Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

lunes, 26 de septiembre de 2016

El primer soplo de vida

A finales de julio de 2012, en buena parte del norte de la India ocurrió un apagón: durante un par de días, cerca del 10% de la población que el mundo cargaba entonces perdió el suministro de energía eléctrica. Hasta ahora es el blackout más vasto de la historia. Los más de 620 millones de personas que se quedaron a oscuras, entre otras cosas, no pudieron ver las competencias deportivas que por aquellos días se celebraban en Londres, por cierto, capital del imperio que mantuvo a la India bajo control colonialista durante un siglo (1845-1947). Si las motivaciones de indios e indias para ver la tele eran nacionalistas, no se habrán perdido de mucho: en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, su país quedó en el lugar 55, con apenas seis medallas —dos de plata y cuatro de bronce—. Comparación odiosa: Dinamarca logró colocarse en el escaño 29 del medallero, con nueve metales: dos de oro, cuatro de plata y tres de bronce; nada mal, considerando que entonces su población total era de unos cinco millones de habitantes, mientras que la India aquel año era residencia de más de 1.2 mil millones de seres humanos. Expresado de otra manera: en Londres 2012 la India obtuvo una medalla por cada 200 millones de habitantes, mientras que los atletas daneses lograron una medalla por cada 555 mil conciudadanos. La India es el segundo país más poblado del orbe, y en cuanto a territorio, con 3.2 millones de kilómetros cuadrados, resulta incomparable a Dinamarca, que apenas tiene una superficie de 43 mil kilómetros cuadrados; en efecto, en la India cabe unas 75 veces el territorio europeo danés … Preciso “europeo” porque si consideramos también la soberanía que Dinamarca detenta sobre Groenlandia la cosa cambia: sus poco más de dos millones de kilómetros cuadrados alcanzan para trepar al lugar 12 en la tabla de países por superficie territorial.

El 84% de la Tierra Verde —Grønland en danés, Greenland en inglés— es blanca: cientos y cientos de miles de kilómetros cuadrados cubiertos de hielo. Si no regateamos a Australia la categoría de continente, Groenlandia es la isla más extensa del mundo. También a finales de julio de 2012, mientras en Londres comenzaban las competencias en las que 10,768 deportistas se desvivían por conseguir preseas, un equipo de científicos australianos comandado por Allen Nutman, geólogo de la Universidad de Wollongong, descubrió los rastros fósiles de vida más antiguos del planeta Tierra. El hallazgo no sería reportado sino hasta hace unos días, cuando la revista científica Nature publicó el artículo Rapid emergence of life shown by discovery of 3,700-million-year-old microbial structures, con el cual, para decirlo rápido, se echó para atrás más de 200 millones de años (Ma) el surgimiento de la vida terrícola.

Lector, si no tienes presente la profundidad del tiempo planetario, te recuerdo: la Tierra se formó hace aproximadamente 4,560 Ma. Nature reporta que los australianos encontraron en la cinta supracortical Isua, ubicada en el suroeste de Groenlandia, un afloramiento recién expuesto por el calentamiento global. Ahí hallaron la evidencia fósil más antigua: firmas isotópicas estables en rocas metacarbonadas que contienen estromatolitos de 1 a 4 centímetros de alto. Los dichosos estromatolitos, según la definición del Instituto de Geología de la UNAM, son “estructuras organo-sedimentarias laminadas que crecen adheridas al sustrato y emergen verticalmente del mismo, produciendo estructuras de gran variedad morfológica, volumétrica y biogeográfica”, cuya “formación y desarrollo a lo largo del tiempo se debe a la actividad de poblaciones microbianas”. Ocurre que los estromatolitos hallados en Groenlandia son anteriores por 220 Ma a la evidencia de vida más antigua que hasta ahora era aceptada: los vestigios descubiertos en Pilbara Craton, Australia, de 3,480 Ma de antigüedad. “La presencia de los estromatolitos de Isua demuestra el establecimiento de la producción de carbonato en aguas marinas poco profundas, gracias a la fijación de CO2 biótico hace 3,700 Ma… Una sofisticación biológica como esta permite colocar el origen de la vida, de acuerdo con los estudios del reloj genético molecular, en el eón Hádico”. ¿Eón Hádico? Sí, la era geológica inicial del planeta, de los 4.5 mil Ma a los 4 mil Ma.

El primer Eón de la Tierra se llama Hádico en referencia a Hades, la deidad griega del inframundo, espacio mítico que de alguna manera corresponde a la noción cristiana del infierno. En su Diccionario de símbolos, Cirlot explica que, “al margen de la existencia ‘real’ del infierno o de un infierno, esta idea posee un valor mítico y constante, activo en la cultura humana, primera mente concebido como una forma de ‘subvida…” Charles Darwin, por su parte, en 1871, en una carta a su amigo el naturalista Joseph Hooker, escribió sobre la subvida y especuló en torno al origen de todo ser orgánico: “Pero qué tal si (y, ¡oh!, ¡qué gran si!) pudiéramos concebir que en alguna pequeña charca cálida, con todo tipo de amoníaco y sales fosfóricas, luz, calor, electricidad, etcétera, un compuesto de proteína se haya formado químicamente…” Y líneas después: “Probablemente todos los organismos que han vivido en la Tierra descienden de alguna forma primordial…”, y lo que sigue no me animo a traducirlo: “…into which life was first breathed…” Haciendo a un lado las creencias, los actos de fe, no es posible saber si el soplo de vida fue inbuido a la materia, lo que sí sabemos con certeza es que todos los seres vivos estamos aquí gracias a la oxigenación provocada por las cianobacterias…, el aliento primigenio.

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