Exordio
Este 21 de junio se cumplió el bicentenario del natalicio de Manuel Payno (1810-1894), autor de novelas fundamentales de nuestra literatura, como El hombre de la situación y Los bandidos de Río Frío. Para conmemorarlo, recordemos al diablo...
Diablo con descuento
A estas alturas sería estúpido negarlo: el diablo existe. En la literatura universal, quien lo busque podrá encontrarlo a la vuelta de una legión de páginas. Aquí también, las letras mexicanas no le han escatimado espacios. Una de las primeras novelas escritas en este país lo recrea, le otorga nombre y voz: El fistol del diablo, de Payno, uno de esos libros que se citan mucho y se han leído poco –no es para menos, es un ladrillo de más de mil páginas–. La casualidad trajo a mis manos una edición más o menos reciente. Andaba perdiendo el tiempo en una librería; la causa todos la hemos sufrido con variantes despreciables: llegar a tiempo a una cita y tener que esperar casi media hora para que el o la impuntual aparezca con cara de lechuga romanita es una rutina que todos tenemos incrustada en los más recónditos confines de nuestra identidad nacional. Suspiras, ves el reloj y suspiras de nuevo antes de tirarte un clavado en las mesas de novedades, más por el morbo de corroborar que la gran mayoría de la escuálida minoría que conforman los lectores en México sigue consumiendo básicamente basura. Hojeaba, pues, manuales para hacerse rico sin necesidad de apellidarse Slim, recetarios de pasteles antiarrugas, ediciones de bolsillo de libros que tuve que comprar al doble de precio hace años, cuando entre los mostradores que albergaban los anzuelos más atractivos de las grandes editoriales, un hombre con barba de rabino llamó mi atención. ¿Manet? Sin ver sobre qué versaba, tomé el libro, busqué el dato en la página legal y mi ego se vio reconfortado: Retrato de Théodore Duret de Edouart Manet. Sí, uno de esos frívolos placeres con que uno vivifica la autoestima, y de los que el diablo se vale para tentarnos. Triunfador, iba a votar el librote en su lugar cuando la curiosidad me tentó... ¿Qué será este tabique?... El fistol del diablo de Manuel Payno (Editores Mexicanos Unidos, 2001).
Un diseño más bien simplón, pero bien impreso y sobre todo con una letra de puntaje suficiente como para no tener que echar mano de la lupa. Hasta ahí, dudaba, porque sí, con Los bandidos de Río Frío me había divertido como enano, pero a qué horas iba a leer tamaño novelón... Sin embargo, el diablo conoce a fondo a sus víctimas, nosotros, pobres mortales de economías emergentes en eterna emergencia: con etiqueta roja para que no quedara duda ahí estaba el porcentaje de descuento y luego el precio final, 120 pesitos. Total, que cuando al fin llegó la persona que esperaba me encontró con un enigmático paquetón bajo el brazo...
Clonar para hacer Patria
A medio aliento de una novela que comenzó a publicarse hace más de 150 años, habla el diablo; lo hace usando el nombre de Rugeiro: Los científicos dicen que el diamante es de carbono puro... Pero dime, ¿dónde está un científico que haya podido construir una pepita de naranja, para que del germen imperceptible que encierra pueda nacer un árbol frondoso que a su vez produzca millares de naranjas, cada una con una multitud de pepitas donde está el origen y la vida de otros tantos árboles? ¿Y así quieren medir su razón mezquina con la razón grande de Dios? Hoy, desde la perspectiva engreída del siglo XXI, podríamos contestarle al chamuco que para la Humanidad poco es el mar para echarnos un buche, porque su reto se quedó corto, qué decir corto, cortitito: olvídese de su dichosa pepita de naranja, no sólo ya logramos clonar una tierna Dolly, sino que el código genético del propio del ser humano está ya a nuestra merced. Sí, mi estimado don Manuel, el desafío que plantea Rugeiro en su novela ya ha sido superado: ahora la imaginación alucinada del hombre no proyecta campos infestados de frondosos naranjos, ¡qué va!, hoy pueden prospectarse verdaderas revoluciones artificiales a la Naturaleza: higiénicos perros genéticamente diseñados para que todo lo que coman lo procesen, de tal suerte que en el futuro ya no haya más patios que limpiar; deliciosos pistaches con cáscaras de papel de china; vacas que no paren de parir hamburguesas listas para el asador; mosquitos depresivos que se suiciden tan pronto uno los vea feo; hojas de lechuga en formato carta, legal y A4; o quizá, adivinando sus antojos, estimado don Manuel, mexicanos dispuestos a sumarse sin chistar a un proyecto de Nación único, federalista o centralista, liberal o conservador, colorado o carmesí, usted diga, pero eso sí, descuide, limpios al fin de esa fea manía de conspirar sin descanso, de criticar sin ton ni son.
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