Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

sábado, 22 de octubre de 2016

Mapamundi

But, said Alice, if the world has absolutely no sense,
who's stopping us from inventing one?
Lewis Carroll, Alice's Adventures in Wonderland.


El mundo no siempre ha sido la Tierra. Claro, es indiscutible que hoy, para nosotros, uno de los significados de la palabra mundo es nuestro planeta, pero ello es así precisamente porque, a estas alturas de la historia, efectivamente los humanos hemos conquistado todos los rincones de la Tierra, y esta situación es muy reciente. Además, actualmente el mundo es el planeta no únicamente para usted y para mí, lo es también para cualquier persona que haya sido sociabilizada en el ámbito cultural que ha impuesto la revolución científica que estalló hace unos quinientos años, un campo simbólico que ya rebasa con mucho los límites de Occidente, dado que la cosmovisión naturalista desarrollada por el pensamiento científico actualmente es hegemónica.




Pero hasta hace muy poco tiempo el mundo era un sitio mucho más pequeño… La expresión "el mundo conocido" es en estricto sentido una redundancia, tanto como "nuestro mundo". Teniendo en mente lo anterior cobran cabal sentido frases como el "encuentro de dos mundos", la cual se acuñó para referirse a la llegada de los ibéricos a este continente. En 1492 apareció un nuevo mundo, no América, sino la realidad interconectada de Europa y las tierras trasatlánticas hasta entonces desconocidas, en ambos lados del océano. Que el mundo comenzara a ser planetario se lo debemos mucho a Fernando de Magallanes, a Juan Sebastián Elcano, a Colón…
Universalis Cosmographia Secundum Ptholomaei Traditionem et Americi Vespucii Alioru[m]que Lustrationes. Martin Waldseemüller, 15907.
… pero también y quizá más a Américo Vespucio y a Martin Waldseemüller, ya que el mundo, más que un lugar, es una abstracción. Por eso, un mapa del mundo no sólo lo representa, sino que en principio lo construye. Así que tiene razón Jerry Brotton cuando afirma que “una determinada visión del mundo da lugar a un mapa del mundo; pero el mapa del mundo, a su vez, define la visión del mundo propia de su cultura. Se trata de un acto excepcional de alquimia semiótica” (Historia del mundo en 12 mapas. Penguin Random House. España, 2014).

¿Cuál es el primer mapa del mundo del que se tiene noticia? No me refiero al mapa más añejo que se conozca, pregunto particularmente por un mapa que represente al mundo. Quizá a usted, erudito lector, le venga a la memoria el del griego Estrabón (c. 60 a.C. – 21 d.C.), en cuyo caso le recomendaría que recordara que Eratóstenes (276 a.C. – 194 a.C.) realizó uno un par de siglos antes el cirenaico… ¿Y qué me dice del que debemos al discípulo más avezado de Tales de Mileto? Según Anaximandro (610-546 a.C.), la Tierra era redonda y el centro del cosmos, y, por supuesto, en su representación cartográfica, el ombligo del universo se encontraba en Delfos. En cualquier caso el primer mapamundi que se conoce es muy anterior a la civilización grecorromana: “el objeto más antiguo conservado que representa el mundo entero en un plano a vista de pájaro, mirando la Tierra desde arriba”, es una tablilla de arcilla de 12 x 8 centímetros, realizada hace cerca de cinco mil años por un descendiente de un tal Ea-bel-ili, habitante de la ciudad Borsippa. La tablilla fue descubierta en 1881 por el arqueólogo iraquí Hormuzd Rassam, en el sitio de Sippar de Shamash —actualmente Abu Habbah, Irak—, localizado en la Baja Mesopotamia, en la orilla oriental del Éufrates, al noroeste de Babilonia.


En la actualidad, la tablilla, “a la vez un diagrama cósmico y un mapa del mundo”, se puede admirar en Londres, en el Museo Británico. En la tablilla, además de un texto en escritura cuneiforme, se muestra al mundo como un disco, rodeado por un anillo de agua, el “Río Amargo”; Babilonia aparece representada por un rectángulo en el margen derecho del Éufrates, que fluye hacia el sur.  Dentro de los dos anillos aparecen una serie de círculos, triángulos y rectángulos, todo en torno a un agujero. Alrededor del círculo exterior, ocho triángulos se distribuyen —únicamente cinco pueden leerse—. “El círculo exterior aparece rotulado como marratu o ‘mar salado’, y representa el océano que rodea el mundo habitado. Dentro del anillo interior, el más prominente de los rectángulos, que representa al río Éufrates, el cual fluye desde un semicírculo en el norte rotulado como ‘montaña’ hasta el rectángulo horizontal que aparece al sur rotulado como ‘canal’ y ‘ciénega’. Otro rectángulo, que divide en dos a Éufrates, aparece rotulado como ‘Babilonia’, rodeado por un arco de círculos que representan ciudades y regiones… Los triángulos que salen hacia fuera del círculo exterior del mar se hallan rotulados como nagü, que puede traducirse como ‘región’…  Junto a ellas aparecen crípticas leyendas, además de animales exóticos: camaleones, íbices, cebúes, monos, avestruces, leones y lobos. Son espacios inexplorados, los míticos y remotos lugares situados más allá de los límites circulares del mundo…” Así que desde este primer mapa del mundo, el centro del cosmos queda establecido en la ciudad principal de la cultura que lo produjo. El establecimiento del axis mundi en casa responde a una necesidad terapéutica: sin referencia fija, uno queda a la deriva en el espacio como un náufrago en mar abierto. Casi cinco milenios después, seguimos haciendo lo mismo: cuando abres Googlemaps, por ejemplo, en el smartphone, tu posición en el planeta aparece de inmediato justo en el centro del mundo… 

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