Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

viernes, 17 de julio de 2009

Excéntrica y sencilla

Prácticamente no sé nada de futbol. En México, eso se traduce necesariamente en que transito por la vida como un excéntrico, casi un apátrida. Mi perfil de mexicano adulto clasemediero está chato: no tengo argumentos para saber si Mejía Barón debió o no meter a la cancha a Hugo Sánchez en aquel encuentro contra Bulgaria, allá en el funesto 1994. No dispongo de marco teórico alguno para determinar si es o no verdad que el director técnico que tenía nombre de teléfono celular quería que “nuestros muchachos” jugaran con un esquema ajeno al futbol mexicano… ¡Peor!: no sé si exista realmente eso que llaman futbol mexicano. ¿Lo traeremos en el genoma? ¿Será que llegamos a este valle de lágrimas programados para jugar bien bonito y perder bien feo? ¿En dónde tendremos bloqueado el anhelado encuentro con su majestad el gol?

Si el problema es genético, la falla no se la podríamos achacar a nuestros antepasados americanos. Un estudio publicado en la edición de mayo de la revista Molecular Biology and Evolution lo confirma. Luego de más de veinte años de investigación, durante los cuales se analizaron muestras de ADN de 21 poblaciones americanas, un equipo de científicos pudo comprobar que, en la zona específica del ADN conocida como microsatélite D9S1120, existe una variación específica, un alelo de nueve repeticiones llamado 9RA, que todos los grupos nativos del Nuevo Mundo comparten, mientras que en ninguna de las 54 poblaciones analizadas de Asia, Europa, África y Oceanía se presentó. Los genetistas tejieron más fino: al estudiar las inmediaciones del 9RA, identificaron el genotipo de 34 polimorfismos de un nucleótido, para encontrar otra pista: un haplotipo (combinación de variaciones en el genoma que se encuentran en el mismo cromosoma tan cercanas entre sí que se heredan en paquete), al que llamaron haplotipo modal americano, AMH por sus siglas en inglés. Conclusión: todos los pueblos americanos nativos descienden de una sola población ancestral. Así, si los mestizos argentinos, brasileños y mexicanos compartimos el mismo origen, y si el futbol mexicano existe y se explica genéticamente, pues el origen tanto de las alegrías brasileñas y argentinas, como de nuestros pesares en la cancha vendría de fuera…

En mayo pasado, el Instituto Nacional de Medicina Genómica dio a conocer los resultados del proyecto que, en junio de 2005, le dio vida. Los primeros frutos fueron publicados en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences; entre otras cosas, en el Mapa Genómico de los Mexicanos puede apreciarse que los mexicanos compartimos el 64% de los haplotipos con los africanos, el 74% con los asiáticos y el 80% con las poblaciones del norte de Europa. ¿Será entonces que nos faltará sangre negra o nos sobra influencia asiática?

Las diferencias son interesantes, aunque si recordamos lo que nos iguala más bien tendríamos que mandar al cuerno la explicación genética: 99.9% del genoma de Maradona es idéntico al de Paquita la del Barrio. ¿Entonces? Si el origen de nuestro vía crucis futbolero no es cromosómico, ¿se hallará en el llamado carácter nacional de los mexicanos?

Raúl Béjar Navarro afirma que “el carácter nacional ha sido un tema tratado por numerosos pensadores desde el principio de la historia escrita” (El mexicano. Aspectos culturales y psicosociales. UNAM, 1983). La imprecisión de Béjar estriba en que el “carácter nacional” está ligado al Estado-Nación, el cual es un producto de la Modernidad, de hecho un producto tardío. El error se evidencia más adelante: “La formación de imágenes nacionales es, pues, muy antigua… De esta forma y así como los antiguos escritores hablaban acerca de los galos, los egipcios, los persas, etcétera, es común en la actualidad hacer juicios sobre el comportamiento de los franceses, los ingleses, los rusos, los argentinos, los estadounidenses, los mexicanos…” Así no son las cosas; la equiparación de los antiguos galos y los franceses contemporáneos permite aclarar el asunto.


El máximo anotador de todos los tiempos de la selección nacional de fútbol de Francia se llama Thierry Daniel Hery, quien nació en Les Ulis; con todo, los antiguos escritores jamás podrían considerarlo un galo, sencillamente porque es negro. ¿Qué decir del superestrella Zinedine Yazid Zidane, es o no un símbolo vivo del nacionalismo francés? Bueno, sus padres son africanos dado que nacieron en Argelia.


El carácter nacional es una abstracción que se refiere al concepto de nación, mismo que, ligado al concepto de soberanía, no aparece sino hasta la época moderna. Desde el principio de la historia, sí, encontramos intentos por perfilar la manera de ser de distintos pueblos, pero este último concepto, pueblos, no se corresponde plenamente con el de nacionalidades, no son equiparables.


Total, que ni genes ni hegels… Sin saber un carajo de futbol, la única explicación que me queda es simple: los seleccionados nacionales juegan mal. Esta es, claro, una explicación excéntrica, y abundan los estrategas del balompié que tendrán mejores…

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