente en crecimiento desorbitado. Ello no obedece a una creciente distribución equitativa, sino sencillamente a que cada vez producimos más y quedan más excedentes. Una condición inédita: “Por primera vez en la historia humana, la oferta empezó a superar la demanda” , explica Yuval Noah Harari (De animales a dioses). “La economía humana ha conseguido crecer en forma exponencial a lo largo de la era moderna, únicamente gracias al hecho de que los científicos dan con otro descubrimiento o artilugio cada pocos años…” Así las cosas, hoy la pobreza no tiene otra explicación que la desigualdad. A pesar de que conforme pasa el tiempo aumenta la participación relativa de las personas que tienen acceso a los satisfactores básicos, cada vez un grupo más y más reducido de individuos poseen más y más riqueza, y las diferencias se abisman. “Nuestro mundo moderno reciente se enorgullece de reconocer, por primera vez en la historia, la igualdad básica de todos los humanos, pero puede estar a punto de crear la más desigual de todas las sociedades”.

Actualmente, en algunos países, a la salvaje concentración de la riqueza hay que agregar un crecimiento insuficiente de la economía, ecuación que necesariamente arroja un incremento absoluto de los pobres. Aquí enfrentamos dicha situación: México “está inmerso en un ciclo vicioso de desigualdad, falta de crecimiento económico y pobreza” (Gerardo Esquivel Hernández, Desigualdad extrema en México. Oxfam, 2015). Mexicano es uno de los seres humanos más ricos del planeta —incluso ha sido el más rico de todos—, Carlos Slim, quien comparte ciudadanía con 53.3 millones de personas que viven en la pobreza, de los cuales, más de 23 millones no pueden adquirir una canasta básica —algo así como toda la gente que vive en la Zona Metropolitana del Valle de México—. Y, claro, todo sigue moviéndose en la misma dirección: “mientras el PIB per cápita crece a menos del 1% anual, la fortuna de los 16 mexicanos más ricos se multiplica por cinco”. También en México se aprecian los fenómenos contradictorios: de mediados de los años 90 al 2010, “ha crecido el ingreso per cápita, pero se han estancado las tasas de pobreza”. ¿Por qué? “Porque el crecimiento se concentra en las esferas más altas de la distribución”. Así, de acuerdo al Global Wealth Report 2014, el 10% más rico de México concentra poco más de dos terceras partes (64.4%) de toda la riqueza del país.  De acuerdo a los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (INEGI), en el lapso que va del segundo trimestre del año pasado al mismo período de 2015, la cantidad de trabajadores que gana hasta un salario mínimo (no más de 2 mil 110 pesos mensuales) aumentó en 399 mil 102: eran 6 millones 488 mil, y ahora ascienden a 6 millones 887 mil personas. En la punta de la pirámide, la riqueza día día se concentra en menos personas: “El número de multimillonarios en México, no ha crecido mucho en los últimos años. Al día de hoy son sólo 16. Lo que sí ha aumentado es… la magnitud de sus riquezas. En 1996 equivalían a 25,600 millones de dólares; hoy esa cifra es de 142, 900 millones de dólares”.
Vamos todos trepados en la disparidad de la fortuna.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Partida arreglada

Sabio y embustero, Mark Twain afirma en su novela A Horse's Tale (1907) que el mismísimo padre de la historiografía, Heródoto de Halicarnaso (c. 484 -425 a.C.), sentenció lo siguiente: “Muy pocas cosas pasan en el momento adecuado y el resto sencillamente no suceden jamás. El historiador consciente corregirá tales defectos”. El griego jamás dijo eso, lo cual no le quita un ápice de razón a Twain.

La Historia suele ofrecer sólidos discursos que demuestran que la historia sucedió como sucedió porque así tenía que suceder: los hechos ocurrieron así, precisamente ahí y justo entonces porque las condiciones históricas estaban dadas, porque los protagonistas llegaron todos puntuales, porque todo se encaminaba hacia ello; puesto que a entonces b y luego necesariamente c…, las cosas ocurren por algo y todo tiene un orden. Por eso, los historiadores son expertos creadores de narrativas, especializados en revelar el sentido de lo que acaeció en el pasado. El caótico acontecer se vuelve historia cuando alguien logra convencernos de que determinados eventos son significativos, el principio o el final de algo mayor o más profundo. De todas las historias posibles, la Historia que regularmente se impone es la versión que los ganadores tienen de lo acontecido, un relato en el que, claro, se demuestra que quienes triunfaron tenían que resultar vencedores, porque era lo lógico, lo justo, porque tenían la razón de su parte, porque así tenía que ser. 

En una escala menor ocurre algo similar: la gente a la que le va bien en la vida acostumbra entender su situación exitosa como consecuencia lógica de su propia historia, la cual, but of course, es coherente con quienes ellos son. El economista canadiense John Kenneth Galbraith (1908-2006) lo establece así en su libro La cultura de la satisfacción (Emecé editores, 1992): “… las personas y comunidades favorecidas por su posición económica, social y política, atribuyen virtudes sociales y permanencia política a aquello de lo que disfrutan”. Más incluso y expresado en pocas palabras: en general, las personas ricas creen que lo son porque merecen serlo. “Esta atribución se reivindica incluso ante la abrumadora evidencia en sentido contrario”. Y para abajo las cosas se explican igual: los pobres son pobres porque han actuado como pobres. 

En 2013, un grupo de psicólogos sociales realizó un experimento en la Universidad de California en Berkeley. Se organizaron más de un ciento de partidas de Monopoly entre igual número de dúos, formados por personas escogidas aleatoriamente, quienes no se conocían entre sí. Como bien se sabe, conseguir la victoria en dicho juego de mesa —quebrar al oponente y quedarse con todo el dinero y propiedades— depende de una combinación de habilidad, talento y mucha suerte. Sin embargo, las partidas que organizaron los investigadores de Berkeley estaban arregladas: al azar, en cada caso se seleccionó a uno de los dos jugadores, a quien se le daba, de inicio, el doble de dinero, al pasar por la casilla Go se le otorgaba también el doble y, además, se le permitía realizar dos jugadas por cada una que hiciera su oponente. Let’s play! Cámaras ocultas testimoniaron lo sucedido y el comportamiento de las personas. Paul Piff, quien dirigió el experimento, comenta que muy pronto comenzaron mostrarse diferencias notables entre los participantes: desde las primeras tiradas, los jugadores ricos comenzaron a mover su ficha toscamente, incluso azotando el tablero, a comentar jactanciosamente sus decisiones y a celebrar ostentosamente sus avances. Conforme fueron avanzando las partidas, uno de los patrones más dramáticos que pudieron observarse fue que los jugadores ricos iban mostrándose cada vez con más rudeza y fanfarronería. Luego de un cuarto de hora de jugar en dichas condiciones, se les pidió a los participantes que comentaran su experiencia. Al cuestionar a los jugadores ricos por qué habían ganado, todos ellos hablaron sobre lo que habían hecho, explicaron las estrategias que habían desplegado, justipreciaron las decisiones que habían tomado, en fin… El caso es que nunca mencionaron el motivo evidente, el hecho de que habían jugado con enormes ventajas, desde el inicio y durante toda la partida. En efecto, la mente tiende a justificar las ventajas, a disfrazarlas de preeminencias. Este y otros experimentos semejantes se han realizado durante casi una década en Berkeley y pretenden servir de alegorías respecto a lo que ocurre en la dinámica socioeconómica. Paul Piff asegura que a partir de tales ejercicios experimentales puede concluirse que entre más alta es la posición en la jerarquía socioeconómica, menores son los sentimientos de empatía y compasión, y más fuertes son el aprecio por el interés propio y las ideologías de merecimiento. Entre más dinero tiene la gente, más propensa es a predicar sobre lo ético que resulta la competencia y lo justificable que puede ser la codicia. Para el exitoso, el éxito generalmente se asume como meritorio.

En efecto, “las creencias de los privilegiados se ponen al servicio de la causa de la satisfacción continua y se acomodan de modo similar las ideas económicas y políticas del momento”. Por ello, explica, John Kenneth Galbraith “existe un ávido mercado político para lo que complace y tranquiliza”. En efecto, el programa más atractivo para quienes se sienten cómodos, aunque vociferen quejas y se desgañiten en reclamos, cabe en un infinitivo: mantenerse. El círculo se cierra: “El conservador moderno”, establece el propio Galbraith, “se dedica a uno de los ejercicios más antiguos del hombre en el campo de la filosofía moral: la búsqueda de una justificación moral superior para el egoísmo”.

viernes, 30 de octubre de 2015

Afi(c)ción

We are storytelling creatures.
Jerome S. Bruner


Desnudos e inocentes, con los ojos cerrados, nacemos puestos para una historia arrebozada en una plétora de condiciones, algunas —seguramente apenas un modesto ramillete—, manifiestas: las coordenadas en el mapa y la fecha del alumbramiento, el nicho cultural y el entorno familiar en que cada recién parido viene a apersonarse, su sexo, alguna que otra característica más o menos evidente, más o menos mesurable… Pesó tanto, tenía poco pelo, lloró como un energúmeno… Son marbetes con que se dará pie a una biografía. Varón, hijo de Herman y Rose Bruner, una pareja de inmigrantes judíos polacos, Jerome Seymour llegó al mundo en la ciudad de Nueva York en los albores del siglo XX y nació ciego. ¿Hasta qué punto las condiciones se imponen como condicionantes de vida? El Diccionario panhispánico de dudas resuelve vía semántica el dilema filosófico: “es incorrecto el uso de condicionante como sinónimo de condición”. En este caso, seguramente muy pocos hubieran previsto un futuro promisorio para aquel pequeño, pero algún tiempo después, luego de un par de operaciones, aún siendo un niño, lograría ver… Desde entonces, siempre usó anteojos con lentes enormes. El jueves 1º de octubre de 2015, Jerome S. Bruner cumplió cien años de edad —falleció en junio de 2016—. La mayor parte de su siglo de vida se ha dedicado a estudiar y pensar, sobre todo a pensar sobre el pensamiento mismo. El doctor Bruner —en 1941obtuvo su Ph. D. Degree en Harvard—, es uno de los pioneros de la psicología cognitiva: más que atender la forma en la que el hombre consigue un conocimiento verdadero acerca del mundo, se enfoca en los procesos de construcción mental de la realidad, particularmente de la interacción humana. En 1991, Bruner publicó un texto que hoy es ya considerado como un clásico —“La construcción narrativa de la realidad”—; en él, parte de que los seres humanos “organizamos nuestra experiencia y memoria acerca de nuestro acontecer principalmente en forma narrativa: historias, excusas, mitos, motivos para hacer o no hacer, en fin…”, para entonces proponer diez principios sobre la forma en la que la narrativa “opera como un instrumento de la mente en el proceso de construcción de la realidad”. 

Curiosamente, el primer libro que publicó el novelista norteamericano Paul Auster (Nueva Jersey, 1947) no es una novela, es un libro de memorias: La invención de la soledad (1982). Varios años después, en una entrevista para The Paris Review, el periodista le recuerda al escritor una idea poderosa que en aquel libro aparece fraseada así: “La anécdota como un forma de conocimiento”. Entonces Auster comenta:
“Me han sucedido tantas cosas extrañas a lo largo de mi vida, tantos eventos inesperados e improbables, que ya no estoy muy seguro de qué es la realidad. Lo más que puedo hacer es hablar de la mecánica de la realidad, para reunir pruebas sobre lo que sucede en el mundo y tratar de grabarlo tan fielmente como pueda. He utilizado este enfoque en mis novelas. No es un método, más bien es un acto de fe: presentar las cosas como realmente suceden, no como se supone que deben suceder o como nos gustaría que sucedan. Las novelas son ficciones, por supuesto, y por lo tanto en ellas se cuentan mentiras (en el sentido más estricto del término), pero por medio de esas mentiras el novelista intenta decir la verdad sobre el mundo”.
En una ponencia de 2003, Life as Narrative, el doctor Jerome S. Bruner medita en torno a la forma en que la gente se cuenta a sí misma la historia de su propia vida, y a las manera en que tales relatos autobiográficos inciden en la construcción de la identidad. A lo largo de su argumentación hay una idea recurrente que encuentra su mejor expresión en palabras del novelista neoyorquino Henry James (1843-1916): “las historias les suceden a la gente que sabe cómo contarlas”.

Paul Auster ha publicado hasta ahora dieciséis novelas; la más reciente, hace ya cinco años, Sunset Park (la traducción al castellano fue editada el mismo año por Anagrama, 2010). En ella, uno de los personajes, el editor Morris Heller, agobiado por los sucesos, busca y encuentra refugio en el maravilloso orden que ofrece la narrativa: “… el único sedante en el que siempre se puede confiar…, el tirón de las historias, siempre las historias, los miles, los millones de narraciones; y sin embargo uno nunca se cansa de ellas, siempre hay espacio en el cerebro para una más, para otro libro, para otra película…” Uno de las razones del pesar del señor Morris es su hijo, Miles Heller, quien, por decirlo pronto, ha llegado desde hace tiempo a la vida adulta sin haber logrado tramar una historia verosímil para sí mismo, y sin ella apenas transcurre por el tiempo, le suceden cosas, no hace cosas… El doctor Bruner no se equivoca cuando sostiene que “la mente humana nunca se encuentra libre de compromisos. No existe el ojo inocente, nadie puede penetrar a la realidad cruda (aboriginal reality). En cambio, partimos de hipótesis, versiones, expectativa de determinados escenarios. Nuestra preconcepción acerca de la naturaleza de la vida es que es una historia”. Tampoco yerra Paul Auster cuando en el título de un libro autobiográfico incluye el sustantivo invención.

viernes, 23 de octubre de 2015

Disputa por la historia

Si uno está en la plaza principal de Yurécuaro, basta caminar hacia el norte por Independencia para, un par de calles más adelante, nada más cruzando el río Lerma, salir de Michoacán y pasar a La Ribera de Guadalupe, municipio jalisciense de Ayotlán. Allá nació en 1947 Sergio Aguayo Quezada. Luego se iría a vivir a Guadalajara. Desconozco si residió en San Andrés; lo que se sabe es que fue uno de los cabecillas de los Vikingos, la pandilla de aquel barrio, misma que a mediados de los años sesenta del siglo pasado andaba de pleito con la Federación de Estudiantes de Guadalajara, la temible FEG. Poco más de diez años después a mí también me tocaría vivir en la capital de Jalisco y tener que dirimir un conflicto con la FEG. Cursaba el segundo de secundaria en una escuela técnica, la 14, y además de la carga académica, tenía entre mis responsabilidades acudir al llamado de los prefectos cuando, ante una inminente irrupción en el plantel por parte de un comando de la FEG, había que sumarse a la resistencia. La pugna no era ideológica: los jóvenes de la Federación deseaban pasar un rato de solaz pateando escuincles y, sobre todo, raptando compañeras de la secu. Aunque la EST 14 está muy cerca de la Central de Abastos tapatía, los policías municipales jamás llegaban a tiempo, así que había que defenderse a golpes. Aquello sucedía en 1979, y desafortunadamente no es prehistoria: con motivo de un macabro hallazgo en diciembre de 2011 -cinco cadáveres en fosas clandestinas cavadas dentro de las instalaciones de la FEG-, en entrevista para Proceso, Sergio Aguayo declaró que dicha organización “no es una reliquia del pasado; es un dinosaurio que sobrevivió… en un parque jurásico que se ha rehusado a evolucionar”.

Con la mira puesta en dos episodios, las masacres del 2 de octubre de 1968 y la del 26 de septiembre de 2014, en su nuevo libro Aguayo trama una narrativa del devenir sociopolítico contemporáneo de nuestro país, a partir de una tesis: “La violencia (tanto la criminal como la oficial) sin control continúa siendo el signo de identidad del Estado mexicano”, entidad que es la “principal responsable de las perversiones que ha vivido el monopolio legítimo de la violencia”.

Ante el horror nuestro de todos los días, mucha gente ha optado por una especie de autismo voluntario: mientras no me ocurra nada a mí y los míos, no pasa nada. Al menos por ahora, me parece que pocos son los que tratan de comprender el brete en el que nos hallamos. Si es tu caso, un imprescindible es De Tlatelolco a Ayotzinapa. Las violencias del Estado, publicado hace unas semanas por el doctor Aguayo Quezada, profesor/investigador en el Colegio de México desde 1977 y académico visitante en la Universidad de Harvard desde el año pasado. Tienes dos opciones, el impreso (editorial Proceso) o el ebook (editorial ink). En este caso, sería un error prescindir de la edición digital, la cual permite una experiencia de lectura multimedia exuberante -audios, videos, fotografías, documentos y ligas a recursos web-.

Aguayo explicita el objetivo que persigue con este libro: ofrecer un instrumento de comprensión de un canto de la realidad sociopolítica nacional que más nos valdría atender cuanto antes de forma organizada: “exigir al Estado que recupere el uso de la fuerza y la someta a la legalidad”.

La obra se estructura en nueve capítulos. Los primeros ocho están dedicados a contar y explicar la movilización cívico-juvenil suscitada en la Ciudad de México de julio a octubre de 1968, hace ya casi medio siglo. Aguayo no sólo ofrece una narrativa veraz sustentada en pruebas testimoniales -la más completa hasta ahora-, sino que también describe y analiza las dos versiones de los hechos que desde entonces se enfrentaron: el relato oficial, que nació muerto -“nadie medianamente cuerdo podía creer en [su] veracidad”- y la narrativa que terminó imponiéndose, tejida en buena medida por periodistas nacionales y extranjeros, y validada poco a poco por intelectuales. En el último capítulo, titulado igual que el libro, “De Tlatelolco a Ayotzinapa”, el doctor Aguayo urde la historia de los aparatos de seguridad con los que el Estado ha intentado mantener para sí, sin éxito, el monopolio de la violencia; abarca un gran tramo, que va de 1969 a la fecha. De una lectura ingenua se podría inferir que el libro sencillamente propone un determinado conocimiento del pasado para hacerse de más elementos para comprender fenómenos recientes… No es el caso. A partir de la experiencia desgarradora de Tlatelolco, Aguayo logra armar un discurso razonado e instrumental para comprender e incidir en lo que hoy día está en juego: si el movimiento del 68, a pesar de haber sido reprimido a sangre y fuego, logró devenir en “la primera transición pacífica de nuestra historia”, después de la tragedia de Iguala -que “sacó a la luz un Estado debilitado por la ineficacia, la corrupción y la impunidad”- nos encontramos ante la disyuntiva de continuar en una dinámica en la que, “para justificar la violencia irracional, se retuercen y violentan la razón, la lógica y los hechos”, o bien compeler al Estado a recuperar el monopolio legítimo de la violencia. Sergio entiende cabalmente que “en la historia son tan importantes los balazos como las narrativas”. Se puede incidir en la historia echando bala, ciertamente, pero también estableciendo el relato a partir del cual la gente comprenda la realidad en la que vive.